Joven descubre placeres por una amiga de sus padres (6)

Bueno espero que os este gustando...

Aqui voy con la siguiente parte... que cada vez se pone mas caliente e interesante..

Si os gusta comentarme.. y seguire






Me despertó, después de no se cuanto tiempo, una caricia en mi hermanito. Había mucho silencio y no sabía si abrir los ojos. Pero lo hice. De no ser porque me pidió silencio me hubiese puesto a gritar. Era mi dulce primita que jugaba con mi poya. Ladeó la cabeza para que yo mirase a las demás. Y me diese cuenta que estaban todas dormidas.


-“Si haces algún ruido se despertaran”- susurró.

Ella siguió a la suyo y yo, como siempre, no sabía como reaccionar. Cerré los ojos y me limité a esperar que se acabase aquella situación.


-“¡Que grande Arny! Me gusta”.

-“Va…, para”.

-“No. No te voy a dejar a medias. Tienes que correrte. Pero calla que se van a despertar”.

Continuó, con cierta torpeza, no lo vamos a negar, con la mirada clavada en mi poya y con una cara de pasmada que no podía con ella.


-“Lo siento Arni, no puedo más, te la voy a comer”.

-“¿Cómo?”

Pues eso, comiéndola. No había terminado la pregunta y ya la tenía en su boca. Supongo que por la situación no tardé en correrme. Como acto reflejo miré a su madre y juro que me dio la impresión que nos estaba mirando.


-“¡Puajj! Sabe asqueroso”-dijo tumbándose a mi lado.

-“Judith, tienes quince años, no empieces a hacer guarradas de éstas. Y menos con tu primo”.

-“A sido idea de Laura. Me ha dicho que te gustaría. Y a mi me ha gustado mucho”-dijo acercándose más a mi-“¿te gustaría desvirgarme?”
-“Estás loca”- dije mientras me levantaba.

-“Perdona Arny”.

-“No pasa nada. Voy a darme una ducha al gimnasio” –dije con resignación.

-“Espera, te acompaño”

Fuimos los dos a las duchas y empezamos a ducharnos. Recuerdo que al principio estábamos uno en cada punta de las duchas y Judith no se atrevía a hablar pensando que yo estaba muy enfadado, pero supongo que no pudo soportar el silencio y empezó a hablar:


-“¿Te has enfadado?”
-“No. Pero no puedes comportarte así. Somos familia”.

-“Perdona”.

-“Además, eres una niña. No juegues a ser mayor”.

-“No soy ninguna niña. Mira, tengo la conchita llena de pelos y ya tengo tetas, ¿quieres tocármelas?”
-“¡Judith! Y está bien”.

-“Bueno…, perdona”.

-“Debes descubrir los placeres del sexo poco a poco, con chavales de tu edad, y sobre todo, que no sean de tu familia”.

-“Los chicos de mi edad son unos pánfilos”.

-“Bueno, pues busca a alguien mayor, pero no de la familia”.

-“¿Sabes que pasa? Me muero de ganas de echar un polvo, perdona que te hable así”.

-“Aún no te toca. Todo llegará”.

-“Claro, pero seguro que tu a mi edad ya sabías que se sentía al correrse”.

-“Supongo que sí, pero eso era porque me masturbaba. ¿Tu no lo haces? “- me parecía increíble mantener esa conversación con mi prima.

-“No. Me da no se que”.

-“¿Y no te da “no se que” hacer el amor con tu primo?”.

-“No. Pero bueno, no se como se supone que tengo que masturbarme para que no me…, ya sabes, “no se que”.

-“No se que decirte. Porque no lo hablas con Laura, ella te entenderá mejor y sabrá que decirte”.

-“Se lo he dicho antes. Y me ha dicho que te intentase echar un polvo”.

-“Está loca. Háblalo con una amiga…, o con tu madre…, yo que se”.

-“¿Qué tiene que hablar conmigo?”
-“¡Tía!”-exclame mientras me ponía de espaldas como acto reflejo”.

-“Olga, vete con tu prima que tengo que hablar con Arni”.

-“No, me quiero quedar aquí”.

-“Que vayas”.

-“Bueno”.

-“Arnau. He visto lo que ha pasado antes”-dijo acercándose mucho a mi.

