No volvimos a hacer nada parecido a lo de la última vez en el telo. Ni volvimos a ese lugar, que a mí me gustaba tanto. Mi novio no sabe cómo fue en verdad la cosa porque no le conté todo. Se enojaría. Le dolería en su orgullo de macho que otros "giles" (los llamaría él) se las hayan rebuscado para "cogerle la perra", como diría. Pasa, amor. No es algo que una busque todo el tiempo. Pero sos una mujer, o por lo menos lo sentís así como en mi caso. Y sabés que es la tuya. Que no hay nada que se iguale al placer de que te cojan. Sentir una pija gruesa invadiéndote mientras te agarran fuerte de los brazos, del pelo, del cuello... Mientras te pegan chirlos en la cola y te muerden la espalda. Y te aprietan los pezones, y las lenguas se buscan para frotarse, y te susurran al oído: Vos sos mía... Siento que me desmayo. Tiemblo. Y me acabo apretando los muslos.
Lo que le conté a mi novio -una versión censurada de lo que pasó- lo revivimos cada vez que cogemos. Él piensa en cómo me dio Maxi, y yo lo recuerdo como fue en verdad: con Maxi comiéndome la pija y Nando rompiéndome toda.
Anoche estábamos en su casa. Desnudos en la cama, tocándonos y besándonos. Me abrazó, aplastó mis tetitas contra su pecho y empezó a meterme los dedos; después se levantó y fue a buscar el lubricante y una voligoma que compró después que le conté cómo me masturbaba cuando era chica. Se apareció con una de esas grandes, que no existían cuando yo iba a la escuela. Me untó un poco de lubricante y me preguntó:
_"¿Querés la voligoma?".
Le dije que no, que prefería la pija. Ya no tengo doce años. Pero no hizo caso. Me puso la punta de la voligoma en la puerta de mi culito y la fue metiendo despacio, de a poquito.
Yo le había contado que así me desvirgé solita aquella vez. Estaba en la casa de mi tía, un lugar que adoraba y donde tuve mis primeros coqueteos sexuales. Mientras mis primos jugaban a la pelota en la calle con sus amigos, y mi mamá tomaba mate con mis tías, chusmeando sobre hombres probablemente, yo me escabullí a mi lugar favorito de la casa: el lavadero, donde había un catre siempre cubierto de una montaña de ropa para lavar y un ropero con un espejo en la puerta, donde mis tías y primas amontonaban todas las prendas que ya no usaban: Pantalones de bota ancha y minifaldas de jean; sandalias, zapatos de tacón, vestidos, conjuntos, medias y ropa interior... El paraíso para una mariquita preadolescente. Ese día encontré un top una bombachita de encaje rosa y una pollerita blanca tableada. Ya estaba lista para pajearme, y empecé a buscar qué meterme en la burrita. Algo que se pareciera a una pija pero que no me lastimara, que no fuera demasiado grande ni duro. Hasta ese momento nada había pasado la brecha de mi agujerito porque también hacía falta lubricarlo y por esos días no lo sabía. Entonces vi la voligoma, abandonada sobre un estante. La destapé y la apreté. Leí que decía: No es tóxico, y me alegré. Me recosté boca abajo en el catre, sobre la pila de ropa sucia. Me bajé la bombi hasta la mitad de los muslos, me subí la pollerita y froté mi pijita en ese colchón de trapos que olían a machos y a trabajo. Y empecé a penetrarme con cuidado mientras escuchaba los gritos de fútbol que venían del otro lado de la casa. En mi fantasía, mi mamá -siempre descuidada- había dejado sola a su hija preadolescente y esta se había topado con un hombre de verdad que la iba a hacer mujercita por la fuerza. Para estimular la imaginación manoteé un slip sucio de alguno de mis primos y mientras lo olisqueaba sentía cómo mi culito se iba abriendo suave y delicadamente. Un verdadero placer. (Nada que ver con lo que sería mi primera vez, pero esa es otra historia). Tenía más de media voligoma adentro. Habré estado así unos diez minutos, frotándome contra el ropaje y metiendo y sacando ese tubito de goma, que ahora entraba casi entero, apretándolo constantemente para que el líquido viscoso de paso lubrique (más tarde todo ese semen de utilería se iba a secar y a dejarme una sensación muy rica parecida a la leche de verdad). El hombre sin rostro de mi ensueño acabó violentamente en mi interior y yo también me acabé, mordiendo los calzoncillos de mi primo y derramando toda mi lechita de putit@ sobre los pantalones de grafa de mi tío.
