Nieta Borracha Relato de Un Abuelo con Suerte

nieta borracha!

Pase toda mi Vida esperando la jubilación sin tener en cuenta que tus días se convertirán en un completo aburrimiento. Tras cuarenta años conduciendo autobuses, llegó el fin de mi vida laboral. Al principio todo iba bien, podía dormir lo que quisiera y hacer lo que me diera la gana. Pero tanto tiempo libre me recordaba a menudo lo solo que me sentía desde que murió mi mujer.

Me quedé viudo a los cincuenta años. Una larga enfermedad se llevó a mi esposa y me quedé solo. No conseguí rehacer mi vida, aunque mi hijo intentó que saliera y conociera a mujeres de mi edad. Ninguna se podía comparar con mi Esperanza.

Lo único que me llevó a plantearme en alguna ocasión el conocer a otras señoras era el deseo sexual que todavía seguía sintiendo. Pensé en recurrir a la prostitución, pero me imaginaba lo que mi mujer pensaría y lo acababa descartando. Pero al final decidí recuperar una vieja costumbre de la adolescencia, la masturbación. No llenaba el vacío que sentía, pero me servía para aliviarme de vez en cuando.

La única alegría que me quedaba era mi nieta Julia. No es que fuera muy cariñosa o atenta conmigo, pero al menos me visitaba a menudo, aunque fuera por interés. La mayoría de fines de semana, después de salir de fiesta, venía a mi casa a dormir, porque le pillaba cerca de su discoteca favorita y solía salir de allí en bastante mal estado.

Los domingos por la mañana solía llegar borracha y a duras penas conseguía llegar a la habitación que tenía para ella. Yo no aprobaba ese estilo de vida, pero ya era mayor de edad y si sus padres se lo permitían, yo no podía meterme. Además, era mejor eso que hacer que volviera hasta su casa en ese estado y que al final algún desaprensivo la acabara violando.

Cuando quería pedirme algo, principalmente dinero, solía cenar conmigo antes de salir de fiesta. Entonces sí que era dulce y cariñosa, toda una zalamera. Sabía que me acababa sacando todo lo que quería, no podía negarle nada a mi única nieta. Era una joven muy guapa, había heredado la belleza y las curvas de mi nuera. Debía tener a muchos chicos detrás y temía que acabará eligiendo al menos apropiado, uno que solo la quisiera por su cuerpo.

Un sábado por la mañana recibí una llamada suya. Me daba igual lo que quisiera, con saber que iba a recibir su visita, ya me llenaba de alegría. Contesté esperando a que no me saliera demasiado cara en esa ocasión.

- ¡Abuelito!

Julia, cariño, ¿cómo estás?

- Muy bien. ¿Puedo ir a cenar esta noche contigo?

- Claro que sí. ¿Quieres que compre pizza?

- ¡Vale! Nos vemos en unas horas.

- Aquí te espero. Un beso.

Por teléfono nunca me decía lo que quería, pero siempre era algo. Normalmente, necesitaba dinero para ese misma noche, para ponerse ciega a alcohol. En otras ocasiones, me pedía para ropa. Nunca eran grandes cantidades, así que siempre se lo daba. Tenía dinero de sobra y prefería dárselo a ella antes de que lo heredara mi hijo, que me visitaba mucho menos que mi nieta.

Sobre las nueve de la noche llegó Julia. Llevaba una bolsa con la ropa. Eran unos días muy fríos y no podía venir desde su casa con un mini vestido como los que solía llevar a la discoteca. Me ayudó a preparar la cena y a poner la mesa, parecía estar de muy buen humor. Nos comimos las pizzas mientras me explicaba cómo le estaban yendo los primeros meses en la universidad.

- Estoy muy orgulloso de ti, Julia. Tu padre nunca quiso estudiar.

- Por eso ahora tiene un trabajo de mierda y nunca puede darme dinero.

- No digas eso, tus padres se esfuerzan mucho para que no te falte de nada.


Pero necesito más que comida y un techo. Soy joven, quiero divertirme.

- ¿Necesitas dinero para esta noche?

- No, para eso tengo.

- ¿Entonces?

- Es que me gustaría ir a esquiar con mis amigas.

