Primer encuentro con Pedro y Haydeé

Fueron muchas charlas y muchos meses de espera hasta encontrar la posibilidad deencontrarnos. Ellos solían pasar temporadas en Buenos Aires, y me habían prometidoque al regreso me darían la oportunidad.
El día llegó y me dijeron donde estaban parando.
-No te puedo creer, Pedro! Estás a la vuelta de mi oficina! Ya se que es una locura, yque no era el plan, pero ¿No quieren venir a tomar un café?
Increíblemente, ellos paraban en un hotel a doscientos metros de mi oficina. Y yoestaba, desde temprano, trabajando un poco, aprovechando el silencio de la mañana,sabiendo que recién después del mediodía empezarían a llegar mis socios y loscolaboradores.
El intercambio había sido intenso, y Pedro me había dado los suficientes tips parasaber qué tenía que hacer si acaso de que el encuentro prometido llegara aconcretarse.
Y debo confesarlo: a pesar de mi edad, y mi experiencia en estos juegos, estabaansioso.
Por suerte no se demoraron demasiado en tocar el timbre. Subieron y primero entróPedro, con quien nos dimos un apretón de manos y un abrazo fraterno, como si nosconociéramos de toda la vida.
Detrás, Haydeé.
Me quiero demorar un poco en contar este momento. Ella me miró a los ojos, y seacercó para darme un beso protocolar. Yo me atreví a poner un beso muy cerca de lacomisura de sus labios, y ella, cuando lo sintió se demoró en terminarlo. Ese beso fueprecioso. Había dado comienzo a la transmisión de una corriente eléctrica,simplemente por un beso. Y en su mirada, claro, chispas. Chispas que Pedro notórápidamente.
Pasaron, los hice poner cómodos en los sillones, y les sirve un café. Empezamos ahablar de trabajo, del viaje, del clima, de cualquier pelotudez, pero nos estábamoscomiendo con la mirada. Me acerqué a Haydeé y ella me miró la boca. Fue comohipnótico. Ella miraba fijamente mi boca, y yo me acercaba más hacia la de ella.

Hasta que no se pudo más cerca. Mis labios rozaban los de ella, y ella acarició mipierna y le besé la boca. Le hundí mi lengua dentro de su boca, y ella me abrazófuerte, rozando todo su cuerpo contra el mío.
Pedro, impávido siguió tomando su café, con una sonrisa pícara. Estaba esperandoalgo que él sabía que estaba por llegar. Y ocurrió cuando, en medio del beso, puse mismanos en sus caderas, y ella gimió. Era la señal que él estaba esperando.
-Bueno chicos, si no los freno, ustedes se olvidan de todo.... Les propongo algo. No,no es una propuesta. Es casi una orden. Vayan al hotel y entren ustedes a lahabitación. Yo me voy a demorar un ratito, tomaré un café, y entro con mi llave.
Realmente yo no podía creerlo. No por la propuesta, estaba dentro de lo posible. Loque no podía creer es la sonrisa de Haydeé. Una sonrisa limpia, amplia, luminosa.Casi se diría que me estaba cogiendo en ese mismo momento.
De más está decir que no opuso reparos sobre el plan. Me agarró de la mano, ysalimos de la oficina, los tres. Lo dejamos a él en el Mercado de los Carruajes, y mehizo reír cuando Haydeé le dijo
-qué lindo lugar... demorate todo lo que quieras!
Llegamos al hotel, nos subimos al ascensor y entramos a la habitación. Ahora sí, asolas, en penumbras, sin prisas, nos dimos el beso más hermoso, profundo y calienteen el que participé en mucho tiempo, y la ropa empezó a encontrar el lugar que debíaestar desde hacía mucho tiempo: en el suelo.
Nos fuimos desnudando lentamente, mirándonos, rozándonos. Teníamos tiempo, y, almenos yo, no quería hacer nada a las apuradas. El plan no era estar solos, y Pedro noshabía regalado este espacio para tocarnos, para buscarnos.
Completamente desnuda, se tiró en la cama y me pidió que me acercara, y empezó achuparme la pija lenta, profundamente. Me la agarraba fuerte y la miraba, y yo ladejaba hacer. Hasta que estuve bien empalmado, y pudo observar las venas gruesasque atraviesan mi pija, y la cabeza gorda y y violácea, y una gota de miel en la punta,que, apenas fue descubierta, le pasó la lengua de puro golosa.
Ya había visto mi pija en su esplendor, ya sabía de primera mano, lo caliente queestaba, ahora era mi turno.

