Departamento de soltero. Tercer año. Capítulo 6

Departamento de soltero. Tercer año. Capítulo 6

No leíste la primera parte o la segunda de "Departamento de soltero"? En total son 20 capítulos super calientes y te van a encantar! Acá te dejo el link para que entres y te deleites:
PRIMER AÑO. CAPITULO 1
SEGUNDO AÑO. CAPITULO 1

La historia de Lautaro sigue avanzando y enredándose, entre encuentros con amigas, vecinas y amantes que se ponen cada vez más calientes a medida que él descubre nuevos horizontes de placer. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

CAPITULO 1

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Capítulo 6: El casamiento
   Me crucé a las dos hermanitas a los pocos días en el ascensor. Ambas se subieron cuando estábamos bajando a la planta baja y me saludaron con una sonrisa en los labios. Miré a Florencia Primero y esta dirigía su mirada hacia la puerta, seguramente deseando que esta se abriera cuanto antes para salir de esa situación tensa. Luego giré mi cabeza y observé a María Paula, quien me miraba fijo a los ojos y con una hermosa sonrisa en sus labios. Me tenté de decirle algo, lo hubiese hecho si su hermana no hubiera estado presente, pero simplemente me digné a devolverle la sonrisa y a guiñarle el ojo como ella lo había hecho la otra noche. No lo sabía en ese momento, pero se había generado una complicidad entre los dos que poco a poco iba a cambiar la relación por completo.
   Con Victoria, mi otra vecina, dejé de cruzarme por completo. Nuestra relación era peor que cuando nos habíamos distanciado dado mi romance con Sofía, pues ahora ninguno de los dos estaba dispuesto a hablarle al otro. Recién a principios de Julio volvimos a cruzarnos, pero por suerte fue unos solos segundos. Yo llegaba al departamento con unas bolsas de supermercado y ella salía con una amiga. Su amiga me saludó con un simple “hola” y Victoria apenas agitó la cabeza a pesar de que yo la miré a los ojos y le devolví el saludo que me había hecho la otra chica. La puerta se cerró y yo entré a mi departamento pensando en lo inmadura que había resultado ser Victoria.
   Con quien la relación seguía avanzando de una manera increíble era con Juliana, mi compañera de trabajo. Ella y yo nos habíamos vuelto muy amigos y hablábamos todo el tiempo durante el horario laboral y a veces seguíamos por WhatsApp cuando nos íbamos de la oficina. Ella vivía mencionando a su novio y de hecho me lo presentó una vez que este fue a buscarla a la salida del trabajo, seguramente para controlarla o vigilarla. Pero lo que más nos divertía era hablar de mis romances y relaciones enredadas, ya que Juliana amaba analizar cada una de mis relaciones y sacar conclusiones profundas. “Yo creo que vos estuviste enamorado de la chica policía… ¿Sofía verdad?” me aseguró un día después de contarle algunas cosas más allá de lo sexual. Había decidido evitar mencionarle a María Paula y la tensión que se daba cada vez que nos cruzábamos, quería conservar algo de dignidad frente a ella.
   Con quienes no tuve tanta suerte fue con mi grupo de amigos más cercanos. Una noche Javier me escribió para preguntarme cómo iba a ir a lo de Franco y si quería que me pase a buscar. Automáticamente le respondí que no tenía idea de que estaba hablando y sin querer, Javier me terminó confesando que Franco y Julia habían organizado una reunión entre todos los chicos del grupo y sus parejas y no me habían invitado. Lo primero que hice fue llamarlo a Franco que se excusó primero en que se había olvidado y después me aclaró que en realidad no lo había hecho para que yo no me sintiera mal. Lucas iba a ir con Anastasia, Facundo con Andrea y Javier con Magalí, por lo que al ser yo el único sin pareja, decidió que lo mejor era no invitarme. Terminé mandándolo a la mierda y cortándole el teléfono para no atender sus llamados posteriores. Al día siguiente me pidió disculpas y reconoció que se había equivocado, pero yo estaba tan molesto que no quería hablar con él. Me propuso juntarnos a tomar una cerveza para esa noche, pero yo tenía la excusa perfecta para rechazar esa invitación la cual tampoco aceptar.
   Esa noche nos juntamos con Facundo y varios amigos de Luciano para realizar su despedida de soltero. Lamentablemente el novio había puesto muchas condiciones y lo que de entrada se había pensado como algo alocado, con boliche y posible visita a un prostíbulo, terminó siendo una cena entre amigos con mucho alcohol. Allí me enteré que uno de los amigos de Luciano había estado hacía poco con Lucía. Al parecer Estefanía había intentado actuar de Cupido y los presentó pensando que eran el uno para el otro, pero solo tuvieron un encuentro y fue netamente sexual. “No sabes cómo chupa la pija tu amiga. ¡Y ni te cuento como grita!” le dijo riéndose y tanto Facundo como yo nos miramos pensando en lo idiota que era por hablar así de nuestra amiga.
