El amigo de mis padres

Cuando mis padres se jubilaron decidieron irse a vivir a una casita que tenían en la playa. De aquel lugar tengo unos fantásticos recuerdos de mis “años mozos”. Los interminables veranos de juegos y de mis primeros escarceos amorosos. Ahora suelo ir con mucha más frecuencia. Fuera de la época estival voy a visitar a mis padres al menos una vez al mes y en verano, que es cuando mis padres aprovechan para irse de viaje para evitar la marabunta turística, paso allí un par de semanitas con mi mujer, a la que le encanta poder pasarse el día entero en la playa absorbiendo todo el sol posible. A mi, por el contrario, ir a la playa no me entusiasma tanto como a ella. Yo prefiero ir temprano, cuando la marea humana aun no ha invadido la arena, darme un par de baños, caminar un rato y volverme a casita cuando se empieza a llenar aquello de gente. Es entonces cuando cambio el calor la playa por el fresquito delicioso del patio de la casa. Allí, bajo el toldo y en compañía de los geranios de mi madre, me tomo unas cervecitas mientras leo alguna novela y aprovecho para hacer la comida.

He de confesar que son estos ratos los que aprovecho también para navegar por Internet en busca de fotos, videos o gente con la que chatear. Así fue como poco a poco me fui introduciendo en el mundillo del cibersexo, y como pasé de ser un hombre heterosexual de 33 años felizmente casado a ser un hombre bisexual felizmente casado aunque infiel.

Todo sucedió por la típica presentación de power point que llega a tu correo con chicas ligeras de ropa. La cuestión es que, esta vez, en las diapositivas no salían chicas “normales”. Eran travestis y transexuales muy femeninas en unas poses de lo más sugerentes y sexys, pero con unos penes enormes. No pude evitar masturbarme varias veces seguidas viendo aquellas fotos y a partir de aquel día empecé a buscar fotos y videos en los que apareciesen estas calientes mujeres con polla que tan cachondo me ponían. Y no solo me ponían a cien sus pechos, cuerpos y caras de vicio, también empecé a fijarme en aquello que las diferenciaba de las mujeres: sus penes. Aquello empezó a convertirse en una obsesión y empecé a frecuentar chats gays en busca de mis nuevos objetos de deseo. Pero el asunto no resultó tan sencillo como yo esperaba y comencé a chatear con cualquiera dispuesto a enseñarme su polla o su culo para hacernos unas ciberpajas. Es así como descubrí que lo que realmente me atraía eran las pollas. Es más, lo que más me gustaba era chatear con hombres maduros, velludos y entraditos en carnes. Aquello me ponía a cien y rápidamente conseguí la amistad de unos cuantos maduritos bien dotados dispuestos a jugar conmigo a través de nuestras pantallas de ordenador. Alguno de ellos también estaba dispuesto a convertirse en mi profesor particular y darme unas lecciones en vivo y en directo, pero dar el salto del aséptico mundo cibernético al real era algo que me producía cierta congoja y siempre rechacé sus invitaciones.

Aun así, no pasó mucho tiempo hasta que un día accidentalmente, como suelen suceder estas cosas, tuve mi primer contacto real con un hombre. Sucedió un miércoles, día de mercadillo en el pueblo de al lado. Esos días mi mujer se iba con las amigas y pasaban toda la mañana de compras y luego se quedaban a comer. Solían volver bastante avanzada la tarde, así que esos días los solía aprovechar al máximo y me pasaba todo el tiempo delante del ordenador con los pantalones por los tobillos disfrutando de mis nuevas amistades.

El día que ocurrió el afortunado accidente estaba charlando tranquilamente con un hombre que había conocido un par de días antes. Decía tener 65 años y vivir en el mismo pueblo donde yo disfrutaba de mis vacaciones. Según me contó, se había quedado viudo a finales del anterior verano y simplemente buscaba algo de compañía y consuelo sexual. Por lo visto, a pesar de su edad era un hombre bastante fogoso y aunque nunca había tenido relaciones con otros hombres por respeto a su mujer, siempre se había sentido atraído por el sexo con los de su mismo género. Se llamaba Pedro, era bastante velludo, barrigón y tenía una polla enorme, o al menos a mi me lo parecía. Le encantaba que me pusiera las braguitas y tangas de mi mujer y fantasear a cerca de nuestro posible encuentro. La verdad es que era una persona muy amable y educada y a mi me encantaba chatear con él, pero de momento no tenía intención de dar el paso hacia el sexo real. No tenía intención de hacerlo pero aquella misma tarde me vería atrapado entre su cuerpo y su cama disfrutando de una inolvidable sesión de sexo con el que se convertiría en mi amante y buen amigo.

