Margarita en otoño

Margarita tenia un cuerpo espectacular y sin ninguna dudas una muchacha, hermosa, joven y linda, aun así con muy pocas pretensiones de ver mas allá de su pasión. Ella era mi compañera de laburo y sabia que no le hacia asco a la hora de ir a la cama con alguien darle, si le caía bien. Yo le caía bien. Pero por alguna extraña razón no quería con el compañero que se sentaba al lado del escritorio. Me decía en lo bajo, donde se come no se coge. Fui respetuoso de ello y aun así me contaba con naturalidad la fiestas que hacia con sus amigas y amigos. Debo confesar que jamás había visto a una muchacha tan bella y desinhibida para hablar de sus gustos sexuales. Cada di me volvía mas loco por cogerla, pero sentía que estaba lejos. Un día no pude más, y sabiendo como venia la mano, le dije si me presentaba a alguna de sus amigas. Me miro a los ojos con complicidad y me dijo, si, no hay problemas. Como a las dos semanas sin novedades le volví a insistir y tomo el celular y hablo con una tal Cristina que me cito en Matheu y Av. San juan aquí en la Capital Federal. Llegue puntualmente y espere a una muchacha con la que me iría a un telo y del que ambos teníamos la descripción. A la media hora de esperar resigne y sin cabrearme con Margarita le dije que no había ido nadie y si realmente había llamado. Ella, contrariada me dijo que si, que hablaría y arreglaría de nuevo. Así fue que a la semana posterior a la tarde y con el mismo objetivo me fui a Riobamba y Chile. La misma situación. No volví a ver a Margarita hasta dos días después que le comente que no habría tercera vez y que seria ella la que debía ayudarme a apagar la ansiedad. Me miro a los ojos, esbozo una sonrisa y me dijo, pásame a buscar con el auto a la salida del laburo.
Margarita me cargaba mientras nos desnudamos y me decía que no tenia coraje, que curvas tenía la pendeja, que soltura que tetas hermosa y que pezones rozados que los entretapaba con su pelo largo y ondulado.
Me abalance a su tetitas con mi boca y le chupaba uno mientras con la mano izquierda amasaba el pezón contrario..
Me dijo hijo de puta entraste por donde soy mas vulnerable y gemía a cada roce de mi lengua por su sensible terminal.
Cuando baje la mano a la entrepierna de Margarita, era un charco de su estro, suave y sin ningún olor mi lengua se deslizaba por los labios de su vulva sin ningún problema. Era sensualidad pura. Su cuerpo se arqueaba como las cuerdas de un arpa sonando finamente por sus exhalaciones. Cuando con su mano encontró mi pija bien al palo, casi como un salto se arrodillo y la guardo en su boca, su lengua hacia cabriolas y realmente concebí que fuera una muñeca de diseño para el sexo, pero mucho más real y carnal, con sangre tibia fluyéndole las venas y a ritmo de arder.
Cuando la penetre en posición de misionero sentí que algo se rompía en su encanto, por lo que suavemente me volteo con las espaldas al colchón y me cabalgo. Su concha hacia unos movimientos que pensaba que si sus labios fueran filosos me cortaría el pene. Se dio vuelta y tomándome la pija de espaldas a mi cara se la introdujo en la concha. Así empezó a remontar vuelo, por mi parte yo planeaba desde hacia rato, absorto de mirar tanto placer reunido en una pendeja. Sacudía mi miembro alevosamente en su ritmo infernal cuando por la mojadura de su estro entro directo por su culo sin chistar. Que caverna hermosa pensaba cuando vi que sus brazos se movían como aspas de helicóptero y me di cuenta que al toque estaba por llegar a un orgasmo. Error mio, fueron miles de millones que no podría definir. Sentí que mi semen me abandonaba a un ritmo infernal y explote dentro de su culo invadiendo de semen ese espacio cerrado, tibio y amoroso.
Los brazos de Margarita se fueron deteniendo de a poco. Cayó como desmayada de su orgasmo a mi lado. Me levante y abrí sus piernas para ver la leche saliendo de su culo lampiño. Extenuados nos mirábamos a los ojos llenos de placer. Me dijo, ya te pague la deuda, espero que estés complacido.
Al otro día, la gente del servicio de la empresa nos trajo el café, hicimos un alto para charlar como todos las mañanas. Hasta parecía, que entre ella y yo no había pasado nada.

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