Departamento de soltero. Tercer año. Capítulo 3

Departamento de soltero. Tercer año. Capítulo 3

No leíste la primera parte o la segunda de "Departamento de soltero"? En total son 20 capítulos super calientes y te van a encantar! Acá te dejo el link para que entres y te deleites:
PRIMER AÑO. CAPITULO 1
SEGUNDO AÑO. CAPITULO 1

La historia de Lautaro sigue avanzando y enredándose, entre encuentros con amigas, vecinas y amantes que se ponen cada vez más calientes a medida que él descubre nuevos horizontes de placer. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

CAPITULO 1

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Capítulo 3: Sexo por despecho
   Cuando empezó Marzo la rutina se hizo presente nuevamente y las cosas funcionaban igual que antes. En el laburo había empezado a trabajar una nueva chica, Juliana, una pendeja de 24 años que rajaba la tierra. Alta, flaca, con unas tetitas divinas y un culito redondo perfecto. Tenía siempre la piel bronceada y una sonrisa divina que te volvía loco. Todos los pibes del laburo estaban súper babosos con ella y el hecho de que trabajara en mi misma área hacía que yo tuviera que verla todos los días. Lamentablemente, Juliana estaba de novia y se la pasaba hablando de su pareja, por lo que no había posibilidades de que algo sucediera con ella. Igualmente, los ojos se hicieron para ver y yo me la comía con la mirada cada vez que podía.
   La facultad también se había vuelto territorio prohibido. Daniela, quien había sido alumna mía y con quien había tenido varios encuentros los dos años anteriores, ahora estaba de novia. Su novio, un compañero suyo de la facu que también había sido mi alumno, parecía no tener idea de que yo había estado con ella y que había tenido encuentros muy calientes. Ambos me saludaban cada vez que me los cruzaba por el pasillo, pero no podía evitar mirarla a ella y comprobar que se dibujaba un sonrisita en su rostro cada vez que nuestras miradas se encontraban. Seguramente por su cabeza pasaban los recuerdos de alguna noche de placer que habíamos tenido y pensar en eso me encantaba.
   En Marzo volví a encontrarme con Lorena, esa amiga de la vida y con quien solíamos tener sexo cuando nos veíamos. Ella había pasado por una situación complicada con Bruno, su novio, y hasta había llegado a vivir unas semanas en mi departamento cuando estuvieron distanciados. Actualmente estaban mejor que nunca y lo notaba por la sonrisa gigante que tenía el día de su cumpleaños. Allí volví a encontrarme con Bruno, quien me agradeció por lo que había hecho con su novia y por como la había acompañado cuando ellos estuvieron mal. Tenía mis dudas si Bruno sabía que me había acostado con su novia esos días, pero Lorena me terminó confirmando que su novio sabía todo y que no tenía problemas con ello.
   - De hecho… Le calentó saber que me cogí a otros pibes.- Me dijo y yo abrí bien grande los ojos de la sorpresa de ese comentario.- Sí, sí… Otros… No fuiste el único.- Corroboró y siguió hablando con sus amigas.
   Mis amigos estaban más metidos en su relación que nunca. Franco y Julia se terminaron mudando a una casa bastante alejada del centro y del resto del grupo, por lo que cada vez lo veíamos menos. Facundo seguía avanzando con Andrea a pesar de que algunas cosas de ella no parecían ser acordes a lo que él buscaba o quería. “Me dice que no quiere tener hijos, pero la verdad que ahora eso no me preocupa” nos dijo y nos sorprendió cuando nosotros lo habíamos escuchado hablar de formar una familia durante años. Javier y Magalí también seguían avanzando, pero era quien menos comprometido estaba con ella, quien al parecer no solo de daba bastante libertad sino que le exigía lo mismo. Era con quien más me juntaba ahora que Lucas seguía de viaje por Latinoamérica con Anastasia.
