El ultimo polvo...

Hay situaciones que se vuelven insostenibles. Por más bien que la pases a veces tenés que poner un freno, no solo para no salir perjudicada una misma, sino para no perjudicar a los demás, que para colmo de males son tus seres queridos. Algo así me venía pasando con el Negro. Tuvimos algunos encuentros que, la verdad, fueron de antología, para colgar en un cuadrito con marco de oro y diamantes, pero más allá de eso, y pese a haberla pasado tan bien juntos, yo no me sentía cómoda con esa relación. Si leyeron los relatos correspondientes, sabrán que aunque no hay un parentesco directo, él es como parte de la familia, y no solo él, sino también su esposa e hijos, quienes además son mis mejores amigos, mis confidentes. Ya es común que algún domingo vayamos a su casa a comer un asado, materia en la que el Negro resulta indispensable. Y el domingo elegido fue este último. Ya desde el vamos empezamos mal, ya que al saludarnos me abrazó efusivamente y me preguntó como andaba, como si hacia tiempo no me viera, cuándo un día antes habíamos pernoctado en un telo de Boedo. Obviamente que hay que disimular y hacer como si nada pasara, pero tampoco hay que exagerar y poner cara de superado, como si lo que hiciste fuera una gran hazaña. Para mí no lo era, me ponía mal engañar de esa forma a Margarita, su esposa, que siempre fue tan buena y atenta con mamá y conmigo, sobre todo en los momentos difíciles. Ni decir de Daniela, amiga de toda la vida, ¿que pensaría de mí si se llegara a enterar que me acuesto con el papá? Encima, el Negro aprovechaba cada momento para decirme algo con doble sentido, por supuesto cuándo no escuchaban los demás.
-Este chorizo te va a venir bárbaro- me susurró al servirme la entrada –Aunque no como el mío- agregó guiñándome un ojo.
Aunque nadie más que yo lo había escuchado, me puse roja de vergüenza. Tengo mi dignidad y mi orgullo, y no me gusta que me refrieguen así por la cara lo puta que soy, y menos con su familia presente. Luego, cuándo estaba lavando los platos, se me acerca para alcanzarme algo y me dice:
-Que ganas de llevarte a la pieza y pegarte tremenda cogida…- me acaricia rapidito el culo y agrega –Hoy voy a tener que conformarme con darle a Marga lo que tendría que darte a vos- y se va, dejándome más atónita que antes.
El viernes a la tarde había recibido un mensaje suyo: “¿Nos encontramos?”, me preguntaba. “¿Para qué?”, le pregunto. “Para culear, ¿para que va a ser?”, me respondió. Ahí nomás lo llame y le dije que teníamos que hablar, que esto no podía seguir así.
-Bueno, nos encontramos entonces- me dice.
-Y si, tengo que hablarte-
Quedamos en encontrarnos en la esquina de Boedo y Caseros en una hora. Desde el principio iba decidida a cortar por lo sano, no podía llamarme cuándo se le antojara para echarme un polvo y ya esta. Una vez había estado bien, el morbo de hacerlo con alguien tan cercano a mí y a mi familia había sido una tentación por demás irresistible, la segunda… la segunda no sé, no sé que pasó, como fue que caí de nuevo, pero de ahí que me tomara como su amante, como su juguetito sexual había un largo trecho, trecho que yo no estaba dispuesta a recorrer. Había demasiada historia entre nosotros para seguir así, historia familiar, si bien no llegaba a ser como un padre, siempre había sido más que un tío para mí, y sería una pena tirar a la basura una relación así por una simple calentura. Nos encontramos y le pedí de ir a tomar algo.
-¿Y porque no vamos al telo primero?- me dice, evidenciando una calentura tal que amenazaba con volarle en cualquier momento la tapa de los sesos.
-Ya te dije que necesito hablarte- le insistí.
-Bueno, dale…- aceptó de mala gana.
Entramos a un barcito de por ahí, pedimos un par de cafés, y empecé a soltarle todo, sin vuelta, casi sin tragar saliva, exponiendo una a una todas las razones por las que creía que lo nuestro debía terminar.
