Mi madre, el fin.

Abro los ojos con la brisa de la ventana, abierta probablemente por mi madre ya que estamos en verano y el calor incluso por la mañana es bastante elevado. Al observar a mi lado, percibo que no está en la cama, así que asumo que se despertó antes que yo.

Me levanto para ir a buscarla, primero reviso la cocina pero no está ahí, luego voy a la sala y tampoco está. Como última opción me queda revisar el baño, al cual entro sin tocar la puerta, a sabiendas de que incluso si está haciendo algo privado no me va a decir nada, y efectivamente, estaba haciendo sus necesidades en el inodoro, específicamente orinando; esta situación hace que tenga una idea.


—Buenos días, madre —digo con una sonrisa sádica.

—Hola, amo. ¿Cómo durmió? —me responde con tono normal, sin importarle el contexto en el que estamos.

—Bastante bien.


Sin avisarle, me saco los pantalones y sujeto mi miembro para empezar a orinar todo su cuerpo. Su primera reacción es de sorpresa, pero inmediatamente se recompone y abre la boca buscando tragar la mayor cantidad de este líquido dorado. Cuando termino, ella está con la boca completamente llena y lo traga haciendo un pequeño sonido de "glup".


—Gracias por esa deliciosa bebida, amo.


Esa frase hace endurecer mi pene, así que sin previo aviso introduzco mi miembro dentro de su boca; ella sin queja, empieza a moverla hacia adelante y atrás de forma brusca. Siento como llego hasta el final de su garganta, la calidez y humedad de su boca me generan un placer extraordinario, que además es intensificado con los movimientos que realiza con su lengua.

Dura un breve tiempo la felación ya que al ser la primera corrida del día, además de la rudeza con la que me hizo la mamada, hicieron que no durase mucho. Finalizo sacando mi falo para correrme por todo su rostro, mientras ella con una sonrisa y los ojos cerrados aceptaba todo mi semen.


—Eres toda una puta, mírate. Tienes el semen de tu propio hijo por toda la cara —afirmo sin ningún tapujo.


Ella sin decir nada, me mira de forma seductora y con su dedo índice, recoge parte del semen que tenía regado por su cara y se lo mete a la boca al mismo tiempo que me observa directamente a los ojos.


—¿Y qué hay de malo con eso? Tú fuiste el que hizo que empezara a disfrutar esto —me responde ella.

—Ja, supongo que tienes razón. Deberías ir a hacer el desayuno, tengo hambre.

—Ya voy, amo. ¿Me da permiso para bañarme?

—Ok. Pero rápido, estoy hambriento.


Voy a la sala donde me siento a revisar el teléfono mientras espero que mi madre se bañe. Es ahí donde veo los estados de un amigo que enseña un tatuaje que se hizo mientras está en la playa, mientras lo observo se me ocurre una idea, hacerle uno a mi madre que demuestre quién es su dueño, además de denotar lo puta que es. Aprovecho y le pregunto a mi amigo dónde se hizo su tatuaje para saber a dónde ir. Además, se me ocurre ir un tiempo a la playa y así disfrutar de mi progenitora con vistas al mar.

Mientras pienso en ello, me llama a comer, así que me levanto y camino en dirección a la cocina. Cuando llego, me la encuentro sirviendo la comida acatando la primera regla que le puse, "no usar ropa en casa"; sus hermosos y voluminosos senos al aire, su abdomen pálido, que a pesar de su embarazo sigue estando mejor que el de muchas de mi edad; su trasero grande y firme pero añejado por la edad, sus piernas largas y carnosas, todo complementado con su hermosa cara. 

Veo que todo eso es mío, de mi propiedad; solo y exclusivamente para mí, que a pesar de poder tener a cualquier hombre aceptó una sumisión absoluta ante su propio hijo.

En tanto sirve la comida, recuerdo que tenía guardado algo especial para ella, un plato de comida para perros, así que lo saco para que se sirva ahí y no en uno normal.


—Toma, quiero que te sirvas aquí —le ordeno mientras le doy el plato para perros.

—De acuerdo, amo —acepta al mismo tiempo que toma el plato.

—Y también vas a comer en el suelo —añado para humillarla más. 


