Nati Noche en el campo

Hola amigos quiero contarles una historia que me sucedió hace una semana, antes que nada mi nombre es Jorge, vivo en el campo que es propiedad de mis padres y desde hace algún tiempo he descubierto el placer que me provoca vestirme de mujer.

Empecé hace ya cuatro años cuando solo tenía catorce, un día mientras me bañaba vi que había quedado un calzoncito diminuto de mi hermana en el baño, lo levanté y me excitó mucho verlo, me imaginé cómo quedaría ese diminuto calzón perdido en mis carnosas nalgas y lo probé, en ese momento poco más y estallo de placer, es que tengo un culo redondo y carnoso, pero mi cintura es bastante fina por lo que se podría decir que mi cuerpo se asemeja mucho al de una mujer. A los pocos días, cuando mis padres habían salido a un pueblo cercano a buscar providencias, comencé a buscar en las cosas de mi hermana y mi madre y a probarme calzones, pantys, minifaldas y todo lo que creyese que podía quedarme bien.

Poco a poco fui animándome a más, era casi una necesidad que tenía, comencé a introducirme objetos en mi ano, primero un dedo, luego vegetales y todo lo que se me ocurriese que podía entrar y luego lo hice una rutina. Es así que llegamos a hace una semana, mis padres y mi hermana habían ido al cumpleaños de una tía que vive lejos de aquí, por lo que iban a pasar el fin de semana fuera de casa, por supuesto que yo no quise ir argumentando que me iba a aburrir, etc. Esperé que se fueran y comencé con los preparativos para lo que sería una noche de lujuria con mis juguetitos. Llegada la noche, lo primero que hice fue depilarme desde mi cuello hacía abajo lo único que quedó fue un triangulito encima de lo que aquella noche denominé mi clítoris, luego me paré frente al espejo y comencé a maquillarme, cuando terminé realmente parecía toda una señorita, máxime cuando me coloqué una peluca que mi hermana tenía preparada para un acto escolar.

Luego pasé a elegir la ropita que me pondría esa noche tan especial; elegí una diminuta tanga negra, que se perdía en la inmensidad de mi culo, me coloqué unas medias con liguero, rellené mi brassier con dos globos llenos de agua para que así mis boobies tuvieran movilidad, encima una remerita que ajustaba, pero no demasiado para que los globos no fueran a estallar, y una mini cortita, negra, que apenas cubría mi culo, me calcé unos zapatos de taco que apretaban un poco, pero dejaban mis nalgas bien paraditas, me miré al espejo y me dije esta noche te llamas Natalia. Cuando terminé de aprontarme me decidí a salir de la casa, antes me cercioré que no hubiera ningún peón en el camino, me moriría si alguien me descubriera y le contase a mis padres. De pronto detrás de mí siento una voz grave que dice: “que linda cola que tenés putita”, inmediatamente supe que esa voz era de Anselmo, un peón de la estancia de unos cuarenta años, entonces me di vuelta desesperada y atiné a correr, pero él me agarró con sus manos grandes y fuertes, propias de un hombre de campo y me dijo: “si no querés que tus padres se enteren de lo que hacés cuando se van de viaje acompáñame a dar un paseo”, me llevó a una manga, que es un lugar en donde se coloca el ganado cuando se tiene que vacunar, etc., e hizo que colocará mi cuello sobre una especie de prensa que se utiliza para inmovilizar al ganado de manera que al cerrarla la cabeza queda sujeta de un lado y el resto del cuerpo del otro.

