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2da Parte - Marcha del Orgullo: El putito que me levanté

Amaru vivía en provincia, puntualmente cerca de Quilmes. Yomás del interior del país, pero, como siempre que iba a Buenos Aires, alquilabaun monoambiente amoblado por Corrientes, cerca de Callao; mucho más cómodo queun hotel. Le propuse almuerzo por decir, pero se hizo tarde para eso, pues lamarcha seguiría hasta las últimas horas de la tarde. Igual nos seguimosmandando mensajes. En uno le pasé las fotos que le tomé: “Me gusta tu cara-escribí-, parecés una asiática. Tenés una boca hermosa, con un sabor muy rico.Me quedé con ganas de más besos”. Un par de minutos después, respondió: “Jaja,soy un negrito peruano, pero en la intimidad puedo ser una ladyboy. Me gustaponerme ropita sexy y con la boca hago otras cositas más”. De sólo imaginarlas,mi pija estaba dura y latía.
“Ojalá me lo demuestres”, le tiré. “¿Y ahora qué estáshaciendo?”, quiso saber. “Pensando en vos y en las ganas que tengo de verte denuevo”. Pasó media hora para que me mensajeara de nuevo. “Esto ya vaterminando, pero me voy a casa. Estoy todo transpirado. Si querés, mañana vuelvoy nos vemos”. Me contrarié, quería estar con él cuanto antes. “Me gustaríaverte ya, aunque sea cinco minutos”. Y así logré una breve cita en la Plaza delCongreso. Cuando llegué, era un mundo de gente. Los marchantes se organizabanpara dispersarse, muchos subiendo a colectivos y trafics, cargados con laparafernalia de la actividad. Me recordó a la trastienda de los carnavales. Lollamé y, mientras me indicaba dónde estaba, caminé hasta encontrarlo. Antes deque me viera, lo abracé por detrás y le besé el cuello.
-Qué lindo verte de nuevo.
-¡Hola! -reaccionó, alegrándome su sonrisa de aprobación ala caricia-. ¿Sabías que no me dijiste tu nombre?
-Me llamo Sergio, ¿y ahora? ¿Te vas?
-Sí, nos vamos -señaló a un grupo de siete u ocho personas,entre ellas las travestis, que se quitaban sus plumas y demás adornos, guardandotodo en una Transit.
-Quedate -le pedí, mirándolo con intensidad.
-Estoy hecho un desastre, me bailé todo.
-Te ves hermoso, dale.
-No, en serio, no me gusta estar así para...
-¿Para qué?
-Para ir a tomar o comer algo. Soy muy higiénico.
-Duchate en mi departamento.
-¡Jaja! Estás loco.
-Sí, me estoy volviendo loco, por vos.
-Hijo de puta -susurró-, no me hablés así.
-¿Por, te molesta?
-Me caliento.
-Es lo que quiero -confesé, acariciándole la cara-. Quedateconmigo, dale. ¿O te espera un novio o un marido?
-No, sólo mi mamá y mis hermanos.
-Pero sos mayorcito, podés llamarlos y decirles que tequedarás en lo de una amiga, ¿no?
-Pero no tengo ropa para cambiarme.
-Eso se soluciona fácil.
-No sé, pasa que...
Lo tomé de la nuca y lo atraje hacia mí, para interrumpirlocon un beso de lengua en el que puse alma, corazón y vida. Fue corto, pero tanintenso, que cuando nos separamos quedamos agitados y muy excitados.
-Vamos con tus amigos y deciles que te quedás -no fue unaorden, sino una invitación.
Lo acompañé hasta la Transit y, ruborizado, avisó que novolvería con ellos, que estaría conmigo. Cosechó chistes con doble sentido ymiradas libidinosas que aumentaron su rubor.
-Lo voy a cuidar muy bien -prometí.
-Sí, dale una rica cuidada, le va a hacer bien -tiró Débora,para carcajada de todos.
-Me muero por hacerlo -respondí, mirándolo a los ojos y pasándoleuna mano sutilmente por la cola.
Tomamos un taxi y durante el viaje me contó que formabaparte de una comparsa, que se ocupaba de los peinados, pues tenía su propia peluquería,y que participaban en cuantos corsos pudieran. Mientras lo escuchaba, midiestra se metió bajo su remera para acariciarle la espalda. Me encantó su pielsuave, totalmente lampiña. Se excitó, y me lo hizo saber mordiéndose el labioinferior. Su mano izquierda, pequeña y de dedos finos, rematados en cuidadas uñaslargas, se apoyó en mi bulto, masajeándome con delicadeza.
Nos bajamos dos cuadras antes del monoambiente. Entramos enuna tienda de ropa sport y le dije al oído: “Elegí lo que más te guste, Sergiote lo obsequia”. Y dedicándome una sonrisa de gratitud, se perdió entre losestantes, para volver casi al momento con unos pescadores elastizados y arayas, y una remerita a tono. Pagué con gusto y seguimos camino.
-También te compré esto -dije, dándole un pequeñoenvoltorio.
-¿Qué es?
-Para después de la ducha -le contesté.
Imaginé la película que se hizo el portero al verme entrarcon el putito. De hecho, no era la primera vez que me veía así acompañado. Apenasse cerró la puerta del ascensor, lo arrinconé y volví a besarlo, apoyándole elbulto en un muslo y manoseándole su pequeña colita. Se prendió con ganas,abrazándome como con miedo a  que lodejara. Salimos con la respiración entrecortada, pero apenas entramos aldepartamento seguimos chapando, mientras nos quitábamos mutuamente la ropa, quequedó dispersa en el living comedor. Me maravilló verlo solo con una bombachitaentangada. Como dije, era muy flaquito y menudo, y se veía tan femenino ysensual, que me sentí un toro.
