El deseo de papi. Capítulo 2

En este tiempo ausente termine algunas historias y esta es una de ellas, las voy a ir subiendo de a poco a medida que me acomode con mis cosas.

La “musa” de esta historia es Akemy Sama (instagramer y twicher brasilera. Por algún motivo dije en el capítulo anterior que era portuguesa jaja). Ya saben, no sean ratatas y si les gustó comenten, puntúen, lo que gusten. Es la mejor manera que tengo de saber si la historia gustó o no.



El deseo de papi. Capítulo 2

Romance

culona


Era una noche de verano en el año 2013, en Las Grutas, una de esas mágicas noches veraniegas en las que la felicidad y el sosiego en Carla eran tan desbordantes que le costaba conciliar el sueño, incluso a pesar del cansancio físico. Veraneando en familia, cuando era una familia típica en ese destino turístico de la provincia rionegrina junto a su hermana mayor, su hermana menor y sus padres, Paula y Norberto.

Eran en esas semanas donde Carla se sentía en el cielo. Bajo una noche estrellada cuya luminiscencia se colaba por un ventiluz triangular que parecía la pirámide Illuminati de los dólares, disfrutando de las aguas patagónicas toda la mañana, parte de la tarde y de su familia completa, sin saber que esos tiempos no durarían para siempre… ni siquiera durarían mucho más. En su ingenuidad casi infantil, creía que los buenos tiempos sería eternos y las vacaciones de ese tipo se repetirían todos los años.

Esa misma noche de vacaciones la mente de Carla se vería tan atribulada que bien podría considerarse un quiebre en su vida, el antes y el después que separaba a los niños de los adolescentes. Cuando en medio de la noche, en el piso de abajo donde sus padres dormían, comenzó a escuchar unos sonidos extraños que le impedía conciliar el sueño.

Carla poseía una mentalidad cruel, cuando se suponía que debía encontrar pensamientos felices para conciliar el sueño, su mente su auto flagelaba con los periplos de su vida cotidiana, como las burlas de sus compañeros de escuela, sus apodos hirientes, la frialdad de Jimena para con ella, lo desdichada que se sentía desde el nacimiento de Cintia, que se llevaba el poco tiempo que sus padres tenían para administrar. Eran demasiadas cosas con las que lidiar y aún no lograba administrarlas, incluso cuando se suponía que estaba de vacaciones y era el momento idóneo para despejar esos fantasmas de su mente.

Alquilaban una casa de veraneo por tres semanas en la calle Caleta de los Loros, a pocos metros de la calle Caleta Falsa, que los llevaba en línea recta al océano patagónico. El camino era agotador, varias cuadras, muchas de ellas descampadas bajo el sol, a veces abrasador, llevando los juguetes de la menor de la familia, o alguna reposera, sombrilla, lo que sea que los jóvenes brazos de Carla pudieran llevar. Por ende, cuando era hora de volver a la casa, tras jugar algún juego de mesa en familia o caminar por la avenida principal, las hermanas caían rendidas al sueño… más no ella.

Esa noche estaba teniendo demasiado con ese sonido a succión, repetitivo, constante, como de alguien comiendo con poco recato, a lo salvaje, haciendo un ruido de sopapa muy desagradable… ¿Acaso su padre comía algo a escondidas? ¿Se había metido algún animal a comer sus cosas?

En el silencio de la noche, con precaución, Carlita se bajó de la cama cucheta compartida con sus dos hermanas (Jimena y Cintia dormían en la de abajo, como siempre la pequeña estaba más apegada a la mayor y esta última aceptaba a regañadientes) y como a ella le tocó la de arriba, con solo girar podía tener un vistazo de la cama de sus padres… donde no estaban.

Ese peculiar sonido parecido a cuando se tapa un sorbete y se chupa con fuerza provenía del living debajo. Teniendo cuidado de no pisar el tablero de Monopoly, con sus hoteles, propiedades y billetes ordenados de tal forma que pudieran continuar la partida después (aunque seguro arrancarían una nueva) Carlita se asomó por entre los maderos del balcón que daba al piso inferior… y lo que vio marcaría su vida para siempre.

Se veía solo una luz y en ella, una cabeza de mujer de cabellera oscura, la de su madre, moviéndose de una manera que le resulto extraña, se percató de que estaba entre dos gruesas piernas de hombre, las de su padre, y era este el que la iluminaba como si posara un reflector en ella mientras hacía algo que provocaba ese sonido.

