Gracias por el apoyo que tuvo el primer post este es un poco más largo y lamento la forma de escribir así me gusta ami pero si le dan apoyo lo ago más pornográfico jajaja bueno disfruten
La noche en que todo cambió no empezó de forma especial.
Era una más de tantas: mis padres en la cocina, la tele de fondo, y él y yo encerrados en mi pieza, hablando de cualquier cosa, riéndonos por tonterías, como siempre.
Pero había algo distinto en la forma en que él me miraba cada vez que yo giraba la cabeza. Una especie de duda mezclada con ganas, como si estuviera pensando exactamente lo mismo que yo, pero no se animara a decirlo.
La luz tenue del pasillo apenas iluminaba su cara, y eso la hacía aún más difícil de leer.
Cada tanto nuestras piernas se rozaban bajo la sábana. No era casual. No podía serlo.
Los dos lo sentíamos.
Y ahí, en medio de ese silencio espeso, fui yo quien lo rompió.
Le pregunté, en voz baja, casi con miedo a oír la respuesta.
Él tardó en reaccionar.
Se quedó rígido, tenso, con los ojos abiertos como si lo hubiera sorprendido… aunque en realidad no debería haberlo hecho.
Su “no” inicial salió temblando.
No era rechazo.
Era miedo.
El mismo miedo que tenía yo.
Pero cuando se dio vuelta de nuevo para mirarme, ya no parecía tan seguro de eso. Tenía los labios entreabiertos, como si quisiera decir algo y no pudiera.
Y entonces me dijo lo del beso.
Fue como si el aire se tragara todo el sonido del mundo.
Un beso.
Esa era la condición.
Cuando se dio vuelta para ignorarme después, sentí que la cama se había vuelto demasiado grande y demasiado fría. El silencio era insoportable.
No podía quedarme así.
Treinta minutos.
Treinta malditos minutos tragándome el orgullo y la duda.
Hasta que lo dije.
—Está bien.
Él se giró tan rápido que la sábana se deslizó por su cuerpo. Su mano buscó la mía sin pensarlo y se acercó despacio, como si tuviera miedo de que me arrepintiera si iba demasiado rápido.
Cuando me besó, todo se desarmó dentro de mí.
No fue un beso inocente.
Fue un beso lleno de ganas contenidas, de noches acumuladas, de “lo que venía pasando” sin que nos animáramos a admitirlo.
Sus labios temblaban un poco, pero la forma en que me agarró del cuello mostraba algo muy distinto: decisión.
Ese beso hizo que todo cambiara.
Sus manos se metieron bajo la sábana, encontrando mi cintura, mi espalda, mi pecho. Sus dedos se movían despacio, explorando, rozando, acompañando cada respiración mía como si quisiera memorizarla.
Mi cuerpo respondió sin que yo pudiera evitarlo.
Su aliento rozó mi clavícula cuando bajó la cabeza.
Sentí sus labios ahí, suaves, lentos, peligrosamente lentos.
La cama crujió cuando me subí un poco para acercarme más.
Él se apoyó contra mí, su pecho pegado al mío, y gemió apenas, como si ese simple contacto lo desbordara. Su mano se aferró a mi espalda, firme, desesperada, intentando acercarme todavía más.
Entre nosotros no quedaba espacio.
Nada.
Solo calor, respiraciones aceleradas y el sonido suave de la sábana moviéndose cuando él cambiaba de posición para quedar encima de mí, apoyado en mis caderas.
Su cuerpo temblaba.
El mío también.
Había algo salvaje y a la vez increíblemente tierno en la forma en que me tocaba, como si tuviera miedo de romper algo pero al mismo tiempo quisiera perder el control.
Yo le agarré la nuca y lo atraje hacia mí.
Él dejó escapar un suspiro contra mi boca que me quemó por dentro.
La tensión entre los dos llegó a un punto donde ya no había vuelta atrás.
Era demasiado fuerte, demasiado clara.
Él apoyó su frente contra la mía, respirando rápido, como si estuviera luchando contra sus propias ganas.
—Si sigo… —susurró, con la voz rota— …voy a ir demasiado lejos.
Lo miré sin decir nada.
No hacía falta.
Mis manos en su cintura, su respiración sobre mi cuello, nuestras piernas enredadas bajo la sábana…
Todo respondía por mí.
Él entendió.
Y lo que pasó después no lo describo en detalles, pero sí te digo esto:
La cama se movía con un ritmo que ninguno de los dos controlaba del todo.
El silencio se llenó de respiraciones bruscas, de susurros nerviosos, de cuerpos que se buscaban como si llevaran meses esperando este momento.
Sus manos se aferraban a mis hombros.
Las mías recorrían su espalda con una intensidad desesperada.
Y cuando todo terminó, él quedó apoyado sobre mí, respirando fuerte, agotado, pero sin querer alejarse.
Se quedó ahí, encima mío, hasta que su respiración volvió a la normalidad.
Después se recostó a mi lado y me pasó un brazo por la cintura, todavía temblando un poco.
No hablamos.
No hacía falta.
Esa noche… fue la primera de muchas.
Gracias por verlo se que este es muy descortés pero soy joven y en estos momentos necesito plata les dejo mí alias por si quieren danarme unos pesos jajaja
Ese es mí alias si me pueden ayudar con lo que se pueda jajaja muchas gracias soy pobre
No me doxien porfa o anden publicando mí nombre plis
La noche en que todo cambió no empezó de forma especial.