Primero se colocó enfrente de mí, desprendió su pantalón y dejó salir su pene que, con la experiencia que tengo en introducirme objetos en mi ano, al menos debe medir unos 25 cm., no lo podía creer, en frente de mí tenía lo que había estado deseando durante cuatro años, y el pobre iluso creía que aquella noche me iba a violar, pero mejor que así fuera, la idea de sentirme una pobre niña ultrajada me hacía excitar mucho más. Entonces sujetó mi cabeza, me pr

eguntó: “¿cómo te llamas?” a lo que respondí, “Natalia”, me “obligó” a abrir mi boca, dijo: “Natalia, llegó la hora de tomar tu lechita” e introdujo su pene en ella, como yo no tenía movilidad en mi cuello ya que lo tenía sujeto por mi cuello, los movimientos los hacía él, por lo que se podría decir que me estaba cogiendo por la boca, y lo hacía con tanto ímpetu que su pene llegaba hasta mi garganta al punto de provocarme nauseas; luego de haber estado unos veinte minutos en esto, saltó hacia el otro lado de la prensa, corrió mi tanguita y comenzó a besarme las nalgas mientras las golpeaba y decía: “hoy vas a saber lo que es una buena pija en el culo…”, recorría todo el culo con su lengua, mientras se aproximaba a mi ano, y cuando llegó a allí sentí que las piernas se me aflojaban y una electricidad recorría todo mi cuerpo, era excitante de por sí el hecho de tener a un hombre de cuarenta años con un cuerpo musculoso y con un pene enorme introduciendo su lengua en mi ano, pero mucho más lo era porque él creía que lo hacía contra mi voluntad y yo ayudaba a ello y a su vez no podía voltear a ver como lo hacía ya que mi cabeza estaba sujeta del otro lado y prácticamente sin movilidad.

Luego de un rato comencé a sentir como colocaba su enorme pene entre mis dos nalgas y la recorría de arriba abajo, hasta que en un momento sentí un escupitajo en la puerta de mi ano e inmediatamente su glande comenzó a ingresar en mi culito, ¡¡al fin!!! Sentía esa enorme pija desgarrar mi esfínter y lo hacía con una brusquedad que parecía quererme partir al medio, y lo estaba logrando, pero nunca antes un dolor tan intenso logró darme tanto placer, y entonces fue cuando dejé mi papel de niña violada y le dije: ” Gracias papi… me estas haciendo la putita más feliz del mundo”, estuvo taladrándome el ano al menos una hora, mientras me decía cosas del estilo de “nunca me imaginé que el patrón tuviera dos hijitas y que ésta tuviese un culo más lindo y fácil que el de la hermana” o “esta noche vas a tener que dormir colita para arriba porque el culo no se te cierra en un par de días”, y cuando estuvo a punto de venirse volvió a saltar hacía delante, dejándome el culito lleno con el cabo de su rebenque, y me dio su pene para que lo mamara lleno de sangre que venía de mi culito, lo cual me sorprendió porque en ocasiones había llegado a introducirme hasta un recipiente de desodorante allí, pero tal vez la vehemencia con la que había arremetido aquel semental sobre mi ano lo había dejado en aquellas condiciones, pero no me importaba aquel dolor hacía que me sintiese más mujer y como tal estaba dispuesta a tomar toda la leche que expulsará el pene de mi macho sin dejar derramar una sola gota, y así lo hice, cuando sentí el primer chorro de semen ingresar directo a mi garganta volví a sentir aquella electricidad que recorría mi cuerpo, y se la mamé hasta el final.

Cuando terminó de expulsar todo aquel semen en mi boca, retiró su pene, subió sus pantalones, retiró su rebenque de mi ano, y me dijo: “ahora vas a quedarte aquí hasta la mañana, para que puedan violarte todos los peones de la estancia como la putita que sos” y se fue dejándome allí, sujeta y con mi culito descubierto, y ahí fue cuando comencé a sentir miedo de que mi familia se enterase de lo sucedido, pero afortunadamente Anselmo volvió, y me liberó de allí diciéndome mientras ponía un billete en mi tanguita: “desde ahora vas a ser mi putita, vas a salir al campo sólo conmigo y yo a cambio te voy a retribuir” y así es como desde ahí me he ganado por mis propios medios el pan… y la leche.

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