La venganza es el placer de los dioses

Hola poringueros y poringueras. Aquella tarde mi mundo perfecto, de pronto, se derrumbó como un castillo de naipes.
Normalmente de lunes a viernes me quedo a hacer unas horas extras y en lugar de ocho hs trabajo doce que a fin de mes me sirven para pagar la hipoteca; pero ese viernes estaba muy cansado y quise regresar antes para pasar un tiempo con mi mujer que la tenía un tanto descuidada. Al llegar a casa lo que veía mis ojos no podía ser peor, Fernanda, mi esposa desnuda en mi cama estaba cogiendo con Bruno mi amigo de muchos años. La escena posterior fue directamente patética, "que no es lo que imaginas" (sic), "que las cosas no son así", "perdoname amor", se les sumaron los gritos, reproches y llantos.
La depresión fue muy grande, tuve un año que fue para el olvido; a la humillación de la infidelidad se les sumaron el juicio de divorcio, la pelea por la tenencia de mi hija Sol, enterarme en dicha pelea que ella no era mi hija, la pérdida del trabajo y tras cartón me ejecutaron la hipoteca. Todo mal.
Pero, por suerte, el tiempo terminó acomodando las cosas y poco a poco fui recuperando algo del terreno perdido; terminé los estudios de ingeniería, conseguí un buen trabajo y con un dinero que me ayudaron mis padres nuevamente pude comprarme un departamento modesto pero mío al fín. En cuanto a las mujeres busqué no comprometerme sino más bien tener encuentros ocacionales. Hasta que un día ocurrió algo impensable, vino para entrevistarse conmigo Julieta, la hija de Bruno mi ahora ex amigo.
- ¡Hola tío Daniel! - me saludo como de niña ¡Tanto tiempo!¿Por qué no venis más a casa?
-¡Julieta! ¡Qué bonita que estás! -contesté sin salir de mi asombro.
Julieta era la hija mimada de Bruno, la favorita, aquella de las notas perfectas en el colegio y la campeona de hockey sobre cesped. Aniñada, su voz y su bello rostro ocultaban sus 19 años pero sus pechos y su cola ya evidenciaban una mujer con todas las letras.
Poco después julieta empezó a trabajar conmigo y la cabeza trabajaba a mil por horas; las polleritas cortas, las sandalias con plataformas y las blusas sueltas, todo eso con un andar extravagante y los sonoros besos en la mejilla con la que me saludaba hacían un coctel fulminante.
Un viernes estaba media bajoneada, venía de romper con su novio y su sonrisa amplia se había borrado.
Para levantarle el ánimo la invité a un after office que solemos hacer con los chicos y las chicas de la oficina cosa que aceptó a regañadientes.
En el bar la cosa era distinta, Julieta empezó soltarse y a reir en tanto yo empecé a seducirla con toda la experiencia de un galán maduro, puesto que mis 40 años los llevaba muy bien.
Al rato estabamos que cosquillas, que besos pequeños, que toqueteos, nada me hacía pensar que esa joven era la misma que alguna vez la alcé en brazos en el zoológico o jugábamos a saltar la soga hace no muchos años.
Ya a los besos y buscando algo de intimidad la llevé a casa. Ya en el ascensor nos manoseábamos todo el cuerpo y en la entrada nos besámos apasionadamente.
-¿Ves? Ya no soy una nena tío Dani... -me dijo explotando el morbo
-Ya veo, ahora vas a conocer un hombre de verdad.
Ya adentro entramos desasperados con ella colgada de mi cuello besándome mientras mis manos corrían su tanga y estimulaban el clítoris. Me suelta y se quita la blusa dejando sus pechos desnudos puesto que no llevaba brassier. Sus pezones erectos me invitaban a que le diera pequeños mordiscos y su rostro aniñado se transformaba de placer. Ella me quita el cinturón y me desabrocha el pantalón deteniéndose un momento en mi pene que a esa altura estaba que explotaba. Con mi ropa por el suelo mi pene terminó dentro de su boca siendo chupado por una verdadera experta. Parado tenía una buena perspectiva, su cola era perfecta bien marcada por su tanga que se escondía dentro de su raya, su piel era suave con el perfume de una mujer que está saliendo de la adolescencia y su pelo lacio acariciaba mi entrepierna. La recuesto en el sillón, le arranco la tanga de un tirón y empezamos a hacer un 69 estimulante, su vagina estaba depilada y mi lengua jugaba con su clítoris.
-Ay tío!!... Haceme tuya!!!...snffff... -fueron sus palabras que soltó con dificultad.
Ante eso ella se subió encima mío y se montó a mi pene que entró sin dificultad a la vagina de Julieta, se recostó hacia mi para que juegue con sus pechos con pellizcos y chupadas. Al cabo de unos minutos ella se estremeció en un grito fuerte de excitación, pero más se estremeció cuando empecé a meterle mis dedos de a uno en su ano.
-Tío, que me hacés? -me dijo tomandome de la muñeca.
-Tranquila Juli, dejalo altío que de esto sabe y mucho. -le respondí dandole calma.
Con la situación toda para mi la di vuelta y le pedí que se ponga en cuatro para darle una regia sacudida por su cola. A medida que mi pene entraba lenta y paciente a su ano ella gritaba de dolor y sus manos se aferraban al sillón; de sus ojos claros salían alguna lágrimita y su rostro expresaba su sentir. Poco después sus palabras eran sinfonía para mis oídos.
-Rompeme tío...rompeme toda!!!!...snff...soy tu putita!!!!
Esas palabras me estimularon aún más, el morbo era mucho y a ese culo suave y sin estrías ni celulitis le estaba demostrando que era bueno. Minutos más tarde le largo todo mi semen que desbordaba y corría chorreando por sus piernas.
Julieta se arregló con su novio y comenzó los preparativos para la boda pero aún así nos seguimos viendo con unos encuentros sexuales donde damos rienda suelta a nuestras fantasías; con fiestas, tríos, enanos y hasta un trío con la Luana, una tarvesti morocha con un pene grueso y enorme. Aquella vesz recuerdo me pajeaba mientras ellas hacían un 69. Un día Bruno recibió un mail que contenía un archivo, al abrirlo resultó ser un video de su hija favorita Julieta enfiestada con un enano y un travesti. Absorto observaba a su hija con el rostro lleno de semen pidiendo que ahora la rompa toda el tío... (PIIIIIIII).

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