No podía dormir y mi madre me lo propuso...

No podía dormir y mi madre me lo propuso...

 
Tras un almuerzo en el que casi no probó bocado, pero almenos pudo comer algo ante la insistencia de su madre, que veía como seconsumía y los kilos que había perdido, su madre le habló procurando que su vozfuese lo más calmada posible.
—Teo, hoy me ha contado algo una vecina —dijo—. Pero si telo cuento es para que sepas que Flori está bien, ¿vale?
—¡Flori, le ha pasado algo! —exclamó Teo con los ojosabiertos como platos.
—¡No hijo, no te alarmes está bien! —dijo su madre poniendosus manos en sus hombros.
A partir de ahí Teo prestó toda su atención. Aquel chico deojos vivos como la juventud, había perdido esa fuerza en la mirada y su madretenía el corazón partido a causa de ello.
—Mira me lo ha contado la vecina del tercero. Flori ha dadoa luz y han venido su madre a verla del pueblo. Al parecer han conseguido daresquinazo a su marido y se han marchado en un taxi a su pueblo y ya no hanvuelto más. Dicen que el marido bajaba al bar y allí contaba que el hermano deFlori le había amenazado de muerte si lo veía por el pueblo, así que, ¡Floriestá a salvo!
—¿En serio? Y su marido, ¡si me ve por ahí me mata seguro! —dijoTeo temeroso.
—Justo esta mañana me ha contado la vecina que le ha vistosalir con dos maletas, le ha escuchado hablando con un vecino y se marcha aFrancia a trabajar, así que ¡tú también estás a salvo, hijo mío! —dijo su madreabrazándolo.
No muy convencido Teo se dejó abrazar por su madre y seconsoló. Todo parecía haber terminado bien, después de todo.
—¡Pero mamá! No podemos ir a ver a Flori, a su pueblo,¿sabes qué pueblo es? —dijo Teo con lágrimas en los ojos.
—Teo, ya te lo dije, ¿te acuerdas? Esto acabaría tarde otemprano, hijo, déjala en paz y sigue viviendo, ella querría que te dijeseesto, estoy segura, pues por lo que me has contado, parece bastante sensatadentro de la locura que ha cometido —dijo su madre.
Teo se lamentó al oír sus palabras, cargadas de sensatez yverdad, pues sabía que ya no volvería a ver a Flori, no volvería a ver a suamada.
Pero los días pasaron y Teo seguía sin mucho apetito niganas de salir, se había enrocado en su actitud y no parecía recuperarse. Esmás las pesadillas que le aquejaban arreciaron, de modo que Ceci, que así sellamaba su madre, lo llevó a su cuarto y lo acostó con ella en su cama dematrimonio.
La situación parecía extraña al principio, pero Teoagradeció el gesto y tener a su madre abrazándolo le ayudó a dormir aquellaprimera noche en la que probaron. De modo que como la receta funcionó,siguieron durmiendo juntos.
Una noche fría del mes de noviembre su madre se metió en lacama helada de frío.
—Teo, pégate a mi espalda y me calientas un poco, estoyhelada —dijo Ceci.
Su hijo obedeció y allí contactó con su trasero, ciertamentehelado y ambos comenzaron a entrar en calor.
Tan confortables quedaron que Teo comenzó a sentirse algoincómodo con aquel roce inesperado con el trasero de su madre y su pelvis.
—Teo, eso que noto, ¿no será una erección, verdad? —dijoCeci sonriendo.
—Bueno, ¡es que no he podido evitarlo! —dijo Teo asustadoseparándose de su trasero.
—¡De eso ni hablar! Pégate a mí, con erección o sin ella, ¡memuero de frío!
—Lo siento, no sé qué me ha pasado —dijo Teo a modo dedisculpa.
—No tiene nada de malo, yo soy mujer y tú eres ya un hombrey la proximidad de mi culo te ha excitado, eso es normal Teo. Hasta yo diríaque es bueno, pues implica que si lo de abajo te responde, es porque lo dearriba se está curando —dijo Ceci.
—¿Tú crees mamá?
—¡Estoy convencida! —se reafirmó.
Aquella noche no durmió mucho, Teo estaba nervioso con suverga erecta apuntando al culo de su madre y lo cierto es que la excitación queesto le provocaba corría por sus venas.
Ella lo notaba inquieto a su espalda así que cambiaron deposición y ahora ella le abrazó a él.
