Éste es mi primer relato se que no es bueno pero iré mejorando para compartir mejor contenido
El departamento de Emilio olía a cerveza rancia y soledad. Botellas vacías rodaban por el suelo, y la luz del atardecer se filtraba a través de las persianas cerradas, proyectando sombras largas y tristes. Llevaba dos días sumido en una borrachera que no parecía tener fin, su cuerpo atlético de boxeador ahora abandonado en el sofá, la camiseta arrugada pegada a su pecho sudoroso. El vídeo que le habían enviado dónde se follaban a su ex, seguía reproduciéndose en su mente como un bucle infernal: ella, su ex, siendo follada sus gemidos grabados para siempre en la pantalla de su teléfono. La había mandado a la mierda, pero el dolor no se iba. Cada trago de cerveza solo lo hundía más en la miseria.
Un golpe seco en la puerta lo sacó de su ensimismamiento. Emilio se incorporó con esfuerzo, la cabeza le daba vueltas. "¿Quién carajos...?" murmuró, arrastrando las palabras. Se levantó tambaleándose, los puños apretados por instinto, y abrió la puerta.
Allí, de pie, estaba Valeria.

Su uniforme escolar, la falda demasiado corta, la blusa blanca ajustada resaltando sus pequeños pero firmes pechos, lo golpeó como un puñetazo en el estómago. La hermana menor de Brisa, la niña que había visto crecer, ahora una mujer de diecinueve años con una mirada que lo atravesó como un dardo.
"Emilio... ¿estás bien?" preguntó Valeria, su voz suave pero con algo de preocupación. Sus ojos, del mismo color verde que los de Brisa, lo escudriñaron, buscando algo que él no podía darle.
"¿Qué haces aquí?" gruñó Emilio, su voz ronca por el alcohol y la rabia. "Brisa te mandó, ¿verdad? le puedes decir que se valla a la mierda.
Valeria parpadeó, sorprendida por su tono. "No... no entiendo. Brisa no me mandó.
Solo... solo quería verte. Hace tiempo que no sabíamos de ti."
Emilio se rio, un sonido amargo y sin gracia. Pues aquí estoy, Valeria, bebiendo hasta olvidar que tu hermana me cagó la vida."
Valeria dio un paso al frente, sus ojos brillando con una mezcla de compasión y algo más, algo que Emilio no logró identificar. "Me contó... lo del vídeo. Lo siento mucho, Emilio. No te merecías eso."
Emilio la miró, su rostro una máscara de dolor y rabia. "No sabes nada, Valeria.
Valeria bajó la mirada, sus mejillas enrojeciendo. "No... no lo sé. Pero... pero quiero entender. ¿Me dejas entrar?"
Emilio la miró, indeciso. Valeria siempre había sido la hermana menor de su ex, ahora de pie en su puerta con ese uniforme que parecía hecho para tentar, algo en él se removió, algo que no quería reconocer.

"Está bien," gruñó finalmente, apartándose para dejarla pasar. "Pero no esperes que sea amable."
Valeria entró, sus ojos recorriendo el caos del departamento. Se sentó en el borde del sofá, cuidadosamente, como si temiera mancharse. Emilio se dejó caer en el sillón enfrente, agarrando una botella de cerveza a medio terminar.
"¿Quieres una?" preguntó, señalando la botella con un gesto desganado.
Valeria asintió, su mirada fija en él. Emilio le lanzó una botella, y ella la abrió con manos temblorosas, dando un sorbo largo y torpe. La cerveza le resbaló por la barbilla, y ella se limpió con el dorso de la mano, dejando una mancha brillante en su uniforme.

"Cuéntame," dijo Valeria, su voz baja y seductora, aunque ella misma no lo supiera. "Cuéntame lo que pasó."
Emilio la miró, sorprendido por su insistencia. "¿Para qué? que caso tiene
Valeria se acercó un poco más, sus ojos brillando con una intensidad que Emilio no podía ignorar.
"Quiero entenderte. Quiero... ayudarte."
"Nadie puede ayudarme, Valeria. Nadie." - Dijo Emilio
Pero mientras hablaba, Valeria se deslizó del sofá, arrodillándose frente a él. Sus manos, pequeñas y suaves, se posaron en sus rodillas, y sus ojos lo miraron con una intensidad que lo hizo sentir desnudo.
"Déjame intentarlo," susurró, su aliento cálido en su rostro.
Emilio la miró, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Valeria, arrodillada frente a él con una mirada que prometía algo más que consuelo.
"Valeria..." comenzó, su voz ronca, pero ella lo calló con un dedo en sus labios.
"Shh," susurró, acercándose aún más. "No digas nada."
Y entonces, antes de que Emilio pudiera reaccionar, Valeria lo besó. Sus labios, suaves y cálidos, se presionaron contra los suyos, su lengua explorando su boca con una audacia que lo dejó sin aliento.

