La novia de mi mejor amigo. Capítulo 4

La novia de mi mejor amigo. Capítulo 4

Esta es la historia de Manuel, un chico de 19 años que se siente atraído por la novia de su mejor amigo a quien desea profundamente y que lo llevará a poner en juego la relación, jugando con fuego y seduciendo la clandestinidad. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

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Capítulo 4: 6 de Enero
   De golpe llegó el año nuevo y el verano en el club se vio interrumpido por el viaje a la costa que organizamos con unos amigos del secundario. No viene al caso nombrarlos uno a uno ya que no van a tener importancia en la historia, pero en total éramos seis en una casa que supuestamente era para cuatro y tenía 2 camas simples y una matrimonial. El problema apareció la primera noche cuando nos dimos cuenta que no podíamos dormir todos allí y terminamos transformando el sillón en un lugar más y a mí me tocó compartir la matrimonial con otros dos de mis compañeros. Nunca pensé que iba a empezar el año de esa forma, pero estábamos de viaje y poco nos importaba ese tema, al fin y al cabo lo último que queríamos hacer era dormir.
   Valentín y Santiago también habían ido a la costa, cada uno con su grupo de amigos, pero nos cruzamos en varias oportunidades en la playa y en el boliche. Por su parte, Paola, Clara y Micaela, organizaron con otras tres amigas de ellas para alquilar algo juntas las seis. Guillermo era el único que faltaba en ese viaje, algo que iba a repercutir más adelante. Una noche decidimos organizar una previa en la casa de ellas, puesto que era la más grande y la que tenía mejor lugar para armar una pequeña pista de baile en el comedor. Cada uno compró algo de alcohol y ellas se ocuparon de organizar todo con un gran parlante del que sonaba música a todo volumen. Era la primera noche que iba a ver a Paola desde aquella noche en la que nos calentamos al lado de la cancha de futbol, algo que me ponía un poco nervioso. Sin embargo, lo que más quería, era poder coger con ella de una vez por todas y sacarme la calentura que tenía.
   Esa primera noche no iba a ser el caso. La pendeja me ignoró bastante a pesar de que la pesqué mirándome disimuladamente en más de una oportunidad. Cuando me animé a acercarme a ella con la idea de estar juntos, alegó que ese no era el momento ni el lugar, pues su hermano estaba presente y podía vernos. “¿Vos me estas cargando?” le pregunté desorientado pues Valentín nos había visto besándonos y acariciándonos más de una vez, pero no tuvo caso. Mi indignación fue tal que terminé saliendo de la casa y caminando por la oscura calle dejando la música y los gritos de fondo. En eso siento que alguien me llama y al darme vuelta me encuentro a Micaela. Me preguntó por qué me estaba yendo y le dije que simplemente no quería estar allí, pero se dio cuenta que había algo serio. Entonces le confesé que no sabía qué hacer con Paola.
   - Entendela, nunca estuvo en una relación y no sabe lo que es eso.- Me dijo ella tratando de calmarme.
   El problema es que yo había dejado de mirarla a los ojos y ya no le prestaba atención a lo que me decía. Esa noche tenía una remera puesta que se hundía por el centro de su pecho y dejaba al descubierto gran parte de sus hermosas tetitas medianas y redondas. Se las miraba casi sin disimulo y ella se dio cuenta de eso, por lo que no tardó en chasquear sus dedos para hacerme saber que se había dado cuenta. “Entiendo que estés caliente, pero no soy yo la que te va a sacar la calentura” me dijo y no pude evitar volver a imaginármela desnuda y mojada saliendo de la pileta. “Perdón, me colgué” le dije tratando de disimular y entonces ella dijo algo que se quedó en mi cabeza.
   - No te hagas el boludo. No es la primera vez que te pesco mirándome con cara de baboso.- Y me regaló una sonrisa provocadora.
