Departamento de soltero. Tercer año. Capítulo 5

Departamento de soltero. Tercer año. Capítulo 5

No leíste la primera parte o la segunda de "Departamento de soltero"? En total son 20 capítulos super calientes y te van a encantar! Acá te dejo el link para que entres y te deleites:
PRIMER AÑO. CAPITULO 1
SEGUNDO AÑO. CAPITULO 1

La historia de Lautaro sigue avanzando y enredándose, entre encuentros con amigas, vecinas y amantes que se ponen cada vez más calientes a medida que él descubre nuevos horizontes de placer. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

CAPITULO 1

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Capítulo 5: Entre el deseo y la realidad
   - ¿Te gusta, pendeja puta? ¡¿Te gusta cómo te estoy cogiendo?!- Le pregunté a Florencia mientras le daba bien duro y la miraba a los ojos.
   La noche venía muy caliente y ese era nuestra segunda ronda, después de una primera muy cargada y placentera. María Paula, la hermana, había invitado algunas amigas de la facultad a su casa y ella decidió darle algo de privacidad y venir a coger conmigo. Al parecer tenía para rato, por lo que decidimos aprovechar y pasar un rato muy caliente, lleno de sexo y orgasmos. Habíamos empezado con algo fuerte, yendo directo al grano y cogiendo como locos, pero para esa segunda oportunidad habíamos aprovechado y organizado una buena previa, con muchos besos, caricias provocadoras y sexo oral de sobra. Ahora cogíamos como bestias, ella acostada boca arriba y yo atrapado entre sus piernas y sus brazos que no me dejaban salir.
   Me incliné hacia abajo y le mordí el labio para después volver a inclinarme y ver esa expresión de satisfacción que hacía cada vez que mi pija entraba bien a fondo de su conchita. Sus tetas subían y bajaban por su pecho con cada golpe que daba y me hipnotizaban con su bamboleo. Florencia me agarraba con fuerza, clavaba sus uñas en mi espalda y me miraba fijo a los ojos, pidiéndome más sin decir una sola palabra. Yo le daba bien dura, me la cogía como loco y ella acabó por segunda vez en ese round, regalándome un gritito bien agudo y que duró unos pocos segundos. “¡Sí putita! ¡Acabame toda la pija!” le dije clavándosela aún más con movimientos cortos pero veloces.
   - ¡Vení pendeja! Te voy a llenar las tetas de leche.- Le advertí cuando me di cuenta que ya no podía aguantar mucho más.
   Me paré al lado de la cama y ella se arrodilló en frente mío y con sus manos unió sus lolas para que estas quedaran bien juntitas y levantas. “¡Así putita! ¡Muy bien!” la felicité al ver como las movía tentándome a que se las acabara. Me empecé a pajear con ganas apuntando a estas, deseoso de poder acabarlas y cubrirlas con mi leche blanca y espesa. Segundos más tarde, Florencia recibía una descarga igual de potente que la anterior, aunque un poco más liviana, sobre sus hermosas gomas. “¡Sí pendeja! ¡Tomá toda la leche!” le dije y ella sonrió y comenzó a esparcirse el semen por todo el pecho con sus manos.
   Después de eso nos fuimos a bañar nuevamente y nos acostamos en la cama para relajarnos un poco. Ahí aproveché para preguntarle cuándo tenía que volver a su departamento y me dijo que probablemente se quedara a pasar la noche conmigo, si es que a mi no me molestaba. “No pienso dormir si te tengo al lado” le dije riéndome y ella rio también. Acto seguido me aclaró que su hermana creía que estaba en la casa de una amiga y que al parecer no podía enterarse que estaba viéndose conmigo. “Es que en realidad tengo algo con un chico del pueblo y ella piensa que es serio” me dijo y me aclaró que su hermana pensaba que yo era un simple vecino con el que se llevaba bien. Me dio risa la idea de que María Paula no se diera cuenta que en realidad pasaba algo más conmigo, pero otra idea pasó por mi cabeza en ese momento.