-“Yo…”
-“Tranquilo, he visto como ha ido todo. No te voy a reñir. Pero no quiero ser la única que se quede sin probarte…”-dijo mientras me agarraba la poya abrazándome desde detrás.

-“Tía, que haces”.

-“Llámame Olga”.

-“Suelta”
-“¿No me vas a hacer un pequeño favor?. Ya se te está poniendo a tono”.

-“No, eres mi tía”.

-“Venga…, soy la mujer de tu tío y punto. Y él casi ya no funciona”.

-“Me da igual”.

-“Está bien. Gírate. No me gusta hablarle a tu cogote”.

-“Dime”.

-“Mira este cuerpo”-dijo dándose la vuelta –“tengo treinta y cinco años, pero a mi edad pocas están como yo. Respóndame sinceramente, si no estuviese casada con tu tío, ¿me harías el amor?” – espero un rato y como no respondía insistió –“¿me follarías o no?”
-“Si, joder Olga, sí”.

-“Pues entonces yo olvido que soy tu tía y tu que eres mi sobrino”.

-“No se…, no”.

-“Hazme un favor”
-“¿Cuál?”
-“Tumbate en el suelo”.

-“”Para que?”
-“Tu túmbate y cierra los ojos que te voy a contar una cosa”.

Y lo hice, no se porqué, supongo que me apetecía dejarme llevar i en menos de treinta segundos noté como se empalaba mi poya y abrí los ojos.


-“Arni, ya me la has clavado, lo mínimo que podemos hacer es acabar con esto”.

Volví a cerrar los ojos y dejé que ella hiciera lo que quisiera. No intervine para nada y aunque supongo que eso la decepcionó un poco se que estuvo contenta porque al terminar me dio un beso y las gracias.

Nos dimos una ducha antes de salir, durante la cuál no pronunciamos palabra alguna. Mientras me secaba rompió el silencio:


-“No te enfades conmigo Arny”.

-“Olga, sabes que no me enfado nunca. Pero hay cosas que me molestan mucho. Somos familia, y esos vínculos hay que respetarlos”.

-“Vamos…, no seas así. No tenemos ningún vínculo de sangre”.

-“Aunque eso sirviese como excusa, estás casada”.

-“Por eso mismo”.

-“¿Cómo?”
-“Si hombre, tu tío a penas me toca. Y tienes que entender que una mujer de mi edad está en el mejor momento para disfrutar de su sexualidad”.

-“Y yo que culpa tengo de eso”.

-“No eres el culpable, pero puedes ser la solución”.

-“Ni hablar, esto no puede repetirse”.

-“Bueno, ya hablaremos de esto”.

-“Ya hablaremos…”
-“Entre nosotros…, no digas ni una palabra a nadie más”.

-“¿Te crees que mi hermana no se lo imagina?”
-“No”.

-“Yo te aseguro que sí”.

-“No. No se lo imagina porque lo sabe, antes de bajar le he pedido su opinión”.

-“Te aseguro que ya no entiendo a las mujeres ni lo más mínimo. Estáis todas locas”.

-“Bueno, bueno. Según como te los mires. Es tan fácil como pensar que todo el mundo quiere algo y utiliza los medios que cree oportunos para conseguirlos”.

-“Puede, ya no se que creer”.

-“Es igual, no le des más vueltas. Ahora me llevaré a Judith a casa y os dejaremos a lo vuestro, que ya lo debéis estar deseando”.

-“Si queréis podéis quedaros a comer”.

-“Arnau, a mi edad una ya a aprendido a darse cuenta cuando molesta”.

-“No molestáis”.

-“Bueno, da igual. Ahora nos iremos”.

-“Como quieras. Vamos a fuera”.

Cuando salimos las chicas estaban poniendo la mesa para comer. Supuse que mi hermana estaría cocinando algo porque era la única que no corría arriba y abajo con platos y vasos, lo cuál no era muy bueno para nuestra salud, pero no iba a quejarme encima que no hacía ni el huevo.


-“Judith, vístete que nos vamos”.

-“Nooo, ¿Por qué no nos quedamos a comer?”.

-“No te pongas caprichosa”.

-“Joo..”
-“Va. Bueno chicos, nosotros nos vamos”.

-“¿Seguro que no os queréis quedar?”-preguntó Cristina.

-“Sí”.