   La noche del casamiento volvimos a encontrarnos con Facu para ir juntos al mismo. Primero fuimos a la iglesia donde nos encontramos con Macarena y su novio Gastón, con Juan Pablo que estaba acompañado por Dante y con Lucía que cautivó nuestras miradas luciendo un vestido muy escotado que dejaba ver sus divinas tetas redondas y que a su vez tenía un tajo sobre la pierna derecha. “A ver si esta noche tengo suerte” nos dijo bromeando y mirando alrededor para ver a los amigos del novio. Andrea, la novia de Facundo, llegó minutos más tarde y no parecía estar nada feliz de estar presente en ese lugar. Se notaba que se sentía incómoda y que no estaba a gusto con presentarse en público y de manera tan formal como la novia de alguien.
   Luego de la ceremonia nos trasladamos al salón, en donde la cosa se puso más descontracturada. Los 8 teníamos una mesa para nosotros solos, lo que nos permitió bromear y conversar sin problema. Allí Lucía siguió haciendo chistes sobre sus ganas de encontrar alguien esa noche y aumentó la apuesta cuando aclaró que solo quería tener sexo y que no estaba buscando novio. Macarena se reía de ello y actuaba como que estaba tranquila en esa situación, pero yo me daba cuenta que no paraba de tocar a su novio y de besarlo en cada oportunidad que tenía. Siempre que lo hacía, me miraba a mí para corroborar si yo había visto ese beso o esa caricia. Quería darme celoso, pero no iba a lograrlo.
   El baile empezó y la noche fue avanzando. Cerca de las dos de la mañana las luces se apagaron y la pista de baile se convirtió en el lugar principal del salón. Yendo hacia la barra para buscar un trago me crucé a una de las hermanas de Estefanía, Cintia, que tenía dos años menos que ella y me quedé hablando. Me comentó que se había postulado para entrar a trabajar en la misma empresa en la que yo estaba y nos quedamos conversando un rato. La chica tenía un vestido color rosa bastante cortito y muy pegado al cuerpo que le marcaba la cintura y resaltaba su colita preciosa. Decidimos ir un rato a la pista a bailar un poco con los novios y después nos alejamos de nuevo para continuar hablando sobre diversas cosas. Nos sentamos en la mesa, ella apoyó su mano sobre la mía y de golpe supe que la noche iba a terminar diferente a lo que tenía planeado.
   Pero en cuestión de segundos todo cambió. Macarena apareció de golpe y me dijo que necesitaba ayuda, pues Lucía estaba completamente en pedo y no sabía qué hacer. Dejando a Cintia de lado y diciéndole que en minutos volvía a hablar con ella, me levanté y seguí a mi amiga que me guió hasta el baño de mujeres. Entré y me encontré a Lucía tirada en el piso, apoyada contra una pared riéndose a carcajadas por haberse caído de manera tan bruta. La ayudé a levantarse y la saqué de allí para sentarla en una mesa algo alejada de la pista de baile. “Controlate amiga, estas en el casamiento de Estefi” le dijo Maca pero eso solo provocó una carcajada más fuerte de parte de Lucía.
   Conseguimos que Lucía se calmara un poco y que empezar a tomar agua para que se le fuera el alcohol de la sangre. Me levanté y traté de buscar a Cintia para ver donde estaba, pero la hermana de la novia había vuelto a la pista de baile y se encontraba bailando con su familia, por lo que había perdido mi oportunidad. Ya habían pasado las cuatro de la mañana y el casamiento estaba llegando a su fin por lo que decidí volverme a mi casa. “¿Podrás llevarla a Lucía?” me preguntó Macarena al ver que su amiga seguía muy borracha y no podía mantenerse en pie. Acepté el pedido y Juan Pablo y Dante me pidieron que los llevara a ellos también. Saludamos a la pareja recién casada, salimos del salón y nos subimos al auto.
   Juan Pablo y Dante iban a la casa de este último bien cerca del salón, por lo que después de dejarlos a ellos empecé a manejar hacia la casa de Lucía. De golpe mi amiga empezó a hablarme de lo mal que le estaba yendo en la vida y que para colmo sus amigas estaban de novias o se estaban casando. “Y yo solo conseguí acostarme con un pelotudo que hoy lo vi en la fiesta y me ignoró por completo” me dijo y yo supe que se refería al amigo de Luciano. “¡Quiero coger! ¡Nada más! ¿Tan difícil es?” continuó hablando mientras yo frenaba en un semáforo. Entonces giró la cabeza me miró a mí y se me tiró encima, pero yo logré esquivarla y la acomodé de nuevo en su asiento.