Sin decir nada, pero accediendo a mi exigencia, vierte sus alimentos como le dije que hiciera y posteriormente lo coloca en el suelo para agacharse y empezar a comer. Ella generalmente se tarda comiendo, y se tarda más aún si implica hacerlo de esta manera, así que cuando yo termino de comer ella todavía no había logrado consumir ni la mitad de su plato.

Me posiciono detrás de ella y le propicio una nalgada, marcando aún más (si cabe), mi dominancia sobre ella. Espero a que termine de comer mientras la observo, noto que esto hace que se incomode pero no da señal de ello más allá de que sus mejillas se pongan rojas de vergüenza; no dice nada, simplemente acepta su posición.

Cuando termina, tomo la decisión de salir de la casa para hacer lo que había planeado.


—Quiero que te vistas, vamos a salir.

—Claro, amo. ¿Para dónde vamos?

—Ya verás cuando lleguemos.


Al momento en el que vamos a salir de la casa, analizo toda su ropa: un "Crop Top" muy corto, que deja ver la mitad de sus senos; un short ajustado tipo jean el cual deja a la luz la mitad de sus glúteos y unas medias largas que llegan hasta sus muslos y los presionan dejando un repliegue encima de ellos. Así, salimos de la casa rumbo al estudio de tatuaje.

Llegamos e ingresamos al establecimiento, mientras ella permanecía aún con la duda de para qué habíamos ido.


—Amo, ¿qué es este lugar?

—Te acuerdas de las reglas, ¿no? 

—Claro, amo. Me acuerdo absolutamente de todas.

—Ok. ¿Te acuerdas entonces de la que decía que no debías desobedecerme?

—Por supuesto, amo.

—Pues este es un estudio de tatuajes y perforaciones. Voy a escoger algunas cositas para hacerte.

—¡¿Qué?! Amo, pero eso, ya estoy un poco mayor para un tatuaje, ¿no?

—Van a ser para demostrar que eres mi esclava, así que realmente no me preocupa eso.


Ella no dice nada, y en el silencio se nos acerca un caballero con varios piercings y tatuajes por todo su brazo. Yo le explico todo lo que le quiero hacer: un tatuaje en el abdomen casi llegando a su pelvis que diga "Esclava de Sergio", unos piercings en los pezones y otro en la nariz.

El chico acepta y antes de empezar a hacerlos, pago todo con la tarjeta de mi madre. Ella no hace ninguna queja en todo el proceso, ni siquiera me pregunta qué le están haciendo, simplemente observa.

Un rato más tarde, al terminar, nos explica el muchacho que todo necesita un proceso de curado de al menos una semana. Esto choca frontalmente con otros planes que tenía, ya que quería ir a la playa con mi madre. Lo acepto al no quedarme otra opción y espero la semana para que se curen sus tatuajes.

Nos regresamos a la casa, donde después de cambiarme voy a la cocina para ver a mi madre mientras cocina el almuerzo. Está con un delantal, pero solamente con eso, sin nada de ropa abajo de el. Sus senos sobresalen por los bordes y su fina espalda hace un contraste visual espectacular con ellos.

Me acerco a ella por detrás y sin pedirle permiso, giro su cabeza y le doy un apasionado aunque breve beso.


—Eres mía, recuérdalo

—Soy consciente de ello, amo.


Me siento en la mesa a esperar el almuerzo y cuando lo va a servir se quita el delantal, momento en el que puedo ver todo lo que le incité a hacerse, los piercings en los pezones y el tatuaje en el abdomen. Hace que me ponga duro inmediatamente, pensar en que con total obediencia aceptó hacer algo permanente y con ese significado.

Transcurre la semana de espera para que mi madre pueda meterse en agua salada e inmediatamente voy con ella para "proponerle" el plan y marcharnos inmediatamente. En la habitación antiguamente suya, pero que ahora compartimos, cuando sale de bañarse y se está vistiendo, se lo digo.


—Oye.

—¿Qué ocurre, amo?

—Vamos a la playa mañana, ¿qué te parece?

—¿A la playa?, ¿así de la nada?

—Sí, claro. ¿Algún problema?

—No, no. Solo que es muy repentino. De acuerdo, no tengo queja.


Se termina de vestir y después de una pequeña plática nocturna nos vamos a dormir para salir descansados.