   Con los chicos de la facultad volvimos a encontrarnos en la primera semana como habíamos acordado, una vez al mes. En dicha reunión, Luciano y Estefanía nos confirmaron la fecha del casamiento, que sería el 16 de Julio. Macarena y Juan Pablo empezaron a hablar de que ropa podrían usar y ambos confesaron que tenían alguien a quien llevar al casamiento luego de que Luciano nos aclarara que podíamos invitar a alguien más. Juan Pablo se seguía viendo con Dante, un chico que había conocido en la facultad pero con quien se había empezado a relacionar hacía unos meses. Macarena por su parte, nos contó que estaba saliendo con un tal Gastón, con quien trabajaba y con quien al parecer la cosa iba seria. Al final terminó confesando que se habían puesto de novios hacía ya un mes y luego me miró a mi esperando mi reacción.
   - Tranquila. Lo nuestro ya pasó hace tiempo.- Le dije yo sonriendo.- Aparte ahora tengo a Lucía en mi equipo de “los solteros”- Le dije abrazando a nuestra otra amiga que se había peleado con su novio a finales del año pasado.
   - No me toques que te cojo.- Me dijo riéndose.- Hace mucho que no tengo sexo y cualquier contacto humano es peligroso.- Agregó y todos nos reímos.
   Pero si había alguien que seguía pasando por mi mente y con quien me hubiese encantado ir al casamiento de mis amigos. Victoria, mi vecina, volvía a ignorarme y no hablarme en ningún momento. Trataba de evitar cruzarse conmigo y cuando lo hacía, apenas me saludaba. En una oportunidad traté de que entrara en razón diciéndole que no podía estar enojada conmigo por haber estado con otra chica. “Vos me dejaste bien en claro que no querías nada serio conmigo, no podes molestarte ahora por eso” le dije excusándome pero fue para peor. “No tengo más ganas de hablar con vos. Te agradezco por haberme ayudado con mi ex, pero lo nuestro ya fue” me dijo de manera cruda y se fue con cara de enojada.
   El problema era que cada vez que me la cruzaba, me daban más ganas de estar con ella. Pero cada vez que me la cruzaba, ella volvía a dejarme en claro que no quería nada conmigo. Era evidente que cuando me había propuesto ir lento y no ser nada formal, lo había hecho simplemente por protocolo, pero yo lo había tomado en serio. Había estado con otra chica y ella se había enterado, pues el encuentro en pleno ascensor del edifico había quedado grabado en la cámara de seguridad. Yo lo había tomado como una aventura que salió a la luz y que hacía que ahora todos los vecinos me miraran raro, pero Victoria lo veía como un insulto hacia su persona. Seguramente lo que más le molestaba era el hecho de que dicho encuentro se había dado con alguien más del edificio.
   Florencia, nuestra vecina de 20 años del cuarto piso, me provocaba muchísimo y sabía cómo hacerlo. Se había dado cuenta de que algo había provocado conmigo y con mi vecina por lo que no me había vuelto a escribir desde nuestro último encuentro en el que ella había terminado con la cola rota y llena de leche. Me moría de ganas de escribirle, de decirle de volver a vernos y coger como lo habíamos hecho esos primeros días de enero, pero sentía que no debía hacerlo. No fue hasta una tarde de mediados de Marzo que me crucé a Victoria en el ascensor y luego de tratar de entablar relación con ella y que me dijera que era una mala persona, que decidí olvidarme de ella e ir a buscar a mi otra vecina. Bajé hasta el 4to piso para entrarme con la puerta del departamento de Florencia y toqué el timbre.
   Me abrió una chica y tardé unos segundos en darme cuenta que no era Florencia, pues a pesar de que su rostro era similar, su cuerpo era muy diferente. Esta chica era bien flaquita, tenía tetas chiquititas y el pelo un poco más corto. Le pregunté por la dueña de casa y segundos después apareció Flor, quien me saludó con una sonrisa. Me presentó a la otra chica como María Paula, su hermana menor y quien acababa de mudarse con ella. María Paula me saludó nuevamente y la similitud en los rasgos de las dos hermanas me generó un cosquilleo que me recorrió toda la espalda. A pesar de eso, la menor se retiró enseguida y le pude preguntar a la mayor si tenía ganas de que nos viéramos. “Ahora no puedo, estoy ayudando a mi hermana a ordenar sus cosas” me dijo y al ver mi cara de desilusión me propuso subir más tarde, cuando terminara de ordenar todo.