-Lo dejamos como un lindo recuerdo y… borrón y cuenta nueva- finalicé, bebiendo ahora sí un sorbo de mi café.
El Negro también bebió un sorbo del suyo, hizo como que pensaba y evaluaba mis palabras, y finalmente concluyó:
-Ok, todo bien, pero… me vas a permitir un último polvo, ¿no?-
-Negro, ¿entendiste algo de todo lo que te dije?- le pregunté sin poder creer lo que me había dicho.
-Clarito, y de verdad te entiendo, porque a mí me pasa lo mismo, te conozco de chiquita, si hasta te tuve en brazos, boluda, de todas las mujeres del mundo vos sos la última con la que imaginé llegar a encamarme alguna vez, pero… creciste… te desarrollaste… te pusiste bien atorrantona, y bueno… uno no es de fierro, además vos no me la hiciste muy difícil que digamos…-
-Sí, pero…-
-Pará, dejame terminar, no creas que para mí esto no resulta algo complicado de llevar, y estoy absolutamente de acuerdo con todo lo que dijiste, con cada palabra, pero no te imaginas como estoy desde que me pateaste el otro día, (se refería a cuándo me encontré con Pablo a la salida del laburo) vengo acumulando leche que no doy más- hizo una pausa, miro para todos lados, como asegurándose que nadie nos veía, y agarrándome una mano, me la metió debajo de la mesa, haciéndome tocar el palpitante bultazo que tenía entre las piernas. –Tocá, sentí como estoy, no me podés dejar así, negrita-
Y no mentía, estaba al re palo, si no descargaba iba a sufrir un colapso lácteo repentino.
-Mirá, yo vine hoy decidida a cortar todo, pero…- lo pensé un momento, la verdad es que no lo podía dejar así –Te pido que sea esta vez y nunca más…-
-Te lo prometo negrita, hoy nos despedimos- me dijo todo entusiasmado.
-Y lo que te pido también es que cuando vaya a tu casa, dejes de decirme cosas con doble sentido, me pone muy incómoda- agregué.
-Como dijiste, borrón y cuenta nueva-
-Ok, entonces, ¿vamos?-
-Dale vamos-
Pagó los cafés, salimos del lugar y fuimos a un telo de las inmediaciones. El Negro estaba tan alzado que mientras caminábamos se le marcaba fuertemente el pedazo por debajo del pantalón. Ya me imaginaba yo la despedida que me iba a hacer, lo cual, debo admitir, me incitaba bastante. Un hombre como él, tan vigoroso, tan viril, tan buen cogedor, era en verdad una lástima tener que cortarla, si por mí fuera que me cogiera cuándo se le cantara, pero… así me sentía, la cosa no daba más, solo me quedaba esperar que con el tiempo este “desliz” con alguien tan cercano a mi familia, no me pasara alguna factura.

Ni bien entramos a la habitación, me abrazó bien fuerte, atrayéndome hacia su cuerpo y me besó con frenesí, comiéndome la boca en una forma que delataba el aguante que venía soportando. Entre besos y caricias… y más besos, me fue desvistiendo, sacándome la blusa y el corpiño, dejando mis pechos al descubierto, libres y a merced de sus caprichos. El bulto de su entrepierna se pegó a mi vientre, haciéndome sentir toda su dureza, toda su calentura, me refregué contra él, sintiéndolo hervir, estremecerse, me separé un poquito para acariciárselo, pero la tela no me permitía sentir mucho más de lo que ya había sentido, así que mientras nos seguíamos besando, lamiéndonos, chuponeándonos, le baje el cierre del pantalón y metí una mano adentro, sintiendo ahora si el incitante hervor de ese pedazo de carne que ya exhibía una dureza extraordinaria.
-¡Haceme un pete chiquita… chupámela en esa forma tan rica como vos sabes…!- me pidió en medio de un respiro entre tantos chupones.
Se la termine de pelar, se la acaricié un poquito, extasiándome con tan apetecible bocado, y me puse de rodillas ante él, totalmente dominada, completamente a su merced, le agarre una mano y la puse sobre mi cabeza, indicándole que me agarrara del pelo, mientras abría la boca y comenzaba a chupársela.
