You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Marcha del Orgullo: El putito que me levanté

Yo tenía 45 y el 34, aunque parecía un adolescente, porqueera menudito, muy muy flaquito y no pasaba del metro sesenta. Tampoco teníacurvas, pero sí un quiebre de cintura y unos modales femeninos que, a primeravista, parecía una chica. Era morocho, como yo, bocón, de labios gruesos y unospómulos salientes que le daban a su rostro un toque delicado. Y sus ojosmarrones claros y achinados, parecían estar iluminados. Apenas lo vi, sentí unarevolución en mi entrepierna. Amaru, tal su nombre por su origen peruano, era justoel tipo de mariquita que siempre me gustó.
Nos conocimos en una Marcha del Orgullo Gay, a la que fui,confieso, para morbosear un rato.
Es un ámbito hermoso para ver travestis felices,crossdresser excitados y tirotear aquí y allá, para no irse solo. Y en ese marde femineidad exagerada vi a Amaru, trepada en una carroza, acomodándole laspelucas a unas transexuales opulentas, vestidas como en un carnaval de Río deJaneiro. Pero, en lugar de fijarme en sus pieles con brillantinas y sus tetassiliconadas, me enfoqué en ese flaco precioso, de jeans ajustados y de tirocorto, sandalias que dejaban ver sus pies delgados de uñas pintadas y en la remeritaque dejaba al desnudo un abdomen plano y con piercing en el ombligo. Mi cámara,que llevé para simularme como reportero gráfico, se concentró en ese divinoputito, “La peruanita”, como luego supe que la llamaban las diosas trans a lasque atendía.
En dos saltos me trepé a la carroza y disparé una ráfaga decapturas, hasta que el maricón se dio cuenta y me dijo: “¿Querés sacarlemejores fotos a Débora o a Camila?”, en alusión a las despampanantes traviesas delequipo. “Me interesás más vos”, le respondí, tomándole unos primeros planos desu rostro, embellecidos por unas pestañas postizas y un toque de rimmel.
Se ruborizó, junto a la sorpresa de mi respuesta. “Peroellas son las protagonistas. La Reina trans de La Matanza y la Diva de Quilmes”,aclaró. “Y vos, ¿quién sos?”, le dije al oído, pues el batifondo aturdía. “Soy Amaru,el estilista de la compañía”, respondió, algo cohibido.
Lo miré directo a los ojos. “¿Almorzás conmigo?”, disparé,acariciándole una mano. “¿Por qué?”, reaccionó, entre sorprendido y sensual. “Porqueme interesás”, le respondí, besándole las mejillas y, por último, en la boca,con lengua incluida, que él respondió. “Si querés, avisame -le dije, dándole minúmero telefónico anotado en un papel-. Te voy a esperar”, y me descolgué delacoplado. Veinte minutos después, desde su celular, que no tenía agendado, porsupuesto, me envió un mensaje: “¿Dónde estás, rey?”.


¿Continúo?

5 comentarios - Marcha del Orgullo: El putito que me levanté