Siempre te veía pasar delante del taller a la salida del colegio. Me llamaba la atención tu manera de moverte, tu figura afeminada, tu ropa ajustada. Ni de cerca podía uno estar seguro si eras chico o chica. Los camioneros te tocaban bocina y yo mismo me asomaba al taller cuando pasabas para mirarte el culo.
Nunca me atreví a hablarte, hasta el día en que un grupo de pibes de tu misma escuela te empezaron a agredir en la esquina del taller. "Putito", "tragaleche", "chupapija", te decían, mientras te empujaban, te tocaban las nalgas, el pecho, y apoyaban sus bultos en tu culo.
Hice lo que hubiese hecho cualquier adulto. Te defendí. Salí del taller a los gritos, blandiendo un martillo, y tus acosadores salieron corriendo. Llorabas. Te ofrecí un pañuelo y un vaso de agua y entramos al taller. Pasaron como quince minutos hasta que te tranquilizaste.
Entonces, me diste las gracias. "No hay de qué", te dije. "Sí hay. Es la primera vez que un hombre me defiende". "Todos deberíamos hacerlo". "Ya ve que no. Los que yo conozco solo me maltratan". "Si lo decís por esos de recién, se hacen los machitos pero salieron corriendo en cuanto me asomé". Te reíste, pero en seguida te pusiste seria y me miraste a los ojos. "Vos en cambio parecés un macho de verdad". No supe qué responder. Entonces te acercaste a mí, sucio de grasa y transpiración como estaba, y casi a punto de besarme me dijiste en un susurro "Sos mi héroe. Dejame recompensarte", mientras me tanteabas el bulto por encima del pantalón.
"No me tientes, por favor", te dije, "podría ser tu padre". "Te voy a decir papi, entonces. O papito, ¿querés?" Yo la tenía tan dura que decir que no era imposible. "Soy un hombre casado, por favor", te dije, pero ya no te molestaste en responder. Te arrodillaste y me empezaste a chupar la pija. Eras una artista de la lengua y tardaste cinco minutos en hacerme explotar. Te tragaste la leche con una sonrisa.
Y viendo que todavía estaba duro me ofreciste la cola. Antes bajé la cortina del taller y cogimos toda la tarde. Me besaste antes de irte, y acariciando mis brazos dijiste "ahora tengo quien me defienda". Desde ese día, cada vez que alguien te molesta acudís a mí, y yo corro en tu auxilio como un ángel vengador. Porque con acosadores o sin ellos, todas las tardes pasás por el taller y me enseñás una nueva forma de amar.
Nunca me atreví a hablarte, hasta el día en que un grupo de pibes de tu misma escuela te empezaron a agredir en la esquina del taller. "Putito", "tragaleche", "chupapija", te decían, mientras te empujaban, te tocaban las nalgas, el pecho, y apoyaban sus bultos en tu culo.
Hice lo que hubiese hecho cualquier adulto. Te defendí. Salí del taller a los gritos, blandiendo un martillo, y tus acosadores salieron corriendo. Llorabas. Te ofrecí un pañuelo y un vaso de agua y entramos al taller. Pasaron como quince minutos hasta que te tranquilizaste.
Entonces, me diste las gracias. "No hay de qué", te dije. "Sí hay. Es la primera vez que un hombre me defiende". "Todos deberíamos hacerlo". "Ya ve que no. Los que yo conozco solo me maltratan". "Si lo decís por esos de recién, se hacen los machitos pero salieron corriendo en cuanto me asomé". Te reíste, pero en seguida te pusiste seria y me miraste a los ojos. "Vos en cambio parecés un macho de verdad". No supe qué responder. Entonces te acercaste a mí, sucio de grasa y transpiración como estaba, y casi a punto de besarme me dijiste en un susurro "Sos mi héroe. Dejame recompensarte", mientras me tanteabas el bulto por encima del pantalón.
"No me tientes, por favor", te dije, "podría ser tu padre". "Te voy a decir papi, entonces. O papito, ¿querés?" Yo la tenía tan dura que decir que no era imposible. "Soy un hombre casado, por favor", te dije, pero ya no te molestaste en responder. Te arrodillaste y me empezaste a chupar la pija. Eras una artista de la lengua y tardaste cinco minutos en hacerme explotar. Te tragaste la leche con una sonrisa.
Y viendo que todavía estaba duro me ofreciste la cola. Antes bajé la cortina del taller y cogimos toda la tarde. Me besaste antes de irte, y acariciando mis brazos dijiste "ahora tengo quien me defienda". Desde ese día, cada vez que alguien te molesta acudís a mí, y yo corro en tu auxilio como un ángel vengador. Porque con acosadores o sin ellos, todas las tardes pasás por el taller y me enseñás una nueva forma de amar.
1 comentario - Tu héroe, Sissy
Me encanto me exito y me moje toda de fantasear ser el putito
Quiero un macho asi
VAN 10