   Lucas volvió de su viaje por el norte y Latinoamérica y decidimos juntarnos a darle una especie de bienvenida. Javier, Franco y Facundo se sumaron al encuentro y allí nuestro amigo nos contó varias cosas que había hecho a lo largo de esos meses y como mejoró su relación con Anastasia, a quien seguía llamando “mi pareja”. Aprovechó para confesarnos que estaban pensando realizar un viaje mucho más largo por otros lugares del mundo y vivir de trabajos que iban consiguiendo por allí, lo que generó un vacío en nosotros porque eso significaba que podíamos dejar de estar en contacto con un amigo. “Todavía no es nada fijo igual” nos aclaró al ver el silencio que se formó entre nosotros luego de esa noticia. Sin embargo, todos sabíamos que era uno de los sueños de nuestro amigo e íbamos a apoyarlo en esa decisión.
   A finales de Mayo, para el cumpleaños de Victoria, traté de volver a entablar relación con mi vecina. Estaba decidido a hablar nuevamente con ella y hasta me había resignado a pedirle disculpas por lo sucedido a pesar de que estaba convencido de que yo no había hecho nada malo. Sin embargo Victoria me volvió a bloquear la entrada. Atendiéndome con la puerta de su departamento apenas abierta, me dijo que no tenía intenciones de seguir relacionándose conmigo. “No hay rencores, simplemente no me interesa” me dijo y luego de sonreírme y desearme lo mejor, cerró la puerta y me dejó solo en el pasillo. Fue la última vez que intenté hablar con ella, no iba a volver a humillarme de esa manera si ella quería seguir así.
   Ahora Juliana, mi compañera de trabajo, se había convertido en mi amiga compinche a la que le contaba algunas intimidades y quien me ayudaba sobre mis complicaciones personales. Ella tenía una relación seria desde hacía años con un chico que se había vuelto algo monótona, por lo que se emocionaba con mis historias disparatadas y complejas y le encantaba aconsejarme sobre qué hacer y qué no. “Tenés que dejar de cogerte a tus vecinas” me comentó viendo el enredo que se había armado con Victoria y Florencia y teniendo en cuenta que anteriormente había pasado algo similar con Sofía, la chica policía que ya no vivía más en el edificio. El problema, era que no tenía ganas de portarme bien como ella me había sugerido y me gustaba un poquito todo eso que estaba viviendo.
   Con Lorena y Bruno las cosas quedaron muy bien después del trío. En un principio pensé que se iba a volver algo habitual, algo que íbamos a hacer más seguido, pero ellos no volvieron a proponer un encuentro de ese tipo. De hecho iban a pasar unos meses hasta que volviéramos a vernos, no porque había quedado algo de tensión, sino porque así era mi relación con Lore. Nos hablamos por WhatsApp para mantenernos al tanto y ella llegó a contarme que habían experimentado un nuevo trío con otro hombre y que en esa oportunidad Bruno ni siquiera había participado. “Le encanta ver como otros me cogen en frente de él” me dijo con emoción y el morbo de revivir esa experiencia hizo que se me pusiera un poco dura la pija.
   Con los chicos de la facultad nos encontramos en Junio para el cumpleaños de Juan Pablo. Facundo, Luciano, Estefanía, Macarena y Lucía, fuimos a su casa a comer algo y a celebrar junto a él y a Dante, su pareja. Allí también conocimos a Gastón, el nuevo novio de Macarena y Facundo les presentó a los chicos a Andrea, su novia dos años mayor que él y quien era su superior en el trabajo. Con Lucía bromeamos toda noche acerca de ser los únicos dos solteros del grupo y hasta ella llegó a decir que teníamos que ponernos de novios entre nosotros, algo que provocó unas miradas serias de Macarena, con quien yo tenía un pasado complejo. Esa noche salimos a bailar a un boliche gay al cual Juan Pablo solía ir seguido. Las chicas se me rieron toda la noche cuando no solo uno, sino dos hombres se me acercaron para encararme y terminé tomando de la mano a Lucía y poniendo de excusa que ella era mi novia.
