Mi Tía y su papá

Mi Tía hace años que va al psicólogo. Tiene muchos mambos que resolver me imagino, y como nunca habla de eso, hoy decidí preguntarle.
Ni bien volvió de la terapia, se quedó con una remerita y descalza en la cocina, fumamos y tomamos un café.
Me contó que su principal obsesión era que su padre, o sea mi abuelo, a partir de los 18 años la había obligado a mamársela cada mañana.
No podía creer lo que me contaba, pensar que ese viejo hijo de puta, con la carita de bueno que tiene, le había metido la verga en la boca a su hija cada mañana.

No sólo se la mamaba, sino que se tragaba hasta la última gota de leche que salía de su verga hinchada.

También me contó que eso se repitió casi hasta los 30 años en los que ella decidió irse y no hablar más con su papá.

Mientras contaba esto, se emocionaba... aún no sé si era por pena o placer. No lo había aclarado.

De sólo imaginar los litros de leche de papá que se había tragado en tantos años hacía que mi verga se pusiera como una estaca, ella lo notó inmediatamente y disimuló. Pensaba que parte de su alimento había sido el semen caliente cada mañana y ahora entendía por qué estaba tan buena y al levantarse lo hacía tan excitada y desayunaba desnuda. Era su costumbre de tantos años.

También me contó que en esos años había una sirvienta trabajando en la casa y que a veces había visto como le practicaba sexo oral en la cocina a su papito. Ella se quedaba observando y esperando su turno. Al acabar el viejo la llamaba y la obligaba a limpiar su chota con la lengua hasta ponérsela dura otra vez y volver a a acabar.

No pude dejar de pensar en todo lo que me había contado la puta de mi Tía. Necesitaba ayuda y yo se la iba a proporcionar.

En esa época la yegua tenía un macho que se la cojía cada mañana, estaba casado y antes de irse a trabajar pasaba por su casa, entraba con las llaves que la putona le había dado y directamente se iba al dormitorio donde ella lo esperaba boca abajo y desnuda. El macho se la ponía directamente sin mediar conversación, a oscuras cabalgando como un hijo de puta en ese orto moreno. Muchas veces me asomaba y veía semejante espectáculo, ella gozaba como la perra que era.

En unos días había llegado a la conclusión de cómo ayudaría a mi Tía a resolver sus conflictos emocionales.

Fui a ver a mi abuelo, lo encontré viejo pero todavía seguía siendo un hijo de puta. Se alegró al verme y me preguntó qué tal estaba su hija. Le comenté que bien y también le conté de su relación con el hombre casado. Se enojó muchísimo al enterarse que su hija era una verdadera trola y que un macho le acabara cada mañana en su concha húmeda, cosa que el aún no había podido hacer.

Le expliqué el plan y antes le expliqué que quizás debería pagarme algún dinero por ayudarlo a reestablecer la relación con su hija.

Aquella mañana era una más.... Al llegar el macho a la casa, lo atendí diciéndole que mi Tía había tenido que salir por un tema de trámites, ante lo cual se molestó saliendo casi a los gritos porque no había sido avisado.

Al rato mi abuelo entró por la puerta sigilosamente, dándome un sobre con unos cuántos billetes. Le indiqué donde estaba el dormitorio, presuroso se dirigió a la puerta. Al entrar no podía más de la excitación, sacó su verga hinchada y húmeda y la apoyó en la concha abierta de su hija tetona. Ella se estremeció de placer abriéndose aún más. El viejo le agarró el culo fuerte con sus manos maduras y empezó a cabalgar a esa yegua desesperado. Fueron unos pocos minutos hasta que la leche brotó de su pija llenando el agujero empadado de la puta de su hija. Ella gemía como una zorra desesperada. Sigilosamente el viejo salió de la habitación y de la casa. Al rato, fui a despertarla con un café humeante y un cigarrillo. Como si nada, conversamos desnudos y tranquilos, mientras fumábamos. Me dijo que había tenido un sueño extraño y que había sentido como su padre la visitaba en sueños, hasta los olores le había parecido reales, incluso el olor de su verga había aparecido en la habitación. A medida que me contaba esto, fue acariciandome la verga y pidiendome que la hiciera olvidar de ese sueño.

La puse en cuatro patas y empecé a chuparle el culo desesperadamente hasta que estuviera dilatado y listo, le introduije la pija a destajo y la monté sin parar, gritaba como una puta barata. Le llené el orto de leche caliente y espesa mientras ella babeaba de placer.

Al salir de la ducha, encontré en mi cama el sobre con el dinero de mi abuelo y una inscripción manuscrita hecha por la putona de mi Tía, decía: Gracias....

Desde ahora seguiré trabajando para resolver sus problemas psicológicos.

3 comentarios - Mi Tía y su papá

maguito
muuuyyy bueno....segui asi.....pase mágicos para vos...
megaman88
lindo relato, alguna descripcion de la señora?