-“Va, Olga, no te hagas de rogar. Seguro que reiemos”.

-“No se”.

-“Además, hablando sinceramente, queríamos que te fueses para poder seguir con lo nuestro, pero ahora que tu también te lo has tirado ya nos da igual, juega con nosotras”.

-“Pobrecito, lo vamos a secar”-dijo mi tía provocando las risas de todas.

-“¿Y yo que?”-preguntó Judith entristecida.

-“A ti ya te haremos algo especial…”-le susurró Bárbara al oído.

-“Bueno, que Arnau decida, si él quiere nos quedaremos”.

-“Sí mujer, quedaros”.

No se si tomé la decisión correcta. Lo más seguro es que les tenía que haber pedido que se fueran, pero eso me hubiese convertido a mi en el malo de la película y no estaba dispuesto. Además, debo reconocer que esa fue la comida más amena de toda la semana, reímos mucho y aunque la conversación era algo subida de tono la llevamos con más naturalidad de la esperada. Incluso ya no me incomodaba nuestra desnudez y lo aceptaba como una circunstancia cualquiera.


-“Bueno, lo mínimo que puedo hacer es recoger todo esto. Vosotros ir a la piscina” –dijo Olga cuando habíamos terminado de comer.

-“No mujer, entre todos lo acabaremos en seguida”.

-“Como queráis”.

Lo cierto es que en menos de cinco minutos estaba todo recogido. Suerte que la previsora de mi hermana había hecho un buen acopio de platos y vasos de plástico que no daban más faena que abrir el cubo de la basura.

Nos metimos en el agua en seguida y Bárbara empezó a hablar de algo con relativa seriedad:


-“Hay alguien por aquí al que le debemos algún favorcillo…”-hizo una pausa y continuó-“la pobrecita Judith no sabe que es un orgasmo” –continuó haciendo que mi prima se sonrojase –“hemos escuchado la conversación de antes, perdona, somos algo cotillas”.

-“¿Mamá?”
-“Tranquila Judith, deja que Bárbara hable”.

-“¿Qué te parece si las tres amigas de tu prima te hacen un regalito?”
-“¿Qué regalo?”
-“Tu primer orgasmo”.

-“Yo no soy lesbiana”.

-“Nosotras tampoco”-dijo acariciandole un pecho y besándole el cuello –“pero a menudo las circunstancias nos hacen hacer cosas…,¿quieres o no?”
-“No se…,¿Mamá?”
-“Tu misma. Yo no me lo pensaría. Mira que tres chicas más guapas. Son amigas y lo hacen por ti”.

-“Me da no se que…”
-“Vamos a hacer una cosa, acercate”.

Bárbara besó apasionadamente a Judith unos segundos mientras, creo, que le acariciaba el pubis debajo del agua.


-“No hagas nada, no digas nada. Solo sal del agua, túmbate en la toalla, cierra los ojos y espera a que las cosas sucedan, si quieres, imagínate que es Arnau el que te lo hace”- hizo una pausa hasta ver como Judith salía del agua y continuó –“Eva, Cristina, ¿Qué me decís? Le damos a la pobre chica su regalo”.

-“Claro, me muero de ganas de probar su conejito. Hagámosla disfrutar como nunca”- contestó Cristina.

Salieron del agua las cuatro i se sentaron cerca de Judith. Empezaron a acariciarla muy dulcemente. Supongo que la chica se sentía en el séptimo cielo con seis manos acariciandola por todos lados, hasta el último rincón de su piel. Cuando Cristina se apoderó de su conchita la voz de mi hermana me distrajo. Estaba acariciando una teta de mi tía Olga.


-“Bueno tía, ellas están muy entretenidas y Arnau no quiere saber nada de nosotras, ¿que te parecería tirarte a tu sobrinita?”
-“No se si sabré. Jamás he estado con una mujer”.

-“Tu déjate llevar. Mira, ves como te acaricio, simplemente haz lo mismo”.

Me quedé atónito mirando como las cinco mujeres se entretenían las unas con las otras pero debo reconocer que ver a mi hermana y mi tía magreándose de esa forma me estaba destrozando los principios.


-“Laura, ¿puedo pedirte una cosa?”
-“Claro, dime”
-“Jamás le he comido el conejito a nadie”.