Al día siguiente, ella arma una pequeña maleta con ropa de cambio y todas esas cosas que por alguna razón las mujeres llevan a los viajes a pesar de que no usan y ya estando preparados, nos vamos. Cuando llegamos mi madre se sorprendió, puesto que están todas las personas desnudas.


—¿Por qué están todos desnudos?

—Es una playa nudista, madre.

—Me hubieras avisado antes.

—Quería ver tu reacción al enterarte. Vamos a entrar.


Sin protestar más, entramos los dos a la playa. Ella está vestida con su ropa normal, así que va a los vestidores a cambiarse y cuando sale, está con su traje de baño.


—Oye, oye, le quitas lo divertido si estás vestida —Exclamo al verla.

—No veo necesario estar desnuda, tampoco es obligatorio hacerlo.

—Pero es lo divertido —le respondo mientras me coloco detrás de ella para desatar su bikini.

Ella se sonroja completamente y me mira con cierto enojo pero no opone resistencia. 

—Vamos, quítate tú la parte de abajo.

—De acuerdo, amo.


Estando completamente desnuda, toda la playa se le queda mirando, apreciando su belleza. Después de todo, no es común que en un lugar de este estilo vayan mujeres, mucho menos con tanto encanto. Al mismo tiempo que todos la miran, le doy una nalgada para marcarla como mía; ella libera un ligero grito.


—Vamos a acostarnos en la arena —le digo.

—Está bien.


Colocamos un par de toallas y nos recostamos sobre ellas, mirando el mar, sin decir una palabra, solo apreciando el oleaje. Puedo sentir como todos miran a mi madre, y a pesar de a primera instancia estar un poco tensa, poco a poco va relajándose.


—Amo, quisiera pedirte un favor. ¿Podrías colocarme bloqueador solar en la espalda?

—De acuerdo.


Se da la vuelta y observo sus senos a pesar de estar ella boca abajo, debido a que sobresalen por los lados gracias a lo voluminosos que son. Poco a poco mientras cubro su espalda con el bloqueador, mi excitación se eleva, haciendo que tenga una erección.

Sin consultar, empiezo a tocar incluso más allá de simplemente la espalda. Aprieto su firme trasero y manoseo sus grandes senos, posteriormente toco su vagina realizando movimientos circulares. Sin oponer resistencia, se mantiene boca abajo liberando gemidos de vez en cuando.

Mi miembro viril se eleva totalmente y en este momento decido penetrarla, dándole nula importancia al hecho de estar no solo en un lugar público, sino que además todos se encuentran mirando. Bajo la luz del sol y con la vista de todos, empiezo a tener sexo con mi madre.

Se hace un pequeño círculo de personas observando alrededor nuestro, algunos de los cuales incluso graban. Mi madre levanta la mirada y al momento de ver la cantidad de gente que hay, siento su vagina apretar más, señalando su excitación por ser observada.

Aumento la intensidad viendo que mi madre se excitó y sus gemidos empiezan a sonar fuerte y constantes, casi queriendo de que, en caso que alguien no estuviera viéndonos, empezara a hacerlo. La gente empieza a animarnos, con esto llega ella al límite y mientras llega al éxtasis, yo saco mi pene para correrme por toda su cara y reclamarla propia frente a toda la multitud.

Empiezan a aplaudir celebrando el espectáculo que les dimos, algunos incluso masturbándose mientras nos veían coger, inconscientes de nuestra relación incestuosa. Posterior a tan extasiante acto, descansamos recostados sobre las toallas.

Ya descansados, decidimos ir a comer a un pequeño puesto de comida que está en la playa. Pedimos un pescado frito con arroz y papas. Almorzamos con una conversación ligera, en contraste con la intensidad de nuestra experiencia anterior.

Pasamos la tarde en la playa, sin mucho que decir, nadando y a veces bromeando, pero sin nada especialmente emocionante. Contemplamos el ocaso alrededor de las 6 de la tarde, luego nos dirigimos hacia un hotel en el que habíamos hecho reservación previamente.


—Amo, fue un día espectacular. Al principio me sentí incómoda, pero luego me sentí genial. Gracias por hacerme sentir tan liberada.

—Lo sé, lo sé. Esta noche seguimos, así que prepárate.

—¿Puedo bañarme primero?

—Claro, anda. Te estaré esperando.


