Planchada y serruchada

Contrariamente a lo que suponía la falta de laburo comenzó a pasarme factura. Mi mamá me ayuda en lo que puede, pero aparte de lo habitual hay algunos otros gastos que cuándo se producen te dejan con las cuentas en rojo. Algo así paso en este último tiempo con mi abuela. Ella tiene una enfermedad por la cuál tiene que tomar diversos medicamentos y estar prácticamente todo el tiempo controlada por su médico, lo cuál requiere una inversión bastante considerable, ya que los descuentos de su obra social no le cubren todo lo que quisiéramos. Desde que empecé a trabajar siempre la estoy ayudando, pero en este último tiempo me fue imposible. Fue así que nos encontramos en la necesidad de tener que comprarle unos medicamentos que necesitaba urgentemente, pero sin tener el dinero para adquirirlos. Mi vieja pidió un adelanto, pero igualmente resultaba insuficiente. Fue así que lo único que se me ocurrió para salir del paso fue llamar al Tano. Quizás tendría algún “laburito” con el cuál solventar tal gasto. Me atendió como siempre, muy atento y cordial. Le conté mi problema y se ofreció a darme el dinero, sin compromiso, tal como se apuró en recalcar. Pero me negué.
-Te agradezco mucho Tano pero… quisiera ganármelo- le dije.
Aunque me parecía un buen tipo creía que no era una buena idea tener alguna deuda con él.
-OK, como quieras, dejame ver que tengo y te llamo-
Me llamo a las dos horas.
-Mira, tengo un trabajito perfecto para vos, además es vecino tuyo, vive en Lugano-
-Buenísimo-
-Lo que si es un poco rebuscado el tipo, nada del otro mundo pero se trata de un cliente especial- me aclaró.
-¿Especial en qué sentido?-
-Bueno, en que no vas a tener que ir como si fueras con un cliente común y corriente-
-No entiendo…-
-Vas a ir a la casa y te vas a presentar como la chica del planchado, te puede llegar a atender él como la esposa o la suegra-
-¿Qué?-
-Te dije que era especial-
-¿Pero que, voy a ir a planchar?- me sorprendí.
-No mamita, a la que van a planchar es a vos… jajaja- se rió.
-Pero dale decime-
-Vas a entrar a la casa como la nueva empleada que se va a ocupar del planchado de la ropa-
-Si me lo decís esta bien, pero igual no entiendo-
-Ya vas a entender cuándo te estén serruchando el orto… jajaja. ¿A vos te gusta que te hagan la colita?, bueno, ahí te la van a hacer con mucho esmero-
-Como digas, pero ¿con la plata como hacemos?-
-Lo que te pagué te lo quedás-
-Te lo agradezco Tano, de verdad-
-No te preocupés… pero a ver si uno de estos días nos encontramos, para que me lo agradezcas personalmente-
-Cuándo quieras-
-Ocupate de este cliente y después vemos-
Me paso el celular del tipo, para que lo llamara y arreglara todo directamente con él. Lo llame al rato y le hablé tal las instrucciones del Tano.
-Hola me llamo Giselle, llamo por el aviso de planchado-
-¿Dónde leíste el aviso?- me preguntó.
-Me lo pasó un amigo- le dije.
-¿Qué amigo?- quiso saber.
-El Tano-
-Ahá, esta bien, es una muy buena referencia, y decime Giselle, ¿cuándo estarías disponible para… el trabajo?-
-Cuándo usted diga-
-¿Te parece esta tarde, a las… seis y media?-
-Me parece perfecto-
-Te paso la dirección entonces-
Me la pasó y me preguntó:
-¿Sabés donde queda?-
-Si, no se preocupe, vivo en Soldati así que estamos bastante cerca-
-Perfecto, nos vemos esta tarde entonces-
-Nos vemos-
Y sin más me cortó. Quede sorprendida con la comunicación porque parecía más una entrevista de trabajo que otra cosa. No la transacción entre una puta y su cliente, pero bueno, el Tano me había advertido que era algo “especial”.
A la tarde me tomé el 150 y fui. Si bien conozco Lugano, la calle precisamente no la conocía, pero preguntando llegué sin problemas. Quedaba a un par de cuadras de Lugano I y II. Un chalet precioso de dos plantas. Toque el timbre y me atendió una mujer de unos 35 años, la esposa, supuse.
