Confesión de un señor

Hola mis kings con cara de kong, hace un tiempo entre a un grupo porno de WhatsApp, en eso un señor comenta su vida en el cuál vio a su esposa coger con otro, aqui se las traigo, recuerden dejar sus puntos.

Ingresamos y nos acomodamos en una elegante habitación, dotada con pole dance, una diminuta pista de baile rodeada de espejos, con juego de luces, una amplia cama, con un gran espejo instalado en el techo sobre ella, televisor, equipo de sonido y una silla erótica.
Carlos invitó a mi mujer a la pista de baile y ahí, con el pretexto de bailar, entrelazaron sus cuerpos y empezaron a dar pasos al ritmo de la música, que, muy suave, les invitaba a estrechar sus cuerpos y fundirse en un abrazo.
El, delicadamente, empezó a explorar con sus manos el cuerpo de mi mujer, que para nada se resistía a sus exploraciones.
Ella mantenía sus brazos alrededor del cuello de su hombre, de manera que las manos de Carlos tenían plena libertad para manosear a voluntad a mi esposa.
De a poco, mientras movían sus cuerpos entrelazados en un remedo de baile, y se acariciaban, él la empezó a desvestir.
Luego le quitó la blusa, el sujetador y por último sus pantis, dejándola totalmente desnuda frente a él, que no perdía oportunidad para llegar con sus manos por todo su cuerpo.
Su miembro, ya erecto, y curvado hacia arriba, se percibía muy grande en proporción al tamaño del cuerpo de ella, que empezó a masajear el tronco del pene del macho.
Sin embargo, ella, entendiendo que aquello era un juego de dos, levantó su torso para quedar nuevamente sentada, quedando su rostro enfrentado con la dura y negra verga de su hombre, y, sin dudarlo, procedió a metérselo en la boca, masajeándole continuamente el tronco de su pene con las manos, de manera muy vigorosa.
A continuación, Carlos, aparentemente satisfecho con el trabajo que mi mujer hacía sobre su pene, le propuso que se recostara en la cama, cosa que ella hizo muy obediente.
Su rostro se tornó rojo y sus piernas parecían temblar ante las embestidas de Carlos, que, concentrado en su rutina, metía y sacaba su pene del cuerpo de mi mujer con entera libertad, mientras continuaba acariciándola con sus manos hasta donde la posición que mantenían se lo permitía.
Ella resistía con agrado las embestidas del macho y con mucho placer se sometía a lo que él le proponía.
Y así la tuvo, viendo como ella contorsionaba su cuerpo y gemía de placer al ritmo de sus embestidas.
Ella movía su cuerpo, adelante y atrás, ampliando la intensidad de las emociones que el movimiento del cuerpo de su macho, y ensartada como estaba, le producía.
Carlos aceleró sus embestidas y, siguiéndola a ella, de repente sacó su pene para expulsar su semen, esparciéndolo en gran cantidad sobre la espalda de mi congestionada y atribulada esposa, que, aun presa de las sensaciones experimentadas, seguía agitándose de manera incontrolable.
Su sexo, mojadito como estaba, me producía una sensación muy agradable y, para colmo, su vagina se contraía y apretaba mi pene con mucha fuerza.
Ella, que seguro estaba escuchando nuestra conversación, pareció despertar, y, agradecida, volvió a tomar el pene de Carlos en su boca y empezó a chuparlo con dedicación.
Le pidió a ella que se colocara de costado y él, desde atrás, la siguió penetrando.
La estaba pasando de lo lindo, disfrutando el pene de Carlos, que ingresaba y salía de su vagina con mucho vigor.
claro como sus manos continuaban masajeando los senos de mi mujer. Ella me miraba encantada. Se notaba la lujuria que aquel contacto varonil le producía. El momento se prolongó y vi como Carlos, al rato, sacó el pene de la vagina de mi esposa para eyacular nuevamente.

Terminada la faena, tanto ella como él parecieron quedar satisfechos. La aventura había llegado a su final. Tal vez mi esposa volvería a verse con Carlos, no una sino varias veces más. Pero había quedado claro que él la había cogido bien. Y eso era lo importante.

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