- ¿Cuánto dinero necesitas?
Cuando me dijo la cifra, casi me caigo de la silla. Le dije que no podía darle tanto dinero, que solo podría ser una parte, como regalo de Navidad. Me lo podía permitir sobradamente, pero pensé que sería un error enviarle ese mensaje, que podía sacar de mí todo lo que quisiera. Esquiar era un capricho, para ese tipo de cosas debería buscarse un trabajo que pudiera compaginar con los estudios.

- Te puedo dar la mitad, pero más no.

- Abuelo, mi padre dice que tienes mucho dinero.

- Pero lo he ganado honradamente, trabando. Haz tú lo mismo.

- Sí, claro. Con la mitad no hago nada, quédatelo.

- No te enfades, Julia.

- No, tranquilo. ¿Puede venir una amiga mía un rato?

- ¿A mi casa?


- Sí, claro. Queremos beber un poco para llegar a la disco con el puntito.

- Está bien, mejor aquí que en la calle con el frío que hace.

Sobre las diez y media de la noche apareció la amiga, una joven llamada Lali. Esta sí que iba con un vestido aún más corto de los que solía llevar mi nieta. Llevaba en el bolso una botella de ginebra y otra de refresco de cola. Era una muchacha muy atractiva y su escasa ropa dejaba bien poco a la imaginación. Llevaba sus grandes pechos casi a la altura del cuello y el redondo trasero luchaba por no salirse de la escasa tela que lo cubría.

Las dos se fueron a su habitación a beber. Yo me quedé en el sofá viendo la televisión. Desde ahí podía escuchar la risa de las jóvenes. Aproximadamente una hora después, mi nieta salió para ir al cuarto de baño a darse una ducha y maquillarse. Lali se acercó al salón y se sentó a mi lado.

- Así que te llamas Lali, ¿no?

- Sí, señor.

- Supongo que viene de Eulalia.

- Eso es, pero nadie me llama así. Espero que usted tampoco.

- Trato hecho, siempre que tú me tutees. Me puedes llamarme Román.

- Así lo haré. Tenía muchas ganas de conocerte.

- ¿Y eso?

- Julia habla siempre muy bien de ti, de lo generoso que eres con ella.

- Bueno, es mi única nieta.

- Entonces, ¿no serías generoso conmigo?

- ¿Qué quieres decir?

- Que si no me darías a mí algo de dinero a cambio de lo que quieras...

- No quiero nada a cambio.

- Puedo enseñarte las tetas.

- Muchacha, no digas eso, eres todavía una niña.

- Dejaré que me las toques.

La joven iba en serio. Ante mi negativa, ella iba elevando cada vez más el ofrecimiento. Después de decir que le podía chupar las tetas, comenzó a tocárselas ella misma y se bajó los tirantes para que se las pudiera ver. Eran los senos más bonitos que había visto nunca. Estaba a punto de caer en la tentación, mientras ella se iba abriendo de piernas y diciendo que me dejaría meterle un dedo en la vagina.

Cuando ya había tomado la decisión de darle todo lo que me pidiera a cambio de que se dejara meter mano y después me la chupara, salió mi nieta del lavabo. Le di corriendo un billete a Lali con la esperanza de que no se le ocurriera abrir la boca. No había llegado a hacer nada, pero era mejor tenerla contenta, quizás en otra ocasión pudiera suceder.

Pero yo estaba cachondo esa misma noche. Cuando las chicas se fueron, me quedé dando vueltas a la casa, de un lado para otro, pensando en qué podría hacer. Me había quedado tan cerca de comerme un bomboncito joven y perfecto, que hacerme una paja me parecía insignificante. Busqué páginas de contacto, en busca de prostitutas o lo que encontrara. Lali había despertado en mí un deseo que llevaba tiempo dormido.

No paraba de pensar en todo lo que le podría haber hecho. Como le hubiera manoseado las tetas para después desgustar sus pezones. Como hubiera introducido mi mano entre sus suaves muslos, buscando el calor de su chochito joven, de sus carnes prietas. Si hubiera metido el pene entre sus labios gruesos, para recibir las atenciones de su lengua juguetona, sin duda, hubiera vuelto a eyacular dentro de una hembra, una exquisita.
Intenté dormir pero me resultó imposible. A mi edad, las erecciones no eran tan frecuentes, pero aquella estaba siendo imposible de bajar. Notaba como me latía el miembro, como en sus mejores tiempos. Me puse a leer, para distraerme, pero no podía dejar de lamentarme por la ocasión perdida. Necesitaba saber cómo era el gusto de los jugos vaginales de la amiga de mi nieta, cómo sería sentir que recorren mi boca y mi garganta.