Recuerdo que cuando me entré en el servicio de mensajería él ya estaba conectado y no tardo ni 5 segundos en escribirme. Empezamos a hablar y me dijo que le había encantado la sesión que tuvimos el día anterior. Seguimos contándonos cosas sobre nuestras respectivas vidas y me pidió que me fuera poniendo la ropa interior de mi mujer. Volví del dormitorio con unos cuantos conjuntos de lo más provocativos y al cambiarme delante del ordenador, si querer, golpeé la mesa y la Webcams quedó apuntando a mi cara, que apareció en primer plano. Traté de moverla rápidamente, me daba miedo que la persona pudiera reconocerme y que todo el pueblo se enterase de mis aficiones ocultas, pero él ya me había reconocido y me llamó por mi nombre mientras mostraba su rostro a través de su cámara. Era un vecino y gran amigo de mis padres y me conocía desde que mis padres compraron la casa hace unos 20 años, no había posibilidad de engañarle. Me quedé helado y si saber que hacer. Fue él el que rompió el momento de tensión con una carcajada y me dijo:

- ¡Hombre Juanito, menudo sorpresón que nos hemos llevado los dos! ¿Por qué no vienes a mi casa y hablamos sobre el asunto más tranquilamente sin ordenadores por medio?

Acepté la invitación y sin decir mucho más apagué el ordenador, cogí la ropa sexy de mi mujer, que metí en una mochila y me fui para la casa de Pedro, uno de los mejores amigos de mi padre. Cuando llegué a su puerta, que era contigua a la de mis padres, estaba abierta, así que entré sin llamar. Él me estaba esperando en mitad del recibidor, con una enorme sonrisa. Tenía la camisa abierta, dejando al descubierto su velludo pecho y su gran barriga, también cubierta de vello. El pantalón corto que tenía puesto apenas podía ocultar que se alegraba mucho de que estuviera allí y mis ojos no eran capaces de apartarse de aquel bulto bajo su vientre.

- Pasa hombre, no te quedes ahí que se va a ir todo el fresquito a la calle. Ya sabes que a estas horas es mejor tener todo bien cerrado para que la casa no se convierta en un horno. Vamos al salón, que he sacado unas cervezas para que podamos hablar sin que se nos seque la boca.

Le obedecí sin decir palabra y le seguí hasta la sala de estar. Al llegar allí se sentó en el tresillo y me indicó que me sentará donde quisiera. Yo, sin saber muy bien que hacer y temblando como un pajarito, me senté también en el tresillo pero dejando algo de espacio entre su cuerpo y el mío. Pedro llenó los vasos de cerveza y empezó a hablar. Antes no me había dado cuenta, pero su voz también denotaba cierto nerviosismo lo cual, no sé por qué, me tranquiló un poco.

- ¿Menuda papeleta que tenemos ahora, eh Juanito?

- ¡Joder! La verdad es que si. Me he llevado un susto de muerte cuando has dicho mi nombre y aun no habías enseñado tú cara. Casi me desmayo, ja ja ja.

- La verdad es que has tenido suerte de que fuera yo. Voy a serte sincero, Juan. No quiero que te sientas obligado a nada. No le voy a contar esto a nadie. A mi tampoco me interesa que la gente se entere de esto.

- Buff… no sabes el peso que me quitas de encima tío. Se entera mi mujer y me capa. Y vamos, se entera mi padre y me corre a palos. Con respecto a lo de sentirme obligado… muchas gracias Pedro, pero ya que estamos en este punto… creo que debo aprovechar la oportunidad. – No podía creer que estas palabras estuvieran saliendo de mi boca y Pedro también estaba bastante sorprendido, al menos eso mostraba la expresión de su cara.