-¡Ahhhhh… como voy a extrañar tus mamadas hija de puta… ahhhhhh… cométela toda… si… haceme una garganta profunda como despedida…!- me decía el Negro, los ojos inyectados de lujuria, la voz firme y autoritaria.
Le pegué una buena mamada al glande, sorbiendo las gotitas de fluido preseminal que ya le chorreaban y luego me la fui introduciendo de a poco bien dentro de la boca, pedazo a pedazo, hasta que la punta comenzó a rasparme la garganta, igual seguí un poco más, aunque me ahogaba no me importaba, quería complacerlo, seguí empujando la pija dentro de mi garganta, hasta el último trozo, hasta atragantarme, entonces el Negro me agarró con las dos manos de la cabeza y empezó a cogerme por la boca… me la metía bien hasta el fondo, hasta más allá de las amígdalas, me la embocaba hasta los pelos, entrando y saliendo, resbalando por entre mis labios… ahora sí, ya se me empezaban a derramar algunas lágrimas, sentía las mejillas enrojecidas a causa de que se me abultaban por tremendo pedazo. Aunque estoy acostumbrada (muy bien acostumbrada, debo decir), a comerme volúmenes similares, en un momento no aguante y me tuve que apartar, sentía que me quedaba sin aire, que me congestionaba toda, pero apenas pude recuperar levemente el aliento porque enseguida el Negro volvió a sujetarme de la cabeza y me la hizo comer de nuevo, siguiendo con el vaivén que había iniciando poco antes, aunque ahora mucho más fuerte, el ruido del chapoteo de su pija en mi paladar se incrementaba cada vez más, hasta que… los chorros de leche empezaron a rebalsarme el paladar…
-¡Ahhhhhh…! No te la tragues todavía mamita, tenela un poquito en la boquita… si… así… saboreala…- me pedía entre plácidos suspiros.
Aunque me lo había pedido, no pude evitar tragar un poco de su leche, pero el resto, bastante por cierto, lo mantuve en mi paladar, pasándola de un lado a otro de mi boca, haciendo buchecitos, burbujeando, hasta que me pidió que la escupiera sobre mis pechos. Eso fue lo que hice, bajé la cabeza y abriendo la boca, solté todo el semen sobre mis tetas, esparciéndolo con mis manos, empapándome con su esencia íntima. A todo esto el Negro no paraba, aunque había eyaculado en una forma por demás abundante, se seguía pajeando con firmeza, manteniendo esa dureza que tanto me incitaba. Se la volví a chupar, con más ganas todavía, para luego levantarme, sacarme el pantalón, la bombacha y ponerme en cuatro, lista para recibirlo en toda su plenitud.
-¡Que yegua puta más linda que sos! Si por mí fuera me separo de mi mujer y me caso con vos… y no me importa que me pongas los cuernos con cuanto tipo se te cruce… si no fuéramos casi parientes…- me decía mientras se acomodaba tras de mí, punteándome con la pija alrededor de toda la concha, haciéndome sentir todo alrededor el fuego de su virilidad.
Apenas me puso la puntita creí estallar… la humedad que nacía en mi conchita se extendía por mis muslos y piernas, empapando todo, nuestros cuerpos y las sábanas con el fluido del placer, sin embargo solo fue la puntita, no hizo nada más, ningún empujoncito, ninguna presión, solo la dejo ahí, en la puerta, haciéndomela desear.
-¡Cogeme… ponémela ya… dale… metémela toda…!- le pedí casi desesperada, abriéndome bien los cachetes de la cola.
-Si la querés veni por ella- me dijo.