   - ¡Vos cogés bien! ¡Maca me lo dijo! ¿No querés que vayamos a coger? ¡Una noche y listo!- Dijo y yo empecé a reírme.
   - Lu… Estás totalmente en pedo.- Le respondí pero ella levantó su mano y empezó a desabrocharme la camisa mientras yo seugía manejando.
   - ¡No! ¡Ya se me fue el pedo!- Me dijo mirándome fijo.- ¡Dale! ¡Vamos a coger! ¿No querés cogerme?- Me preguntó después y me soltó la camisa para empezar a manosearse por encima del vestido.
   Tuve que frenar de golpe para no chocar pues había dejado de ver el camino para dirigirle la mirada a mi amiga que no paraba de seducirme. Sus manos pasaron por encima del vestido y llegaron al escote que dejaba al descubierto gran parte de sus tetas redonditas y se las acarició suavemente. “¡Dale! ¡Una noche y nada más! Queda entre nosotros” me insistió volviendo a tocarme el brazo y luego el pecho. Estaba como loca y yo debatía en mi cabeza si debía hacerlo o no. Hacía dos años había tenido una discusión muy fuerte con Macarena por haberme acostado con otra chica mientras salía con ella. Pero ahora Macarena estaba de novia y lo nuestro había quedado en el pasado. Lucía insistía y a pesar de que se notaba que estaba algo borracha, era evidente que quería hacerlo.
   - ¿Estas segura?- Le pregunté para corroborar de nuevo.
   - ¡Muy segura!- Me dijo ella asintiendo.

   Entramos a mi departamento envueltos en una ola de besos y abrazos que habían arrancado en el ascensor y se había vuelto cada vez más calientes. Nos tiramos en el sillón, pues no había tiempo para perder en trasladarse hasta la pieza. Yo caí de espaldas y ella se lanzó sobre mi cuerpo, buscando mis labios con los suyos y desabrochando mi camisa con sus manos. Yo intenté deshacerme del vestido, pero el alcohol que había ingerido también me afectaba a pesar de ser en cantidades menores, pues no encontraba el cierre. Lucía se rio y me propuso que ella se lo sacaba mientras yo iba a buscar un preservativo. Me levanté y corrí hasta la habitación para volver con uno en mi mano y encontrarme a mi amiga parada en el balcón que daba a la calle principal.
   - Nunca cogí en un balcón.- Me dijo sonriendo y no hizo falta que dijera más nada.
   Salí para estar con ella y volvimos a besarnos de forma apasionada. Lucía se había bajado el cierre del vestido, lo que me permitió sacárselo y dejarla solamente con una tanguita divina que me volvió loco. Había visto a mi amiga en bikini en muchísimas oportunidades, pero nunca me había calentado como ahora que lucía esa pieza diminuta que se perdía entre sus nalgas. Le fui besando todo el cuerpo mientras que ella me desprendía la ropa, sintiendo la suavidad de su piel como nunca antes la había sentido. La di vuelta, hice que apoyara sus manos sobre la ventana y me arrodillé detrás de ella para besarle la cola y lamerle el culito por encima de la tanga. “¡Mmm sí!” gimió ella cuando sintió mi lengua sobre su piel.
   Le dije que se sentara en la mesa que había en el balcón y Lucía lo hizo. Abrió sus piernas para darme lugar y luego de un beso, me arrodillé delante suyo para ir directo al grano. Le corrí la tanguita a un lado y pude ver esa conchita hermosa que tenía. Le pasé la lengua tal cual lo había hecho por su cola y comencé a chupársela con ganas, moviéndola a lo loco hacia arriba y hacia abajo sin parar. Lucía apoyó su mano en la nuca de mi cabeza y a pesar de que no hizo fuerza, sentí la presión de darle placer para sacias sus ganas de sexo. Nuestra amiga había dejado bien en claro que hacía mucho que nadie la complacía, por lo que me esforcé por chuparle muy bien la conchita.
   La iba moviendo en todas direcciones, lamiendo sus labios a diferentes velocidades y subiendo a su clítoris para dibujar pequeños círculos sobre este. Mis dedos no tardaron en entrar en juego y empecé a colarle uno luego de dejarla toda empapada y llena de saliva. En ese momento Lucía comenzó a gemir y a regalarme unos suspiros bien profundos que me motivaban a seguir más y más. Poco me importaba los vecinos del edificio y mucho menos los del edificio de en frente que podían llegar a vernos, solo quería complacerla a ella y gozar yo. Mi dedo entraba y salía de su conchita a toda velocidad y ella gemía cada vez más fuerte, al punto que estaba seguro que podían escucharnos desde la calle a pesar de estar en el 9no piso.
