Otro de mis placeres....

Para conocerme mejor... .Además de bailar, me gusta escribir relatos hot. Aquí les dejo uno de mis favoritos...


Otro de mis placeres....

El Encargado


Hacía poco que nos habiamos mudado a esos ph a estrenar. Cuatro departamentos distribuidos dos en planta alta y dos en planta baja. Al comienzo, mi esposo y yo estábamos solos en el edificio. Creo que “probamos” cada habitación!! Pero en breve se creó la necesidad de tener un encargado. Alguien que limpiara las escaleras, el patio común, que barriera la vereda del frente… tal fue el caso, que el dueño de los departamentos (que a su vez sería el administrador) decidió contratar a alguien para dicho trabajo. El hombre vendría todos los dias a realizar aquellas tareas que solo le llevarían un par de horas. No tenía horario fijo, ya que también se dedicaba a realizar tareas de mantenimiento en otros lugares.
Una tarde de enero, en que hacía un calor infernal, el aire acondiconado de mi depatamento colapsó. Con el correr de la tarde la temperatura parecía aumentar. Se hacía agobiante… llamé a mi esposo a su trabajo, para pedirle que volviera pronto a repararlo, pero me avisó que era imposible. Que llegara antes de las 22. Estaba hasta la coronilla de trabajo. Malhumorada, decidí echar manos a la obra por mi misma, con tan buen tino, que hice “saltar los tapones”. Estaba oscureciendo. Me eché una remera sobre el biquini y salí a pedir auxilio al encargado, que estaba cortando el pasto. Quedé pasmada al ver el torso desnudo del hombre. Dorado y sudado. Las gotas corrian por la espalda y morían en el jean gastado. Me puse nerviosa. Pronto acudió en mi ayuda y al verlo de frente, cerca de mí, noté también el vientre tenso, los bíceps trbajados, la sonrisa luminosa, los ojos celestes, el cabello castaño claro… vi todo lo que nunca había visto en “el encargado”.
Le conté lo que había sucedido, avergonzada, como una niña que hizo una travesura. Pero él sólo sonrió y me pidió una linterna. Luego de revolver torpemente en distintos cajones de la cocina, encontré una con las pilas casi agotadas. Y nos dirigimos a mi habitación, donde estaba la caja de elecricidad.
Movió unas teclas, pero nada. Me pidó un detronillador y a continuación me pidió que le sostuviera la linterna. De pie junto a él noté la gran diferencia de estaturas era un hombre alto, de unos treinta años… era hermoso. Mi cuerpo comenzaba a rebelarse contra todo pensamiento de censura. Era instintiva la reacción de mis pezones. Mi piel se erizó al mínimo contacto con su cuerpo… debía acercarme más para poder alumbrar bien… hizo algunas maniobras, pero no tenía suficiente luz... Cuando giró para decirme algo notó cómo lo estaba mirando. Estaba ida, extasiada. Supongo que sin querer, en ese movimeinto su brazo izquierdo rozó mi pecho. La remera ajustada reveló la reacción de mi cuerpo. Se acercó más y permanecí inmóvil… a la vez que pasaban mil cosas por mi mente, no podía pensar nada en claro. No podía articular palabra. Solamente lo deseaba.
El encargado dejó correr uno de sus dedos por mi brazo y bajó la cabeza para besarme. No pude resistirme. Abrí la boca para complacer el hambre de los dos. Una sed inquietante me tomó. Me besó lentamente. Se tomó su tiempo para jugar con las lenguas, morder delicadamente los labios y seguir su camino por mi cuello. En un ademán estupendo me despojó de la remera. Se detuvo un instante para mirar mis pechos y siguió bajando con sus labios cálidos hasta besar el comienzo.. Mis pezones expectantes no disimulaban su interés. Me besó el sutién de la maya y finalmente lo desprendió.