—¿Mejor así? —dijo su madre a su espalda.
—Si, estoy bien —dijo Teo.
Y trataron de dormir un poco más, pero sin mucho éxito, puesTeo sentía los pechos de su madre pegados a su espalda, pensaba en su pubispegado a su culo, por lo que su excitación no bajaba y él no podía parar demoverse, por lo que su madre tampoco podía dormir.
—Mira Teo, esto hay que arreglarlo ya o ninguno de los dospegará ojo —dijo Ceci perdiendo la paciencia.
—Pero, ¿cómo? —dijo Teo con desesperación.
—¿Y por qué no te masturbas? —le preguntó sorprendentementela madre.
—¿Pero aquí? —replicó Teo sin poder creer que su madre lehiciera aquella propuesta indecente.
—Sí, lo sé hijo, te da vergüenza, pero si quieres yo puedo hacerlotambién a tu lado, ¡masturbémonos juntos! —le volvió a repetir.
Teo estaba anonadado y no se determinaba a empezar, cuandosintió cómo su madre levantaba el culo a su lado y se bajaba las bragas paraponerse más cómoda. Fue una sensación como de cruzar un límite invisible, untabú ancestral grabado genéticamente en sus neuronas.
—Venga Teo, no seas tímido, hagámoslo juntos y así nosrelajaremos y podremos dormir.
No muy convencido Teo asió su pene por la base introduciendosu mano bajo el elástico del calzoncillo.
El silencio provocaba un silbido interno característico enel oído, únicamente roto por los leves roces de las sábanas ante el movimientode manos ocultas bajo éstas.
—¿Lo estás haciendo ya Teo? —le preguntó la madre a su lado.
—Si —dijo escuetamente le muchacho.
—¿No te excita hacerlo a mi lado? Te confieso que esta locaidea está teniendo un efecto inesperado en tu madre hijo —le dijo sin tapujosla madre.
Teo la movía sin mucho acierto hasta que se decidió asacarla por la raja del calzoncillo así su verga se liberó y pudo masturbarsemejor encogiendo y levantando las piernas como ya había hecho su madre a sulado.
Ella estaba a su izquierda, de manera que su brazo izquierdonotaba cómo el derecho se movía mientras esta se masturbaba. Estos movimientosle excitaban, ¡aunque le costase creerlo!
—Te confieso que el sentir tu erección ha sido gracioso,pero al mismo tiempo me ha perturbado un poco hijo. ¿A ti no te ha gustado?
—Me ha dado vergüenza, pero no he podido evitarlo al sentirtu trasero moviéndose ahí abajo —dijo Teo entre susurros—. Aunque luego cuandote has puesto a mi espalda, sentir tus pechos desde tras abrazándome, tambiénha sido una rara sensación entre vergüenza y excitación.
—¡Oh Teo! ¡No sigas hablando! Tus palabras son turbadoras,como turbador es el deseo —dijo su madre acelerando el movimiento de su brazoderecho.
—¡Oh madre! Esto me da mucha vergüenza, no sé si podréhacerlo —dijo Teo a su lado.
Entonces la madre tuvo otra loca idea y soltando su sexoextendió su mano y halló su erección dura, caliente y suave.
—Pero mamá, ¡qué haces! —dijo Teo alarmado.
—¡Nada! ¡Tú calla, cierra los ojos y piensa en lo quequieras! —dijo su madre mientras comenzaba a acariciársela dentro de loscalzoncillos
Su excitación era máxima y sintió un vértigo terrible alnotar cómo su madre se la cogía a flor de piel y comenzaba a masturbarlo rápidamente.
—¡Hum, qué suave piel cariño! —dijo Ceci en un susurro en suoído haciendo una pausa en su masturbación. ¿Te gusta?
—¡Eh, pues si claro! —dijo Teo estallando desde su lado. Perono entiendo por qué lo haces —dijo Teo admitiendo su sorpresa una vez más.
—¿Acaso no te gusta? —le susurró su madre al oído.
—¡Si, mucho! Aunque es raro… —dijo Teo tragando saliva.
En el silencio del cuarto, únicamente se oían los meneos quela madre le daba, mientras hacía pausas para mantener su excitación y ellamisma se satisfacía con la mano izquierda allí abajo en su excitada raja.
—¿Tú también te masturbas?
