La nueva vida de Becky

La nueva vida de Becky


Era un viernes por la noche y Rebeca Rivadeneyra tenía una cita.

Ella, de cara bonita, labios carnosos, su cabello rubio caía justo debajo de su espalda, mientras caminaba como una modelo y hacía que los hombres la miraran con aprecio.

Mientras esperaba sentada en el bar, estaba vestida con tacones altos y una falda corta, su cuerpo sexy y atrevido estaba a la vista de todos para que los hombres pudieran beber frente a la núbil joven de 25 años. 
Esa noche fue su primera cita con Domingo Bauza, un empresario muy bien posicionado con el que una de sus mejores amigas le había concertado una cita. 
El objetivo era claro, Rebeca tenía que convencer al empresario de solicitar la asesoría de como manejar su marca.
Las últimas tendencias a nivel marca, requerían de estrategias de venta y posicionamiento social de la marca referencia.
Y la empresa de Bauza era una atractiva cabeza de puente en las aspiraciones de la empresa en la que ella laboraba.
Rebeca se encontraba pensando en eso, hasta que notó la mirada de Domingo.
Él sonrió mientras se acercaba para saludarla.

A ella le sorprendió, que para ser un hombre negro, realmente se veía bastante elegante.
Domingo tenía un estilo sofisticado impecable: camisa impecable, pantalones plisados, zapatos de cuero y un corte de pelo recién hecho. Era un poco mayor, estába cerca de los 40 años, era a todas luces alguien maduro, que estaba en la cima de su profesión. 
Cubano de nacimiento, Domingo era hijo de una pareja de inmigrantes cubanos que habían huido a Miami en cuanto Fidel Castro tomo el poder de la isla.
Para suerte de ellos, el trabajo diario y los buenos contactos los hicieron amasar una gran fortuna.
Ellos fallecieron y heredaron a su hijo una fortuna.
Ahora Domingo afincado en México desde hace un par de años, era inversionista de distintos proyectos en Jalisco y Nayarit.

Rebeca se sintió complacida de ser vista con un hombre tan respetable y apuesto mientras estaban sentados en su reserva en el pequeño y exclusivo bistró de la zona alta.
Entonces, Rebeca", Domingo le sonrió cálidamente. "¿Isabella me dice que estás trabajando en ventas?" El camarero les había servido el vino. 
Rebeca se ajustó el tirante de su vestido. Sus pechos a pesar de no ser grandes, se exhibían maravillosamente en su moderno top escotado.

"Bueno, como sabrás trabajo para una consultoría de gestión de relaciones con el cliente. 
De hecho, estoy avanzando hacia un puesto de director regional, pero sí, en última instancia, supongo que se podría decir que estoy en ventas". Ella le sonrió amablemente a Domingo. 
No quería que él pensara que ella buscaba en esta cita obtener un trato.
Ella era una mujer de carrera muy rompedora, aunque en el fondo amaba el desafío y la competitividad de su trabajo.
Sabía que el estatus de Domingo era muy superior.
Ella y su familia si bien eran de una familia respetable, su nivel había venido a menos.
Y hoy le tocaba a ella y sus hermanos, intentar restaurar el prestigio familiar.
Ciertamente ella no había encontrado aún la fórmula, pero su objetivo era escalar posiciones en su empleo.
La conversación se fue tornando fluida.
Se dejaron de hablar como extraños y comenzaron a tutearse.
El le pidió que lo llamara Dom.
La forma entrecortada de su nombre.
Ella acepto, y comenzó a hablar de sus planes y proyectos.
Domingo asentía. 
Hablaron de su empresa, de la que recientemente se había convertido en socio. 
Hablaron sobre la vida en la ciudad, donde Domingo era dueño de un condominio en un desarrollo de lujo y Isabella la amiga de Rebeca estaba alquilando.
La vez en que el la miro por primera vez, mientras visitaba a su amiga.
Y si no fuera por qué ella se adelantó, el se hubiera atrevido a pedir ayuda a Isabella para contactar a Rebeca.

Hablaron de su interés compartido en el sueño americano: 
Lograr un patrimonio, hacerlo crecer y permitirse dejar un legado en esta vida.
Con el tiempo una gran boda, un matrimonio y una paternidad feliz, una casa grande con patio trasero, una familia joven y feliz, un Golden Retriever y todos los adornos. 
Ella provenía de una familia numerosa, había crecido asistiendo a los mejores colegios católicos de la zona.
El había crecido como hijo único, en un país que no era suyo.
Pero que lo adoptó de inmediato, y en dónde su familia progreso bastante.
No parecían tener mucho en común, pero la sincronía respecto a lo que visoraban a futuro los acercaba bastante.
A medida que avanzaba la velada, Rebeca se sintió más cercana a Domingo, a los valores tradicionales y ascendentes que ambos apreciaban. 
También se sentía más cerca de él físicamente. 
Él había insinuado sus manos por su muslo debajo de la mesa de lino blanco, su mano moviéndose discretamente debajo de su falda de seda para tocar su pierna suave y tonificada.