- ¿Estás seguro? De verdad que no quiero que te sientas obligado.

- Mira Pedro- dije mientras colocaba mi mano sobre la suya.- Vamos a tomarnos la cerveza y ya veremos que pasa.

- Está bien pequeño.- Así es como me llamaba desde hace muchos años, cuando yo era realmente pequeño comparado con él. Ahora, a pesar de que yo era casi tan alto como él, su volumen corporal seguía siendo mayor que el mío, por lo que la expresión seguía teniendo sentido.

Durante una hora estuvimos hablando de nuestras vidas. Recordando todos los veranos que venía con mis padres y poniéndonos al día de nuestras vidas actúales. Eso si, todo bien regado de cerveza al principio y de un orujo casero que tenía Pedro más adelante. El caso es que, debido al alcohol, ya estábamos más relajados y la conversación se fue volviendo cada vez más caliente. Ambos estábamos bastante excitados y con ganas de hacer realidad las fantasías que habíamos compartido anteriormente por el chat.

- ¿Qué llevas en la mochila pequeño?

- Algo que te va a gustar mucho cuando me lo ponga, papaíto.- Lo de papaíto me salió del alma y con un tono juguetón que pareció terminar de encender los motores de Pedro. De repente, un enorme bulto se marcó en su entrepierna y me dijo:

- Que travieso que eres Juanito. Mira lo que has conseguido. A ver, enséñame eso que has traído.

Saqué la ropita del interior de la mochila y Pedro comenzó a bufar como un toro salvaje. El pantalón parecía que iba a reventar y empezaba a mostrar una mancha de humedad, reflejando que estaba más caliente que una tetera en el fuego.

- ¿Pues ya que lo has traído, tendrás que ponértelo, no? Las braguitas que te pusiste ayer te quedaban muy bien, y seguro que estas te quedan muuuucho mejor, golfete.

Según termino su frase, se abalanzó sobre mí y me plantó un beso en la boca. Podía notar su enorme polla aplastada contra mí, mientras sus manos acariciaban y apretaban cada centímetro de mi cuerpo. Yo, respondí a sus besos besándole también, acariciando su enorme espalda y frotándome contra su cuerpo. De vez en cuando, algún gemido se me escapaba entre sus besos, lo que provocaba que Pedro me embistiera con más fuerza. En un momento dado, tras uno de mis gemidos, me arrancó la camiseta que llevaba puesta y pude notar el roce te su duro vello corporal sobre mi pecho. Esto me puso más cachondo de lo que ya estaba y empecé a decir obscenidades que no hicieron otra cosa que encendernos más todavía a los dos.

- ¡Joder pequeño! me tienes a punto de reventar, y eso que todavía no nos hemos quitado los pantalones.

- ¡Si papaíto! Quiero que esté a mil, quiero que me hagas tuyo con esa pedazo de polla que tienes. Quiero sentirla por todo mi cuerpo, por fuera y por dentro, mmmmm.

En ese momento, Pedro se echó a un lado quitándose de encima de mí. Se abrió la cremallera del pantalón dejando salir su enorme y velludo sexo y empezó a masturbarse.

- Estoy a punto de correrme nene. No voy a aguantar mucho más.- Dijo entre jadeos

- Espera que te ayude papi, que para eso he venido, ¿no?- Dije yo mientras empecé a besar su barriga y a acariciar sus gordísimas pelotas.

- ¡Joderrrr! Así me corro yaaaaa. – Gritó mientras me agarraba de la cabeza y la llevaba hasta su enorme polla que no dejaba de soltar el líquido preseminal que anuncia la llegada del “gran chorro”.

Yo, ni corto ni perezoso, abrí mi boca y me metí la cabeza de aquel monstruo en la boca, a lo que Pedro respondió eyaculando sin control dentro de mí, hasta entonces, virgen boca. La corrida fue descomunal. El abundante semen se escapaba por las comisuras de mis labios mientras, yo movía mi cabeza arriba y abajo al ritmo que me imponía Pedro con sus dos manos.