-“Y te apetece comerme el mío…”- espero a que asintiera y dio un saltito para subirse al borde de la piscina –“pues toma. Pero esmérate, simplemente tienes que hacérmelo como te gusta que te lo hagan a ti”.

No pude más. Ver a mi tía es esas labores me hizo acercar por detrás y acariciarle las tetas.


-“Bienvenido. Empezaba a pensar que no vendrías”

Estaba restregándole la poya por detrás cuando ella lo entendió:


-“Arnau, ten mucho cuidado, nunca me han dado por ahí”.

-“Iré poco a poco”.

Y eso hice. Fui muy despacio y masturbándola de mientras para aliviarla un poco. Supongo que le costaba acostumbrarse a la mezcla de dolor y placer porque dejó de lamer el coño de mi hermana y se limitaba a acariciarlo.


-“Bueno Arnau, ¿Quién nos iba a decir hace una semana que nos tiraríamos a nuestra tía Olga a medias? Je je, si mamá se enterase.

Reímos un rato por lo curioso de la situación, pero continuamos a lo nuestro. No tardé demasiado en correrme y ellas también lo dejaron entonces.


-“Mi hija debe estar disfrutando de lo lindo, desde aquí se la oye respirar. ¿Cómo va eso Bárbara? – gritó desde la piscina.

-“¡Estupendo! Que gozada…”

Mi primita se había olvidado de su papel pasivo y le estaba lamiendo el coño a Bárbara mientras Eva se lo comía a ella.


-“No olvidaremos este día Laura, gracias”.

-“De nada. Y ya sabes que cuando necesites una amante me tienes aquí”.

-“Lo mismo te digo, tu tía te estará esperando”.

-“Bueno, bueno”-interrumpí-“ya basta”.

-“Tu también Arnau, desde hoy eres mi sobrino favorito”.

-“Tambien quiero que seas mi hermano favorito…”
-“¿También te lo quieres tirar tu Laura?”
-“Joder, y tanto. No ves como está. Él también quiere, pero no se atreve”.

-“Vamos Laura, cállate”
-“Yo me callo, pero algún día me vas a echar un polvo…”

No contesté a eso, no pude. Cristina nos interrumpió tirándose al agua con nosotros.


-“Tu hija es una máquina. Ha tenido dos o tres orgasmos y sigue con esas dos, se las va a comer”.

-“Debe venir de familia”-dije haciéndolas reir.

-“Pues sí, yo misma me pasaría la vida con algo entre las piernas”-contestó mi hermana provocando más risas.

Las otras tres tardaron aún media hora en echarse al agua y cuando lo hicieron, lo hicieron con una sonrisa que bien podría haberles sacado la mandíbula de sitio.


-“¿Qué tal Judith?”-le pregunté.

-“¡Muy bien! ¡Ha sido estupendo!”-contestó dándome un beso en los labios-“lo que no se es cuanto tardaré en probar una de estas”-acabó cogiéndome la poya.

-“Todo llegará hija. Deja a Arnau tranquilo un rato, que lo vamos a matar”.

-“¿Otra vez?”-la increpó Eva-“tu no has venido a tomar el sol, tu has venido a robárnoslo”-dijo riendo.

-“Aquí la que no corre vuela”-se defendió.

-“Yo soy la siguiente”-dijo Cristina.

-“¿Y yo que?”-preguntó Nuria.

-“No te quejes, que tu ya llevas lo tuyo”-interrumpió Bárbara.

-“Pero quiero más”-dijo Nuria abrazándome con las piernas y besándome-“siempre quiero más de Arnau”.

-“Suéltalo”-dijo mi hermana-“Ya veremos como saldamos esto”.

-“No se si mi hermana se merece esta joya”-dijo besándome.

-“¿Está saliendo con tu hermana?”-preguntó mi tía.

-“No se, algo raro, el domingo tienen que hablarlo”.

-“Joder con mi sobrinito”.

-“Eso es lo que quiero yo, joder con él”-dijo mi hermana para provocar, otra vez, que riesen todas menos yo.

Continuamos en aquella, ya normal, situación de desnudez un rato hasta que el hambre acudió a nuestras mentes. Tanto desgaste justificaba una ingestión desmesurada de alimentos y no estábamos para regímenes estúpidos, por lo que la idea de una buena merienda no necesitó ser sometida a votación.