   ¿Qué quería decir ese comentario? Micaela sabía que yo la miraba de vez en cuando, pero me quedaban dudas si era consciente de la razón de mirarla tanto. No era simplemente de pajero o baboso como ella había dicho, era porque me encantaba y estaba fascinado con ella. Sin embargo no podía estar seguro si ella lo sabía, aunque era obvio que algo notaba, al fin y al cabo las mujeres siempre se dan cuenta de todo. La que no llegó a entender lo que sucedía de verdad era Paola, que tras hacerse la difícil en varias oportunidades, solo aceptó darme unos besos cuando nos perdimos en medio del boliche para alejarnos de los demás. “Disfrutemos de las vacaciones con nuestros amigos” dijo y el trabajo que me había tomado separarla del resto duró apenas unos segundos.

   Al día siguiente nos encontramos todos en la playa y pasó otra situación que me dejó muy nervioso y con el corazón latiendo a mil. Esa tarde decidimos ir con Valentín y Santiago a donde estaban las chicas y nos encontramos todos allí. En un momento algunos fueron a meterse al mar y Micaela aprovechó para hacer una videollamada con su novio que estaba de vacaciones en Brasil con su familia. “Hola mi amor, te extraño mucho” le dijo ella y pensando que estaba sola él le respondió que también la extrañaba y que no veía la hora de coger de nuevo con ella. “Cuidado que lo tengo a Manu acá al lado mío” dijo su novia algo sonrojada y me enfocó con la cámara. “Es que estás tan buena, mi amor” le respondió él y ella le cortó el juego porque se había puesto algo nerviosa.
   Sin embargo, cuando terminó la llamada guardó el teléfono en su mochila y dijo una frase al aire pero con la clara intención de que yo la escuchara. “Si vamos a coger al menos Haceme acabar a mí también” tiró al aire en alusión al comentario que había hecho anteriormente su novio. Como acto reflejo y sin terminar de comprender lo que había dicho, le pregunté de qué estaba hablando, a pesar de que había escuchado la frase de forma muy clara. Entonces Micaela me confesó que hacía ya un tiempo que el sexo con Guille había bajado mucho de calidad y que ella no estaba acabando como al principio. “El me ve y quiere coger enseguida. Mientras que yo… Digamos que no es de las primeras cosas que quiero hacer con él. La paso mejor tocándome sola”. La imagen de la novia de mi mejor amigo masturbándose para conseguir placer me dejó tan al palo que agradecí la vuelta del reto del grupo ya que me ayudaron a disimular mi erección.
   Estaba muy caliente, demasiado y al punto de que esa noche fui directo a donde estaba Paola intentando conseguir algo con ella. La pendeja se abrió un poco más y dejó que le comiera la boca con ganas mientras le manoseaba el culo y la apretaba contra una pared. Si era por mí, me la cogía en medio del boliche, le hacía de todo ahí mismo. Pero ella volvió a mostrarse reticente y me dejó con la pija completamente dura y con unas ganas tremendas de estar con ella. Me tenía al palo y a pesar de que me estaba empezando a molestar un poco el hecho de que nada pasara entre nosotros, no podía dejar de querer estar con ella. Era como si la hermana de mi amigo lo supiera y creara una estrategia para calentarme.
   La noche del 6 de Enero todo iba a cambiar. Volvimos a encontrarnos en la casa de las chicas y tras una gran previa con mucho alcohol y música, fuimos al boliche. Allí terminé alejándome del grupo con ella nuevamente y en esa oportunidad estaba decidido. Paola parecía dudar, pero la forma en la que le comí la boca y le acaricié el cuerpo hizo que sus dudas desaparecieran. Tras casi media hora de besos bien calientes, manoseo intenso y un dedo curioso de mi parte que le acariciaba la conchita por encima del short que tenía puesto, me propuso de irnos a la casa que estaban alquilando y desaparecimos de golpe. El viaje se hizo eterno, pues eran casi 20 cuadras que caminamos a la luz de la luna. Pero ni bien entramos a la habitación de ella, fuimos directo a la cama.