-Si, ¿Qué desea?- me preguntó.
-Hola, ¿Qué tal? Vengo por lo del planchado-
-¡Ah si! Mi esposo me llamo para decirme, vení, pasá- me abrió la puerta y me hizo entrar –Él todavía no llega pero me dijo que me ocupara de mostrarte lo que tenés que hacer-
Todo me parecía muy raro, pero bueno, necesitaba la plata y ya estaba ahí. Me llevo por una escalera lateral hacia un cuarto que estaba separado de la casa:
-Este es el cuarto de planchado- me dijo al entrar.
El cuarto era mucho más grande que mi dormitorio y estaba acondicionado como para que una persona (o dos) pudiera permanecer ahí por un buen rato con todas las comodidades. Había un sillón, televisor, hasta baño propio tenía, y en un rincón la mesa de planchar y un mueble con la ropa recién lavada.
-Mi esposo me dijo que tenés bastante experiencia con esto así que dejo que vos te ordenes como quieras-
Si supiera a que clase de experiencia se refería su esposo, pensé.
-Está bien, yo me ocupo-
-Igual mi esposo llega en un rato, así arreglas el pago con él y te indica como le gusta que le planchen las camisas, es un poco meticuloso con eso, le gusta tomarse su tiempo para explicar como quiere cada manga, los cuellos, los pantalones, espero que no tengas problema con eso-
-Para nada- me sonreí.
Ya me imaginaba a que clase de “meticulosidad” se refería.
-Bueno, entonces te dejo-
Cuándo se fue me quede pensando. La mujer me había caído bien, parecía una persona inteligente, ¿como podía ser que no se diera cuenta que el marido se garchaba a las mujeres que iban a planchar? ¿O quizás no querría darse cuenta? Como fuera, mientras esperaba me puse a preparar todo, la mesa, la plancha, la ropa. Cuándo la plancha ya estuvo caliente empecé por lo más fácil, tampoco le iba a hacer todo el trabajo. Al rato la puerta se abre y entra el dueño de casa, el que me había contratado. La mirada que me echo al verme podría haber derretido hasta un iceberg. Se notaba que venía cargado de calentura. No debía tener más de 35 años, robusto, morocho, de bigotes gruesos. Al verlos no niego que imagine como se sentirían cosquilleándome en la conchita. Me saludo con un simple hola y se me acercó, eso sí, no sin antes cerrar la puerta con la traba. Yo seguí con lo mío, aunque atenta a cada paso que daba. Todo parecía ser parte del juego, el gato acechando al ratón.
-¿Mi esposa te indicó como tenés que planchar las camisas?- me preguntó con un tono recio y varonil.
-No- le dije.
Se acercó más, le dio la vuelta a la mesa, y se paro tras de mí.
-Dejame que te enseñe- me dijo evitando que yo me corriera.
Por detrás de mí, apoyando su cuerpo contra el mío, agarró la plancha y comenzó a deslizarla sobre la camisa que yo había estado planchando. Aunque la plancha estaba tibia no pareció importarle.
-Así… ¿ves?- me decía y al deslizar la plancha de un extremo a otro de la camisa, deslizaba también su cuerpo sobre el mío, haciéndome sentir especialmente el abultamiento de su entrepierna entre las nalgas.
-¿Te gustaría intentarlo?- me preguntó dejando la plancha a un lado.
-Si- le dije, y agarrando la plancha no la moví… lo que si moví fue la colita, por encima de su bragueta. -¿Así esta bien?- le pregunté ahora yo.
-¡Si… muy bien…!- asintió en un suspiro.
Mientras yo seguía moviéndome, me agarró de la cintura y me apretó aun más contra su cuerpo, haciéndome sentir en pleno esa rigidez prometedora que se amoldaba perfectamente a la raya que formaban mis glúteos. De mi cintura sus manos subieron hasta mis pechos, me los agarró con fuerza y me los apretó. Gemí de placer al sentir esa deliciosa presión. Una corriente eléctrica atravesó todo mi cuerpo incitándome a parar aún más la colita.
-¡Mmmm… ¿te gusta?!- inquirió con un tono que delataba su elevada excitación.
-¡Mmm… si… mucho…!- asentí del mismo modo, yo también estaba excitada.