Era una más de tantas: mis padres en la cocina, la tele de fondo, y él y yo encerrados en mi pieza, hablando de cualquier cosa, riéndonos por tonterías, como siempre.
Pero había algo distinto en la forma en que él me miraba cada vez que yo giraba la cabeza. Una especie de duda mezclada con ganas, como si estuviera pensando exactamente lo mismo que yo, pero no se animara a decirlo.
La luz tenue del pasillo apenas iluminaba su cara, y eso la hacía aún más difícil de leer.
Cada tanto nuestras piernas se rozaban bajo la sábana. No era casual. No podía serlo.
Los dos lo sentíamos.
Y ahí, en medio de ese silencio espeso, fui yo quien lo rompió.
Le pregunté, en voz baja, casi con miedo a oír la respuesta.
Él tardó en reaccionar.
Se quedó rígido, tenso, con los ojos abiertos como si lo hubiera sorprendido… aunque en realidad no debería haberlo hecho.
Su “no” inicial salió temblando.
No era rechazo.
Era miedo.
El mismo miedo que tenía yo.
Pero cuando se dio vuelta de nuevo para mirarme, ya no parecía tan seguro de eso. Tenía los labios entreabiertos, como si quisiera decir algo y no pudiera.
Y entonces me dijo lo del beso.
Fue como si el aire se tragara todo el sonido del mundo.
Un beso.
Esa era la condición.
Cuando se dio vuelta para ignorarme después, sentí que la cama se había vuelto demasiado grande y demasiado fría. El silencio era insoportable.
No podía quedarme así.
Treinta minutos.
Treinta malditos minutos tragándome el orgullo y la duda.
Hasta que lo dije.
—Está bien.
Él se giró tan rápido que la sábana se deslizó por su cuerpo. Su mano buscó la mía sin pensarlo y se acercó despacio, como si tuviera miedo de que me arrepintiera si iba demasiado rápido.
Cuando me besó, todo se desarmó dentro de mí.
No fue un beso inocente.
Fue un beso lleno de ganas contenidas, de noches acumuladas, de “lo que venía pasando” sin que nos animáramos a admitirlo.
Sus labios temblaban un poco, pero la forma en que me agarró del cuello mostraba algo muy distinto: decisión.
Ese beso hizo que todo cambiara.
Sus manos se metieron bajo la sábana, encontrando mi cintura, mi espalda, mi pecho. Sus dedos se movían despacio, explorando, rozando, acompañando cada respiración mía como si quisiera memorizarla.
Mi cuerpo respondió sin que yo pudiera evitarlo.
Su aliento rozó mi clavícula cuando bajó la cabeza.
Sentí sus labios ahí, suaves, lentos, peligrosamente lentos.
La cama crujió cuando me subí un poco para acercarme más.
Él se apoyó contra mí, su pecho pegado al mío, y gemió apenas, como si ese simple contacto lo desbordara. Su mano se aferró a mi espalda, firme, desesperada, intentando acercarme todavía más.
Entre nosotros no quedaba espacio.
Nada.
Solo calor, respiraciones aceleradas y el sonido suave de la sábana moviéndose cuando él cambiaba de posición para quedar encima de mí, apoyado en mis caderas.
Su cuerpo temblaba.
El mío también.
Había algo salvaje y a la vez increíblemente tierno en la forma en que me tocaba, como si tuviera miedo de romper algo pero al mismo tiempo quisiera perder el control.
Yo le agarré la nuca y lo atraje hacia mí.
Él dejó escapar un suspiro contra mi boca que me quemó por dentro.
La tensión entre los dos llegó a un punto donde ya no había vuelta atrás.
Era demasiado fuerte, demasiado clara.
Él apoyó su frente contra la mía, respirando rápido, como si estuviera luchando contra sus propias ganas.
—Si sigo… —susurró, con la voz rota— …voy a ir demasiado lejos.
Lo miré sin decir nada.
No hacía falta.
Mis manos en su cintura, su respiración sobre mi cuello, nuestras piernas enredadas bajo la sábana…
Todo respondía por mí.
Él entendió.
Y lo que pasó después no lo describo en detalles, pero sí te digo esto:
La cama se movía con un ritmo que ninguno de los dos controlaba del todo.
El silencio se llenó de respiraciones bruscas, de susurros nerviosos, de cuerpos que se buscaban como si llevaran meses esperando este momento.
Sus manos se aferraban a mis hombros.
Las mías recorrían su espalda con una intensidad desesperada.
Y cuando todo terminó, él quedó apoyado sobre mí, respirando fuerte, agotado, pero sin querer alejarse.
Se quedó ahí, encima mío, hasta que su respiración volvió a la normalidad.
Después se recostó a mi lado y me pasó un brazo por la cintura, todavía temblando un poco.
No hablamos.
No hacía falta.
Esa noche… fue la primera de muchas.
Gracias por verlo se que este es muy descortés pero soy joven y en estos momentos necesito plata les dejo mí alias por si quieren danarme unos pesos jajaja
Ese es mí alias si me pueden ayudar con lo que se pueda jajaja muchas gracias soy pobre
No me doxien porfa o anden publicando mí nombre plis
1 comentarios - Segunda parte de mí primera ves con mí primo (gay)