   Yo estaba desacatado, como una bestia. Me acosté encima de ella y le empecé a comer la boca con ganas, metiendo mi lengua entre sus labios y moviendo mi cuerpo sobre el suyo. Paola estaba muy receptiva, algo que me gustaba y me calentaba aún más, moviendo sus manos por mi espalda y levantándome la remera que tenía puesta en ese momento. Poco a poco empezamos a desnudarnos y cuando pude ver sus enormes tetas me lancé directo a ellas para chupárselas como loco y comérselas con ganas. Sus pezones se pusieron duritos enseguida y yo se los fui acariciando con mi lengua al mismo tiempo que se las apretaba con mis dedos. Entonces ella me propuso seguir con todo tal cual lo habíamos dejado en la cancha de futbol y yo entendí enseguida.
   Bajé hasta sus piernas y le saqué el short casi de un tirón, para encontrarme con una tanguita preciosa que rozaba la forma de su cintura. Le acaricié las piernas con ganas mientras le besaba los muslos y los recorría con mi lengua. Ella se acomodó en el centro de la cama y yo la seguí bien de cerca, siempre acostado entre sus piernas bien abiertas y con su cintura en la mira. Fui subiendo poco a poco, llegando a la tanguita que rápidamente mojé con mi boca. Se la chupé una y otra vez para que sintiera la humedad a través de la tela y cuando no pude más de la calentura, se la saqué de golpe y hundí mi cabeza en su cuerpo.
   Le empecé a comer la concha de forma tan violenta que Paola no pude aguantarse unos grititos de placer que me volvieron loco. Movía mi lengua de un lado al otro mientras que con dos dedos le abría los labios para meterla más a fondo. No tardé en subir a su clítoris y pude notar como sus piernas se cerraban en un acto reflejo, por lo que se las tuve que abrir de nuevo con la mano que tenía libre. Tenía la boca desesperada, subiendo y bajando por su conchita que se iba empapando de a poco mientras que ella me regalaba unos deliciosos gemidos de placer que me calentaban y me motivaban. Estos eran suaves, casi silenciosos, pero estaba seguro que la pendeja se los estaba aguantando para no gritar como bestia.
   Una vez que le dejé la conchita empapada, me levanté y terminé de desnudarme como si fuese Flash para poder cogerla. Ella se quedó acostada en el centro de la cama, esperando y mirándome mientras yo me ponía un preservativo que había sacado de golpe de la billetera. “Vení” me dijo ella con una voz dulce y delicada que poco tenía que ver con la piba atrevida y suelta que solía conocer. Entonces supe que Paola era más de hablar que de hacer y que, a pesar de que esa no era su primera vez, tenía muy poca experiencia en el sexo. Confiado y muerto de ganas de cogerla, me acosté de nuevo encima de ella y mientras le comía la boca con un beso bien mojado, le metí suavemente la concha, ahogando sus gemidos en mis labios.
   Empecé moviéndome despacio, para tantear a mi amante. Ella me abrazó rápidamente y me siguió besando mientras emitía unas suaves muecas de placer que le costaba controlar. Poco a poco fui agarrando ritmo, pero siempre verificando que Paola estuviese de acuerdo con ello. Nos besábamos constantemente y cuando no lo hacíamos, nos mirábamos a los ojos y notaba en ella una suave sonrisa que demostraba algo de vergüenza. Quedaba claro que no era la pendeja atrevida que había dicho ser y que toda esa soltura que manejaba casi siempre, desaparecía en la intimidad. Pero eso no me preocupaba, la estaba pasando muy bien allí con ella, moviéndome lentamente y gozando de ese momento a solas los dos.
   Pasados los minutos me animé a acelerar mis movimientos. Mi cintura subía y bajaba poco a poco sobre su cuerpo y sentía como mi pija entraba y salía de su conchita, la cual se mojaba cada vez más. Los besos pasaron a un segundo plano y de su boquita empezaron a salir unos gemidos delicioso que al principio sonaban por lo bajo, pero que poco a poco empezaron a crecer. “¡Ay sí!” decía con voz ahogada y entre esas palabras gemía y gemía haciéndome saber lo mucho que le gustaba todo eso. Sus manos recorrían mi espalda y mi cabeza mientras que yo le besaba el cuello y los hombros y le pasaba la lengua por todos lados para calentarla aún más.