Su padre iluminaba a Paula con un celular, años después regresando sobre sus recuerdos, sabría que la estaba filmando durante una tanda de sexo oral furtivo. También, regresando sobre sus recuerdos, Carla descubriría que su madre, arrodillada entre las piernas de su padre, cabeceando de forma monótona y profunda, le estaba haciendo lo que más adelante sabría que le decían pete. Incontables veces Carlita regresaría a aquella escena para encontrar combustible para sus excitaciones nocturnas, sin saber bien porqué, sin saber bien como era que ese recuerdo de espiar la intimidad de sus padres le generaba sensaciones tan contradictorias.

Quizás porque se preguntaba el sabor de aquel miembro progenitor (o el de cualquiera en general), dado que Paula lo succionaba, lamía y degustaba con un placer incontenible, incluso parecía escupirlo (cosa que ni podía imaginarse para qué) … debía de ser muy rico. Quizás porque su padre contaba con una herramienta que, en años posteriores gracias a la pornografía y experiencias truncas, descubriría que era muy grande, incluso viéndola desde lo alto se notaba que era un hombre dotado. Quizás porque la carcomía la envidia de que su madre pudiera darse esas libertades y ella por ser su hija, no.

- Decime cuanto te gusta mi pija, decime… - Exigió su padre en aquel momento sin saber que grababa sus palabras en la mente de su hija en el piso de arriba.

- Ssshhh, nos van a escuchar. – Se preocupó Paula, dejando de mamar para lamer el tronco de costado, sin saber que con dicha acción le dejaba ver a su hija sobre ella el aspecto de la verga que le dio la vida. Inclinada sobre su vientre como una manija de escotilla sobrepasaba bastante el ombligo de su padre.

Aunque estaba a casi tres metros arriba, pudo verle la verga iluminada por el celular, en especial el glande que apuntaba a lo alto, hacia ella… era la primera vez que veía un pene en vivo y en directo, eran esas cosas que no se olvidarían jamás.

- Quiero saber cuánto te gusta, no te preocupes que las nenas quedaron fundidas y duermen. – Dijo Tomando su pija de la base y usándola para cachetear a su mujer, haciendo un sonido a sopapeo muy guarros. Carla hasta pudo ver gotitas e hilillos de saliva volado hacia los lados.

- Para bruto, despacio, ya estás grande para que me hagas decir las barbaridades de siempre, encima me gravas ¿Para qué si te la chupo todas las noches?

- Decilo o no te doy más verga, a ver cuánto te gusta comer verga. – La amenazo frotándole el tronco sólido contra la mejilla (ignorando su pregunta).

- Sigh, ya sabes cuánto me gusta mamar tu verga, Norberto, dejá que me la coma en silencio por favor… - Y este, tomándola de los pelos la llevó a su glande y la obligó a cabecear de una manera mucho más dominante, manteniéndola con firmeza y a la velocidad que le gustaba, tan rápida como profunda, provocándole arcadas que eran respondidas con nuevos empellones.

- Eso es, así me gusta, eso es… uuh, uuuh, uuuuh… chupa la pija uuh sí, uuuh sí.

Carla vio a su padre con la cabeza crispada contra el respaldo redondeado del sofá, dejando brotar de su boca esos gemidos de placer que ella no entendía de todo… fue en ese momento en el que, mientras con una mano filmaba y con la otra conducía el fellatio, que Norberto abrió los ojos y vio a su hija espiando sobre él, con sus cabellos cayendo por sobre el piso superior y aun así, continuo con lo suyo sin importarle que hubiera una polizonte en su aventura.

Había sido como firmar un acuerdo a futuro, un pacto de silencio que le enseñaba una pequeña muestra del desconocido mundo del sexo a cambio de renunciar a parte de su infancia. En una época donde no estaba de moda googlear cualquier duda morbosa Carla firmó el pacto y observó, aún a sabiendas de que estaba dejando su tierna inocencia atrás, de forma temprana. Su padre, siendo cómplice de ella y su curiosidad, fue lo que más incógnitas le despertó a futuro.

Tras años de seguir la rectitud de las normas sociales y respetar lo establecido como buenas costumbres en la sociedad, Carla pudo ir construyendo a fuerza de momentos, indirectas y directas, ese recuerdo congelado en su mente plasmado en la realidad y teniéndola como protagonista entre las piernas de su padre.

