100 lugares donde tener sexo. Capítulo 32

100 lugares donde tener sexo. Capítulo 32

100 lugares donde tener sexo es una serie de relatos que tiene como fin ampliar las opciones del lector, ayudándolo a encontrar un nuevo universo de oportunidades en donde disfrutar del sexo. Es necesario para ello aclarar que cuando hablamos de sexo no nos referimos solamente a la penetración, sino que también incluimos sexo oral, sexo verbal, toqueteo y todo lo que pueda calentarnos y excitarnos. Espero que lo disfruten y que los ayude a ampliar sus márgenes de placer.

CAPITULO 1

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Capítulo 32:
   Los dos nos miramos con deseo y nos comimos la boca con un beso que veníamos aguantando desde hacía mucho tiempo. Se notaba la calentura con la que cargábamos y las ganas que teníamos de matarnos ahí mismo. Sentía su piel caliente y mojada rozando la mía y estaba seguro que ella podía sentir toda la dureza de mi entrepierna. La miré a los ojos y no hizo falta decirle nada, pues ella era consciente y estaba más que segura de todas las ganas que yo tenía de estar allí mismo, los dos solos, sin nadie que pudiera molestarnos y escondidos de todos los demás. Los besos se hacían más calientes, el calor se apoderaba de nosotros y nuestros cuerpos yendo y viniendo solo provocan un aumento del deseo que parecía no tener fin.
   Me llamo Gerardo, tengo 26 años y estoy recién graduado de la carrera de administración de empresas. Me costó un poco más que a mis compañeros, ya que al tener que trabajar y estudiar a la vez, tuve bastantes problemas a la hora de cursar algunas materias o rendir otras. Sin embargo todo eso fue posible gracias al apoyo incondicional de mi novia, Luciana, con quien estoy desde hace 10 años. Nos conocimos en el colegio secundario y desde los 16 que estamos juntos. Es el amor de mi vida y es la persona que más feliz me hace en el mundo, por lo que siempre me ayudó cuando lo necesité. Con el correr de los años la relación se fue haciendo cada vez más fuerte y nos dimos cuenta que éramos el uno para el otro, por lo que decidimos empezar a proyectar.
   Con la ayuda de los padres de Luciana, nos mudamos juntos a un departamento que ellos le regalaron. Su familia siempre fue muy adinerada y eso es algo que me pasó desde el principio, teniendo en cuenta que mi familia es todo lo contrario. Su padre es muy arrogante y a veces se burlaba de forma camuflada de mí y su madre siempre me miró con cara de asco. Por suerte para mí, ella siguió eligiéndome siempre y cuando les contó a que nos íbamos a mudar juntos, la expresión de estos fue éxtasis para mis ojos. Esa noche cogimos de una manera única, llegando los dos a acabar en un orgasmo compartido que nos dejó con el corazón agitado por varios minutos. Lamentablemente fue la última noche de pasión caliente que vivimos en mucho tiempo.
   Sabía que vivir juntos y la rutina iba matando poco a poco la pasión, pero no sabía que lo hacía tan de golpe. Tras recibirme empecé a trabajar en el área de recursos humano de una empresa bastante grande y eso me llevó a largas jornadas de trabajo y complicaciones para mi cabeza que antes no tenía. Lu también trabajaba muchísimo como médica en la clínica de su padre y su tío, lo que la dejaba agotada por la noche. Empezamos a coger solo los fines de semana y poco a poco nos encontramos en que a veces ni así lo hacíamos. A veces yo me le insinuaba, pero ella ya no quería hacerlo con tanta frecuencia y yo me terminaba tocando en el baño para quitarme las ganas, las cuales eran cada vez menos frecuentes. Al menos fue así hasta que apareció Elena.
   La coordinadora del área de recursos humanos de la empresa donde yo trabajaba estaba de licencia durante mi ingreso y no la conocí hasta tres semanas después de entrar a la empresa. Elena, una hermosa mujer de 30 años con un cuerpo descomunal, acababa de ser mamá pero su cuerpo lo disimulaba increíble. Con una cintura bien marcada, unas piernas increíbles y una pancita chata, llegó a la oficina ese lunes deslumbrando belleza y sorprendiendo a todos lo bien que estaba a tan solo unos meses de haber dado a luz. El mejor detalle eran sus tetas, las cuales al parecer no eran de ese tamaño, pero que el embarazo la había fortalecido. Con apenas 30 años, Elena se convirtió en una increíble MILF que me hizo latir la pija desde el primer día que la vi.