   Me paré y volvimos a besarnos, haciéndole probar el gusto de su cuerpo que había quedado en mis labios. Me fui sacando la ropa hasta quedar igual de desnudo que ella y Lucía metió su mano adentro de mi bóxer para tocar mi pija, la cual estaba muy dura. “¡Mmm que durita que está!” me dijo sonriendo y volvió a comerme la boca con un beso súper mojado que me encantó. Me empezó a pajear mientras yo bajé de nuevo hasta sus tetitas y las fui chupando delicadamente, sintiendo esos pezones que se ponían bien duros. Una de mis manos permanecía entre sus piernas, jugando con mis dedos sobre su conchita empapada, haciéndomela desear más y más.
   No aguanté mucho más. Me bajé el bóxer hasta quedar totalmente desnudo, me coloqué el preservativo a las apuradas y parándome en frente de ella, la penetré hasta metérsela bien adentro. Mi amiga ahogó un grito y me abrazó clavándome sus uñas en la espalda. Empecé a moverme lentamente hacia atrás y hacia adelante, cogiéndola suave y sintiendo su cuerpo temblar con cada penetración. Lucía se tiró sutilmente hacia atrás, apoyándose sobre mis manos y sujetándose de mi cuerpo, por lo que sus tetitas quedaron de nuevo a mi voluntad y yo no pude evitar chuparlas y lamerlas todas. Alrededor nuestro, la ciudad seguía pacíficamente dormida, el frío del invierno nos golpeaba, pero nosotros estábamos tan calientes que podíamos seguir disfrutando de aquello.
   Empecé a moverme más fuerte, a darle más duro y a gozar con ganas. Lucía entonces volvió a pegar su cuerpo con el mío y me besó apasionadamente para luego comenzar a gemir frente a mi rostro. “¡Ahh! ¡Ahh! ¡Ahh!” decía una y otra vez en cada oportunidad que toda mi verga entraba en su cuerpo y la sentía bien a fondo. La sonrisa de su rostro seguía presente, su pelo despeinado me volvía loco y me encantaba como sus manos recorrían mi espalda y hasta llegaban a mi cola. Sus gemidos iban creciendo y me di cuenta que ya no estábamos solos cuando noté que una luz del edificio de la calle de en frente se prendía y una cabecita se asomaba por la ventana. Se trataba de un pibe que debía tener como mucho, 20 años y que observaba la escena fascinado. Lo miré fijo, él me miró y me pareció notar una sonrisa morbosa en su rostro.
   Pero no me importaba, pues en ese momento Lucía gimiendo como loca era lo más importante para mí. Me acerqué a su oído y sin dejar de cogérmela bien duro le pregunté si le gustaba aquello, sin estaba disfrutando de ese momento. “¡Sí!” me respondió ella de manera simple y corta entre gemidos bien agudos que hacían eco sobre la pared del balcón y se perdían en la calle. Miré de nuevo a la ventana del edificio de en frente y comprobé que mi vecino seguía observándonos y lo hacía con mucha atención. Entonces decidí darle un poco de show y llevé una de mis manos desde la espalda de mi amante hasta su pelo y lo tiré con fuerza hacia atrás, provocando que la cabeza de Lucía queda apuntando hacia el techo y que sus gemidos se intensificarán.
   - Ponete de espaldas.- Le dije nuevamente al oído a mi amiga y ella se bajó de la mesa, dejó los pies en el suelo y apoyó su pecho sobre la mesa.
   Su culito quedó en primer plano y le pegué un buen chirlo que se escuchó a lo lejos y le dejó la cola roja. Acto seguido volví a penetrarla bien a fondo y tomándola de la cintura con una mano, me la empecé a coger con todas mis fuerzas. Movía mi cuerpo hacia adelante y hacia atrás, haciendo que mi verga entrara y saliera de su conchita totalmente mojada una y otra vez. Lucía gemía, gritaba y eso me encantaba. Ya no trataba de disimular o camuflar su placer, ni se mordía los labios para que el resto de la cuadra no se enterara, ahora gemía con ganas y me lo hacía saber con muchos grititos que salían de su boca. Yo levanté la vista, volví a mirar al pendejo del edificio de en frente y me quedé fascinado al notar que su cuerpo se movía como si se estuviera tocando. Ya había vivido una situación similar con uno de mis amigos hacía un tiempo y ahora que se trataba de un desconocido, me calentaba mucho más.