Mentiría si dijese que merendamos, puesto que no lo recuerdo. Solo se que cuando terminé me ausenté un momento para consolar cierta fuerza interna en el lavabo, para encontrar a mi regreso un nuevo montón de sonrisas maliciosas dispuestas a algún juego, que supongo, me convertía no en partícipe sino víctima.
Como es de esperar yo ya estaba hecho polvo, -sigo contando-, no os quiero engañar, os diría que soy el rey de los “latin lovers” y que me paseo por el mundo con un palillo en los dientes y despidiendo con un “¡olé!” a todo culo que me pase de largo. No voy por el mundo con la camisa desabrochada luciendo un pecho peludo adornado por una cadena de oro. Mejor me pongo en plan Bustamante y os canto eso de “no soy un superman, soy un chico muy sencillo…”. (Uhffff! Me doy miedo a mi mismo, como se me va)

Pues eso, el cuerpo no daba para mucho más, me dolía todo y en particular eso que duele más de lo que debería doler algo tan preciado por todos nosotros. Yo lo comparo con una botella medio vacía de gel de ducha que, después de apretarla y dejar escapar un poco, vuelve a su forma original, cogiendo aire, poco a poco y haciendo un ruido estridente.

Se dieron cuenta y relajaron las risas y volvimos a esas bonitas conversaciones que como ya dije en su día, se dan cuando en la cabeza no hay “perspectiva de jodienda”.

Las perspectivas, llamémosla por un momento “esperanzas”, nos joden la vida de mala manera. Por culpa de las esperanzas perdemos más libertad que por el más opresor de los gobiernos. Las esperanzas condicionan nuestra conducta en el presente para construir un futuro según nuestra estúpida imaginación. Nos hemos olvidado que la vida es una sucesión de hechos, no una recopilación de sueños.

En ese momento se puede decir que no tenía esperanzas. No me entendáis mal. Me conformaba con escuchar y disfrutar del momento. De nuevo me mostraban que aquellas mujeres no eran solo bonitas caras que adornar con una sonrisa fácil, quizás ruidosas, sino personas más cercanas a mi de lo que yo creía, y que, quizás, lo único que nos separaba un muro de prejuicios y disfraces construido por nuestro orgullo y por su tozudez.

Me hizo gracia un momento en que una de ellas, no recuerdo quien, empezó a hablar de una película, “Mulholand drive”. Tendríais que haberlas escuchado…, era increíble verlas divagar de esa manera… Me recordaban mucho a mis amigos… inventándose absurdas, pero ingeniosas, formas de interpretar el final de la película.

Supongo que lo que os estará intrigando es que más sucedió de lo que tanto rato nos ha tenido ante la pantalla. Allá voy, no me entretengo más.

Me ausenté un momento, de nuevo, no recuerdo porque, y cuando volví habían desaparecido. No había nadie en el jardín, solo desorden y ropa tirada por los suelos. Se que en cualquier otra ocasión me hubiese puesto a buscarlas como loco, paseándome arriba y abajo gritando sus nombres. Pero no lo hice. No se si fue el orgullo o la pereza quien dijo “ya vendrán”. Lo único cierto es que yo estaba cansado y aunque los jueguecitos, seguro que invención de mi hermana, apetecían, los hice esperar en rato, en nombre de mi autoestima, pero sobre todo de mi salud.

Me decepcionó bastante que no fuesen ellas quien me viniese a buscar. Estuve esperando un rato haciéndome el machote, repitiéndome que no tardarían en venir. Pero no lo hacían. Eso me contrarió en gran medida. Sabia que querían que fuese tras ellas, y yo, en cierto modo, también quería, pero eso destrozaría mi orgullo. Parece estúpido, pero las cuestiones de orgullo siempre lo son.

Así que hice lo que todo hombre hubiese hecho, me armé de valor…, y salí tras ellas. No quiero quejas. Hubieseis hecho lo mismo. Macho hispánico sí, pero no gilipollas. Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra, ya me declaro yo mismo culpable y me entierro hasta el cuello. ¿Quién no ha perseguido a una mujer?

Al principio simplemente me paseaba por la casa, después empecé a gritar sus nombres y al final corría desesperado persiguiendo unas risas que parecían estar alejándose continuamente de mi, fuese hacia donde fuese.