Ella lo miró a los ojos con timidez mientras su mano jugaba suavemente sobre su regazo. 
Y si no hizo un escándalo, fue por qué realmente tenía que lograr ese trato.
Así lograría mejorar su posicionamiento dentro de la empresa.
Le gustaba ver lo interesado que Dom estaba. 
No tenía intención de rendirse en la primera cita, pero apreciaba su estilo directo. 
Su confianza a tientas la había llevado a un estado de arriesgarse.
Necesitaba implantar en la mente de Dom, la necesidad de cerrar el trato.
Que Dom pretendiera otra cosa, ella tendría que lidiarlo y dejar en claro que la cita era estrictamente solo de negocios.
Su coño estaba hinchado y jugoso expectante mientras los dedos varoniles rozaban su suave piel.
El poco vino tampoco hizo daño para hacerla más receptiva hacia él.

Al final de la noche, Dom la llevó a su casa, como en un libro de cuentos. 
Él era más alto que ella( 1'95 contra 1'60) y cuando lo miró a los ojos, sintió que el se estaba derritiendo por ella y compartieron un suave beso en la mejilla. 
Él le tomó la mano significativamente, sonrió y le dijo buenas noches.

Por dentro, el corazón de Rebeca se derritió. ¡Que Caballero! 
Si Domingo Bauza era como aparentaba ser, el trato sería un hecho, y ella lograría el tan ansiado ascenso.
La forma en que la había mirado como si fuera un jugoso trozo de carne; y aun así había sido muy respetuoso. 
Eso la volvía loca. 
Un par de días más tarde y el mensaje del sr Bauza fue definitivo.
Aceptaba el trato de la compañía, que representaba Rebeca Rivadeneyra.
A cambio le pedía encarecidamente a Rebeca el seguir viéndose.
Con el trato ya hecho Inmediatamente le envió un mensaje de texto a su amiga Isabella diciéndole que la cita había sido un éxito, luego se acostó en su cama para frotarse el coño goteante. 
Se corrió rápidamente, imaginando las manos de Dom por todo el cuerpo. ¡Realmente la había excitado!
Sus siguientes citas fueron igualmente perfectas.
Dom era como la fantasía de un soltero elegible. 
Rebeca era una joven respetable y protegida, exitosa en la escuela, la universidad y su carrera.
Ella no había tenido pareja en mucho tiempo.
Y aunque no vislumbraba el matrimonio aún, la seriedad con la que Dom se dirigía a ella, ahora le hacía ver a la encantadora joven que posiblemente su pretendiente la quería lista para casarse. 
Con su naturaleza romántica, estaba preparada para enamorarse., pero el solo hecho de comprometer sus sueños y anhelos por culpa del matrimonio, le hacía rehuir a tal compromiso, lo mejor era llevar las cosas con calma.
Dom tenía estabilidad y seguridad; su encanto y cariño eran evidentes. 
Fueron lentamente con las cosas físicas, pero Rebeca quería que él marcara el ritmo; no quería que pensara que era una mujer lasciva.
A decir verdad, su lenta y cuidadosa exploración de su cuerpo la ponía tan cachonda como un gato en celo. 
Se vestía muy sexy para cada cita que tenían. 
Su noviazgo comenzó en el invierno y a medida que se acercaba el verano, ella llevaba la ropa más ajustada y atrevida que le hacía lucir esplendorosa.
Dom disfrutó viendo su suculenta figura con vestidos ajustados en la recaudación de fondos de caridad, que el gobernador organizo o sus pequeños pechos sueltos invitando su mirada bajo su vestido en una gala de sociedad. 
Eran una pareja guapa y con frecuencia se les veía en círculos adinerados, estableciéndose como una pareja adinerada.
Si bien al principio, Rebeca no sentía nada por Dom, hasta ahora el mulato había hecho bien las cosas.
No había ninguna duda al respecto; Rebeca Rivadeneyra ahora estaba profundamente enamorada. 
Dom era todo lo que ella quería en un hombre: un futuro esposo y padre, un buen proveedor. 
Y ella podía decir que él era una fuerza a tener en cuenta en el dormitorio incluso si aún no habían consumado completamente su amor. 
El ya había dejado que Rebeca jugara con su gran polla después de varias citas, observando con satisfacción cómo ella lamía y chupaba su miembro hinchado hasta el orgasmo antes de llevar su semen a su garganta. 
Él le había abierto las piernas y lamió y tocó su pequeño y necesitado coño, especialmente después de una larga noche de eventos sociales cuando ella estaba muy excitada por sus burlas. 
Pero todavía no habían empezado a follar.
Rebeca lo necesitaba. 
Pero tenía que tener paciencia. 
Sabía que Dom estaba marcando el ritmo porque se tomaba muy en serio su relación.