   Pero la cosa no quedó allí, ya que eso recién había empezado. Al parecer Elena era bastante provocadora y sobradora y sabía que con su cuerpo podía atraparte y obligarte a cumplir sus órdenes. El vestido escotado que llevó el segundo día de trabajo que coincidimos y que usó para la nueva reunión de presupuesto, le consiguió unos números más elevados que el resto de los departamentos y le aseguró al equipo una oficina más grande y con vista a la plaza de en frente. Los jefes amaban a Elena, ya que una mujer increíblemente bella y con esa actitud desafiante y completa puede hechizar a cualquier hombre. Para colmo, los rumores de que antes de ser madre solía acostarse con algunos empleados no tardaron en aparecer y todo fue demasiado para mi cabeza, al punto que el cuarto día terminé pajeándome en el baño tras verla llegar con una calza preciosa y una remera que le dejaba ver las increíbles tetas.
   - ¡Vení chiquito! ¡Traéme esos papeles!- Me dijo una semana después y entré en su oficina para nuestra primera reunión cara a cara.
   Allí me dejó bien en claro que ella era la jefa y que si quería ganarme el lugar tenía que hacer lo que ella decía y de la forma en la que ella lo quería. Se inclinó varias veces hacia adelante y sus hermosas tetas quedaron muy expuestas, por lo que tuve que controlarme demasiado para seguir mirándola a los ojos. “¿Tenés novia?” me preguntó tras hablar de algunas cuestiones de mi antiguo trabajo y de cosas personales. Rápidamente le dije que sí y contento le dije que estaba hace ya diez años de novio, pero ella puso una cara de asco que no pudo disimular. “Lástima. Porque sos muy lindo chico” me dijo y siguió hablando para dejarme mudo y totalmente duro. Los comentarios siguieron en los próximos días, a veces más evidentes y otras veces más camuflados, al punto tal que ya no sabía si me estaba chamuyando o me estaba cautivando para que hiciera lo que ella quería.
   Para colmo en casa las cosas iban de mal en peor. Llevábamos ya tres semanas sin coger con Luciana y cuando intenté acercarme a ella ese domingo me dijo que lo único que quería era tener sexo. Enojada se fue a dormir sin cenar y yo terminé durmiendo en el sillón para soñar con Elena y como ella me pedía que me la cogiera. Me levanté con la pija totalmente dura y pensando en hacerme una paja antes de ir a trabajar. Toda la semana Elena me siguió buscando y el viernes llegó a preguntarme si quería ir a tomar algo con ella. Según me dijo era algo que hacía con todos los nuevos, pero el resto de los chicos del equipo me confesaron que nunca lo habían hecho y que creían que la jefa me tenía ganas. No supe que decirle.
   - ¿Me pasas a buscar entonces?- Me preguntó Elena una vez que el resto de mis compañeros se habían ido y mis ojos fueron directo a sus tetas.
   Salí a las apuradas del trabajo para ir directo a casa. Llegué y Luciana no estaba allí por lo que me acosté en la cama y prendí el ventilador a pesar que no hacía tanto calor. Tenía el cuerpo hirviendo y sin pensarlo me llevé la mano al pantalón y empecé a tocarme la pija por encima de este, totalmente caliente y sin saber si había tomado la decisión correcta. Era mi jefa y podía arruinar todo tras haberle dado mi respuesta, pero estaba seguro que había hecho lo correcto. Me quité la ropa, me bañé y sentía como la pija me latía una y otra vez sabiendo lo que iba a hacer en unas pocas horas. El corazón me palpitaba a toda velocidad, el cuerpo me traspiraba y no sabía que mentira iba a terminar diciéndole a Luciana apenas llegara.