- De esto no hay vuelta atrás, amor ¿Estás segura? – Preguntó haciendo su última colaboración al mundo como padre recto y normal mientras acariciaba el cabello corto de su hija.

Carlita lo miró a los ojos, luego al bulto prominente frente a ella y de a poco, con los pulgares bajo el bóxer, lo fue bajando… su ingle estaba rasurada como toda pija ocupada, como toda pija solicitada de danddy, hasta que, como en los videos, quedó liberada y se irguió como por acción de un poderoso resorte bamboleándose como una catapulta.

- Siempre fuiste una nena curiosa. – Afirmó su padre viéndola admirar el falo que la procreó.

De usarse modelos de pene en los libros de biología o de medicina bien el de su papi podría ser uno de ellos de no ser porque era de masiado grande. En esos libros se solía apelar a la mínima expresión de las formas y un manubrio tan grande y grueso, por más que era hermoso, podía rayar lo obsceno.

Carla lo miro desde la pulcra base hasta el glande en lo alto y parecía no terminar nunca de recorrerlo con la mirada. En los crueles veranos bonaerenses podía refugiarse a la sombra de ese tronco. Si sus cálculos no le fallaban, andaba entre los 19 y 22 centímetros fácil.

- Ni que fuera la primera vez que la ves. – Le dijo recordando el mismo momento que ella, observando maravillado como su hija parecía hasta contarle los poros de la pija.

- Es la primera vez que la veo tan de cerquita… la tenés muy grande y gorda papi, ya veo porque mi Zeus dejó tanta descendencia.

Norberto se sonrió, ni siquiera él, que había vivido tantas cosas podía creer lo que estaba por ocurrir.

- ¿Sabes cuál es la diferencia entre mamá y yo? Yo nunca voy a dejar de decir cuánto amo mamar tu verga.

Legitimando sus palabras, Carla se armó de valor y acercando sus labios y nariz a la verga de la cual brotó un lejano día, la olió, la besó y dejando escurrir un chorro de saliva en su glande, se lo introdujo en la boca para pasarle la lengua por toda la base del hongo.

Por unos segundos padre e hija conectaron sus miradas, mientras estaban conectados de una pija a una boca. Carlita esparció su cálida saliva por todo el glande hasta que chorreó y una vez que lo sintió lubricado, comenzó a cabecear. Ahora entendía porque su madre había dicho que se la mamaba a diario, una verga así era un platillo imposible de ignorar bajo ninguna circunstancia y se sentía pletórica de por fin llevársela a la boca. Tantas respuestas se respondieron con un simple movimiento de cabeza.

- Ahhh, fiuuuu por fin, por fin puedo mamar tu vergota, papi. – Le dijo tras liberarla con lentitud, dejando caer más babita burbujeante sobre el glande y pasándole la lengua para esparcirla.

- ¿Querías hacer esto desde hace mucho, mi amor?

Carlita asintió cuando comió el glande y sin dejar de verlo a los ojos, esperando su aprobación (como toda nena de papa), comenzó a bajar formando un anillo perfecto con sus labios hasta que su anatomía no dio más, hasta que la rojiza cabeza hizo tope con su garganta, más allá de su campanilla. Luchando contras las arcadas, produciendo saliva como una niña con una enorme paleta, Carla mantuvo la verga enfundada y una vez que se acostumbró a ella, comenzó a cabecear.

- Sluurp, sluuurp, sluuurp, shuuck, shuuck, sluuuch…

Las húmedas onomatopeyas que inundaron el living era difíciles de recrear, parecían un lenguaje subacuático basado en chasquidos húmedos.

- Oooh, oooh, oooh, oooh, mi amor, que bien que chupa la pija mi nena. – Dijo su papa, sentado en el sillón como un rey, pareciendo que se fundía con la cuerina del mismo, tan relajado que su espalda cada vez se curvaba más.

Carlita, tan complacida como él, siguió cabeceando al mismo ritmo, a la misma velocidad, estirando la piel del tronco con sus labios formando un anillo perfecto. Su rostro delgado al succionar se chupaba en una imagen tan erótica como inédita. Su papi nunca la había visto con una mueca semejante.