Después de varios meses de encuentros castos, Rebeca presentó a Dom a sus padres y amigos. 
Si no fuera por qué era negro, 
Encajaría perfectamente en el conjunto de gente blanca adinerada.
Pero el encanto de Dom y su cuenta de banco, hizo que todos quedaran encantados con el nuevo y atractivo interés amoroso. 
La mamá de Rebeca no podía dejar de incitarla. "¿Cuándo volverá mi futuro yerno?" Empezó a parecer inevitable que Rebeca y Dom se convirtieran oficialmente en pareja. 
Rebeca no sabía cuándo, pero se sentía cada vez más segura de que el matrimonio estaba en su futuro.
No tenía miedo ya, después de todo amaba a Dom, y el ser marido y mujer era el siguiente paso.
Entonces, cuando Dom le propuso matrimonio para una escapada de fin de semana a una casa en la playa, Rebeca no se sorprendió, sino que se sintió profundamente complacida. 
Esa noche, finalmente consumaron su amor, Dom jugando pensativamente con sus tetas antes de envolver su larga polla en una goma. "No queremos ningún accidente antes de la boda", dijo con decisión mientras Rebeca lo observaba enfundar su gran y delicioso miembro. 
Ella asintió. 
Sabía que en algún momento los niños podrían estar en su futuro, pero ciertamente no pronto.
Los meses transcurrieron felices para los novios. 
Rebeca disfrutó todos los aspectos de la planificación de una boda: No era su sueño, más cercano.
Pero hoy estaba hecho una realidad...
Entonces ella procedió a escuchar.
Rebeca ¿quieres recibir a Domingo, como esposo y prometes ser fiel
en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad,
y así, amarlo y respetarlo
todos los días de tu vida?

-Sí, acepto.

El sacerdote prosiguio
diciendo:

El Señor confirme con su bondad este consentimiento vuestro que habéis manifestado ente la Iglesia y otorgue su copiosa bendición. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.
Un beso grande y pleno, mientras Dom la abraza efusivo.
Oficialmente ya son esposos.


La recepción de la boda se celebró en un exclusivo resort en Punta Mita. Rebeca había estado haciendo ejercicio y su figura con curvas estaba elegante, tonificada y bronceada a tiempo para la ceremonia. 
Dom era guapo y autoritario. 
Su fiesta de bodas estuvo llena de amigos y empresarios, todos celebrando juntos. 
La recepción fue impecable y lujosa.

Esa noche, en la suite nupcial, Dom y Rebeca se besaron con urgencia. Ella sintió algo nuevo y diferente en su actitud. Ahora que estaban casados, él era más enérgico, más ansioso. Se besaron apasionadamente, sus lenguas se enredaron. Dom le desabrochó el vestido y ahora le quitó el sujetador y las bragas.
Sus tetas aparecieron. 
Dom comenzó a chuparle los pezones con entusiasmo. 
ella gimió, sentándose contra su polla hinchada, la cabeza frotando sus pliegues húmedos y resbaladizos. Por lo general, ella no frotaba su coño desnudo contra su polla desnuda; parecía un poco tabú, en caso de que él la penetrara accidentalmente. Ahora no había ninguna casualidad en su cercanía. 
Dom pareció sentir lo cerca que estaba su agujero húmedo y caliente de su cabeza hinchada y desear más contacto.
Él avanzó poco a poco y comenzó a estirarla sobre su cabeza de pene púrpura desnuda, rezumando un rico líquido preseminal contra su coño. 
Rebeca estaba jadeando de necesidad, su coño húmedo y caliente se extendía ansiosamente hacia este invasor grande y delicioso.

Exprimió el jugo húmedo y se dio cuenta de que no estaban protegidos. Comenzó a follarla enérgicamente, su polla se acurrucó tan profundamente dentro de ella como pudo entrar. Ella correspondió con un deseo desenfrenado, su cuerpo buscando profundizarlo, un poco más, apretando los labios de su coño y su clítoris contra él. Ahora era su esposa y estaba ansiosa por correrse sobre la polla de su marido
A medida que sus movimientos se aceleraban, los gruñidos de Dom eran contundentes y su ritmo más brutal. Rebeca podía sentirlo hinchándose dentro de ella y su cuerpo respondió instintivamente, el placer alcanzaba su punto máximo. Ella gritó en el orgasmo, su apretado y jugoso coño se corrió sobre su gran polla. Su polla desnuda ahora explotó dentro de ella, y un chorro húmedo de su semen invadió su palpitante coño, inundando su cuello uterino y bañando cada centímetro de sus fértiles entrañas con una espesa y blanca espuma. Dom permaneció en su lugar mientras su semen la inundaba profundamente, su cuerpo dominaba el de ella mientras se arrodillaba sobre ella. Su nuevo marido ahora poseía y había inseminado su cuerpo fértil, engendrando a ella.
Rebeca jadeó mientras bajaba de correrse. "Oh, joder, cariño", dijo un poco preocupada. "Te veniste dentro de mí!" La mano de Dom la agarró y la acercó.