Una de sus manos bajo hasta mi entrepierna, me apretó fuerte ahí también haciendo que apretara los muslos en torno a su brazo. Entonces me echo sobre la mesa, dejándome con medio cuerpo recostado sobre la misma, me bajó de un tirón el pantalón con la bombacha, desnudándome de la cintura para abajo, y arrodillándose tras de mí comenzó a oler toda mi intimidad. Me apretaba las nalgas, me las pellizcaba, me las besaba, me las mordía, tras lo cuál paseaba su nariz por toda mi raya, oliéndome, degustándome, deslizaba su lengua por toda esa extensión, subiendo y bajando, haciéndome cosquillas con el bigote, tal como lo había imaginado, para finalmente separar mis nalgas y concentrar toda su atención en mi orificio más estrecho… pero no por eso el menos visitado. Empezó a puntearme con la lengua, presionando hacia dentro, hurgando luego con sus dedos, uno, dos, dos de cada mano, abriéndomelo al extremo, podía sentir como me escupía adentro, llenándomelo de saliva. Entonces… se levantó. Yo me quede ahí, recostada, esperándolo. Lo único que se escuchaba en el cuarto de planchado era su respiración agitada, interrumpida apenas por el cierre de su pantalón que se bajaba, lo siguiente que escuche fue el ruido del sobre del preservativo al romperse, y el tenue sonido del látex deslizándose sobre su erección.
No me hizo chupársela, eso me sorprendió. Pero aunque mi boquita se moría por una pija, por su pija, estaba ahí para servirlo, así que me quede tal como estaba. Fue entonces que sentí la punta de su verga apoyándose en mi entrada posterior, la de emergencia, la que a veces hace de ingreso principal. Un empujoncito y ya la mitad estaba adentro… ¡que grande la tenía!... me daba cuenta porque me llenaba totalmente y eso que tengo el culito bien roto, pero la pija del tipo era tan gruesa que me raspaba al deslizarse, lo que me hacía soltar algunos quejidos de dolor que a él parecían estimularlo más. Si bien al principio las penetraciones eran suaves, con el correr de los minutos se fueron haciendo más rápidas y certeras, fuertes, enérgicas, concisas, me la enterraba hasta los huevos, me la sacaba dejando solo la punta adentro y me la volvía a meter, una y otra vez, sin pausa, chocando contra mis nalgas cada vez que llegaba al fondo. De la concha me chorreaba el flujo por la calentura que me embargaba, quería que me la metiera también por ahí pero al parecer solo le interesaba mi culo. No importaba, igual me gusta sentirla por ahí, más en la forma en que me la metía, fuerte y con todo, sin pausa, sacándome chispas con cada ensarte. Estuvo así, cogiéndome el culo por un buen rato, hasta que me la sacó de un tirón y dándome una fuerte nalgada me dijo que fuéramos al sillón. Ahí, mientras lo veía caminar esos pocos pasos, con la pija sacudiéndose entre sus piernas, pude constatar el verdadero volumen de lo que me había metido… con razón me había dolido.
Se sacó la camisa que tenía puesta, se sentó en el sillón, y con la verga apuntando hacia el techo me invitó a sentarme sobre él. Me levanté de la mesa, me termine de sacar el pantalón y la bombacha, que habían quedados enredados alrededor de mis tobillos, y mientras caminaba hacia él me terminé de sacar la blusa, me quede en corpiño nada más. Al llegar a su lado me hizo una seña, girando un dedo, indicándome que quería que me diera la vuelta. Así lo hice, me di la vuelta y me acomodé sobre él dándole la espalda. Él mismo se sostuvo la verga mientras yo me dejaba caer sobre ella, haciéndola desaparecer entre los confines de mi hambriento culito. Me deje caer hasta que la tuve toda adentro, llenándome de nuevo hasta lo más profundo, entonces el tipo me desabrochó el corpiño, me lo sacó arrojándolo a un costado y me agarró las gomas como al principio, apretándomelas bien fuerte. Ahí empecé a moverme, sintiendo su pija entrar y salir de mi culito, me gustaba esa sensación de perforación, de rompimiento, ese quiebre que se producía en mi esfínter al entrar todo ese pijazo… era… no sé… sentís como ganas de ir al baño, todo el vientre se te convulsiona, pero aunque te inunda una sensación de agobio querés más, mucho más, no podés estar mucho tiempo sin eso que se vuelve como una adicción.