Cuando abrí la puerta de la habitación de mis padres por enésima vez me encontré con Nuria tumbada en la cama, recostada sobre un lado, dándome la espalda. Os aseguro que era un cuadro digno de adornar el Prado. Su cuerpo desnudo sobre la colcha blanca reflejaba la luz que entraba por la ventana completamente abierta, con las cortinas corridas, dejando ver el precioso bosque que lindaba con mi casa.

Cerré la puerta detrás mío sigilosamente, me acerqué despacio, y me senté en la cama justo detrás suyo. Se que me escuchó, pero ni siquiera se movió mientras yo la admiraba. Siguió con la vista perdida en la ventana hasta que acaricié su mejilla con el dorso de la mano. Entonces me miró, y muy despacio, se incorporó como pudo.

La abracé para evitar que estuviese incómoda en esa situación y la besé con todas mis ganas. Nos estábamos acariciando muy suavemente, paseando nuestras manos y nuestras uñas por el cuerpo del otro intentando dibujar una nueva piel, compartida, con nuestro tacto. Describía a cada leve movimiento de mi mano una nueva textura, una nueva forma, y a cada movimiento de la suya una nueva sensación. Despertó en mi un seguido de escalofríos placenteros cada vez que sus uñas rozaban mi espalda, mi pecho y mis brazos.

Suavemente la dejé caer sobre la cama, sin dejar de besarla. Me tumbé sobre ella y empecé a hacerle el amor. Recuerdo el dolor de sus uñas clavándose en mi espalda y su cara de arrepentimiento mirándome a los ojos. No queríamos romper el silencio. Si ella me hacía daño, se que lo sentía, no hacía falta decirlo. Solo se escuchaba el ritmo de su respiración ruidosa que ahogaba los pequeños gritos que quería dejar escapar mientras marcaba el ritmo al que debía moverme.

Recuerdo perfectamente su mirada en ese momento. Sus preciosos ojos marrones estaban cristalizados, húmedos como después de un bostezo, y se clavaban en los míos esperando descubrir en ellos el mismo placer que sentía ella. Supongo que descubrió en ellos que también yo era consciente que ese momento era solo de los dos, que lo estaba gozando, que yo también había caído presa de su mirada.

Es por eso que ambos nos cabreamos mucho cuando un empujón nos separó y casi me echa de la cama.


-“Joder Laura, ¿Qué coño haces?”
-“Divertirme como puedo”
-“¿Qué hacéis todas aquí? Nos habéis fastidiado. No os costaba nada mirar y callar”
-“No te quejes hermanito, Nuria estaba de acuerdo. ¿O no?”- preguntó mirándola a los ojos.

Nuria no dijo nada, solo me miró.


-“¿Por? ¿Estabas de acuerdo a que esta bruja nos fastidiase?”
-“Venga hermanito. No te enfades. Alguna tenía que hacerlo y ella aceptó. Queríamos que supieses como era eso de quedarse a medias…, que te dejen tirado en la cama sin que hayas recibido todo lo que esperabas y que además no puedas quejarte.

-“Estás loca”
-“No sabes hasta que punto. Cogerle”.

-“¿Cómo?”-pregunté extrañado.

¿Para que preguntar? Otra de las suyas. Me cogieron entre todas y me ataron de pies y manos a la cama de mis padres. Utilizaron para ello los cinturones de todos los albornoces que había por casa. Se puede decir que incluso se lo agradezco, al menos, aunque no podía moverme, no me dolía.

En ningún momento tuve miedo ni me preocupé. Supuse que harían algo raro y no me importó. Si me tenían así yo sería poco más que un vibrador, si eso era lo que querían, lo tendrían.

Lo que realmente me extrañó fue que una vez atado saliesen de la habitación.


-“¿A que coño jugáis?”

No me respondieron. Me quedé ahí solo, con cara de gilipollas de nuevo, atado y desnudo sobre la cama de mis padres. Como era consciente que cabrearse no servía de nada dejé que se fuesen. No chillé más. Simplemente cerré los ojos y esperé.

No se cuanto tiempo pasó. Segundos…, minutos…, dudo que llegase a una hora, pero ese día, todos habíamos perdido la noción del tiempo. El hecho es que noté una suave caricia sobre el pecho. Abrí los ojos y descubrí la mano de Judith acariciándome.