Yo ya no sentía calor. Sólo una ansiedad punzante en el vientre, un deseo delicioso entre las piernas… mis manos también hicieron lo suyo recorriendo la espalda amplia y firme. Las metí por debajo del jean y acaricié sus glúteos. Pude sentir la contracción y cómo pegó su pelvis a la mía. No fue fácil. La diferencia de estaturas obligaban a que se contorsionara sobre mí. Me encantaba sentir su cuerpo cubriéndome, sus brazos rodeandome y tocando cada centímetro de piel… el siguiente paso, me hinqué y bajé su pantalón. Su miembro erecto quedó frente a mis ojos. La sola vista de ese elemento de poder me excitó más. Alcé la vista y él también me miró. Pasé la lengua por su pene. Una otra vez. Lo metí en mi boca, lo saborée, me deleité hasta lo más profundo. Sus gemidos de placer eran mi guía. Sabía por donde ir, hasta donde… me volví voraz, angurrienta. Manos y boca laboraban por oírlo difrutar más… de pie, junto a la cama, decidió que era momento de usarla. Se sentó y yo seguí con mi banquete, lamiendo, succionando, besando… cuando no quiso más solamente me dijo “vení”. Y obedecí ciegamente. Quedé del todo desnuda, de pie, mí femeneidad esta vez frente sus ojos. Me empujó contra él y besó mi vientre, otra vez mis pechos, acarició mi intimidad y gemí. Sus dedos exploraron sabrosamente ese terreno, preparándolo para lo que seguiría.
Me senté sobre él. Sentí el fuego poderoso de su miembro dentro de mí. Una satisfacción única y mágica. Nueva. Con sus brazos marcaba el ritmo. Mi cadera se balanceaba cadenciosamente sobre él. Me llevaba en el aire, como si fuera una pluma. La bocas no se daban tregua. Las lenguas ávidas la una de la otra jugueteaban sin descanso… en un momento pusé mis manos sobre los anchos hombros y lo empujé hacia atrás. Me acomodé mejor hacia adelante y esta vez fui yo quien gobernó. Las caderas seguían danzando, cada vez más violentamente. Los ritmos alternaban, variaban, y cada vez la satisfacción era mayor. Gruñíamos, gemíamos, nos decíamos lo que queríamos hacer, nos prometíamos placer y muchas cosas más. Él acariciaba mis nalgas, tocaba mi cola, me hacía estremecer. Pronto se dio cuenta de que la combinación me volvía loca. Sus dedos empezaron a abrirse paso. Yo seguía los movimientos sobre él… pronto llegaría el éxtasis total. La cadencia se acentuó para gozar al máximo. Acabé en silencio. Cerré los ojos como si estuviera en trance y exhalé una última bocanada de placer al abrir los ojos.
Él me miraba casi sorprendido, sonriente, hermoso pero con lasivia.
Se hirguió y se hizo sobre mí en un segundo. Pronto estaba moviéndose otra vez. No dejaba de besarme y acariciar cuanto podía de mi cuerpo. Yo lo sentía como un gigante pujando por el premio máximo. Me encendí otrá vez. Era tan fuerte. Cada vez más violento, rápido, desquiciado. Me encantó. Pero para él no era suficiente y su instinto de macho quizo que me tomara como a su hembra. Apenas si se apartó de mí, me volteó boca abajo. Volvió a meterse dentro de mí. Estaba hecho una fiera, poderoso y fuerte. Vulgar, egoísta y dadivoso. Cada embestida me deleitaba más, me hacía gemir, quejarme. Él también se quejaba. Allí estabamos. Desquisiados. Se movió ágilmente. Una urgencia febril lo devoraba. Su cuerpo le exigía más. Quería darmelo todo y yo quería recibirlo. Los pujos y los jadeos revelaron su orgasmo. Se desplomó sobre mí y besó mi cabello. Sudorosos, y agitados yacimos así por unos instantes. Se recostó a mi lado y me adormecí.
Cuando desperté en la habitación completamente obscura, no sabía si aquello había sido un sueño o había sucedido en verdad. Al verme desnuda en la cama desordenada, me hizo rememorar una a una las sensaciones.
Mi marido jamás lo supo. Afortunadamente, el verano fue largo y muy caluroso. Pero al llegar el otoño, renunció y nunca más volví a ver al encargado del edificio.



Gracias por Visitar! ;)


one

Ayata146
😉

3 comentarios - Otro de mis placeres....

chikabisex
FELICITACIONES... MUY BUEN RELATO!!!!!!!!!
luisporn
excelente relato que ganas de ser el y poder tenerte de esa forma