elogio de de las conchas

A mí me gusta apreciar y embelesarme con la belleza femenina, pero al contrario de lo que piensa mucha gente no uso como parámetro principal para medirla ni un rostro agraciado o un par de tetas bien proporcionadas y armoniosas o un culito firme, ansioso de recibir dentro un buen trozo de carne duro y lacerante. No se me entienda mal, yo aprecio como cualquier otro todos los atributos femeninos que acabo de enumerar y los busco en las mujeres que conozco y cuando los encuentro me explayo en su goce y disfrute. Sin duda son regalos inapreciables que la naturaleza me regala.
Pero creo que la región en la que puede encontrarse la belleza más sublime dulce de una mujer es en su concha. He dedicado buen tiempo de mi vida adulta a admirarla, de hecho cuando consigo una nueva amante lo primero que busco cuando llega la intimidad es su sexo. Y aunque hay cierta belleza implícito en casi todas las conchas, es evidente que dios ha proveído a algunas con características que las hacen más atractivas que a otras. Se puede pues hacer una escala de belleza de los sexos femeninos; escala que, como todas las cosas subjetivas, puede ser discutida en sus cuantificaciones, pero que es innegable que existe. Así como también existe esa belleza impactante, única, que proporcionan un par de labios vaginales sutilmente de una vulva jugosa, ligeramente prominente.
Un sexo femenino, una concha, un coño, puede tomar muchas formas y símiles. Algunas veces puede ser un sabroso marisco, dulce, ligeramente acido, pero siempre misterioso por las reminiscencias que a las profundidades marinas insondables y atrayentes, en las que es una delicia naufragar y perecer. Otras veces es una flor que se abre en todas su capas para dar acceso a la realidad más intima y profunda de la mujer; porque si alguien quiere enfrentar el secreto de la mujer, es al interior de su vagina donde debe explorar.

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