La puse en el borde de la cama. Y le dije que me diera permiso, para poner unaalmohada en el suelo. Me iba a tomar todo el tiempo del mundo. El tiempo quehiciera falta para lograr mi cometido.
Me arrodillé frente a ella, mientras rozaba con mis dedos sus muslos. Ella entendióque debía recibir lo que estaba por darle, pero sin que yo le estuviera pidiendo nada acambio.
Besé sus piernas, y fui buscando su centro. Besé su vientre, y fui descendiendolentamente. Besé sus costados, y sentí que su cuerpo respondía. Pasé mi lengua por elborde de su concha, sin rozar siquiera su clitoris.
Y cuanto más disfrutaba ella, más disfrutaba yo. Mi lengua gruesa recorriéndola porcompleto, por momentos. Y en otros instantes, la endurecía, y la penetraba.Rozándola sobre el clítoris por momentos, y por otros, haciendo círculos sobre elclítoris apenas con la punta.
Haydeé murmurba, y se contoneaba. Sentí sus manos en mi cabeza, guiándome. Y medejé guiar. Le di una chupada de concha profunda, lenta, dedicada, empezó a decircosas
-No pares, si, si, si, ahí, ahi, circulitos, si... te voy a acabar, no pares, mi vida, nopares....
Pero se detuvo un instante cuando escuchamos que la puerta se abría
-Es Pedro, pero vos no pares, llegó justo, justo para ver lo que haces con esa boca,hijo de puta, si, si, si.. ahí, ahí, aaaahhhahhgggg!
Su cuerpo se tensó de golpe. Casi que se suspendió en el aire, y cuando lanzó sugemido, me dejó todo su orgasmo en la cara, y se aflojó por completa. Se hizo unbollo y murmuraba, y yo aproveché el momento para subirme encima de ella. Sabíaque estaba sensible, y que un buen estímulo la pondría en otra dimensión. Le empecéa dar duro, golpes de pija rítmicos, uno, dos, tres, mis bolas golpeaban contra su cola,mientras mi pija se ensartaba profundamente dentro suyo. Y su cuerpo volvió atensarse, entonces me aferré a su cuerpo, con mi pija dentro suyo, y empecé a hacercírculos con mis caderas. Sentía en la punta de mi pija, todas las carnes de Haydeéque me recibían. Me enredó en su piernas, y no emitía palabra, apenas gemidosahogados. Y su cuerpo se tensó por un instante, y un aullido de placer nuevo, gutural,

hasta que quedó sin fuerzas. El polvo arriba del polvo, el orgasmo al cuadrado. Labesé en la boca, y me tumbé a su lado.
Pedro seguía vestido, pero su erección se dejaba ver debajo del pantalón. Haydeé lehizo señas para que se acerque... y empezó a acariciarlo por encima del pantalón. Lodesnudó y le chupó la pija como hacía un ratito había hecho conmigo. Pero la detuvo
-no, no, querida... este hombre necesita atención!- le dijo, mirando mi pija que no sebajaba.
Creí que ella no tenía fuerzas para mucho más, pero me equivoqué. Se trepó encimamío y empezó a cabalgarme. Con maestría, con ritmo, sabiendo exactamente lo quehacía, dándome placer, pero, diablilla ella, dándose mucho placer ella misma.
El juego recién empezaba.







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