   Volvimos del cumpleaños cerca de las seis de la mañana y cuando llegué al edificio me encontré con María Paula, la hermana menor de Florencia, quien parecía volver también de una joda. Entramos al edificio y mientras yo llamé al ascensor, ella me preguntó si yo estaba saliendo con su hermana. “No… ¿Por qué?” le repregunté yo y ella me dijo que tenía esa duda. “No, no. Estoy soltero y disponible” le dije riéndome. Su hermana me había pedido que no revelara nada de lo nuestro, pues al parecer ella tenía algo con un conocido de su pueblo y por más que no era nada formal, prefería que su hermana no se enterara de nada. El problema fue que María Paula tenía otras intenciones y antes de bajarse en el cuarto piso para entrar a su casa, pasó su mano por mi pecho, me miró a los ojos y me dijo:
   - Yo también estoy soltera.- Después de eso, me guiñó un ojo.
   Me quedé pensando el resto de los pisos hasta llegar al 9no. Claramente María Paula me había lanzado una indirecta que era demasiado directa. La pendeja, más pendeja que Florencia, se me había insinuado tras comprobar que con su hermana no había nada sexual, al menos según lo que le habíamos dicho. Sabía que era un juego complicado y complejo, el cual podía terminar muy mal, pero que me comía la cabeza. La idea de cogerme a las dos hermanitas me volvía loco y cuando me acosté en mi cama empecé a pensar en lo que podía pasar si lo hacía con las dos juntas. Me volaba la cabeza, me torturaba pensar en poder estar con ellas juntas, en complacerlas a las dos al mismo tiempo. Eran tan similares de rostro pero tan diferentes físicamente que se complementaban.
   Me desvestí por completo, cerré los ojos y empecé a pensar en ella. Volvíamos a estar los dos en el ascensor, mirándonos con deseo y ella me guiñó el ojo tal cual lo había hecho hacía unos minutos. Pero en esa oportunidad yo no me quedé mirándola mientras se cerraba la puerta, en esa oportunidad la agarré del brazo y la metí en el ascensor para llevarla conmigo al departamento. Mientras subíamos los pisos restantes le comí la boca, la besé con las mismas ganas que había besado a su hermana esa noche del 31 de Diciembre. Mis manos se volvieron locas, llegando a sus tetas chiquitas pero divinas y bajando hasta su cola redondita y tentadora. Cuando la puerta se abrió, nos bajamos, entramos corriendo a mi habitación y nos acostamos en la cama en la que yo estaba acostado en este momento.
   Los besos siguieron, ahora mucho más fuertes y violentos. Tenía la seguridad de que María Paula era mucho más atrevida que su hermana y que se ponía mucho más loca a la hora del sexo. Y eso fue lo que hizo en ese momento. Mi vecinita, que estaba acostada encima de mí, empezó a bajar por mi cuerpo totalmente desnudo, besándome en todos lados y dejándome un calor apasionante sobre mi pecho. Sus ojos me miraban a medida que su cabeza descendía sobre mí y eso me encantaba. Estaba seguro de que esa era su actitud y se sentía tan real que notaba el peso de su cuerpo sobre el mío. María Paula llegó hasta mi cintura, agarró mi pija con su mano y empezó a moverla lentamente hacia arriba y hacia abajo para masturbarme con ganas. Yo ya la tenía al palo, completamente dura y con ganas de que entrara en su boca.
   - Chupámela pendejita.- Le dije en un susurro pero en esa fantasía que se dibujaba en mi cabeza María Paula me había escuchado.
   La vecinita me regaló una sonrisa macabra divina y abriendo bien grande su boca, bajó hasta que mi pija desapareció por completo. Su cabeza fue subiendo y bajando a la misma velocidad que antes lo hacía su mano y me iba calentando aún más. Su actitud petera me volvía loco, era mucho más atrevida que su hermana y eso me encantaba. Veía como se la comía por completo y como usaba su lengüita para generarme unas hermosas cosquillas cada vez que llegaba a la cabecita. “¡Ay sí! ¡Dale pendeja!” susurré yo pensando más fuerte en ella y sintiendo el placer de sus labios sobre mi cuerpo. Su mirada seguía clavada en la mía a pesar de que tenía los ojos cerrados y me encantaba como sonreía aun teniendo la boca llena.