Volviendo a la pieza con mi novio, me había hecho retroceder catorce años atrás. Estábamos de costado, enfrentados, besándonos. Yo tenía mis brazos alrededor de su cuello y él una mano en mi cintura y otra en la voligoma que me cogía como cuando era una nena cautivada por el goce de que te rompan el culo.
Me preguntó por un par de chicos con los que una vez tuve sexo. Una vez le conté a mi novio todo sobre esas dos experiencias, que fueron en un momento en que estaba peleada con mi pareja de entonces. Creo que fue en una misma semana. Estuvo bien aunque no del todo. Quizás nos faltó tiempo, conocernos más, hacerlo de nuevo, no lo sé. Pero mi novio se calentó mal. Me empezó a preguntar si los había amado. Le dije que no aunque supongo que sí me habían enamorado un poco. De otra forma no me hubiese entregado. Me hacía muchas preguntas detalladas y me acusaba de mentirosa. Me dijo que él no era celoso pero sí posesivo. Que me iba a dejar que vuelva a encontrarme con esos chicos para que me cojan de nuevo. Para que "lo haga bien" esta vez. El ritmo hipnótico de su mano en esa verga improvisada me hacía estremecer de placer. Y empecé a retorcerme y a morderme el dedo de la ansiedad. Con mi otra mano lo pajeaba mientras cabalgaba ese pomo cada vez más fuerte. No quería acabarme pero la excitación era incontrolable. Cuando sintió que ya no daba más, apretó la voligoma y me dijo: "Esta es la leche de tu macho...", refiriéndose a uno de estos chicos. Con un grito le enchastré todo el abdomen, y me desplomé exhausta con los ojos cerrados. En eso sentí que me daba mi propio semen con sus dedos. Me agarró despacio de los pelos y me puso la cara contra su abdomen.
_"Limpiame, puta...".
Mientras lamía le pregunté si me la iba a meter. Me puso de costado y me abrazó de atrás rodeándome el cuello con su brazo como si fuera a estrangularme. Y metiéndomela toda me dijo al oído entre bombazos:
_"Voy a dejar que tus chongos te cojan de nuevo. Ya que no podés olvidarlos. Ya entendí quiénes son tus verdaderos machos. Al final yo estoy tercero, ¿no? Decí que es así, puta...".
Yo no lo sentía de esa manera pero cuando mi novio se pone así más me vale seguirle el juego.
_"Sí... Sos tercero...", le dije entre jadeos.
_"Te voy a dejar coger con los dos. Le vas a decir a tu macho que vas a ir a su ciudad para que te coja. O que te venga a coger acá, como prefiera. Que te busque las veces que quiera, no me voy a oponer. Aunque justo estemos por coger voy a dejar que te lleve igual. Que te coja en el auto, en un telo, en la calle si quiere. Que te coja en una plaza, total allá nadie te conoce. Sólo van a ver a una puta más exhibiéndose como le gusta, ¿qué no? Pero no le vas a decir que yo lo sé. Mejor que no lo sepa. Que se la crea. Así va a ser mejor".
Me tenía de la mandíbula, dándome bombazos fuertes pero lentos, de esos que te quieren meter lo que ya no entra. Sus palabras me excitaban más y más, estaba aguantándome las ganas de acabar, mientras él me pellizcaba los pezones y seguía:
_"Al otro flaco lo voy a hablar yo. De ese no me importa que sepa. Le voy a contar lo puta que sos y lo que te gusta que te hagan. Y le voy a decir que te trate como quiera. Te voy a mandar con sogas bondage por debajo de la ropa; con esposas para que te aten y te revienten el orto. Y voy a comprar esas paletas que dicen: "Puta" o "Trola" en relieve, para que te dejen el culo marcado. Y después que te coja varias veces, le vas a decir que tenés un chongo en otra ciudad que es tu verdadero macho. Así se pone celoso ese forro. Y le vas a decir que te lleve a verte con él, que le vas a pagar el viaje con tu culo. Que te haga chuparle la pija mientras maneja; que pare en la banquina y te coja en el monte, en los yuyos, como una zorra. Pero que te deje lista para tu macho que la tiene más grande. Así no te duele tanto".
Yo me contorsionaba con esas manos calientes sobre mis tetas, y con esa brasa en el culo haciéndome gotear lechita sin parar.
_"Y cuando te canses de tu macho, o él se canse de cogerte a vos, le vas a decir que tenés otro que te lleva a verlo, que también te coge, y que yo lo sé. Y le vas a decir que te enfieste si quiere. Que te detonen. Que te manden sin bombacha, toda sucia y pegoteada...".