A medida que la felación iba desarrollándose, ambos se transformaban frente al otro, Carlita lucía más despeinada, con sus labios y mentón brillantes de saliva, con una mirada fogosa que parecía seguirlo aun cuando giraba el rostro o cuando llevaba la mamada a su límite, también cuando la verga invadía su boca pujando contra sus mejillas, dedicándole una expresión obscena que su padre que nunca creyó que vería: la cara de una putita golosa hambrienta de pija.

Por otro lado, él, sentado como un patriarca, comenzó a acariciar los cabellos oscuros de su hija disfrutando del obsequio prohibido más de lo que podría disfrutar jamás los equivalentes legales obsequiados por otras féminas. Había un plus en lo prohibido, en toda aquella tensión desatada construida por tantos años. Frente a sus ojos ese nudo gordiano estallaba en mil pedazos soltando todos sus demonios y dejándose llevar, tomó a su hija de los cabellos con ambas manos, como solía hacer tanto con Paula como con sus amantes, y condujo el pete al ritmo que le gustaba, fuerte, profundo y constante.

Carlita relajó cada músculo de su cuello, posó sus manos pegajosas en los muslos desnudos de su padre y dejo que este use su boca como más le pareciera, en este caso, como un fuck hole, como un agujero sexual, un simple orificio creado para placer del hombre, con la lubricación y astringencia justa. Sin dejar de mirarle a la cara, viendo como su padre mutaba fotograma a fotograma, Carlita fue buena chica y se esforzó en poner los ojos en blanco en señal de profunda entrega hacia su padre.

“Toc, toc, toc, toc, toc…” se escuchaba producto del continuo golpeteo húmedo contra la garganta de su hija mientras esta mantenía los ojos en blanco y luego los ponía bizcos casi por acto reflejo, sin saber cómo reaccionaría su padre ante eso.

- Oooh, eso es, me encantan esas caritas bobas que haces en tus directos. – Le dijo mientras seguía conduciendo el sexo oral con su mano.

Ver sus directos era una de las tantas libertades que se tomaba Norberto con ella. Era tal la devoción hacia su hija del medio, que contra todo pronóstico generacional tenía una cuenta de Twich donde siempre que podía veía su Carlita realizar directos, en donde el hombre de cultura se instruía en la jerga de los jóvenes, en los gustos de su hija, sus videojuegos favoritos, su forma de ser con sus iguales… aunque algunos términos de los pibardos aún se le escapaban lo cual era razonable.

- ¿Caritas bobas? – Preguntó Carla tras desenfundar el miembro viril de su padre, quedando este tan erecto como húmedo. – ¡Ah las ahegao face! Seguro es eso.

- Bueno, papá es grande, no conoce de esas cosas, solo sé que los chicos te la piden seguido y me acuerdo de la explicación que les diste a los que no sabían que era, como yo. – Explico su padre mientras tenía el gesto cariñoso de acariciar sus cabellos, lo cual sería casi fraternal de no ser que su hija estaba a escasos centímetros de su verga salivada y lo observaba con deseo.

- Nunca es tarde para aprender cosas nuevas, y experimentarlas también.

No era común que, entre una muchedumbre desaforada virtual, este el padre de una twichtuber. Era como una simbiosis, ella comenzaba el directo cuando sabía que su papi llegaba de trabajar para que la pudiera ver unos minutos antes de dormir y le permitía revelarle una faceta suya que nadie en su familia conocía: Una gamer putona.

A veces cosplayando, a veces mostrado sus trabajados brazos o abdominales, esa semana le había dado caña al beat´em´up River City Girls (de ahí el nombre de su cuenta “Beat’em’Carly”). Era fanática de esos juegos, y cada vez que sus luchadoras femeninas recibían un daño considerable, aprovechaba la ocasión para burlarse de sus chillidos de dolor haciendo una parodia hentai de los mismos acompañados de una ahegao face, cosa que se volvió costumbre en cada juego que un personaje femenino soltaba algún quejido de dolor. Cada canal debía de tener su impronta y ella había logrado su cometido con creces, viendo como muchos le pagaban para que hiciera esas obscenas muecas en vivo.

Coincidiendo con ella, con su índice bajo su mentón, le indicó que quería besarla. Carlita se estiró para llegar a los labios de su padre y este casi que le lamio la boca, le succionó los labios babosos, la lengua e introdujo la suya propia en la boca de su hija, retorciéndola por todo su interior. Sus lenguas se encontraron por fuera de sus bocas acariciándose entre ellas como criaturas autónomas que eran libres de la jaula de sus labios.

