¿Cómo acabamos aquí...?

El blues invade la estancia, resonando en el espacio mientras las luces led brillan en tonos azules, rojos y verdes, al tiempo que una estela de humo de un cigarrillo se eleva desde la mesita de noche al par de la cama, veo botellas en el suelo y la luz de la pantalla de la computadora, donde suena Bill Withers, y mientras todo eso pasa a mi alrededor, como si se tratara de una película ochentera, una verga gruesa penetra mi culo mientras le doy la espalda al que, hasta hace un rato, no era más que un chico con el que hablábamos por internet.

¿Cómo acabamos aquí...?

Me toma de la cintura, mientras muevo mis caderas hacia atrás y adelante, sintiendo cómo su pija me abre el culo y me remueve el interior. Gimo de placer y pongo mis manos en sus piernas para apoyarme, y es que, en ese momento cambio el ritmo y el movimiento y empiezo a bajar y a subir por su erección.

Tiene el pene grande, venoso y cabezón. Me está volviendo loca, cierro los ojos y solo trato de sentir cómo me destruyo lentamente con su dureza, y a la vez que eso pasa, trato de contestarme una sola pregunta, y antes de que la respuesta llegue, siento una nalgada, suelto un grito agudo y entonces me nalguea otra vez. Gimo y siento unas caricias en mis pies. No dejo de moverme. Y aunque estoy arriba, sé que no soy quien tiene el control de todo eso.

Otra nalgada, dos más, tres y cuatro. Vuelvo a sentarme y siento como su erección me remueve el recto. Las cosquillas en mi pequeña verga me hacen temblar las piernas, me está tocando tanto por dentro que siento que en cualquier momento puedo acabar. Y entonces me detiene con suavidad y me toma del pelo mientras siento que agarra mi cintura y me rodea con su brazo hasta alcanzar mi pecho, está sentado justo detrás de mí.

—Chúpame la pija, putita golosa —me susurra, y aunque lo hace, sé que es con autoridad que lo dice.

Me inclino hacia adelante y su verga sale de mí. Me doy la vuelta y la veo ligosa y llena de mí. Todavía llevo la tanga puesta, ni eso me dio tiempo de quitarme. La pregunta vuelve a aparecer en mi mente y me echó en cuatro en la cama, paro el culo para que vea lo que se estaba comiendo y con presteza agarro su pija y empiezo a mamarla.

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—Así me gusta, puta, puerca —me da una cachetada y después me golpea la mejilla con su verga. Gimo, no digo nada. Estoy sometida. Sigo chupando.

Lamo la cabeza, luego el cuerpo, siento sus venas en mi lengua, el sabor es raro, es mi sabor, pero también siento el suyo, me encanta, mi culo se dilata esperando a que algo vuelva entrar ahí. Chupo y acaricio sus huevos y hasta me dan ganas de meterle un dedo, pero me contengo, quizás no es tiempo, quizás no es de esos. ¿De dónde salió este joven? Veo sus abdominales, su pecho y esa mirada pícara y sucia, me está tratando como a una puta.

—Así, así, no pares puta, no pares... es tuya, esa verga es toda... tuya —suelta entre gemidos y suspiros mientras meto su verga erecta en mi boca.

Al principio me cuesta lidiar con su grosor, saco la lengua para dejar espacio y entonces me alcanza la garganta. Doy una arcada, pero me contengo, mamá no crío a una cobarde, me digo y me sonrío en mis adentros, es un chista de putas. Continúo mamando, el me toma de pelo, mueve sus caderas, penetrando y cogiendo mi boca, su cabeza está hacia atrás en la cama, gimiendo y suspirando. Hasta aquí alcanzo a escuchar el placer que tiene.

Y entonces se sienta y me levanta el rostro, alejándome de su verga. Me besa.

—Ponete aquí, dándome el culo, quiero manosearlo mientras me la chupas —y hago caso.

Me muevo de esa forma, como si fuésemos a hacer el 69, pero con mi cuerpo todavía en la cama, solo con mi culo al aire, a su disposición. Y mientras él tiene esa vista, yo sigo chupándolo. ¡Demonios! Es tan rico que no me lo creo.

Y cómo un deportista que le gusta tener un recuerdo de sus logros, saco una foto de ese momento. Tiro el teléfono por ahí de nuevo, no sé cómo recordé que lo tenía cerca, todo el rato me olvidé de él, así de cómo, por fin la obtengo en mi mente; llegué aquí. Pero lejos de contestarme, sigo disfrutando y entonces siento el grosor de otro pene en mi culo. Sorprendida, volteo y tiene un dildo entrando entre mis nalgas.

—Sigue, puta, que aquí solo tienes que dejarte llevar, perrita.

Y sonriendo con picardía, meneo la cabeza y sigo chupando su pija mientras me penetra con el dildo. Me abre el culo un poquito más. Quizás se me había cerrado un poco, pero siento que es más grueso que su pija. Gimo, pero no dejo de mamar. Me siento tan cachonda que ya no sé ni la hora que es. Sigo y sigo, sintiendo como entra y sale de mí, al tiempo que también siento que me masturba.

—Hoy vas a sentirlo todo, perra —me dice y yo ya no sé qué hacer de tanta emoción.

Y entonces cierro las piernas y me nalguea.

—Todavía no —se detiene, sabiendo que estoy a punto de acabar.