-“Sueltame Judith. Anda”.

-“No”.

-“Como que no”-dije riendo-“no vas a soltar a tu primo Arny”.

-“Ni de coña”.

-“Va, no hagas caso de lo que haya dicho Laura”
-“Te aseguro que ella no tiene nada que ver en esto. No voy a dejar escapar la ocasión”.

-“¿Qué dices? ¿Estás mal de la cabeza?”
-“Se que tu también quieres. Mira como se te ha puesto solo de pensarlo”.

-“Oye, mira”-dije frivolizando-“soy un hombre, y respondo a los estímulos de forma natural. Si me excitan, mi cuerpo responde. Eso no significa que quiera hacerte el amor”.

-“Nadie ha dicho nada de hacer el amor. Solo quiero echar un polvo”.

Oír esas palabras de la dulce chica que era mi prima me golpeó la cabeza. ¿Como podía hablar de esa manera de algo que, en principio, debía asustarla?

No pude contestarla. Me quedé mirándola y ni siquiera balbuceé cuando agarró fuertemente mi polla como quien agarra un palo de golf, cerrando los dedos uno a uno. El simple tacto de su mano hizo que se me hinchase de golpe. Más que una masturbación era un juego torpe, se entretenía con mi piel, subiéndola, bajándola y retorciéndola.

Recuerdo que su cara mostraba más curiosidad que excitación. Se fijaba en cada detalle, como reaccionaba yo a cada movimiento suyo. Sopesaba mis testículos suavemente, me los acariciaba… jugaba con mi pene como si fuese su nueva Barbie. Debo reconocer que me hizo descubrir en mi nuevas sensaciones. Recuerdo como mientras me masturbaba, apretó suavemente con un dedo en el glande, al principio me dolió y quise quejarme, pero después me gustó y la dejé hacer.


-“¿Qué haces Judith?”- escuché a mi hermana.

-“Nada, nada”.

-“Nos lo vas a cansar. Va ven a mirar la tele con todas”.

-“Vale… Luego nos vemos Arny”

Y se fueron sin más. Sin dar explicaciones ni decir adiós. Simplemente salieron de la habitación y me dejaron ahí solo, caliente, excitado…, pero sobre todo solo. Quise dormirme, pero no pude. Estaba incómodo y la calentura no me lo permitía. Así que me limité a dejar pasar el tiempo, algo pretenderían, seguro. No valía la pena romperse la cabeza.

Volvieron al cabo de un rato, de nuevo, no me pregunten cuanto. Simplemente entraron sin decir nada y se pusieron a los pies de la cama ofreciéndome un espectáculo digno de cualquier programa de televisión en Prime Time.

Hubiese querido observar el espectáculo durante más tiempo, pero se me negó ese privilegio. Era tiempo de guerra y yo era el enemigo sometido. Así que me vendaron los ojos. Me hubiese quejado…, pero sabía que resultaría inútil. Ya me daba igual todo, que hiciesen lo que quisieran. De todos modos yo estaba convencido que iba a disfrutar de aquello más que ellas.

Lo más molesto fueron los instantes en que no decían ni hacían nada. Sabía que estaban cerca. Escuchaba y casi notaba su respiración. Pero no hablaban, no me tocaban. Me sentía muy observado y empezaba a sentirme incómodo e impaciente.

Supongo que ellas también estaban impacientes por empezar. Lo hicieron de una forma muy sutil. Primero me acariciaron las manos…, los pies…, los brazos…Noté como algunas se sentaba en la cama mientras seguían con sus caricias.

Llegó el momento en que no distinguía manos en mi piel. Solo notaba una caricia general, como si una manta de placer me estuviese envolviendo todo el cuerpo. No sabía que me estaban acariciando y que no… era una sensación indescriptible. Llegué a sentir que me había quedado sin piel y estimulaban directamente la fuente de todos los placeres.

Empecé poco después a notar labios y lenguas por todo mi cuerpo sin que las manos se detuviesen. Noté unos labios nerviosos rozar los míos. Quise besarlos, pero no pude. Fuese quien fuese se apartó. No estaban dispuestas a que yo participase en aquello.

Por suerte, al poco rato noté como una boca envolvía mi polla. Creía morirme de placer. Quise ayudar, dando pequeñas envestidas hacia arriba, pero con la cantidad de mujeres que había encima mío no pude dar más de un par.