   Con la mano que me quedó libre empecé a pegarle chirlos, muchos chirlos. Mi mano caía con fuerza sobre su cola una y otra vez al punto que en un momento la tenía toda roja. “¡Ay sí! ¡Ay! ¡Mmm sí!” gritaba ella de placer, disfrutando y gozando de cada sopapo que le daba sobre las nalgas. Sus gritos eran cada vez más fuertes y eso me encantaba y mis chirlos retumbaban en el balcón resonando en más de una oportunidad. Después seguí subiendo mi mano hasta llegar nuevamente a su pelo y tiré de este, provocando que Lucía levantara la cabeza y continuara gimiendo y mirando hacia afuera. “Mirá el pendejito de en frente. Miralo como se pajea mientras te escucha gritar como una puta” le dije acercándome a su oído y dirigiendo la vista hacia mi vecinito curioso. Lucí también miró hacia donde él estaba, pero nunca dejó de gemir, de hecho me pareció que aumentó el volumen de sus alaridos para que este pudiera escucharlos con mayor fuerza.
   Para ese entonces yo ya no daba más de la calentura. Me estaba cogiendo tan duro a mi amiga que sentía un placer recorrer todo mi cuerpo. A pesar del frio azotador de una mañana de Julio, yo sentía un calor interno que se apoderaba de mí y me llevaba a moverme bien rápido, golpeando con furia el cuerpo de Lucía que permanecía sobre la mesa. Una de mis manos se clavaba en su cintura, la otra la recogía del pelo con firmeza. Mi verga entraba y salía de su cuerpo una y otra vez a toda velocidad, sintiendo como su conchita se mojaba más con cada golpe que daba. El pendejo de en frente nos seguía viendo mientras se tocaba de forma acelerada sin disimulo. Lucía lo miraba excitada y gimiendo para él, dándo el show de su vida.
   - ¡Ay sí! ¡No pares! ¡Síiiii!- Gritó ella a viva voz y yo me la cogí aún más duro hasta que sentí como acabó con fuerza.
   - ¡Vení pendeja! ¡Terminemos el espectáculo como corresponde!- Le dije tirándola del pelo para que se arrodillara en frente mío.
   Lucía obedeció y con la mano que tenía libre me saqué el preservativo y lo lancé por la ventana para que cayera al piso. “¡Chupámela! ¡Dale!” le ordené a mi amiga y ella automáticamente la sujetó con la mano y se la metió en la boca para comérsela entera. Levanté la vista y seguía viendo al pendejo de en frente que miraba con la boca entreabierta al mismo tiempo que ella me la chupaba como loca. “¡Pajeame bien fuerte! ¡Dale que te lleno de leche!” volví a ordenarle a mi amante y ella comenzó a mover su mano hacia adelante y hacia atrás a toda velocidad. “¡Dale putita! ¡Dale que acabo!” le grité con fuerza pensando que así mi vecino iba a poder escuchar mis palabras.
   Acabé de golpe, quebrando mis rodillas, cerrando los ojos y rindiéndome ante la mano de mi amiga. Lucía recibió dos grandes lechazos sobre su rostro y el resto le cayó en el pecho, manchándole las tetitas y los pezones bien duros de blanco. Continuó pajeándome hasta que no me quedó ni una gota y luego me limpió la cabecita con la cabeza, quedándose ella con todo el semen en su cuerpo. Me miró desde abajo, sonrió, se levantó, le exhibió su cuerpo a nuestro espectador que se siguió pajeando sin ningún disimulo y después entró al departamento para ir al baño a limpiarse. Yo me quedé unos segundos en el balcón y cuando una ola de frio me golpeó en el cuerpo, entré y me despedí de mi vecino levantando la mano y haciéndole fuck you.
   Lucía se sacó el semen de su cuerpo, se cambió y luego me aclaró que lo nuestro iba a quedar ahí y no iba a volver a repetirse. Acepté esa idea a pesar de que la noche me había gustado muchísimo y el deseo de volver a coger con ella existía en mí. Sin embargo era lo mejor para mantener nuestra relación y no generar ningún tipo de problemas entre ella y Macarena. La llevé hasta su casa, nos despedimos con un beso en la mejilla y con una sonrisa de placer en el rostro y volví a mi casa. Ni bien entré al departamento, salí al balcón para comprobar que mi vecino no seguía ahí, pero ver la cortina entreabierta me generó un morbo hermoso que me sacó una sonrisa. Miré hacia abajo y el preservativo colgaba de la baranda del balcón del sexto piso.


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