Emilio la agarró por la cintura, atrayéndola hacia él. El sabor de la cerveza y la juventud en su boca lo enloqueció, y sus manos se movieron por su cuerpo, explorando las curvas que se escondían bajo el uniforme.
Valeria gimió en su boca, sus manos enredándose en su cabello. Lo besó con una pasión que Emilio no esperaba, su cuerpo pequeño pero ardiente contra el suyo.
Con un movimiento brusco, Emilio la levantó y la sentó en el sofá, sus manos desabrochando los botones de su blusa. Valeria lo miró, sus ojos brillando con deseo, y se dejó hacer, su respiración acelerada.
Emilio le quitó la blusa, revelando un sujetador negro que apenas contenía sus pechos pequeños pero perfectos. Se inclinó sobre ella, besando y lamiendo su piel suave, sus manos apretando sus senos con fuerza.

Valeria arqueó la espalda, gimiendo su nombre. "Emilio... por favor..."
Emilio sonrió, una sonrisa oscura y llena de deseo. "Qué quieres, Valeria? ¿Qué quieres que te haga?"
Valeria lo miró, sus ojos llenos de una necesidad que Emilio nunca había visto en ella. "Todo... quiero todo."
Emilio no necesitó más invitación. Con manos expertas, le quitó la falda, dejando al descubierto unas bragas blancas que ya estaban húmedas. Se arrodilló frente a ella, besando y lamiendo su cuello, sus hombros, hasta llegar a su ombligo.
Valeria se retorció bajo su toque, sus manos agarrando las almohadas del sofá. "Emilio... por favor..."
Emilio sonrió, su aliento cálido en su piel. Con un movimiento rápido, le quitó las bragas, dejando al descubierto su vagina hinchada y rosada. Se inclinó sobre ella, besando y lamiendo sus pliegues íntimos, su lengua explorando cada rincón de su cuerpo.
Valeria gimió, sus caderas levantándose para encontrarse con su boca. "Oh, Emilio... sí... sí..."
Emilio la saboreó, su lengua trabajando con habilidad, hasta que Valeria se retorció y gritó, su cuerpo temblando en un orgasmo que la dejó sin aliento.

Pero Emilio no había terminado. Con un movimiento brusco, la acosto y se colocó entré sus piernas abiertas
ella estaba lista para recibirlo. Se quitó los pantalones, su erección palpitante y lista, y se posicionó entre sus piernas.
Valeria lo miró, sus ojos brillando con deseo. "Emilio... por favor..."
Emilio no dijo nada. Con un empujón suave pero firme, entró en ella, llenándola por completo. Valeria gimió, sus uñas enterrándose en sus hombros, mientras Emilio comenzaba a moverse, sus caderas chocando contra las suyas en un ritmo cada vez más rápido.


La habitación se llenó con los sonidos de su pasión: los gemidos de Valeria, los gruñidos de Emilio, el chirrido del sofá bajo su peso. Emilio la besó, su lengua explorando su boca mientras la penetraba con fuerza, sus cuerpos sudorosos y pegajosos.
"Emilio... más fuerte..." susurró Valeria, sus piernas enredándose en su cintura.

Con un movimiento brusco, la puso a cuatro patas, sus manos agarrando sus caderas mientras la penetraba desde atrás.
Valeria gimió, su cabeza cayendo hacia adelante, mientras Emilio la tomaba con fuerza, sus caderas chocando contra las suyas en un ritmo frenético. La habitación olía a sexo y sudor, y Emilio se sintió más vivo de lo que había estado en días.


"Emilio... voy a..." susurró Valeria, su voz quebrada por el placer.
Emilio embistiéndola con fuerza. "córrete para mí, Valeria. córrete para mí."
Y Valeria obedeció, su cuerpo temblando en un orgasmo que la dejó sin aliento, sus gritos llenando la habitación. Emilio se puso de pie, su semen caliente llenándo las tetas de Valeria por completo,