"Así es, amor, ahora eres mi esposa", dijo como si esto explicara todo. "Ya no necesitamos usar protección". Tenía la boca abierta cuando empezó a protestar, y él se inclinó y la lamió profundamente, acariciando sus pezones hinchados con las manos. Él apoyó su espalda contra la cama y colocó una almohada debajo de sus caderas.
"Sólo relájate un rato, mi amor. Lo haremos de nuevo pronto", dijo suavemente, besándola. Rebeca sintió un estremecimiento de preocupación por los pequeños nadadores que recorrían su tracto reproductivo; su período había sido dos semanas antes y sabía que no era un buen momento para correr riesgos. Pero los modales de Dom eran muy tranquilizadores y autoritarios. Ella no sentía que pudiera contradecirlo. Amaba mucho a su nuevo marido. 
Ella comenzó a quedarse dormida.
Todas las mañanas y noches de su luna de miel, Dom folló y se corrió con ella.
Al principio ella sintió que él solo estaba siendo íntimo e informal, pero rápidamente quedó claro que a él no le molestaba en dejar embarazada a su nueva esposa. 
Estaba recién casada y no quería crear un conflicto con él, pero se sentía insegura acerca de su comportamiento. 
Cuando ella protestó por su sexo sin protección, él le sugirió que comenzara a tomar vitaminas prenatales. Él, en broma, le elevaba las caderas después de cada vez que follaban. 
Al menos, ella pensó que estaba bromeando.
Rebeca estaba un poco abrumada y no estaba segura de cómo reaccionar. Sabía que al casarse con Dom significaba embarcarse eventualmente en la aventura de la paternidad. 
Pero ella no había esperado que él se volviera tan arrogante al respecto tan rápidamente. Sin embargo, a ella le encantaba la nueva atención de él y lo profunda y amorosamente que la follaba. Ella rezumaría su semen más tarde ese día y recordaría cuánto le encantaba a su nuevo marido follarla; y eso la puso caliente.
Las dos semanas de luna de miel terminaron demasiado rápido. 
En Guadalajara, los recién casados ​​se habían mudado juntos a una casa nueva que compraron solo unas semanas antes de la boda. 
Pasaron tiempo desempaquetando sus regalos de boda, Rebeca escribiendo efusivas notas de agradecimiento mientras Dom se ocupaba de las cosas de la casa. La adorable pareja salía junta a trabajar todas las mañanas, se despedían con un beso cariñoso y Dom le daba una palmada en el trasero de su traje de falda mientras ella metía sus delgadas piernas en el auto y se dirigía a la oficina.

Últimamente, notó que los trajes de falda hechos a medida que usaba en la oficina se le habían hundido un poco en la cintura. Una mañana, poco después de la luna de miel, Rebeca estaba en su escritorio sintiéndose algo hinchada debido a la tensión de su ropa cuando una oleada de náuseas se apoderó de ella. Se apresuró al baño de mujeres cercano, justo a tiempo para vomitar.
Oh, joder", pensó, mientras se limpiaba la boca remilgadamente. 
Podría estar embarazada, se dio cuenta. Había notado lo apretada que se había vuelto su ropa interior últimamente, pero no le daba importancia. Ahora sospechaba por qué sus tetas habían comenzado a desbordar las copas de sus sujetadores.

Fue durante la hora del almuerzo a la farmacia más cercana y se hizo una prueba. Diez minutos después, en el baño de la oficina, descubrió la verdad: estaba embarazada. Ella iba a ser madre.
Inmediatamente le envió un mensaje de texto a Dom con la noticia. "¡Oh cariño! ¡Estoy tan confundida!" Él respondió. "No puedo esperar a verte esta noche y hablar más sobre ello".

Los ojos de Rebeca estaban llorosos. Amaba su trabajo y no estaba lista para cambiar de rumbo hacia la carrera de mamá. ¿Qué pasaría si no consiguiera su ascenso una vez que sus caderas se hubieran abierto con el bebé? Se sintió aprensiva. ¿Qué pasaría si no pudiera con la responsabilidad del bebé?

Esa noche, Dom trajo a casa una gran cena y amorosamente le dio de comer a Rebeca mientras le masajeaba el vientre ligeramente hinchado. 
Él le había traído un par de pijamas de maternidad de una boutique exclusiva (su primera ropa de maternidad) y, aunque se sentía incómoda por su aparente insistencia en que fuera madre, las prendas de seda la distraían y la abundante comida le daba sueño. La nueva futura madre salió temprano, dejando a Dom pensando en sus planes: el anuncio del bebé, la fiesta, la guardería y todas las otras cosas que pronto ocuparían a Rebeca, su amada esposa y futura madre de su hijo.
La joven esposa embarazada decidió no contarle a nadie en la oficina sobre su condición hasta que ya no pudiera ocultarla bajo blusas fluidas y sin forma. Mientras sus faldas se ajustaban, Rebeca anhelaba cinturas suaves y elásticas. 
Dom no escatimó en gastos proporcionándole un elegante guardarropa premamá. Sus abdominales se suavizaron temprano y sus pechos ahora hinchados parecieron cobrar vida propia. Antes de cumplir las 12 semanas, el aumento de peso de Rebeca era evidente. 
A las 16 semanas ya se veía su vientre redondo.