   Entonces mi novia llegó de golpe cerca de las nueve de la noche. Agotada y cansada de tanto trabajar se tiró en el sillón y al verme bien vestido me preguntó si tenía planes. La boca se me secó por lo que tuve que humedecérmela con la lengua y entonces se lo dije: “Bañate y vestite, vamos a cenar y después te tengo una sorpresa”. Algo asombrada por el plan que acababa de proponerle, Luciana se levantó emocionada y tras darme un beso bien apasionado, fue al baño para ducharse. La decisión la había tomado inclusive antes de responderle a Elena, pues sabía con certeza que toda la excitación y calentura que ella me provocaba solo quería aprovecharla junto a mi novia. Luciana se vistió quedando aún más bella de lo que ya era y salimos a cenar a un bar muy lindo de la ciudad.
   Después de eso, vino la sorpresa, cuando nos fuimos a un hotel bastante lujoso y la sorprendí alquilando una habitación para que los dos pasáramos una noche romántica. “Pero amor… Con lo justo que estamos” me dijo ella entrando al cuarto y yo le confesé que ya había cobrado mi primer sueldo y que quería gastarlo en algo para los dos, para poder alejarnos de la rutina y así disfrutar juntos. Automáticamente Luciana se acercó a mí y abrazándome con fuerza, me partió la boca de un beso. Estaba seguro, estaba convencido. No iba a engañar a mi novia de ya diez años y mucho menos con mi jefa, complicando así la relación de trabajo. Ya iba a ver como lidiaba con Elena y sus provocaciones, pero esa noche era para los dos y la íbamos a disfrutar de una manera única.
   Luciana entró al baño y se sorprendió al ver que la habitación tenía un jacuzzi. “¡Amor!” me dijo anonadada y volvió apara darme un beso aún más caliente que el anterior, lo que encendió la llama en un instante. “¿Querés que probemos el jacuzzi?” le pregunté yo con una mirada provocadora y ella asintió con la cabeza, llevándome de la mano al baño. Nos empezamos a sacar la ropa entre caricias y besos y una vez que los dos estuvimos desnudos nos metimos en el agua. Yo coloqué mi espalda sobre el jacuzzi y mientras el agua lo iba llenando, Luciana se recostó apoyando su espalda en mi pecho y la abracé automáticamente. Al mismo tiempo que ella me iba besando la mano y el brazo yo le iba acariciando el cuerpo y mi cuello recorría sus labios. La calentura que cargaba me llevaron a endurecerme en cuestión de segundos, pero al contrario de lo que pensaba (que eso podía arruinar el romanticismo de la situación), Luciana se vio tentada por eso que golpeaba en su espalda y se giró para quedar arrodillada delante de mí.
   - ¡Mmm mi amor! ¡Voy a tener que recompensarte este regalito!- Me dijo y llevó sus dos manos a mi pija para empezar a pajearme suavemente.
   - ¡Uhh mi amor!- Gemí yo sintiendo sus dedos subir y bajar a medida que el agua me tapaba las piernas.
   Luciana se inclinó hacia adelante y me empezó a besar apasionadamente, metiendo su lengua adentro de mi boca. Con sus dos manos continuó pajeándome despacio, acariciando mi pija desde la cabeza hasta la base y dejando que algunos dedos rozaran mis huevos. Sentía como esta se iba poniendo más y más dura y como latía mientras los húmedos labios de mi novia chocaban contra los míos y su lengua entraba en mi boca. Dejó que una de sus manos bajara completamente hasta mis bolas y las fue acariciando lentamente, provocándome un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo. Entonces se acomodó lo más atrás que pudo en el jacuzzi e inclinándose hacia adelante entre mis piernas, me empezó a chupar la pija.
   Me encantaba como lo hacía y si había algo en lo que Luciana se lucía, era el sexo oral. Metiéndose la cabeza de la pija primero en la boca, empezó a chupármela al mismo tiempo que me pajeaba y me acariciaba los huevos. Poco a poco iba subiendo y bajando la cabeza cada vez más rápido, provocándome un placer increíble que me volvía más loco. “¡Uhhh mi amor!” gemí yo sin aguantarme las ganas cuando ella se la comió entera y dejó que su boca hiciera todo el trabajo. Relajándome más y más, mi novia aceleró el ritmo y sentí como el placer me invadía todo el cuerpo. Me encantaba como utilizaba su boca y como acariciaba y apretaba mis huevos mientras lo hacía. Notaba la excitación subir adentro mío al mismo tiempo que recorría toda su espalda con mis manos.