-Entonces... ¿me puedo duchar?
Lo levanté en brazos, se colgó de mi cuello y volvimos abesarnos.
-Sí, pero después -le contesté, llevándolo al dormitorio.
Lo dejé caer sobre la cama y luego le eché mi cuerpo encima.Seguimos disfrutando de nuestros labios, chupándonos las lenguas y quitándonoslo último que nos quedaba, su bombacha y mi boxer. Retozamos desnudos, frotandonuestros genitales, manoseándonos con ganas. Pronto nuestro sudor se mezcló,pero fue agradable. Amaru olía rico, aún transpirado. Mis besos se extendieronpor su cuello y llegaron a sus pezones, que chupé con hambre. Me di cuenta deque era muy sensible allí, pues empezó a gemir y a apretarme la cara contra supecho.
En un momento, tomó la iniciativa y logró ponerme bocaarriba. Me agarró la verga, que tenía hinchada y con la cabeza mojada, y empezóa pajearme, mientras me masajeaba los huevos.
-Cómo me calentás, hijo de puta, podés hacerme lo que seantoje y no voy a poder decir que no a nada -susurró y, haciéndome el cueritohacia atrás, dejó que por su lengua se deslizara una buena carga de saliva, queme mojó desde la cabeza hasta la base del tronco.
Entonces me mostró lo que sabía hacer con la boca.
Comenzó lamiéndome la chota como si fuera un helado,desparramándome la baba hasta que el pedazo quedó brilloso. Luego, empezó achupar, suavecito, golpeándome con la lengua. Siguió con más ganas, metiéndolacada vez un poco más en su boca, hasta que de golpe se la clavó entera y así sequedó un instante, hasta que se escuchó su arcada y se incorporó para tomaraire.
-¡Uffff! ¡Qué marica más divina que sos, por Dios! -me salióexclamar. Amo que me hagan garganta profunda, y Amaru tenía un talentomaravilloso para eso.
La saliva espesa, como clara de huevo y blanca como laleche, le cayó por las comisuras. Una imagen que me sobrecalentó más aún. Miputito caliente y baboso.
-¿Te gusta, pa? -preguntó, sensual.
-Seguí, mi amor, seguí.
Mi pedido no se hizo esperar. Al momento, mi pija volvió atocar fondo y esta vez lo tomé de la cabeza y lo retuve.
-Clavame las uñas cuando quieras que te suelte -le indiqué.
Y siguieron más arcadas, pero se quedó, no me hizo la señal.Me sentí empapado con la abundante salida que despedía. Tomé un poco paralubricarme la mano y, sin soltarlo, alcancé su culo, donde hundí mi índiceentero. Sentí sus uñas y lo solté.
-Dedeame, papi -me pidió, agitado, con una maraña de babacolgando de su boca y de mi pija, como un puente de lujuria, y volvió aengullir la pija.
Al índice se sumó el anular y así continué hurgándole elculo, que lubricaba con la misma baba que despedía con su mamada. Yo estaba enlas nubes, luchando contra la calentura para que no me venciera y me hicieraacabar. Así estuvimos un rato más, hasta que se salió y se acostó boca arriba,con la cabeza colgando un poco. Abrió la boca y agitó la lengua, invitándome. Mepuse de pie y, luego de darle un beso de lengua y bañarme la cara con su salivaespesa, volvi a hundirle la pija, ya no para que la chupara, sino para cogerlela garganta. ¡Qué disfrute! Y, mientras tanto, le estiré los pezones, queestaban hinchaditos, divinos.
El pito de Amaru era pequeño y no tenía erección, pero igualse masturbó. Pensé que tomaría hormonas o algo así. Me preocupé de que nogozara tanto como yo, pero su lenguaje corporal hablaba de calentura genuina. Ylo comprobé cuando, de pronto, lo sentí agitándose en un espasmo, hasta que desu pija comenzó a brotar semen. Mi trolito había llegado al orgasmo.
Me alucinó tanto que mi bombeo aumentó por instinto. Susarcadas eran un gorjeo constante y su baba caía sobre mis pies. Hasta que nosoporté más. Hundí la verga tan adentro como pude y allí me quedé, hasta que losentí venir. Obvio que no pude ver, pero estoy seguro de que pocas veces acabé tanto.Su garganta se movía, pues se estaba tragando todo.
Nos quedamos recostados un momento, exhaustos, con larespiración calmándose paulatinamente. Amaru fue al baño, se lavó un poco yluego fue hasta adelante, regresando con su teléfono. Se veía encantador así,desnudo, andrógino, sensual hasta sin proponérselo.
-Hola, no escuché tu llamado, estábamos ocupados -le dijo aalguien al otro lado de la línea.
Se acostó con la cola hacia arriba y me miró con picardía.
-Comí morcilla y tomé leche, todo riquísimo -agregó, entrerisas-. No, todavía no, estamos recupeando fuerzas, pero creo que... ¡Uffff,Dios mío!
Se alcanzó a escuchar un “¿qué pasa?”.
-No te imaginás la tremenda mamada de upite que me estáhaciendo -explicó, gimiendo.
Efectivamente, me había corrido para abrirle las nalgas ylamerle toda la zanja, concentrándome luego en chupar con ganas su hoyito. Unade mis debilidades es esa, comerle el culo a los putos antes de... ya saben, yel de Amaru no solo era hermoso, como de nena, sino que su argolla estabariquísima, lo comprobé al hurgársela con la lengua.

Luego continúo, amigos

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