- Ahora podés seguir. – Le dijo relamiéndose con el gustito que le había quedado proveniente de la boca de su propia hija, esa mezcla de sabor y olor a pija con saliva amasada blancuzca.

-No tenías que decirlo, recién estamos empezando, obvio que voy a seguir con mi regalito.

Carla volvió a ubicarse y tras dejar caer un jugoso escupitajo espeso y burbujeante, que tuvo que esparcir con su mano, retomó la mamada de verga esforzándose por tragar todo el miembro con serias dificultades, hasta entrecerrar sus ojos y no poder evitar que se humedezcan… era un tronco muy longo y grueso que ni toda la lubricación del mundo iba a hacer que se deslizara por su garganta. Cada vez que lo intentaba el glande hacía tope y debido a la posición de su cabeza, no coincidían los ángulos para que lograra tragar el pene en su totalidad. Era una cuestión lógica, la garganta estaba hacia abajo y el pene, erecto a más no poder, apuntaba hacia su cerebro.

- No te sobre esfuerzos, papi igual está complacido por como lo haces, sos una buena nena. – La reconfortó acariciando su cabello, su mejilla, y sacando la verga de la boca.

- En mis fantasías la comía toda hasta que mi nariz se estrellaba en tus pelos y mi mentón en mis huevos. – Dijo mientras le lamia el glande y desde su punta a la base del tronco. – Al parecer del dicho al hecho hay mucho trecho.

- No importa amor, igual estoy muy, muy satisfecho. – Acto seguido, el hombre tomó su verga y como si fuera una palanca, puso reversa para que sus testículos ensalivados quedaran expuestos. – Ahora podés seguir acá, así descansas un poco esa garganta laboriosa. Si la exigís vas a quedar ronca y no vas a poder transmitir en directo.

Inyectándole suspenso a la situación, ella se fue acercando a los testículos de su padre con la lengua y cuando hizo contacto e la rugosa superficie, dejó soltar una risita nerviosa que la obligó a taparse la boca con la mano.

- ¿Es mucho, nena? Si te incomoda podés seguir con…

- ¡No, no es eso! Papi, es que… me pregunto de cual salí, si de izquierdo, o del derecho. – Dijo presa de una tentada de risa. – En algún momento estos huevitos fueron mi casita.

- Vos y tus ocurrencias Carlita, no te olvides de tu mamá, de mí solo salió una parte de vos, bobita.

Con una sonrisa risueña, pego su boca al saco testicular y comenzó a darle prolongadas lamidas, desde el punto más austral hasta el nacimiento del rabo delantero. Hundiendo bien su lengua entre ambos huevos, separándolos, luego volviéndolos a juntar con la lengua y besándolos metiéndose un poco de piel salada y sebosa en la boca. Todo lo que Carla hacía, lo hacía de forma muy devota.

- Parece que mi nena practicó mucho para llegar a darle semejante regalo a su papi. – Observó sin un ápice de sorpresa. - ¿Fue todo teoría o trabajo de campo?

- Bueno, sí, fui una nena mala sin dudas, es que no quería llegar a este momento sin saber nada. Era importante hacerlo bien así que me instruí bastante. – Confesó antes de meterse un testículo en la boca y succionarlo como si fuera un dulce delicioso, incluso cerró los ojos e hizo “mmm, mmm, mmm” mientras chupaba del huevo.

- Oooh, oooh, ooooh… - Gimió el hombre sintiendo su testículo siendo amasado dentro de la boca de Carlita mientras lo revolvía con la lengua, luego pasó al otro, ya pegajoso por tanta saliva que le había caído. Repitiendo le proceso en cada uno una y otra vez hasta que el hombre los juntó apretándolos de la base para formar un racimo de escroto que una entregada Carlita llevó a su boca metiéndoselos a la vez.

Ella succionó, cabeceó de nuevo, lamió, como una navaja suiza desplegó todos sus trucos y con la excelencia de la relojería de dicho país, fue llevando a su padre al tan prohibido orgasmo.

- ¿Vas a dejar que papá te llené la carita de leche? – Preguntó viéndola cabecear como una posesa.

- Donde papi quiera, yo voy a recibir su leche… - Aceptó viendo como Norberto comenzaba a masturbarse y ella le propinaba lengüetazos rápidos como de serpiente al extremo del glande, por donde brotaría un caudal de esperma. – Estoy lista, échame los hermanitos en toda la cara… es lo que queres de hace tiempo, pintarme una máscara con tu semen.