Y fui… empujé para atrás y yo misma me ensarté en esa hermosa verga que me había hecho su esclava. Solté un aullido al sentirla toda en mi interior, pero no me tomé el tiempo para disfrutarla, ya que ahí nomás empecé a moverme, de adelante hacia atrás, empalándome una y otra vez, sin pausa ni respiro, devorándome cada pedazo. Entonces sí, me agarró de la cintura y empezó a moverse él también, más fuerte cada vez, golpeando su pelvis contra mis nalgas, produciendo con cada golpe un violento estruendo. Mis gemidos servían de acompañamiento, haciendo las veces de banda sonora de aquella violenta descarga que amenazaba con destrozarme sin piedad alguna. Era evidente que el Negro estaba dispuesto a sacarse todas las ganas, a cobrarse de una todas las veces que no íbamos a coger, me daba como si quisiera reventarme, con saña, con vehemencia, no le importaba reventarse los huevos contra mi cuerpo, impulsándose cada vez con más violencia. En un momento no aguante más y caí derrumbada sobre la cama, boca abajo, él cayó conmigo, sin dejar de cogerme, aplastándome contra el colchón con cada embiste.
-¡Ahhhhhh… me estás matando Negro… seguí… seguí…!- le pedía yo, mojándome sin control, teniendo un orgasmo tras otro, deshaciéndome en suspiros y jadeos.
Él, por supuesto, seguía, haciéndome sentir con cada empujón la fuerza y el ímpetu de su virilidad. En eso me la saca, me da la vuelta y acomodándose sobre mí, por entre mis piernas abiertas, comienza a cogerme por adelante, aprovechamos esa posición para besarnos, para lamernos, para mordernos la lengua y los labios, degustando el uno la saliva del otro, sin dejar de disfrutar en ningún momento tan deliciosas arremetidas. Me dio duro, fuerte, hasta que… me acabo adentro. Con un enérgico empujón me la dejo clavada bien profundo y mirándome a los ojos, me llenó con su leche… los dos nos deshicimos en un mar de gemidos y jadeos, disfrutando de un orgasmo que sabíamos no se iba a repetir.
-Fue una linda despedida, ¿no?- le dije en un susurro, todavía estremecida por el impacto de ese último polvo.
-Todavía quiero despedirme de tu culito- me dice saliendo de mí y haciéndose a un lado.
-¿Vas a poder?- le pregunto considerando que ya tuvo dos fuertes descargas.
-Si esta es la última vez que vamos a estar así no me quiero perder nada- me dice.
La verdad es que yo tampoco no me quería perder de nada, así que de a poco empezamos de nuevo con los mimos… besos, caricias, chupones, lenguazos, mordidas, no hizo falta demasiado para que estuviéramos en clima otra vez. Lentamente y sin apuro, tomándome mi tiempo, fui bajando por su cuerpo, besando su pecho, su vientre, jugando con la lengua en su ombligo, hasta llegar a la mata de vello que rodea a su poderoso chotazo. El pobrecito todavía acusa el impacto de las descargas anteriores, está inclinado hacia un costado, alicaído, casi opacado, depende de mí hacerle recuperar aquel esplendor. Así que ahí mismo pongo manos a la obra (manos y boca, claro esta), una buena mamada y la erección se va haciendo notar, se endurece dentro de mi boca, se pone firme, tenso, imponente, se lo escupo varias veces para dejárselo bien lubricado, y cuándo finalmente recupera el tamaño adecuado, me levanto y me siento de cuclillas sobre él, dándole la espalda, con mi cola a escasa distancia de mi erección.
-¿Querías mi culito?- más que una pregunta es una afirmación.
El mismo me abre los cachetes de la cola y acomoda la punta de su verga en las puertas de mi ano, al sentirla me voy dejando caer, aflojando el esfínter, permitiendo el ingreso triunfal de la cabeza, la cuál prepara el terreno para todo el resto, ni bien tengo la mitad adentro, me detengo y comienzo a subir, hasta que la cabeza queda justo en la entrada, entonces bajo de nuevo, metiéndome un poco más de la mitad, vuelvo a subir, sin que se me salga, vuelvo a bajar, y así hasta que hago tope con su vientre, el vello de su pubis se frota contra mis nalgas, sus huevos contra los labios de mi concha, certificando de esa manera que la tengo toda adentro. En ese momento, no sé porque, pienso en la famosa frase de Maradona, coincidentemente el Negro parece pensar lo mismo:
-¡La tenés adentro, Gise!- me dice, los dos nos reímos, giro la cabeza y le saco la lengua burlonamente mientras comienzo a moverme, arriba y abajo, sentándome cada vez con más energía, golpeando su vientre con mis nalgas.