Ahora era yo la que tenía el control, la que dominaba la situación, subiendo y bajando, con más energía cada vez, haciendo que mis nalgas se abrieran al extremo en torno a ese tronco viril que hacia las veces de perforadora humana. Y mientras mi culo estaba ocupado con su carne, yo misma me metía los dedos en la concha, frotándome bien fuerte el clítoris sin dejar de hamacarme sobre la pelvis de aquel sujeto que me tenía completamente aferrada a su propio cuerpo. Cuándo sentí el orgasmo me quede quietita, disfrutando de esas sensaciones tan únicas e indescriptibles, siendo ahora él el que se movía de abajo hacia arriba, enterrándomela bien adentro, en lo más profundo de mis intestinos… entre mi propio éxtasis, puedo sentirlo vibrar y estremecerse, él también esta por llegar al orgasmo, mediante una nalgada me dice que me levante, así lo hago… ahora me hace otro gesto, quiere que me eche de rodillas en el suelo, ya entiendo lo que desea… me echo de rodillas ante él y juntado las tetas con mis propias manos, como si de una bandeja de carne se tratara, espero la inminente descarga… el tipo se sonríe con mi ocurrencia y sacándose de un tirón el forro empieza a pajearse…el glande se le pone cada vez más colorado, el orificio del centro ya empieza a dilatarse, y entonces… la leche empieza a saltar en fuertes y espesos chorros, la mayor parte cae sobre mis pechos, pero una parte también me moja la cara y el pelo… y lo que cayó sobre mis pechos luego se derrama por mi vientre y mis piernas… y ahora si, me pide que se la chupe, me la pone en la boca y ahí me ocupo de limpiársela, dejándosela bien seca. Luego se echa exhausto en el sillón.
-¡Esta vez el Tano se paso!- exclamó complacido.
Al rato y mientras yo me vestía luego de haberme enjuagado en el baño del cuarto, me pagó lo convenido. Nos despedimos y con esa plata pase por una farmacia y compré los remedios de mi abuela. Al otro día me llama el Tano:
-Che, ¿Qué le hiciste al pobre tipo? ¡Quedó como loco!-
Me reí al escucharlo.
-Dice que ni siquiera tenía que empujar, que vos lo absorbías, jajaja… en serio negrita, tendrías que trabajar en esto de tiempo completo… tenés un talento natural…- me dice.
-Bueno, si alguna vez me decido vas a ser el primero en enterarse- le digo yo.
Quedamos en vernos pronto y cortamos. Igual no pienso dedicarme full time a esto, de vez en cuándo para salir de un apuro, como lo fue ahora, estaba bien, pero hacerlo siempre por plata, como que le quita el encanto, la magia de hacerlo porque se te cantan los ovarios, sin rendirle cuentas a nadie. Y así será por los siglos de los siglos…
























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11 comentarios - Planchada y serruchada

elbajito22 +1
gise, como siempre una experta en relatos... dejo puntos.. excelente aporte
capkirk2008
Excelente relato, como me gustaría entrar en ese culito.....
deusjebus
Sorprendente la descripcion, me mantuvo parada la pija.

Yo estoy por mataderos....casi cerca tambien. no?
elrubio08 +4
DIOSAAAAAA QUEREMOS FOTOS EN BOLAS MAMI
macuta
Nena! Me vas a matar deseando ese culitooo 🤤 🤤 ! excelente el relato y sabes que quieroo masss!! 🙎‍♂️ 🙎‍♂️
mecierrantodas
Excelente relato, muy caliente. Gracias por compartir 😉
makeass +2
Nooooooo terrible como se me para cada vez que leo tus relatos... ni hablar de las apoyadas en el subte que le pego a las minas pensando en vos... Gracias por estos relatos
cirowoods
Gorda por que sos tan provocativa? Sos fiera pero levantas mas pijas que cualquiera en esta pagina.
L_Y_R_
cirowoods dijo:Gorda por que sos tan provocativa? Sos fiera pero levantas mas pijas que cualquiera en esta pagina.

+1 😀