Era casi de día cuando empezó a vencerme el sueño. Estaba teniendo pesadillas, o no, según como se mire. Soñaba que Julia me pillaba dando por culo a su amiga y ella, muerta de celos, se unía a nosotros. Sabía que no estaba sucediendo de verdad, pero me sentía fatal por lo que le estaba haciendo a mi propia nieta, que suplicaba que la penetrara analmente también a ella. Cuando estaba a punto de hacerlo, un fuerte ruido me despertó.

Me levanté sobresaltado de la cama y me dirigí al salón. Julia estaba allí. Había dado un portazo y buscaba su habitación, aunque a duras penas se mantenía de pie. La intenté sujetar para que no se cayera, pero no dejó que me acercara a ella. Estaba pálida, despeinada y casi no se entendía lo que decía. Se dejó caer sobre el sofá.

- Déjame que te acompañe.

- No me toques, viejo asqueroso.

- ¿Por qué dices eso?

- A Lali sí le has dado dinero a cambio de cosas sucias.

- Eso no es verdad.

- Sí que lo es. A tu nieta no le das ni para hacer un viaje.

- Es que ella...

- Te la ha chupado, ¿es eso?

- No, no es eso.

- Quieres que te la chupe yo, tu propia nieta!
Cariño, estás borracha, no sabes lo que dices.

- Te la puedo chupar, no hay problema. Es para lo que me quieren todos.

Al dejarse caer sobre el sofá se le había salido una teta y había quedado abierta de piernas, no llevaba ropa interior. Ver su sexo joven y depilado me devolvió la erección de inmediato. Estaba completamente borracha, no iba a recordar nada de lo que le hiciera. Además, ella misma se estaba ofreciendo a hacerme una mamada, a cambio de dinero.

Luchaba por quitarme esa idea de la cabeza, cuando mi nieta se incorporó y me bajó el pantalón de pijama. Sentada en el sofá, tenía mi polla justo apuntando a su cara. Se la metió en la boca sin vacilar y comenzó lo que sería una felación torpe pero más que efectiva.

La baba abundante de Julia lubricaba a la perfección mi tranca empalmada, que entraba y salía de su boca al ritmo descompasado que marcaba su cuello. Aunque hubiera querido evitarlo, no pude hacer más que sujetarme a su nuca y dejar que me diera placer. Llevaba quince años sin mantener ningún tipo de relación sexual y en ese momento ya me daba igual que fuera mi nieta, solo quería gozar.

Mientras seguía mamando, parecía que se quedaba dormida, pero su cabeza seguía la faena de forma automática, no era la primera que hacía, eso estaba claro. Le agarré la teta que se le había salido y tiré de su pezón, que era un juguete entre mis dedos. Ojalá no recordara nada de eso al despertar, aunque yo no podría olvidarlo nunca.

Después de un buen rato chupándomela, ya estaba a punto de correrme. Hacerlo en la boca me parecía demasiado, no lo hubiera recibido bien en su estado, así que se la saqué, pero no con tiempo suficiente y me corrí en su cara. Varios chorros impactaron en sus ojos, labios y nariz. Con el rostro lleno de semen, se dejó dejó caer hacia atrás y se durmió de inmediato. Yo me fui a mi cama, por fin aliviado, a intentar dormir un rato.

Unas horas después, Julia apareció en mi habitación. Estaba bastante recuperada, aunque con claros signos de lo que había sido la noche, incluidos los restos de mi leche. Se había vuelto a poner la ropa con la que vino y parecía dispuesta a volver a su casa.

- ¿Ya te vas, cariño?

- Sí, pero quiero que me des la mitad del dinero, como me dijiste.

- Está bien. Con esto estarás más cerca de poder hacer ese viaje.

- La semana que viene vendré a ganarme el resto...
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