   Siguió comiéndomela con ganas. Ahora no solo utilizaba su lengua para darme placer, sino que volvía a pajearme con ganas y con la otra mano me acariciaba los huevos. “¡Huy pendeja! ¡Sos tremenda!” le dije yo ya dejando de hablar en susurros pues el calor que me provocaba era demasiado fuerte. Ella aceleró sus movimientos, subiendo y bajando su cabeza cada vez más rápido y pajeándome a toda velocidad, haciéndome sentir un placer aún mayor. Me encantaba como lo hacía, como disfrutaba de comérmela toda siempre mirándome a los ojos y con una sonrisa de putita divina en los labios. ¡Era increíble!
   - ¡Sentate pendeja! ¡Vení que te cojo!- Le dije y ella se levantó de inmediato.
   Se acomodó encima de mi cintura mirándome de frente y fue bajando poco a poco hasta clavarse en mi pija de golpe. Sentí como su conchita húmeda hacia desaparecer mi poronga bien dura y yo gemí de placer, imaginándome un gemido suyo. Sin dar vuelta empezó a saltar con ganas, cayendo cada vez más duro y clavándose bien a fondo mi pija. Me encantaba como se movía, como gozaba de mi verga entrando en su cuerpo y como me miraba con esa carita preciosa. Era igual a Florencia, pero las pequeñas diferencias y esa sonrisita de putita regalada lo era todo. Sus tetitas diminutas pero perfectas me cautivaban con cada vaivén y su cintura exquisita me hipnotizaba cada vez que subía y bajaba. “¡Así pendeja! ¡Dale!” le dije yo con voz firme y ella aceleró su cuerpo.
   Entonces mi cabeza fue más allá de eso y María Paula empezó a gemir de una forma increíble. Sus gritos inundaron mi cabeza y me partieron al medio y estos se ponían cada vez más violentos y atrapantes. “¡Ay sí! ¡Me encanta su pija! ¡Cogeme! ¡Haceme tuya!” gritaba ella y yo noté como una sonrisa bien macabra aparecía en mi rostro a pesar de tener los ojos cerrados. La pendeja se seguía moviendo, seguía subiendo y bajando sobre mi cintura y clavándose bien a fondo mi pija que estaba totalmente al palo. No daba más de la calentura y su voz resonando en mi cabeza me volvía loco.
   - ¡Pedime la leche pendeja puta! ¡Pedímela!- Le grité como loco y notando que mi mano se aceleraba.
   Ella me sonrió y siguió cogiéndome como loca, disfrutando aún más de mi pija y gimiendo de una manera increíble. “¡Dame la lechita Lauti! ¡Dámela toda! ¡Llename de leche!” gritó y eso fue demasiado para mi cabeza. Comencé a acabar y sentí como el semen salía de mi cuerpo y caía sobre mi propia piel, empapándome como había empapado a muchísimas amantes a lo largo de mis años. María Paula me dejó seco, me vació por completo y me seguía alentando con sus palabras que se volvían cada vez más chanchas y atrevidas. “¡Que putita que soy! ¡Cómo me gusta tu leche!” gemía y sonreía sin dejar de moverse encima mío.
   Abrí los ojos para descubrir que María Paula no estaba encima de mí y que me encontraba solo en la habitación. Mi mano sostenía con firmeza mi pija que estaba completamente dura y mi cuerpo estaba cubierto de leche que acababa de conseguir con la paja que me había hecho. Se había sentido tan real y había sido tan fuerte que el orgasmo me dejó completamente satisfecho. Desconocía si mi nueva vecina era así de feroz y salvaje a la hora del sexo, pero la imagen que me había creado de ella había sido demasiado alta. El problema era que ahora quería comprobarlo, quería ver si de verdad la pendeja podía hacerme acabar de esa manera. Era definitivo: quería cogerme a la hermana de Florencia.


SIGUIENTE


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