   Cuando el agua empezó a taparme, Luciana se levantó y se sentó encima de mí. Acomodó su cuerpo sobre mi cintura y con su mano ayudó a que mi pija entrara despacito en su conchita toda empapada. Yo me recosté aún más en el jacuzzi y dejé que mi novia hiciera todo el trabajo. Suavemente se empezó a mover hacia adelante y hacia atrás, rozando con su cintura mi cuerpo caliente y mojado. Sus gemidos no tardaron en aparecer y se unieron a los míos, los cuales quedaban tapados cada vez que nuestros labios se unían en un beso bien caliente. Yo apoyé mis manos sobre su cola y fui acompañando sus movimientos, los cuales se aceleraban cada vez que seguíamos y seguíamos. “¡Ay sí! ¡Ay mi amor!” comenzó a gemir ella y mi cabeza explotó con sus palabras.
   Luciana aceleró el ritmo y entonces todo se descontroló. Comenzó a saltar sobre mi cuerpo, clavándose mi pija cada vez que caía y con el impacto el agua se movía en todas direcciones. Apagué el jacuzzi pero este ya estaba demasiado yendo y el enchastre se iba haciendo solo. La calentura que teníamos nos llevó a seguir y seguir, ella saltando con ganas sobre mi pija bien dura y yo apreciando su cuerpo rebotando sobre el mío, besándole el cuello y el pecho y sujetándole la cola con firmeza. Los dos gemíamos y los dos gozábamos de una manera única entre un mar de agua que se movía de un lado al otro cada vez más fuerte y violentamente. “¡Sí mi amor! ¡Me encanta!” me decía mi novia a pesar que era ella la que estaba haciendo todo el trabajo.
   Lo vi venir y decidí motivarla con algo que sabía que le encantaba. Llevé una de mis manos hacia el centro de su cola y con el dedo índice busqué su culito, haciendo presión sobre este de forma intermitente y moviéndolo suavemente. Los gemidos de placer de Luciana indicaron que estaba a punto de acabar y la forma en la que se empezó a mover tras ese gesto, lo afirmaron. Le encantaba que juegue con un dedo sobre su cola cada vez que me cabalgaba y eso hice, incentivándola a saltar cada vez de forma más brusca sobre mi verga y a gritar de una manera alucinante, gozando los dos como nunca. Entonces sentí sus garras clavándose sobre mis hombros y noté como su concha empezaba a latir al mismo tiempo que los gemidos se convertían en gritos. Luciana acabó y el agua se siguió moviendo de una manera violenta a pesar que ella frenó en seco y cayó rendida encima de mí.
   Tras unos segundos de respirar de forma agitada y en los que ella disfrutó de su orgasmo mientras la abrazaba, Luciana se levantó y volvió a acomodarse entre mis piernas, las cuales abrí para darle lugar. Me sujetó la pija con ambas manos y me empezó a pajear a toda velocidad, mirándome a los ojos y relamiéndose. “¿Me vas a dar la lechita mi amor?” me preguntó y yo sentí como todo mi corazón se agitaba. ¿Cómo decirle que no a esa carita hermosa y a esa voz tan dulce con la que me habla? Acelerando aún más sus manos, me llevó hasta el placer máximo y me hizo acabar una cantidad de semen impresionante, la cual salió disparada de mi verga y cayó sobre el agua que aún se agitaba demasiado. “¡Mmm sí, mi amor!” festejó ella bajando el ritmo y ensuciándose las manos con lo que quedaba.
   Después de eso, salimos del jacuzzi y pasamos a la ducha, para refrescarnos un poco y relajarnos. Nos acostamos desnudos y mojados en la cama y volvimos a los besos, pero esta vez de forma más sensual y relajada, al fin y al cabo teníamos toda la noche. Cuando Luciana fue al baño, yo aproveché para agarrar mi teléfono y ver un poco las redes sociales. Entonces me encontré con la sorpresa de que Elena había subido una foto a su Instagram con un vestido corto muy matador y ajustado al cuerpo y con la leyenda: “El que se lo pierde, se lo pierde”. Sin embargo cuando mi novia salió del baño, totalmente desnuda y con su piel rosada, no pude evitar dejar el teléfono y llamarla con ambas manos, deseando que se lanzara sobre mí y que volviera a cogerme como ya lo había hecho.


Lugar n° 32: Jacuzzi

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