- Oooh, oooh, oooooh, aah sí, así, así, así… - Balbuceo el hombre víctima de una contracción que le alzó la cadera como si lo hubiera alcanzado una fuerte corriente eléctrica. Los postigos de carne se relajaron y abrieron fuego contra la inocencia de Carla antas veces que su rostro quedó como una criatura pantanosa, claro, que se había adentrado en aguas poco convencionales.

Cuando el padre del año abrió los ojos (los había cerrado casi de forma inconsciente) vio la cara de su hija del medio toda enlechada, con colgajos de semen de distinta consistencia recorriéndole el rostro. Como un camaleón atrapando un insecto, sacó la lengua y dejó que un disparo fuera atrapado por ella para probar el semen de su papi. Tras saborearlo y tragarlo, no podía estar más satisfecha con haber logrado que su querido papi haya llegado a un eruptivo orgasmo.

- ¿Estuve bien? ¿Te gusto mi regalo? – Preguntó mientras su papi, juntaba con su pulgar varios hilillos de seme para que los consumiera.

- Fue el mejor regalo que un padre puede recibir, el mejor sin dudas. – Admitió sin dejar de conducir los disparos de esperma a la boca de Carlita, que le chupaba los dedos cada vez que le acercaba un espeso grumo seminal. – Siempre fuiste una cochinita, me recuerda a cuando te llenabas la cara de salsa comiendo fideos… siempre fuiste mi puerquita favorita.

- Bueno… - Expresó por fin incorporándose (por estar tanto tiempo en esa posición le sonaron las rodillas) – Tengo malas noticias, estamos en el punto más lejano al siguiente día del padre, diría que hicimos un checkpoint importante del cual avanzar la próxima.

Carlita se dio vuelta y sabiendo que jugaba con fuego, sabiendo que un hombre como él podía perder el control y someterla de cada manera imaginable (y otras que ella no imaginaba) contra uno de sus muebles caros hasta que se venga abajo como en escena de tiroteo, se levantó la minifalda para mostrar su perfecto y duro culo entangado frente a él, al que meneó con descaro por varios segundos mientras su hombre se relamía.

- Fui una nena muy mala, esta colita merece unos buenos correctivos para que se me quite lo putita. – Le dijo sin dejar de enseñarle el culo a su padre. Claro que tenía una tanga apresada entre sus glúteos, pero aun así ese hilo dental poco podía hacer para ocultar semejante durazno a punto caramelo… y cuando se arqueó un poco el hombre no pudo resistirse más.

- Faltará mucho para el día del padre… - Dijo Norberto incorporándose y apoyándole la verga contra la piel desnuda de sus glúteos, y una mano sobre una de sus discretas, aunque apetecibles tetas. – También falta para mi cumpleaños, para navidad… voy a tener que echarle imaginación y buscar la manera de ganarme un segundo deseo.

Las manos del agasajado le masajeaban los limones, rozando los pezones por sobre el top con sus pulgares, sintiendo como reaccionaban aún bajo la tela… su verga tiesa deseosa de más, seguía frotando sus glúteos, buscando acomodarse… aunque podía considerarse el momento ideal para concretar el flagrante crimen, Carla tomó su minifalda y la bajó de súbito terminando con el peligroso franeleo.

- Cuando se te ocurra algo me decís, sino voy a tener que pensar algo yo. – Admitió Carla dándole un esquinazo a su erecto padre para pasar al baño… - Permiso, papi, tengo que limpiarme el semen de la cara. – Expresó con una naturalidad que sin dudas la hacía merecedora de unas buenas azotainas a la antigua.

- Pasa tranquila, corazón. – Dijo su padre viéndola caminar toda oronda hacia el baño meneando ese fruto que, en cualquier día, haría más que mirar, más que frotar.

Aunque había ocurrido una hecatombe que bien podría perturbar la existencia de cualquiera, Carlita afrontó los días siguientes con un estoicismo admirable, buscando contener a como diera lugar la exaltación que sentía por haber visto la verga de su padre, haberla probado, ordeñado y hasta probado su salado y espeso jugo. Eran demasiadas cosas para esconder y ella, que tenía mucha experiencia escondiendo cosas, lo superó de forma heroica día tras día. Solo frente al espejo en el lujoso baño de su padre, Carlita dejó brotar un grito silencioso, mudo, cargado de descargo y euforia producto de por fin haberse animado a aquello que tanto había deseado.