La madre de Rebeca observó estos cambios con atención. Antes de que pasaran las ocho semanas, dijo: "Becky, cariño, nunca has tenido un busto tan grande. ¿Estás segura de que no estás embarazada? ¡Espero que sepas cuánto espero un nieto pronto de ti y de Domingo! " Rebeca se sonrojó. Se sintió avergonzada por lo rápido que había quedado embarazada, prácticamente la noche de la boda.

Sin embargo, la verdad no pudo ocultarse por mucho tiempo. Pronto su ropa le quedó demasiado ajustada; los elegantes trajes de falda estaban fuera y los voluminosos sujetadores de maternidad estaban de moda, su creciente cintura se estiraba contra los vestidos y pantalones de maternidad recién comprados. 
A medida que su cintura se hizo más gruesa y su busto aumentó, Rebeca se convirtió en una visión de la futura maternidad. Cada parte de ella se estaba volviendo más redonda, sus pechos eran cada vez más grandes y lentamente se volvían más pesados y redondos a medida que su vientre comenzaba a sobresalir y estirar su parte superior alrededor de su nueva y suave redondez. Pronto no tuvo que contárselo a nadie: todos ya lo sabían.
Las semanas pasaron rápidamente. Dondequiera que fuera, Rebeca seguía su vientre en crecimiento, su ropa apretada, sus senos redondos e hinchados fuertemente caídos contra su cintura en crecimiento, Siempre rolliza, su pecho adquirió ahora proporciones expansivas. Sus pechos pesados ​redondeados eran muy sensibles y se esforzaba por trabajar en sus largas horas de oficina mientras sus pechos hinchados le dolían tiernamente, forzando su espalda. Su cintura gruesa hacía que cada vez fuera más difícil escribir en su escritorio. Se estaba llenando rápidamente y se sentía avergonzada por la prominencia de su vientre que se redondeaba rápidamente mientras caminaba por la oficina.

La antigua estrella de la oficina, alegre y elegante, se estaba haciendo muy grande; una esposa muy embarazada, lista para convertirse en madre...
En su séptimo mes de embarazo, Dom insistió en que comenzara su licencia de maternidad. Ella protestó, ya que su equipo estaba en medio de un importante lanzamiento de ventas. "¡Becky, eres tan grande que apenas puedes trabajar frente a una computadora!" Él sonrió. "Sabes que es hora de concentrarte en la maternidad. Volverás a trabajar cuando estés lista. Además", sonrió, frotando su enorme y redondo vientre de manera propietaria, "una vez que nazca el bebé, es posible que no estés tan concentrada". "Ya no será lo mismo estar en la oficina. Sé que te enamorarás de ser madre".
La actitud paternalista de Dom molestó a Rebeca, pero también la hizo sentir segura, protegida y ansiosa por cumplir con sus expectativas. Sabía que podía ser madre tan capaz como lo había sido en la oficina, pero no estaba preparada para que eso se convirtiera en su única identidad.

La madre de Rebeca tenía otras ideas. Organizó varios convivios para ella, reuniendo a todos sus amigos de la universidad y de la infancia, amigos de la iglesia e incluso colegas de trabajo para almorzar y tomar el té de la tarde. 
Isabella estuvo presente y felicito a la novel madre.
Rebeca recibió tantos regalos para bebés que se vio obligada a empezar a trabajar en la decoración del cuarto del bebé, simplemente para tener un lugar donde guardar todos los encantadores paquetes.
El creciente volumen de Rebeca parecía entusiasmar a su madre, que estaba muy ansiosa por convertirse en abuela. Los enormes pechos, las caderas anchas y el vientre abultado de la joven eran casi un fetiche para la futura abuela, que compraba docenas de vestidos florales de maternidad y ropa de bebé para su hija en avanzado estado de gestación. Inscribió a Rebeca en una amplia variedad de grupos y actividades de mamás.
Qué hermosa futura mamá", decían las dependientas de las tiendas premamá, admirando su barriga. "Siempre estoy feliz de ayudar a una futura madre", dijo un hombre mientras le abría la puerta. "Pronto serás mamá", decía Dom afectuosamente mientras Rebeca comenzaba a participar, sin mucho entusiasmo, en actividades de anidación.