Toma un baño, y al terminar su ducha, me encuentra reposando sobre la cama completamente preparado para la acción.


—Oh, veo que ya estás listo —dice en forma de broma.

—Siempre lo estoy.


Al terminar la frase, la cargo y la tiro sobre la cama para empezar a besar todo su cuello.


—Oh, amo. ¡Sí, sigue!


Empiezo a manosear sus senos mientras mis manos se dirigen hacia su vagina. Siento que ya está empezando a humedecerse, por lo que sujeto mi miembro ya previamente preparado y la penetro rudamente. Su vagina me deja entrar libremente hasta el fondo, pudiendo sentir toda su calidez. Ella gime alocadamente, disfrutando de las caricias de su hijo.

A medida que avanzo, empiezo a ahorcarla como parte de nuestro juego, apretando pero dejándola respirar.


—¡¿Te gusta esto?! ¡Que tu hijo te coja mientras te ahorca!

—¡Sí, amo! Adoro que me cojas, no me importa que seas mi hijo, amo que me cojas como una perra. Es lo que soy, ¡soy tu perra, amo!


Con esas palabras, asombrándome y llevando mi éxtasis a otro nivel, empiezo a ahorcarla ahora sin miramientos, dejándola sin aire. A medida que su rostro se torna de color rojo y luego morado, su vagina se humedece como nunca antes. 

Al sentir que está llegando al límite, suelto su cuello para que pueda respirar y empieza a jadear fuertemente en búsqueda de recomponerse. Decido propiciarle una cachetada que termina de recomponerla completamente.


—¡¿Te gustó eso?! Casi te desmayas, ¡desearía que pudieras ver tu cara morada!

—¡Siga, amo! Estoy a punto de correrme, ¡deme otra cachetada!

—Muy bien, ¡tú lo pediste, puta!


Atiendo su petición y le doy otra cachetada que la lleva al límite. Su vagina empieza a retorcerse y ella gime fuertemente, logrando que yo también me corra, ahora en el fondo de su vagina.

Ambos estando completamente sudados, nos acostamos en la cama recuperando el oxígeno. Pasamos unos minutos sin decir nada, simplemente respirando de manera sobresaltada, hasta que mi madre comienza a hablar.

—Este sin duda es uno de los mejores días de mi vida. Nunca me trataron así y no tenía idea de que me gustara, al principio lo odiaba, pero ahora creo que no podría vivir con una relación normal... Gracias, hijo.


—¿Eso significa que ya no te estoy obligando a nada?

—Hace tiempo que no lo haces. Te obedezco porque me parece excitante ser dominada por mi propio hijo.

—Entonces, tú y yo... Realmente, ¿qué somos?

—Madre e hijo. Amo y "esclava". ¿Qué deseas que seamos?

—Entonces realmente no me ves como una pareja.

—No creí que me vieras así, realmente estar en pareja es aceptar la monogamia, cosa que creí que no querrías aceptar.

—Si te entiendo bien, ¿entonces tú aceptas ser mi mujer sin que yo esté realmente comprometido en estar en una relación?

—Se podría entender de esa manera, sí.

—¿Y no te molesta?

—Me parece hasta excitante, pensar que me puedes abandonar en cualquier momento por otra.


Sin decirle nada, la miro a los ojos y la beso apasionadamente. No un beso lascivo como el que normalmente nos damos, sino uno más romántico, con otro significado.


—No prometo no hacerlo, pero ahora mismo y por un buen tiempo, serás mía.


Al terminar esa frase, sus ojos parecen deslumbrantes, sin decir nada simplemente pareciera aceptarlo... No, es algo que ya tenía aceptado hace mucho tiempo, solo que yo no lo sabía. Aceptó realmente ser mi mujer, aceptó tener una relación con su propio hijo y le ofreció total potestad de su dinero y su cuerpo, se somete a todos mis defectos, todo eso sabiendo que me puedo ir en cualquier momento.














Bueno, este es el fin de la saga. Sin embargo, voy a mantener este mismo mundo que creé y quizás haga otra saga similar pero con otra temática (manteniendo el incesto y así). Gracias a todos por llegar hasta el final, a todos los que siempre estuvieron apoyando dejando sus puntos. Son mi motivación a seguir escribiendo relatos.

0 comentarios - Mi madre, el fin.