   - ¡Que ganas tenía de que me volvieras a chupar la pija!- Le dije unas horas más tarde cuando estaba arrodillada en frente mío.
   Yo estaba completamente desnudo en el sillón y Flor se encontraba entre mis piernas con mi pija metida en su boca. Me la chupaba con ganas, moviendo su cabeza hacia adelante y hacia atrás mientras que sus ojos se clavaban en los míos. Me encantaba esa mirada de gato que te regalaba con la boquita llena. Se notaba que le encantaba complacerme, por la forma en la que sus labios se movían y como utilizaba su lengua cada vez que llegaba a la cabecita. “¡Huy sí pendeja! ¡Así!” le decía yo gozando de una mamada increíble que me ponía la pija cada vez más dura y más mojada. La agarré del pelo y acompañé sus movimientos, motivándola a que estos fueran más rápidos y violentos, tal como a mí me gustaba.
   La fui levantando del pelo poco a poco hasta que su cara estuvo en frente de la mía. Podía ver como un hilito de baba se le caía de los labios y eso me excitaba muchísimo. “¡Ahora me vas a cabalgar como a vos te gusta, pendeja puta!” le dije observándola a los ojos y viendo como una sonrisa morbosa aparecía en su rostro. Le solté el pelo y ella se paró frente a mí para después subirse al sillón y acomodarse sobre mi cintura con una pierna a cada lado. Agarró mi pija con su mano y fue bajando poco a poco hasta que esta entró en su cuerpo. Abrió bien grande la boca y me regaló un gemido lento, profundo y casi inaudito que duró lo mismo que tardó en bajar y tenerla toda adentro. Enseguida apoyé mis manos en su cintura y Florencia empezó a moverse de una forma divina.
   Mi vecinita comenzó a saltar sobre mi verga de una forma increíble, cayendo de manera brusca y clavándosela bien a fondo con cada golpe. Yo la miraba fascinado desde abajo y veía como sus tetas rebotaban cada vez que ella subía y volvía a bajar. De su boca no salían gemidos pues sabía que Flor solo gemía cuando lo hacía por atrás, pero podía darme cuenta que la estaba pasando muy bien por sus expresiones que denotaban lo mucho que estaba gozando. “¡Así pendeja! ¡Dale, cogeme!” la incentivaba yo con palabras fijas y expresiones directas que ella obedecía poniéndose más y más loca. Me encantaba como se comportaba.
-    ¡Como me calientan tus tetas, pendeja!- Le dije subiendo mis manos y agarrándoselas a las dos a la vez.
   Comencé a jugar con ellas, apretándoselas fuerte y siguiendo el camino que hacían cada vez que ella subía y bajaba su cuerpo. Notaba como sus pezones se habían puesto bien duros y no pude evitar acercar mi cara y metérmelos en la boca, primero uno y después el otro, para chuparlos y dejarlos empapados. Florencia seguía moviéndose, saltando sobre mi cuerpo, dibujando círculos encima de mi cintura y gozando de mi pija bien adentro de su conchita. Le solté una de las tetas y llevé mi mano hasta su cola, para manosearla y pegarle unos cuantos chirlos que lograron sacarle una nueva sonrisa a mi amante. “¡Sos tremenda! ¡Muy putita!” le dije y ella lanzó una ricita por lo bajo.
   Le dije que se levantara y que se acostara en el sillón, pues ahora me la iba a coger yo a ella. Cuando su espalda tocó el almohadón, me acomodé delante suyo, coloqué sus piernas en mis hombros y la penetré bien a fondo, consiguiendo otro grito ahogado de su parte. Apoyé una de mis manos en sus tetas y con la otra sostuve sus piernas al mismo tiempo que mi cintura iba hacia adelante y hacia atrás. Mi pija entraba de su conchita empapada y mi calentura aumentaba a cada segundo. Florencia no gemía, pero se aferraba con fuerza al borde del sillón y ponía muecas de placer que me volaban la cabeza. Yo la manoseaba toda, mi mano iba de una teta a la otra, bajaba hasta su pancita y subía hasta sus hombros y su cuello, el cual apretaba sutilmente.