No pude más y me lecheé encima, con otro grito, mientras él me daba los últimos bombazos para llenarme.
Nos quedamos así, pegados, abrazados, transpirados, jadeando y temblando, tratando de recobrar el aire... Yo pensando que todo lo que había dicho lo decía en serio, y que era posible de sólo quererlo.
Me sacó de mis pensamientos acariciándone y me dijo que repita esta frase:
_"Gracias por dejarme tener otros machos. Por dejarme ser la putita que soy. Sos el único que me lo permite...".
Lo que le conté a mi novio -una versión censurada de lo que pasó- lo revivimos cada vez que cogemos. Él piensa en cómo me dio Maxi, y yo lo recuerdo como fue en verdad: con Maxi comiéndome la pija y Nando rompiéndome toda.
Anoche estábamos en su casa. Desnudos en la cama, tocándonos y besándonos. Me abrazó, aplastó mis tetitas contra su pecho y empezó a meterme los dedos; después se levantó y fue a buscar el lubricante y una voligoma que compró después que le conté cómo me masturbaba cuando era chica. Se apareció con una de esas grandes, que no existían cuando yo iba a la escuela. Me untó un poco de lubricante y me preguntó:
_"¿Querés la voligoma?".
Le dije que no, que prefería la pija. Ya no tengo doce años. Pero no hizo caso. Me puso la punta de la voligoma en la puerta de mi culito y la fue metiendo despacio, de a poquito.
Yo le había contado que así me desvirgé solita aquella vez. Estaba en la casa de mi tía, un lugar que adoraba y donde tuve mis primeros coqueteos sexuales. Mientras mis primos jugaban a la pelota en la calle con sus amigos, y mi mamá tomaba mate con mis tías, chusmeando sobre hombres probablemente, yo me escabullí a mi lugar favorito de la casa: el lavadero, donde había un catre siempre cubierto de una montaña de ropa para lavar y un ropero con un espejo en la puerta, donde mis tías y primas amontonaban todas las prendas que ya no usaban: Pantalones de bota ancha y minifaldas de jean; sandalias, zapatos de tacón, vestidos, conjuntos, medias y ropa interior... El paraíso para una mariquita preadolescente. Ese día encontré un top una bombachita de encaje rosa y una pollerita blanca tableada. Ya estaba lista para pajearme, y empecé a buscar qué meterme en la burrita. Algo que se pareciera a una pija pero que no me lastimara, que no fuera demasiado grande ni duro. Hasta ese momento nada había pasado la brecha de mi agujerito porque también hacía falta lubricarlo y por esos días no lo sabía. Entonces vi la voligoma, abandonada sobre un estante. La destapé y la apreté. Leí que decía: No es tóxico, y me alegré. Me recosté boca abajo en el catre, sobre la pila de ropa sucia. Me bajé la bombi hasta la mitad de los muslos, me subí la pollerita y froté mi pijita en ese colchón de trapos que olían a machos y a trabajo. Y empecé a penetrarme con cuidado mientras escuchaba los gritos de fútbol que venían del otro lado de la casa. En mi fantasía, mi mamá -siempre descuidada- había dejado sola a su hija preadolescente y esta se había topado con un hombre de verdad que la iba a hacer mujercita por la fuerza. Para estimular la imaginación manoteé un slip sucio de alguno de mis primos y mientras lo olisqueaba sentía cómo mi culito se iba abriendo suave y delicadamente. Un verdadero placer. (Nada que ver con lo que sería mi primera vez, pero esa es otra historia). Tenía más de media voligoma adentro. Habré estado así unos diez minutos, frotándome contra el ropaje y metiendo y sacando ese tubito de goma, que ahora entraba casi entero, apretándolo constantemente para que el líquido viscoso de paso lubrique (más tarde todo ese semen de utilería se iba a secar y a dejarme una sensación muy rica parecida a la leche de verdad). El hombre sin rostro de mi ensueño acabó violentamente en mi interior y yo también me acabé, mordiendo los calzoncillos de mi primo y derramando toda mi lechita de putit@ sobre los pantalones de grafa de mi tío.
Volviendo a la pieza con mi novio, me había hecho retroceder catorce años atrás. Estábamos de costado, enfrentados, besándonos. Yo tenía mis brazos alrededor de su cuello y él una mano en mi cintura y otra en la voligoma que me cogía como cuando era una nena cautivada por el goce de que te rompan el culo.