Rebeca sentía que era menos una persona que un papel: un hogar para un futuro bebé, una esposa amorosa, una futura mamá. Sentía que ya no era Rebeca Rivadeneyra. 
Ahora era una esposa embarazada y se convertiría en mamá. Pasaría los próximos años amamantando y criando a su bebé, viviendo la vida como mamá de ahora en adelante una vez que llegara el bebé.
Si expresaba reservas sobre su nueva identidad, tanto su marido como su madre la hacían callar amablemente y le hacían saber que eran sólo las hormonas del embarazo las que hablaban, y le ofrecían un delicioso refrigerio para ayudar al bebé a crecer.

"Shhh", la calmaba su mamá, "¡el bebé llegará pronto!" El peso de Rebeca se disparó vertiginosamente a medida que creció para acomodar al bebé y se entregó a nuevos niveles de comida reconfortante. 
A medida que su vientre y sus pechos se volvieron pesados ​​y redondos, también lo hicieron sus mejillas y su suave papada. 
Hace mucho que desapareció la elegante novia de las fotos de su boda.
Dom parecía encontrarla más atractiva. 
Fotografió constantemente la progresión de su embarazo e inició relaciones sexuales con más frecuencia que nunca. Después de un largo día haciendo tareas domésticas y recados, caminando por el supermercado o la oficina de correos con su vientre hinchado y sus senos a la cabeza, Rebeca estaría indefensa mientras Dom le desabrochaba su enorme sostén de maternidad y comenzaba a frotar y succionar sus senos doloridos y goteantes.
Estaba fascinado por su crecimiento, las aureolas oscureciéndose y estirándose, sutiles estrías expandiéndose en los lados de cada gran globo. Sus labios recorrían suavemente sus pezones rígidos y goteantes y amamantaba tentativamente, Rebeca gemía mientras exudaba calostro en la ansiosa boca de su marido. Mientras él frotaba loción en su enorme vientre, ella no pudo evitar darle un jugo húmedo cuando sus manos se deslizaron entre sus piernas. Con demasiada frecuencia empalaba a su esposa grávida por detrás, su gran y redondo vientre se tambaleaba mientras él empujaba apasionadamente, sus gemidos se entremezclaban con los de él.

A ella le encantaba correrse sobre la polla de su marido. 
Hacia el final de sus nueve meses, Dom comenzó a introducir nuevas conversaciones sucias mientras hacían el amor. Él comenzó a decirle qué tan pronto diera a luz a su hijo, el le haría un nuevo bebé antes de que se diera cuenta.

"Voy a mantenerte grande y embarazada", le gruñía al oído mientras se juntaban cataclísmicamente, su rico semen blanco bañaba el interior de su canal de parto. "Vamos a tener una gran familia juntos. Darás a luz una y otra vez". Rebeca no sabía qué pensar del entusiasmo de Dom. 
Esperaba tener un segundo o incluso un tercer hijo en el futuro, pero esperaba que fuera al menos en un par de años, después de este embarazo. 
¡Fue todo tan abrumador!

Finalmente llegó el día. Rebeca estaba lista para dar a luz. Dom llevó a su esposa, que estaba muy embarazada, al hospital mientras ella gemía de dolores de parto. Estaba jadeando y agarrándose el enorme estómago cuando entró en la zona de partos. Los gritos de parto llenaron el aire, Rebeca maldijo a la pija de Dom por haberla embarazado, no tenía ni la más mínima idea de lo que le esperaba, hasta este momento en que los dolores del parto le tenían desfallecida y llorando.

Rebeca ahora era sólo una madre más en la sala de maternidad. "Danos unos buenos empujones, cariño", la animó la enfermera. "¡Es casi tu hora!" Las contracciones eran desgarradoras. 
Habían pasado nueve meses, ella creciendo con el embarazo y ahora estaba jadeando, boca abajo, dando a luz. Dom le tomó la mano con seriedad mientras ella trabajaba.
Cuando sus gemidos de dolor disminuyeron, los llantos de su hijo recién nacido llenaron el aire. El nuevo bebé fue colocado contra el enorme pecho de Rebeca y con un poco de estímulo, comenzó a succionar suavemente su gran pezón rígido. Dom besó a Rebeca. "Eres la esposa perfecta. Serás una madre perfecta", dijo con cariño.
En los días siguientes, le subió la leche y el pecho de Rebeca se estiró hasta alcanzar nuevas proporciones. Dom la ayudó a ordeñar y extraerse la leche, frotándole loción en los pezones y asegurándose de que no se hinchara demasiado entre las tomas. El pequeño bebé era tan precioso y Rebeca se enamoró de él como Dom esperaba. Sintió una punzada de deseo de volver a la oficina una vez que el bebé pudiera estar en la guardería, pero aún no lo había comentado con Dom. Todavía se estaba recuperando del parto y recién había comenzado a aprender todas las necesidades y ritmos del cuidado de su bebé.
Unas semanas después del nacimiento, mientras Rebeca se levantaba la blusa y comenzaba a alimentar fácilmente a su nuevo bebé, Dom se acercó a ella y comenzó a besarla con ternura. Él colocó sus brazos alrededor de su vientre aún hinchado. "¿Te sientes mejor últimamente?" Preguntó suavemente. Comenzó a masajearle los pezones y el vientre mientras ella amamantaba. Mientras dejaba descansar al bebé, el tacto de Dom se hizo más insistente y comenzó a tirar de sus suaves calzas elásticas, dejando al descubierto su vientre aún hinchado y su trasero sedoso.
Sus manos se insinuaron entre sus piernas. Amamantar siempre la hacía sentir muy relajada. Dom masajeó su suave y suelto coño, del que goteó su sedoso fluido. "Cariño, ¿estás lista?" La mente de Rebeca estaba confusa mientras se relajaba con sus caricias, pero recordaba vagamente que todavía no debían follar... Y que cuando lo hicieran, necesitaban anticonceptivos.