- ¡Joder, que gustazo nene! Ha sido la mejor corrida que he tenido desde hace siglos.- Dijo mientras retiraba sus manos de mi cabeza y su cuerpo se relajaba. – Te he dejado la boquita llena de leche caliente. – Dijo mientras sonreía y acariciaba mi cara. - ¿No vas a bebértela?

- Mmmm – Asentí mientras dejaba escapar su ahora menguante pene.

Una vez que la polla de Pedro salió de mi boca de un trago engullí toda la descarga con la que mi “amigo” me había obsequiado y me recosté a su lado en el sillón. Allí permanecimos un buen rato acariciándonos en silencio. Yo estaba dándole vueltas a todo lo que había pasado sin saber si sentirme culpable o feliz. Acababa de engañar por primera vez a mi mujer, pero había descubierto una nueva faceta de mi sexualidad que me había resultado muy placentera. Y mientras le daba vueltas al asunto, Pedro de repente dijo:

- Pero bueno Juanito, mira como estás. – Dijo señalando hacia el bulto que se marcaba en mis pantalones. – Vamos a tener que ponerle remedio a esto, ja ja ja. Aunque, ahora que veo por aquí estos trapitos creo que deberías ponértelos, así seguro que todo recupero mi forma enseguida. ¿No te parece?

Sin decir una palabra me levanté, me terminé de desnudar y dándole la espalda y de forma muy sensual me puse un tanguita rojo y un picardías a juego que le regalé a mi mujer hace tiempo y que nunca usa. Por supuesto, mi polla no entraba dentro de aquella pequeña pieza de tela pero parece que aquello excitó a mi amante, que me agarró de un brazo y tiró fuerte de mí hacia su enorme cuerpo. De nuevo empezamos a besarnos, esta vez era yo el que estaba sobre él sentado sobre sus poderosos muslos. Podía sentir como nuestros sexos se apretaban a través del tejido del tanga y el picardías. Aquella situación me tenía casi fuera de control. Me comportaba como una puta en una película porno. En un momento dado Pedro me apartó un poco de él y me propuso ir al dormitorio.

- Mi cama es muy cómoda, y allí podremos estar más a gusto cariño.

- Lo que tu quieras, pero vamos rápido que no quiero perder ni un instante. – Le contesté con ansia.

De camino al dormitorio entró en el baño y salió con un bote de crema de manos que me enseñó muy sonriente.

- No es vaselina pero ayuda a que entre fina. – Dijo mientras se reía y me daba una palmada en las nalgas.

Al llegar a la habitación me empujó sobre la cama y, mientras me daba la vuelta para colocarme de cara hacia él, se quitó los pantalones que aún llevaba puestos. Menudo espectáculo. Tenía unos huevos enormes y peludos y su polla había recuperado el tamaño y la rigidez de antes.

- Vamos a hacer un 69, ¿te parece bien? – Me susurró mientras se tumbaba a mi lado y empezaba a masajear mi pene por encima del tanga.

Mi respuesta fue subir el picardías bajo el que su mano magreaba mi polla, que ya estaba completamente fuera del tanga gracias a las caricias del insaciable Pedro, y hacerle un gesto para que se pusiera sobre mí. Él se dio la vuelta y colocando su enorme trasero y sus pelotas sobre mi cara empezó a besar mi tripa y a darme lametones en la polla. Me tenía completamente aprisionado con el peso de su cuerpo. El olor que desprendían sus ingles y sus huevos me embriagaba y me excitaba cada vez más haciéndome perder completamente el control. Comencé a chuparle los huevos y la raja del culo entre aquella maraña de pelos que lo invadían todo, mientras él me hacía una mamada lenta y delicada que sólo conseguía empujarme más allá de toda sensación que hubiera tenido anteriormente. Poco más tarde descubriría que aun había muchas sensaciones desconocidas para mí. Mi eyaculación fue muy abundante y prolongada a la par que electrizante. Todo mi cuerpo se convulsionó por efecto de la infinitud de escalofríos que recorrían mi espina dorsal de arriba abajo continuamente. Las lágrimas se escapaban de mis ojos y mi piel, completamente erizada, no paraba de enviar señales orgásmicas a mi cerebro en un bucle infinito de absoluto placer. Fue entonces cuando Pedro, después de haberse tragado toda mi descarga empezó a acariciar mi ano con sus enormes dedos. Yo, agarré su polla para hacerle una mamada, pero soltó un gruñido:

- Estate quieto, ahora te toca a ti disfrutar de tu nueva posición cariño.