   Aceleré mis movimientos al máximo y de golpe noté como Flor comenzaba a gemir. Lo hacía por lo bajo, apenas podía escucharla, pero me encantaba como sonaban sus grititos por debajo del rechinar del sillón. “¡Dale pendeja puta! ¡Gemime un ratito! ¡Quiero escucharte como disfrutas!” le dije sin poder aguantarme y mirándola a los ojos. Entonces Flor abrió la boca y me regaló unos preciosos gemidos que rebotaban por todo el comedor. Se notaba que los forzaba un poco, pero estos sonaban tan perfectos que poco me importaba. Los mismos me volvieron locos, se metieron en mi cabeza y me provocaron cogérmela más fuerte, más duro, con mayor ferocidad.
   Estaba terriblemente caliente y la bronca de lo que había pasado con Victoria me ponía más loco. “Ponete en cuatro. ¡Te voy a romper el orto como a vos te gusta!” le dije a mi vecina y ella obedeció sin chistar. Me encantaba lo sumisa que era y lo complaciente que podía llegar a ser con tal de gozar. Cuando la tuve en cuatro en frente mío, le abrí los cachetes de la cola y empecé a chuparle el culito como loco, llenándoselo de saliva con mi lengua. Entonces los gemidos se hicieron reales y estos me motivaban más y más. Me encantaba pensar que Flor disfrutaba más del sexo anal que por adelante, me la ponía durísima. Empecé a jugar con mis dedos, a colarle uno bien a fondo para que pudiera sentirlo mientras seguía lamiéndola. Sus gemidos aumentaban y mi cabeza deliraba con ellos.
   Me arrodillé atrás suyo, apoyé mi pija en su culito y comencé a metérsela hasta que la tuvo toda adentro. “¡Ahhh sí!” gimió ella y me encantó oír sus palabras a medida que mi verga entraba en su cuerpo. La tomé de la cintura con fuerza y me fui moviendo hacia atrás y hacia adelante despacio, disfrutando de cada segundo que pasaba, sintiendo el placer de su culito abriéndose. “¿Te gusta pendeja? ¿Te gusta cómo te cojo el orto?” le pregunté dejándome llevar por el impulso dominante y ella me respondió un “sí” hermoso que se camufló entre sus gemidos. Levanté una de mis manos y la bajé con fuerza sobre los cachetes de su cola, pegándole un chirlo que le sacó un gritito divino que resonó en el comedor.
   Me puse como loco, me empecé a mover hacia adelante y hacia atrás a toda velocidad, metiendo y sacando mi pija de su cuerpo casi por completo. Los gemidos de Florencia se transformaron en gritos de placer, los cuales rebotaban por toda la habitación. “¡Así pendeja! ¡Dale putita! ¡Gritá!” le decía yo dándole bien duro, chocando mi cintura contra sus nalgas que se ponían cada vez más rojas con cada chirlo que le daba. Ella gozaba como loca, se aferraba con fuerza al almohadón del sillón y gemía desesperada cada vez que mi pija entraba toda en su culito. Me encantaba, me volvía loco. La pendeja me tenía súper caliente. No daba más.
   Se la saqué de adentro y empecé a pajearme encima de sus nalgas. “¡Pedime la leche! ¡Pedímela!” le ordené agarrándome de su cintura con fuerza y tocándome cada vez más rápido. “¡Dame la lechita! ¡Dámela toda!” me dijo ella gimiendo con fuerza y sus deseos se convirtieron en órdenes enseguida. Acabé una cantidad enorme de semen, la cual fue a parar a su cola y a su espalda, dejando manchones blancos por toda su piel. Yo respiraba de manera agitada, mi corazón latía a toda velocidad y poder ver a mi vecinita cubierta de mi semen era algo fascinante. Cuando terminé, decidí meterle nuevamente la pija en la conchita y cogérmela suavemente por unos segundos para terminar el orgasmo de una manera increíble.
   Nos fuimos a bañar juntos y en la ducha nos dimos algunos besos y un toqueteo que se puso intenso. Salimos y nos cambiamos y decidí invitarla a cenar, pero ella ya había arreglado para hacer algo con su hermana. Aprovechó para contarme que ella se acaba a de mudar a la ciudad y que estaba a punto de empezar la facultad, por lo que iba a quedarse varios años viviendo junto a ella. “Son muy parecidas” le dije recordando la sorpresa que me llevé al ver lo similares que eran sus rostros. Florencia río y afirmó lo que acababa de decirle. “Igual no te confudas y no quieras levantarte a mi hermana” me dijo sonriendo y por un segundo pasó por mi cabeza la idea de hacerlo.


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