Me levanta y me sienta en sus piernas, de frente a él. Me quita la camisa, llevo una blusita debajo, me desprende la tanga, es fuerte. Él está desnudo, sus manos son grandes, me siento pequeña frente a él, me encanta, un fuego arde en mi interior como un jodido incendio forestal. ¡Maldición! ¿Cómo llegamos hasta aquí?

Y me penetra así, él estando acostado y yo encima de él, con su verga en mi culo y con su mano en mis nalgas.

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Lo beso, él me agarra con pasión. Acaricia mi rostro, su pene me destroza el culo, pero sus caricias ahora son suaves. Y el dualismo me hace gemir, es un caballero y también un pervertido, un sucio y vil pervertido. Pero me encanta. Agarra presteza y entra y sale de mi tan rápido y fuerte que se escuchan como aplausos. Suerte que no hay nadie, o eso pienso, aunque, ahora que lo recuerdo, dijo que podía haber alguien, pero no me importa, ni a él tampoco, solo quiero disfrutarlo. Me muerde el labio, yo le devuelvo el favor, gime en mis labios, yo en los suyos y entonces lo siento diferente, veo y me transmite temblores.

—Ahora sí, putita —me suelta y tras que termina de decirlo, libera su semen en mi interior, y al tiempo que eso pasa, tiemblo también y descargo el mío en su abdomen y parte de su pecho.

Me siento en él y hago la cabeza hacia atrás del placer, de solo sentir que su verga palpita en mi interior. Y diez segundos después de que todo acabó, bajó la cabeza, sintiendo espasmos en todo el cuerpo, y veo que toma algo de mi semen con su índice y lo chupa, sonriendo y enganchándome más con ese gesto. Toma un poquito más y me lo pasa por el labio.

—Así me gusta dejarte, perrita —dice recostándose y dejando sus brazos bajo su cabeza. Yo sigo arriba, con su semen en mí.

Lo miro a los ojos y sonrío.

—Eso estuvo... —no termino de decirlo porque me he quedado sin habla.

—Rico, lo sé —se muerde el labio—. Para mí lo estuvo, y por lo que veo, para ti también, perrita.

—No entiendo cómo acabé aquí —digo con pena.

—Tranquila, solo será esta vez, ya verás. Además, fue solo un tiro al aire, mi novia no estaba y yo tenia unas ganas de meterla que no tenés idea, tenía las bolas llenas.

—Me doy cuenta, de haber tenido ovarios, me preñas.

Se ríe.

—Eso no lo puedo hacer con ella —sonríe.

—Lo sé —me arreglo el cabello y me levantó, sacando su pene de mí. Puedo sentir como chorreo su semen por mis piernas.

Me bajo de la cama y tomo mi celular y voy al baño. ¿Cómo he llegado a ser así? ¿Cómo me he convertido en esto? Me pregunto mientras me desvisto por completo y me meto al baño para ducharme. El agua resbala por mi cuerpo y me lavo, teniendo recuerdos de todo lo que pasó en esa cama. ¿Cómo llegué ahí? ¿Cómo terminé aceptando este fusilamiento a mi trasero? ¿Cómo pudo convencerme de probar su pija? Cierro la ducha y me salgo, chorreando un poquito de agua.

Vuelvo con él y lo veo esperándome afuera con una toalla.

—Gracias —respondo y me seco. Él entra al baño, no sin antes levantar mi barbilla y besarme.

—Cierra la puerta cuando salgas, princesa, y... guarda mi número, si en algún momento alguno de los dos necesita liberarse, no dudes en buscarme, que yo no dudaré en hacerlo... —me guiña un ojo y me nalguea para luego meterse al baño. Cierra con llave.

Procedo a buscar mi ropa por todo su cuarto. Veo mis pantalones tirados en el sofá, mi camisa en la cama, mi blusa la ando en mis manos, mi tanga está destrozada en el suelo. Suspiro, al menos fue un buen polvo, aunque también ando un calzoncito extra que siempre uso sobre la tanga, para que no se me note.

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Enciendo la luz y me visto al menos con la ropa interior. Tomo mi celular y veo la hora, son casi las ocho de la noche. Nadie me espera en casa, pero no puedo andar a altas horas por ahí, y este tipo no me irá a dejar a casa. En eso volteo a mi derecha y veo un espejo y me veo sensual, y vaya que hasta yo me cogería. Tomo aire y suspiro. Hago lo que hago.

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Termino de vestirme y guardo mi celular en mi mochila, misma que descansa cerca de la puerta. Echo un vistazo más al cuarto, por si se me olvida algo, después de todo, no quiero ser la causante de una ruptura, porque yo no lo busqué, solo me ofrecí como caridad, como la buena niña que me enseñaron a ser. Todo está en orden y salgo de ahí.

La noche es fría y ya está oscuro, las farolas están encendidas, alumbrando la calle y hay transeúntes por todas partes. Es temprano, puedo volver a casa tranquila. Bajo a la acera y remoto mi camino a casa, al menos ahí sí sé cómo llegar y cómo llegué también. Y mientras avanzo, revivo el momento y entonces me contesto que tal vez no debería ser tan abierta, es verdad, me gusta la pija, amo las vergas, pero debería ser un poquito más recatada, y quizás, respetar a los hombres de otras.

No volverá a pasar. Lo prometo, o tal vez no, quién lo sabe, después de todo, ¿Qué se puede hacer cuando alguien te busca para satisfacer una necesidad tan básica como el sexo, y más cuando también estás queriendo satisfacerla? Solo tengo una respuesta, decirle a esas personas que dejen de compartir mi número con cualquiera...

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