De repente noté como una nueva oleada de placer subía por mi espalda desde mi ano. Me estaba follando el culo con sus dedos, primero uno, luego dos, tres… ya no me salía la voz de la garganta y aquello me estaba volviendo loco de placer. Y él seguí trabajándome el culo con aquellos dedos mágicos que me llenaban de placer.

- Ahora si que me la vas a chupar un ratito nene. Prepáramela que te la voy a enchufar en ese pedazo de culo que tienes. - Dijo aquello mientras se quitaba de encima de mí. Se sentó al borde de la cama y me hizo un gesto para que me arrodillara a sus pies.

Obedientemente acudí a su reclamo y empecé a chuparle la polla y los huevos. Él empezó a gruñir y a jadear mientras acariciaba mi cabeza. Mientras, con sus pies jugueteaba con mi polla y mi culo, colocando el dedo gordo en el orificio de mi ano y empujando. Aquello me ponía como una perra y sin previo aviso me abalancé sobre él, que sorprendido cayó hacia atrás en la cama, y colocándome a horcajadas sobre él intenté introducirme su enorme aparato en el culo sin mucho éxito. Él, me miraba divertido hasta que de un empujón me echó a un lado y colocándome boca abajo se puso encima de mí.

- Así que quieres que te folle ya, ¿no? Pues vamos allá pequeño, por fin vas a sentir lo que tanto has deseado.- Y cogiendo el bote de crema empezó a untarse la polla y a embadurnarme bien el culo. Me colocó uno de los almohadones bajo el vientre, de manera que mi culo quedase levantado y exhibiendo mi agujerito. Colocó su enorme tranca en la entrada de mi culo y empezó a empujar muy despacio pero sin detenerse.

- ¡Aaah! ¡Joderrrrr! ¡Dueleeee! Para por favor.- Dije mientras su polla se abría camino en mis entrañas. Haciendo caso omiso de mis quejas siguió empujando lago más despacio y empezó a acariciar mi espalda y mis nalgas.

- Vamos nena, ahora viene lo mejor. Ya verás como en un ratito estás gritando para que te de más.

¡Cuanta razón tenía! Poco a poco, el dolor se fue mezclando con una cálida sensación de placer que fue invadiendo mi cuerpo hasta explotar en un orgasmo que me hizo gemir y gritar fuera de mí.

- ¡Si, si, si! ¡Dame, dame! ¡Así joder! Fóllame sin parar cabrón, dame por el culo hasta que me llenes de lecheeeeee… -

Mientras Pedro me folló tuve varios orgasmos y él volvió a tener otra corrida descomunal que me llenó el culo de semen calentito. ¡Que sensación sentir como luego iba cayendo entre mis nalgas y bajando por mis muslos!

Después de aquella follada Pedro se dejó caer sobre mí, con su pene todavía dentro de mi culo. Su erección tardó en desaparecer y a mí me encantaba la sensación de tenerlo dentro. Así, nos quedamos dormidos hasta que mi mujer me llamó al móvil. Se iban a quedar a cenar y volverían tarde. Le dije que no se preocupara, que estaría en casa del vecino, que me había invitado a comer y le iba a devolver el favor preparándole la cena y que seguramente veríamos alguna película antigua de esas que a ella no le gustaban. Aquella tarde también fue inolvidable, pero mejor os lo cuento en otro momento.

Espero que os haya gustado y si os apetece no dudéis en contactar conmigo.

La fuente es http://www.todorelatos.com/relato/75440/
Me hizo acabar al tercer párrafo

3 comentarios - El amigo de mis padres

memematias
La mejor tetera de Buenos Aires
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Convirtiendome en Mujer - Mi primera masturbación
qoqopelado
Me encantó el relato y senti tanto placer al leerlo que voy a tener una relación como esta. Tengo 89 abriles, no se meoara pero chupo y recibo verga, a ver, con suerte me cae alguién...