Y cuando mejor me la estaba pasando…, se salió, sin más. Simplemente se salió, es decir, fuese quien fuese se levantó y bajó de la cama. Las demás hicieron lo mismo. Me quedé solo en la cama y tan solo escuchaba sus respiraciones, entrelazadas con la mía en una musiquilla nerviosa.

Noté peso en la cama. A los pocos instantes unos pelos me cosquilleaban la nariz. Mi primera intención fue apartarme, pero el olor no engañaba. Alguna había apoyado su pubis en mi cara. Saqué la lengua intentando alcanzar-lo, pero se apartó. Alcé el cuello lo máximo posible, y se volvió a apartar. Me empujó en la frente y caí de espaldas.

Al poco rato volví a notar que alguien se subía a la cama. Se sentó encima de mi vientre y al poco rato empezó a arrastrarse y fregarse contra mi piel. Ni siquiera intenté moverme hasta que noté como su pezón me rozó los labios. Quise lamerlo, pero de nuevo se fue, se apartó y se bajó de la cama.

Empezaba a ponerme nervioso. Sabía que ahora se subiría otra ya me haría algo parecido. Así fue, de pronto, noté como alguien me estaba masturbando. Me sentí violento por la situación. Todas estaban mirando como me masturbaba.

De todos modos aquello duró poco. Esta vez, también se bajó y me dejó con ganas de más. ¿Qué me esperaba ahora?

Empezaba a tener curiosidad. Por suerte esta vez alguien iba más en serio. Fuese quien fuese se había empalado mi polla. Se movía lentamente encima mío. No sabía quien era y no me importaba. Estaba disfrutando de aquello, aunque no sabía cuanto duraría.

La cosa se alargaba y ya pensaba en que aquella vez íbamos bien hasta que mi hermana dijo:


-“Quitarle la venda”.

Al abrir los ojos me encontré con mi hermana montada encima mío. Estaba dando unos saltitos pequeños, sonriendo y mirándome a los ojos. Se me hinchó de golpe la poya. No imagináis la sensación que tuve al mirarla. Me puse como uno moto. La hubiese destrozado.


-“Soltadme”-grité
-“Vamos, no voy a perderme esto. No te soltamos”.

-“Soltadme”

Supongo que asusté a Judith porqué me soltó una mano, que utilicé para soltarme yo mismo la otra.


-“No te enfades tete”

Mi hermana se asustó también. Su voz temblaba de miedo al ver mi mirada encendida. Se llevó una gran sorpresa cuando la tiré sobre la cama y me puse encima de ella:
-“ Te voy a pegar el polvo de tu vida”.

Me sonrió muy dulcemente:


-“Te he estado esperado”- me dijo-“dale fuerte machote”.

Se la metí de golpe, sin miramientos, y empecé a penetrarle tan deprisa y con tanta fuerza como podía. Ella no escondía los gritos, no se si de dolor o placer. Pero gritaba, mordiéndose los labios de vez en cuando, sin dejar de mirarme a los ojos en ningún momento.


-“Vente dentro”- me repetía.

¿Y que iba a hacer? Pues le hice caso. Me corrí dentro de ella y me dejé caer rendido a su lado.


-“Lo conseguiste”- dije
-“Sí. Sabía que lo conseguiría”.

-“Tampoco lo digas así”.

-“Tranquilo, no es que no tengas poder de decisión…, es simplemente que si alguien se me pone entre ceja y ceja…Cuando quieras lo repetimos”.

-“Espero no repetirlo”.

-“Vamos…, si te ha gustado”.

-“Bueno, da igual. ¿Os a gustado chicas?”- dije mirando al público.

-“Síi”-contestó mi tia acalorada y con mucha cara de obsesa.

-“NO”-interrumpió Judith-“A mi cuando me toca.

-“Judith”- le increpé –“a ti no te toca. Ni lo sueñes”.

-“Joder. Con tu hermana sí y conmigo no”.

-“Ya está bien. Voy a darme una ducha. Solo”.

1 comentario - Joven descubre placeres por una amiga de sus padres (6)

Elautoderiver
Para cuando la continuacion? Muy buen relato la verdad, ojala no se acabe nunca jajaja