Me preguntó por un par de chicos con los que una vez tuve sexo. Una vez le conté a mi novio todo sobre esas dos experiencias, que fueron en un momento en que estaba peleada con mi pareja de entonces. Creo que fue en una misma semana. Estuvo bien aunque no del todo. Quizás nos faltó tiempo, conocernos más, hacerlo de nuevo, no lo sé. Pero mi novio se calentó mal. Me empezó a preguntar si los había amado. Le dije que no aunque supongo que sí me habían enamorado un poco. De otra forma no me hubiese entregado. Me hacía muchas preguntas detalladas y me acusaba de mentirosa. Me dijo que él no era celoso pero sí posesivo. Que me iba a dejar que vuelva a encontrarme con esos chicos para que me cojan de nuevo. Para que "lo haga bien" esta vez. El ritmo hipnótico de su mano en esa verga improvisada me hacía estremecer de placer. Y empecé a retorcerme y a morderme el dedo de la ansiedad. Con mi otra mano lo pajeaba mientras cabalgaba ese pomo cada vez más fuerte. No quería acabarme pero la excitación era incontrolable. Cuando sintió que ya no daba más, apretó la voligoma y me dijo: "Esta es la leche de tu macho...", refiriéndose a uno de estos chicos. Con un grito le enchastré todo el abdomen, y me desplomé exhausta con los ojos cerrados. En eso sentí que me daba mi propio semen con sus dedos. Me agarró despacio de los pelos y me puso la cara contra su abdomen.
_"Limpiame, puta...".
Mientras lamía le pregunté si me la iba a meter. Me puso de costado y me abrazó de atrás rodeándome el cuello con su brazo como si fuera a estrangularme. Y metiéndomela toda me dijo al oído entre bombazos:
_"Voy a dejar que tus chongos te cojan de nuevo. Ya que no podés olvidarlos. Ya entendí quiénes son tus verdaderos machos. Al final yo estoy tercero, ¿no? Decí que es así, puta...".
Yo no lo sentía de esa manera pero cuando mi novio se pone así más me vale seguirle el juego.
_"Sí... Sos tercero...", le dije entre jadeos.
_"Te voy a dejar coger con los dos. Le vas a decir a tu macho que vas a ir a su ciudad para que te coja. O que te venga a coger acá, como prefiera. Que te busque las veces que quiera, no me voy a oponer. Aunque justo estemos por coger voy a dejar que te lleve igual. Que te coja en el auto, en un telo, en la calle si quiere. Que te coja en una plaza, total allá nadie te conoce. Sólo van a ver a una puta más exhibiéndose como le gusta, ¿qué no? Pero no le vas a decir que yo lo sé. Mejor que no lo sepa. Que se la crea. Así va a ser mejor".
Me tenía de la mandíbula, dándome bombazos fuertes pero lentos, de esos que te quieren meter lo que ya no entra. Sus palabras me excitaban más y más, estaba aguantándome las ganas de acabar, mientras él me pellizcaba los pezones y seguía:
_"Al otro flaco lo voy a hablar yo. De ese no me importa que sepa. Le voy a contar lo puta que sos y lo que te gusta que te hagan. Y le voy a decir que te trate como quiera. Te voy a mandar con sogas bondage por debajo de la ropa; con esposas para que te aten y te revienten el orto. Y voy a comprar esas paletas que dicen: "Puta" o "Trola" en relieve, para que te dejen el culo marcado. Y después que te coja varias veces, le vas a decir que tenés un chongo en otra ciudad que es tu verdadero macho. Así se pone celoso ese forro. Y le vas a decir que te lleve a verte con él, que le vas a pagar el viaje con tu culo. Que te haga chuparle la pija mientras maneja; que pare en la banquina y te coja en el monte, en los yuyos, como una zorra. Pero que te deje lista para tu macho que la tiene más grande. Así no te duele tanto".
Yo me contorsionaba con esas manos calientes sobre mis tetas, y con esa brasa en el culo haciéndome gotear lechita sin parar.
_"Y cuando te canses de tu macho, o él se canse de cogerte a vos, le vas a decir que tenés otro que te lleva a verlo, que también te coge, y que yo lo sé. Y le vas a decir que te enfieste si quiere. Que te detonen. Que te manden sin bombacha, toda sucia y pegoteada...".
No pude más y me lecheé encima, con otro grito, mientras él me daba los últimos bombazos para llenarme.
Nos quedamos así, pegados, abrazados, transpirados, jadeando y temblando, tratando de recobrar el aire... Yo pensando que todo lo que había dicho lo decía en serio, y que era posible de sólo quererlo.
Me sacó de mis pensamientos acariciándone y me dijo que repita esta frase:
_"Gracias por dejarme tener otros machos. Por dejarme ser la putita que soy. Sos el único que me lo permite...".
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