   Entonces decidí levantarme hasta quedar arrodillado frente a ella y sin sacarle la pija de la conchita, levanté sus piernas para apoyarlas en sus hombros. Me incliné suavemente hacia adelante buscando una penetración más profunda y volví a cogérmela. “¡Ay sí!” respondió ella nuevamente y los gemidos reaparecieron ahora que el placer era mucho mayor. Mirándonos un poco desde lejos, estiré mis manos para apoyarlas sobre sus tetas y empezar a manoseárselas con ganas e ir jugando con sus pezones, los cuales estaban bien duritos. A Paola parecía gustarle eso y provocó que sus gemidos se volvieran más intensos y ruidosos, haciéndome a mí ponerme más caliente y cogérmela con más ganas. Sentía como mi pija salía casi por completo para luego entrar de nuevo hasta el fondo de su conchita bien babosa.
   - ¡Ay Manuel!- Gimió ella entonces y que me nombrara fue éxtasis para mis oídos.
   Sin poder aguantarme la calentura, aceleré a fondo mis movimientos y me la empecé a coger a lo bestia. Con sus piernas aún apoyadas sobre mi cintura y con mis manos apretujando sus tetas y jugando con sus pezones, me cogía a la hermana de mi amigo a toda velocidad. Ella ya no se aguantaba los gemidos y había vuelto al “¡ay sí!” que por alguna razón ahora me calentaba más que antes. Ella me miraba fijo a los ojos y eso también me excitaba muchísimo, pues podía observar su rostro y su boquita entreabierta sacando gemidos que cada vez se escuchaban más fuerte. Estaba muy caliente y ella también, pero la sorpresa fue cuando sentí como sus gemidos se hicieron sumamente agudos y como su conchita se empapaba toda, haciéndome saber que Paola acababa de tener un increíble orgasmo.
   Envuelto en un ataque de calentura total, le dije que se diera vuelta y ni bien ella se puso en cuatro, se la metí hasta el fondo y volví a cogérmela. Agarrándola de la cintura con las dos manos, comencé a darle bien fuerte, moviendo mi cadera hacia adelante y hacia atrás a toda velocidad. Sentía como mi pija entraba y salía de su conchita, la cual estaba totalmente mojada. Ella gritaba y gritaba de placer, con esos gemidos que tanto me gustaban y me calentaban. No pude aguantarme, no pude controlarme y apretándole el culo bien fuerte con una mano, le di un golpe seco que me llevó a sacarle un alarido hermoso y a acabar de golpe. Me quedé quieto con mi verga bien adentro suyo, descargando todo mi semen en el preservativo y jadeando mientras me regocijaba de placer. “¡Ay sí!” gimió ella una vez más y giró su cabeza para mirarme con cara de complacida.
   Nos quedamos unos segundos inmóviles en esa posición y luego nos acostamos el uno al lado del otro para darnos un abrazo y un beso con mucha lengua. Acabábamos de tener nuestra primera vez y había sido muy buen. Paola no era la piba que había imaginado y a pesar de que me hubiese encantado encontrarme con esa fiera y esa loba que era en público, me gustó mucho su lado íntimo. Pensando que seguíamos solos en la casa, me levanté para ir al baño a tirar el preservativo que aún me colgaba de la pija, la cual estaba aún medio dura. Ni bien abrí la puerta, me encontré a Micaela sentada en el sillón que estaba en el living, mirando con una sonrisa morbosa a la puerta que acababa de abrir. A pesar de que estaba desnudo, no amagué a taparme y dejé que ella me observara de arriba abajo y cuando nuestras miradas se volvieron a cruzar, sin emitir un solo sonido, hizo una mueca con sus labios: “¡Muy bien!”


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