Así como el agua corría con los residuos seminales de su rostro en la pileta, también se vertía por el drenaje la vieja Carla, la boba, la cobarde.

Más allá de alguna mirada de sospecha de su hermana mayor desde su visita casi furtiva (y prolongada), la indiferencia total que tenía ante ella la menor (metida en su mundo de popularidad y divismo propio de su edad), Carla retomó sus quehaceres normales y solo tuvo contacto con su padre en los sucesivos directos de Twich, en donde ya gozaba de una reluciente secuela del “River City Girls” al que le sacaba el jugo por varias horas. Había completado los 29 logros de la primera parte en vivo y en directo ante la atenta mirada de su seguidor número 1: “Boomer81Norby”

En un día que pensó que sería normal, Carla volvió a su gimnasio de siempre, El Centurión, pensando en la rutina de ese día, en la lista de música que tenía preparada en spotify y en comprar algo de suplementos con lo ganado en sus directos. Ese lugar tan urbano y activo aún en medianoche la transportaba a su propio mundo interior donde no había preocupaciones, solo proyecciones de sí misma a futuro mientras, además hacía algo de bien por sus “inusuales” formas.

Aunque contaba con un instructor nocturno de lujo (un mulato precioso de ojos claros que andaba en bermudas y musculosa aún en temperaturas bajo cero), no necesitaba de su seguimiento, por eso se sorprendió al ver llegar al fornido instructor a su banco de pecho poco antes de que arrancara, justo cuando terminaba de ponerse los guantes y los auriculares.

- ¿Carla? ¿Te puedo molestar antes de que arranques? – Le pidió con excesiva amabilidad Tony. El “gymbro” perfecto, educado, laborioso, discreto y respetuoso con el que era un placer entrenar. Todavía no sabía si era cubano, venezolano o una mezcla latinoamericana perfecta con el ingrediente exquisito de los modales ingleses. Un descanso merecido a la chabacanería y la vulgaridad con la que Carla se codeaba día a día. – Tenemos un recién llegado y quisiera que usara este banco porque es el que está más cerca de mi escritorio. Quiero echarle un ojo para que lo podamos ayudar. – Dijo flexionando un brazo hasta inflar un bíceps como a un globo.

- ¡Seguro, Raúl! Me muevo a los bancos del fondo, no te preocupes. - Claro que desde esas máquinas no se veían los encantos nocturnos de la ciudad y a los transeúntes pasar, no obstante Carla ya tenía una playslist fresca con la cual viajar a otras realidades… o eso pensó. En su ingenuidad pensó que sería un día de entrenamiento como cualquier otro.

- Hola, disculpa, ya estabas lista para empezar. – Dijo con cierta culpa el recién llegado, el que terminaría usando ese banco de pecho. Un hombre que hacía años que no hacía ninguna actividad física y parecía el típico padre que, aterrorizado por la vejez, quería rescatarse a último momento.

- No hay problema, Norberto, aquí somos todos camaradas, Carla es una de nuestras hermanas más fieles, no se hace drama por moverse.

- No, ningún drama. – Admitió con una incontenible sonrisa viendo a su padre en donde nunca pensó que lo vería. – Bienvenido a una nueva vida, Norberto, algo me dice que este gimnasio te va a encantar y nos vamos a llevar muy bien.


Continuará…


fitness

Capítulo anterior:

Capítulo 1: http://www.poringa.net/posts/relatos/5100901/El-deseo-de-papi.html

3 comentarios - El deseo de papi. Capítulo 2

machosoy +2
Y el only de mi hermana? 🤔
El_Cochinoco +2
Pasaron muchas cosas y no lo tengo empezado pero no es una historia cancelada, el último capitulo va a salir en algun momento
PistohlS +2
bastante bueno, seguiras con hermana otaku?
El_Cochinoco +1
Si a full, esta empezado y muy avanzado
PistohlS +1
@El_Cochinoco perfecto, gracias
Jungkook77
me alegra que te hayan devuelto la cuenta, en cuanto a este capítulo me gusta q carlita vaya por todo y le chupe un huevo lo q piense su hermana sobre su papá... ya quiero ver si pasa algo entre ellos en el gym q por cierto me encanta el lugar q elegiste