Dom la estaba empujando hacia la cama. Él estaba entrando en su suave coño, y aunque ella no estaba tan apretada como antes, sus suaves y húmedos pliegues todavía se sentían como el cielo. Rebeca estaba muy cachonda mientras Dom pellizcaba y jugaba con sus pezones goteantes y frotaba su necesitado clítoris. La sensación de su polla era tan grande y llenaba su coño aflojado. 

La pareja casada se unió con entusiasmo. Mientras el bebé dormía cerca, Dom llegó al orgasmo y se liberó apasionadamente en el coño de su esposa. Ella vino con él cuando sintió que su coño se inundaba. Sabía que no era prudente estar desprotegida, pero también sabía que la lactancia materna era en sí misma una forma de control de la natalidad. O eso pensó ella.
Seis meses después*

Rebeca empujó el cochecito de su bebé lejos de la cafetería. El bebé arrulló mientras ella le ajustaba la manta y se sentaba al lado del cochecito. Fue bueno levantarse. 
Estaba cada vez más cansada estos días.

Miró hacia abajo y apoyó las manos en su abultado vientre. 
Estaba bien con su segundo bebé y mientras empujaba el cochecito, la gente la miraba valorativa. 
Sus grandes pechos se filtraban dentro del sostén de lactancia. 
Quería desesperadamente despertar al bebé y amamantarlo, pero prefería no oírlo en la calle. Además, volvía a tener hambre. Sacó una bolsita de galletas de la bolsa de pañales. 
Parecía que no podía comer lo suficiente estos días. 

Ella nunca había perdido el peso del bebé; solo aumentó más, una vez que comenzó a hincharse con el nuevo bebé.

Mientras comía las galletas, sus redondas mejillas parecían más redondas y dejaba caer migas en su blusa, por encima de sus enormes pechos y hasta su gran barriga. 
Cerca de ahi una reunión de amigas, llamo su atención.
Vestidas en traje sastre, las chicas se veían divinas.
Sus cuerpos estilizados y entallados dando realce a sus anatomías perfectas.
Rebeca terminó el refrigerio y sintió una punzada de tristeza. 
Nunca se habría permitido este tipo de comida chatarra cuando trabajaba en la oficina, pero ahora necesitaba continuamente calorías.

Se sintió como si el tiempo fuera una eternidad, respecto a su embarazo y el crecimiento de los niños.
Esperaba volver después de su baja por maternidad de su primer hijo, pero cuando volvió a quedar embarazada estaba demasiado agotada. 
Dom la animó a renunciar, ahora tenía que ser una madre de tiempo completo.
Ella le hizo caso y presentó su baja de forma irrevocable.
Le fue aceptada y ella supo que su vida profesional se vería afectada por mucho tiempo.

Se había sentido decepcionada al volver a quedar embarazada tan rápidamente, pero aceptó que había una lógica en tener a los niños juntos. 
Después de todo, estaban creando una hermosa familia.

-Ooh"
gimió Rebeca ajustando la cintura de sus pantalones de maternidad. 
Fueron estirados al máximo. 
Pronto necesitaría comprar una talla más grande. 
La pesada madre se puso de pie, cansada, al darse cuenta de que sus pechos ahora goteaban abundantemente mientras el bebé comenzaba a maullar y llorar. 
Rápidamente empujó el cochecito hacia casa mientras su gran barriga de embarazada empujaba contra el asa y su fruncida camisa de maternidad se redondeaba contra su hinchado vientre. 
Necesitaba darse prisa y acostar a su bebé para que ambos ella y el bebé durmieran la siesta. 

Unos meses después;
¿Has visto a Domingo y Rebeca últimamente?" 
Andrea Pereira le preguntó a Isabella Armendáriz mientras tomaban margaritas una noche.

"No, no desde su boda. Sé que tuvieron un bebé.
 ¿Cómo están?" 
Le preguntó Andrea a Isabella.

Isabella era la mejor amiga de Rebeca en la universidad, pero habían perdido el contacto en los últimos años, pues Isabella seguía soltera y aún no se vislumbraba un futuro con hijos.