—Pues claro hijo, desde que murió tu padre, que una no es depiedra —dijo su madre sin parar de masturbarle—. Y tú, ¿acaso no lo haces?
—La verdad es que no recuerdo la última vez, tal vez fuesecon Flori —dijo sintiendo una punzada de dolor.
—¡Lo entiendo hijo pero tienes que superarlo! Te faltaalegría en la vida hijo, el sexo es tan necesario como dormir o comer —dijoCeci sabiamente.
Ceci se giró y sacó un pañuelo de la mesilla de noche deTeo. Con él envolvió su pene y siguió masturbándolo.
—Ahora puedes correrte cuando quieras —le susurró al oído—.¿Estás preparado?
Teo no dijo nada, permanecía rígido como un palo, mientrasCeci se afanaba en la masturbación.
—Me duele ya la mano, ¿por qué no sigues tú? —dijo Ceciapartando su mano.
Pero Teo reaccionó rápidamente y la retuvo.
—Es que me está costando concentrarme, tal vez si… me dejastocarte los pechos —insinuó Teo.
—Pues haber empezado por ahí, ¡toca lo que quieras! —dijo lamadre levantándose el pijama para liberar sus pechos al aire.
Las manos de Teo se colocaron sobre sus pechos mientrasambos se giraban quedando uno frente al otro bajo las sábanas tremendamentecalentitos. Teo los acarició hasta ponérselos duros, mientras su madre dabadescanso a su muñeca.
—¿Quieres chupármelos? —dijo sin mediar palabra.
A lo que Teo respondió metiéndose bajo las sábanas ybuscando sus pezones para dar rienda suelta a su pasión. Chupó y lamió suspezones mientras la madre sentía tal excitación que continuó masturbándose suvagina.
Entonces Teo introdujo su mano entre los muslos de ella,justo bajo su sexo, encontrándose con su mano masturbadora y hallando sus labiosvaginales mojados e hinchados.
—¡Oh Teo! ¡Eso tal vez no sea apropiado! —dijo ella ahorasiendo la sorprendida.
Sus dedos se colaron por su raja y así comenzó a penetrarla abriéndolapoco a poco con su dedo corazón, hasta llegar a introducirle el índice y esteúltimo, provocando gemidos de placer mal contenidos en su progenitora.
—¡Oh Teo! ¡Esto no me lo esperaba! —dijo ella empuñando confuerza su verga erecta y masturbándolo rápidamente.
Por su parte volvió a sus pechos y continuó chupándoselos ydándole suaves mordiscos en sus gordos pezones, lo que aceleró más laexcitación de ella, volviéndola loca.
El frenesí del momento los envolvió en una espiral endiablada,donde uno apretaba más, el otro gozaba y replicaba con más ansias en suscaricias al contrario.
Hasta que al final, una explosión perturbó el universo locala su alrededor. Teo resopló y se contorsionó como un poseído por el diablo,mientras Ceci le estrujaba el miembro con el pañuelo envuelto.
A todo esto el pañuelo se mojó por completo, llegando acalar hasta la mano de la masturbadora, pero no le importó.
Por su parte la madre apretó los dientes cuando su propioorgasmo le sobrevino, sintiendo la mano de su hijo dentro de su caliente raja,penetrándola apretó tanto los muslos que Teo no pudo ni entrar ni salir de susexo y sintió las convulsiones de los músculos vaginales en el justo momento enque su madre se debatía entre estertores y oleadas de intenso placer.
El fin estaba conseguido, tanto ella como Teo quedaroncalmados cuando se giró y tiró la sucia tela al suelo y cogió otro limpio de lamesilla de noche, con el que limpió delicadamente el glande de su hijo. Luego loguardó el miembro en sus calzoncillos y finalmente se limpió ella y recuperósus bragas de entre las sábanas haciéndolas subir por sus muslos desnudos hastacolocarlas de nuevo levantando su trasero.
Con esto se hizo de nuevo el silencio, mientras ambospermanecían tumbados uno junto al otro. Hasta que éste fue roto por losresoplidos de un dormido Teo. Ceci sonrió y se giró abrazándose a su hijo,hasta quedarse dormida también.
---------------------------------------
Este caliente relato forma parte de la novela Desde el portal, si te ha gustado tal vez te guste la historia completa, de la que has leído aquí tan solo una gotita...

1 comentario - No podía dormir y mi madre me lo propuso...

el-fo
muy bueno posteas laparte 2?