Mientras yo subo y bajo, él con una mano me sostiene de la cola, la otra la tiene bien metida entre mis piernas, hurgándome la concha, frotándome el clítoris en una forma que me desquicia. Mis sentadas se hacen más rápidas, acordes a la intensidad con que él me masturba, empiezo a mojarme espesamente, sus dedos chapotean ahora en mi flujo vaginal, el cual ya me salpica las piernas, sus jadeos me advierten que no va a aguantar demasiado, sigo subiendo y bajando a lo largo de todo ese vibrante chotazo, me lo guardo todo en la funda de mi culo, hasta que…
-¡Me vengo… me vengo…!- me advierte, como si hiciera falta que me lo diga.
Sigo un poquito más, y cuándo ya esta a punto, me quedo bien sentada, con todo adentro, y… acabo yo también, me siento húmeda por los dos lados, por adelante mi acabada que se vuelve incontenible, y por atrás, la leche del negro, que aunque no tan abundante como en los primeros dos polvos, igual alcanza para hacerme sentir el culito bien lleno. Ahí ya no pude más y caí derrumbada de espalda sobre él, estaba destruida, demolida, como si acabara de correr una maratón.
-¡Me mataste Negro…!- le dije en un suspiro.
-¡Vos me mataste a mí, turra!- me replica él, apretándome las gomas en señal de ternura.
De a poco nos fuimos recomponiéndonos, nos duchamos y salimos del telo. Ya en la calle, con la noche irguiéndose sobre nosotros, nos despedimos.
-¿Un último beso?- me preguntó.
-Sí, el último- me acerque a él, me tomó entre sus brazos y me pegó un chupón de esos que te dejan sin aire por varios segundos.
-Chau Gise, nos vemos, y… saludos a la familia- me dijo y se fue.
-Chau Negro…- le dije y me fui hacia el otro lado.
A partir de ese momento volveríamos a ser el Negro y la Gise de toda la vida, los amantes habían quedado relegados en aquel ignoto telo de Boedo... ¿para siempre?


El ultimo polvo...analNegrocogida

Comentarios Destacados

gise_pet +5
Disculpen pero por un error habia dejado el post cerrado... jajaja... ahora si se puede comentar... besos

11 comentarios - El ultimo polvo...

darioxene
ayyy nena nena, como me haces poner con tus relatos
vos si que sabes coger y dejar a un hombre bien relajado
como me gustaria tener una foto tuya en pelotas
elmers87
muy bueno y como termina mas
ocippledamot +1
me dejaste la pija mas dura que la del negro, te lo aseguro...
drsexrg
PICANTE...!!! +10
james_hadley1
Gise, sos la mejor. Y al negro lo envidio, no tanto por cogerte, si no por echarse tres un un ratito, a mi me llevaría 4 meses. Felicitaciones y +5
polvo
qeremeasi
sos muy bonita giseeeeeeee
k_thadoctor
Bueno vecina, cuando te vea te voy a hablar jaja ya me aburri de mirarte y pensar, es o no es... Si me ves con el perro o cantando, saludame, hablamos nada más, muy hot los relatos, me enacantan, pero hay codigos jaja! Ademas me cogi a tu amiga y ahora no me da bola quizas me podes dar algun consejito! Un beso veci!
monica_lov
maduro


hola gise!!! de vuelta por estos lares y te encuentro tan ardiente como siempre me encanto el relato,quede con ganas...
excelente gi,deje puntos y como siempre estas hermosa!!!
macuta
Excelente despedida te dio el negro Gishheee!! Que dura me quedo la verga con tu relato!! Quierooo mass de estas odas a la paja!!
adictoalaconcha
gise segui cojiendotelo!! no le cortes el chorro a pobre hombre, lo dejaste marcado para siempre con tu colita