Cuando finalmente se separaron, Valeria lo miró, una sonrisa pícara en sus labios. "Crees que Brisa se enterará de esto?"
Emilio la miró, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. No sabía qué responder, no sabía qué sentir. Pero mientras miraba a Valeria, su cuerpo pequeño y perfecto aún temblando por el placer, supo que nada volvería a ser igual.
La historia, al igual que sus cuerpos, había quedado abierta a múltiples direcciones.
El departamento de Emilio olía a cerveza rancia y soledad. Botellas vacías rodaban por el suelo, y la luz del atardecer se filtraba a través de las persianas cerradas, proyectando sombras largas y tristes. Llevaba dos días sumido en una borrachera que no parecía tener fin, su cuerpo atlético de boxeador ahora abandonado en el sofá, la camiseta arrugada pegada a su pecho sudoroso. El vídeo que le habían enviado dónde se follaban a su ex, seguía reproduciéndose en su mente como un bucle infernal: ella, su ex, siendo follada sus gemidos grabados para siempre en la pantalla de su teléfono. La había mandado a la mierda, pero el dolor no se iba. Cada trago de cerveza solo lo hundía más en la miseria.
Un golpe seco en la puerta lo sacó de su ensimismamiento. Emilio se incorporó con esfuerzo, la cabeza le daba vueltas. "¿Quién carajos...?" murmuró, arrastrando las palabras. Se levantó tambaleándose, los puños apretados por instinto, y abrió la puerta.
Allí, de pie, estaba Valeria.

Su uniforme escolar, la falda demasiado corta, la blusa blanca ajustada resaltando sus pequeños pero firmes pechos, lo golpeó como un puñetazo en el estómago. La hermana menor de Brisa, la niña que había visto crecer, ahora una mujer de diecinueve años con una mirada que lo atravesó como un dardo.
"Emilio... ¿estás bien?" preguntó Valeria, su voz suave pero con algo de preocupación. Sus ojos, del mismo color verde que los de Brisa, lo escudriñaron, buscando algo que él no podía darle.
"¿Qué haces aquí?" gruñó Emilio, su voz ronca por el alcohol y la rabia. "Brisa te mandó, ¿verdad? le puedes decir que se valla a la mierda.
Valeria parpadeó, sorprendida por su tono. "No... no entiendo. Brisa no me mandó.
Solo... solo quería verte. Hace tiempo que no sabíamos de ti."
Emilio se rio, un sonido amargo y sin gracia. Pues aquí estoy, Valeria, bebiendo hasta olvidar que tu hermana me cagó la vida."
Valeria dio un paso al frente, sus ojos brillando con una mezcla de compasión y algo más, algo que Emilio no logró identificar. "Me contó... lo del vídeo. Lo siento mucho, Emilio. No te merecías eso."
Emilio la miró, su rostro una máscara de dolor y rabia. "No sabes nada, Valeria.
Valeria bajó la mirada, sus mejillas enrojeciendo. "No... no lo sé. Pero... pero quiero entender. ¿Me dejas entrar?"
Emilio la miró, indeciso. Valeria siempre había sido la hermana menor de su ex, ahora de pie en su puerta con ese uniforme que parecía hecho para tentar, algo en él se removió, algo que no quería reconocer.

"Está bien," gruñó finalmente, apartándose para dejarla pasar. "Pero no esperes que sea amable."
Valeria entró, sus ojos recorriendo el caos del departamento. Se sentó en el borde del sofá, cuidadosamente, como si temiera mancharse. Emilio se dejó caer en el sillón enfrente, agarrando una botella de cerveza a medio terminar.
"¿Quieres una?" preguntó, señalando la botella con un gesto desganado.
Valeria asintió, su mirada fija en él. Emilio le lanzó una botella, y ella la abrió con manos temblorosas, dando un sorbo largo y torpe. La cerveza le resbaló por la barbilla, y ella se limpió con el dorso de la mano, dejando una mancha brillante en su uniforme.

"Cuéntame," dijo Valeria, su voz baja y seductora, aunque ella misma no lo supiera. "Cuéntame lo que pasó."
Emilio la miró, sorprendido por su insistencia. "¿Para qué? que caso tiene
Valeria se acercó un poco más, sus ojos brillando con una intensidad que Emilio no podía ignorar.
"Quiero entenderte. Quiero... ayudarte."
"Nadie puede ayudarme, Valeria. Nadie." - Dijo Emilio
Pero mientras hablaba, Valeria se deslizó del sofá, arrodillándose frente a él. Sus manos, pequeñas y suaves, se posaron en sus rodillas, y sus ojos lo miraron con una intensidad que lo hizo sentir desnudo.
"Déjame intentarlo," susurró, su aliento cálido en su rostro.
Emilio la miró, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Valeria, arrodillada frente a él con una mirada que prometía algo más que consuelo.
"Valeria..." comenzó, su voz ronca, pero ella lo calló con un dedo en sus labios.
"Shh," susurró, acercándose aún más. "No digas nada."
Y entonces, antes de que Emilio pudiera reaccionar, Valeria lo besó. Sus labios, suaves y cálidos, se presionaron contra los suyos, su lengua explorando su boca con una audacia que lo dejó sin aliento.