"Supongo que bien, ¡se están reproduciendo como conejos! 
Vi en el Instagram de Rebeca que ya está embarazada otra vez!! 😱
Acaban de tener su segundo hijo el verano pasado. 
Y ella se dejó engordar tanto, quiero decir, realmente se permitió subir tanto" dijo Isabella con desagrado. 
La mera idea de ganar peso la ponía nerviosa.
Andrea asintió. 
"Lo sé, me sorprendió que comenzaran tan rápido. 
No pensé que Rebeca estuviera tan ansiosa por formar una familia, ¡pero claramente Domingo es el indicado! 
Me pregunto si se detendrán a los tres hijos?

Isabella asintió y dijo:
"Escuché de una amiga que Domingo se postulara para ser el accionista mayoritario de Grupo VAL el próximo año. 
Ser un hombre de familia podría ser parte de su plataforma. 
Quiero decir, la mayoría de la gente por aquí es católica".

Andrea cloqueó. 
"Estoy segura de que simplemente tienen una mentalidad tradicional, creo que él tiene un origen más conservador. 
Pero me pregunto si Rebeca alguna vez volverá a trabajar. 
Isabella le contestó dudando.
-No creó 
Todo lo que publica estos días son fotos de sus bebés y sus cosas de maternidad.
Quiero decir, antes era bastante ambiciosa en cuanto a su carrera. Nunca hubiera pensado que lo dejaría todo para ser mamá".

El tercer hijo nació ese otoño. 
Rebeca estaba segura de que este sería el último hijo. 
Había comenzado a tomar anticonceptivos y era muy cuidadosa con Dom, pero con dos bebés que amamantar y un niño pequeño corriendo, simplemente no podía seguir el ritmo de todo. 
Para colmo de todo sus males, los requerimientos sexuales de su esposo le reclamaban todas las noches, Dom entraba dentro de su esposa y era inevitable que cuando ella olvidara su pastilla, hubiera consecuencias. 
Demasiado pronto, tristemente le mostró a Dom una prueba de embarazo positiva.
El mulato la felicito muy contento!
El era el único Bauza hace tan solo 5 años y ahora a sus 45 años, podía presumir que pronto serían 2 más, para ser ahora 6.
Rebeca reaccionó levemente emocionada, le hacía feliz ver a Dom alegré.
Pero para ella, esta época de su vida le resultaba contrastante.
Una semana después;
Estaba muy cansada la mañana del primer ultrasonido. 
Tres hijos era un trabajo duro. 
Apenas podía seguir el ritmo de la lactancia y los cambios y mucho menos dormir lo suficiente. 
Así que al principio no se dio cuenta de lo que decía el técnico. "Así que ambos parecen sanos", dijo la enfermera sonriente.

"¿Ambos?" El corazón de Rebeca se heló. "¿Qué dijiste?"

La enfermera sonrió y señaló la pantalla. "Dos latidos. Perfectamente sano. ¡Felicitaciones! Los bebés de 8 semanas están creciendo muy bien".
Lágrimas silenciosas corrían por su rostro mientras conducía a casa. 
Su madre estaba en casa con los tres niños. 
Dom estaba en el trabajo. 
La panza de embarazo de Rebeca nunca había bajado realmente. 
Parecía y se sentía muy embarazada incluso a estas alturas del primer trimestre. 
Sus pechos hinchados y de uso constante estaban dolorosamente hinchados. 
Necesitaba llegar a casa y alimentar a los bebés, y luego comer y tomar una siesta para poder hacer crecer a los nuevos bebés ahora en su vientre...
Dom estará contento, pensó con resignación. 
Él acababa de preguntarle si estaba lista para tener otro niño o niña. 
Quizás consiguieran uno de cada uno. 
Esperaba que pronto pudieran comprar la casa más grande. 
Necesitaban un cochecito nuevo. 
Y su hijo mayor pronto estaría listo para el preescolar. 
Echaría de menos tener al pequeño y curioso junto a ella mientras cambiaba y alimentaba al bebé del medio y al recién nacido...

Rebeca suspiró. 
Ahora estaba completamente convencida.
Ya no regresaría a trabajar, su vida sería entregar su tiempo completamente, a cuidar y ver crecer a sus hijos.
Sus sueños personales, se verían truncados.
Al principio le costó tanto entender eso, le tomo resentimiento a Dom por embarazarla continuamente y no dejarla ni siquiera recuperar su antigua figura de mujer esbelta.
Pero el granuja de su marido, supo siempre darle el lugar de señora de la casa.
A pesar de ganar bastante peso, para Domingo su mujer era la más bella del mundo.
Rebeca sabía que el mundo de su marido, giraba en torno a ella y sus hijos.
El mulato era un buen hombre, el perfecto ser humano que ella eligió como pareja y con el que hoy le tocaba educar a una creciente familia.
Rebeca trago saliva y pensando con resignación.
Mientras se dirigía a casa.
-Tanta maternidad. 
Y sólo habrá más por venir...😮‍💨

0 comentarios - La nueva vida de Becky