Emilio la agarró por la cintura, atrayéndola hacia él. El sabor de la cerveza y la juventud en su boca lo enloqueció, y sus manos se movieron por su cuerpo, explorando las curvas que se escondían bajo el uniforme.
Valeria gimió en su boca, sus manos enredándose en su cabello. Lo besó con una pasión que Emilio no esperaba, su cuerpo pequeño pero ardiente contra el suyo.
Con un movimiento brusco, Emilio la levantó y la sentó en el sofá, sus manos desabrochando los botones de su blusa. Valeria lo miró, sus ojos brillando con deseo, y se dejó hacer, su respiración acelerada.
Emilio le quitó la blusa, revelando un sujetador negro que apenas contenía sus pechos pequeños pero perfectos. Se inclinó sobre ella, besando y lamiendo su piel suave, sus manos apretando sus senos con fuerza.

Valeria arqueó la espalda, gimiendo su nombre. "Emilio... por favor..."
Emilio sonrió, una sonrisa oscura y llena de deseo. "Qué quieres, Valeria? ¿Qué quieres que te haga?"
Valeria lo miró, sus ojos llenos de una necesidad que Emilio nunca había visto en ella. "Todo... quiero todo."
Emilio no necesitó más invitación. Con manos expertas, le quitó la falda, dejando al descubierto unas bragas blancas que ya estaban húmedas. Se arrodilló frente a ella, besando y lamiendo su cuello, sus hombros, hasta llegar a su ombligo.
Valeria se retorció bajo su toque, sus manos agarrando las almohadas del sofá. "Emilio... por favor..."
Emilio sonrió, su aliento cálido en su piel. Con un movimiento rápido, le quitó las bragas, dejando al descubierto su vagina hinchada y rosada. Se inclinó sobre ella, besando y lamiendo sus pliegues íntimos, su lengua explorando cada rincón de su cuerpo.
Valeria gimió, sus caderas levantándose para encontrarse con su boca. "Oh, Emilio... sí... sí..."
Emilio la saboreó, su lengua trabajando con habilidad, hasta que Valeria se retorció y gritó, su cuerpo temblando en un orgasmo que la dejó sin aliento.

Pero Emilio no había terminado. Con un movimiento brusco, la acosto y se colocó entré sus piernas abiertas
ella estaba lista para recibirlo. Se quitó los pantalones, su erección palpitante y lista, y se posicionó entre sus piernas.
Valeria lo miró, sus ojos brillando con deseo. "Emilio... por favor..."
Emilio no dijo nada. Con un empujón suave pero firme, entró en ella, llenándola por completo. Valeria gimió, sus uñas enterrándose en sus hombros, mientras Emilio comenzaba a moverse, sus caderas chocando contra las suyas en un ritmo cada vez más rápido.


La habitación se llenó con los sonidos de su pasión: los gemidos de Valeria, los gruñidos de Emilio, el chirrido del sofá bajo su peso. Emilio la besó, su lengua explorando su boca mientras la penetraba con fuerza, sus cuerpos sudorosos y pegajosos.
"Emilio... más fuerte..." susurró Valeria, sus piernas enredándose en su cintura.

Con un movimiento brusco, la puso a cuatro patas, sus manos agarrando sus caderas mientras la penetraba desde atrás.
Valeria gimió, su cabeza cayendo hacia adelante, mientras Emilio la tomaba con fuerza, sus caderas chocando contra las suyas en un ritmo frenético. La habitación olía a sexo y sudor, y Emilio se sintió más vivo de lo que había estado en días.


"Emilio... voy a..." susurró Valeria, su voz quebrada por el placer.
Emilio embistiéndola con fuerza. "córrete para mí, Valeria. córrete para mí."
Y Valeria obedeció, su cuerpo temblando en un orgasmo que la dejó sin aliento, sus gritos llenando la habitación. Emilio se puso de pie, su semen caliente llenándo las tetas de Valeria por completo,


Cuando finalmente se separaron, Valeria lo miró, una sonrisa pícara en sus labios. "Crees que Brisa se enterará de esto?"
Emilio la miró, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. No sabía qué responder, no sabía qué sentir. Pero mientras miraba a Valeria, su cuerpo pequeño y perfecto aún temblando por el placer, supo que nada volvería a ser igual.
La historia, al igual que sus cuerpos, había quedado abierta a múltiples direcciones.
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