Hermana Mayor

Mis papás irían a una boda de unos antiguos amigos suyos fuera de la ciudad  y se quedarían en una pequeña casa de descanso que han ido construyendo con mucho esfuerzo y que yo pienso disfrutar mucho, sin esforzarme nada. El mayor atractivo es una pequeña alberca que ansiaba visitar con este calor.
Ellos no querían llevarnos ni a mí, ni a mi hermano menor; y nosotros tampoco queríamos ir, pero sí queríamos pasar un rato en la casita.  Insistimos tanto como pudimos y logramos un plan aceptable: viajaríamos juntos el viernes en la noche. Ellos se irían a su fiesta el sábado temprano  y regresarían el domingo para pasarlo juntos en familia. Perfecto. Todo un día  para disfrutar la alberca yo sola; bueno, ahí estaría mi hermano fastidiando de alguna manera, pero seguramente no lo vería mucho y una cerveza en la alberca bien valía la pena.
Todos juntos subimos al auto, escuchamos música variada, charlamos un poco, yo llevaba unas latas escondidas en mi mochila. Aunque ya tenía mi identificación, en la tienda de allá no se fijan mucho. Sólo mi hermano iba más callado que de costumbre.
Llegamos y nos instalamos en nuestros cuartos. El señor que cuida la casa le dijo a mí papá que pensaba que iban a llegar hasta el domingo y que había hecho planes para el sábado. Mi papá dijo que estaba bien, que nosotros podíamos limpiar lo que ensuciáramos. Ja, ja, muy gracioso… Mejor, así no le cuenta a mí papá que bebo en su preciosa alberca.
Al día siguiente me levanté temprano con mucho esfuerzo para despedirlos y prometer portarme bien y llevarme bien con mi hermanito. En cuanto se fueron metí mis cervezas al refrigerador y volví a acostarme. Me levanté a almorzar lo que mi madre había preparado el día anterior, me puse el traje de baño y el estuche de mis gafas de sol, saqué una cerveza y fui directo a la alberca.
Estuve un buen rato asoleándome y tomando. Apenas vi a mi hermano, a veces desaparecía o se sentaba embobado en su cel. Hasta que se acercó a decirme:
-Se te acabó la cerveza, verdad. Si quieres traigo más y me convidas una. En la tienda ya me conocen.
No sabía de dónde le salió lo servicial, pero acepté. Estaba pasándola bien y no quería salir. Mientras esperaba, me tomé una selfies sugerentes en mi traje de baño, junto a la alberca y las subí a instragram. De inmediato varios corazones, comentarios de amigos y amigas, algunos mensajes de mis admiradores pervertidos. Uff, me encanta ser el centro de atención, ustedes entienden. Me calenté un poco y me toqué encima del traje mientras leía los comentarios de lo buena que estoy y los mensajes de lo que les gustaría hacerme. Me metí a la piscina para refrescarme, y me seguí tocando entre las piernas. 
En eso llegaron las cervezas. Esperaba que estuvieran heladas y salí del agua por una.
Mi hermanito se quedó en silencio, sin moverse por un largo momento, luego me pasó una lata y al fin dijo:
-        Vanessa… te ves buenísima…
-        Ok… gracias…
-        Estás riquísima… Todos sueñan contigo… mis compañeros de la escuela… los vecinos… hasta los primos… ellos me lo han dicho… le encantan tus fotos…
-        Vaya, que enterado estás.
-        Darían lo que fuera por tocarte… cualquiera lo haría…
-        Ah sí?
-        Cualquiera haría lo que fuera… igual que yo…
-        ¿Qué?
-        De verdad haría lo que pidas, sería tu sirviente… Te encubriría cuando vayas a coger… o cuando metas hombres a la casa… te daría lo que tengo ahorrado para mi consola… lo traigo aquí…
Me estiró el fajo de billetes. Esto se estaba poniendo serio. Por lo que dijo entendí que sabía de mis aventuras y lo que hacía cuando no estaban mis papás en casa. No me convenía  que se le ocurriera  cambiar de estrategia, y las ofertas eran tentadoras… además… maldita sea… yo estaba caliente… Lo mire a los ojos…
-        ¿de verdad piensas cumplir todo eso?
-        Sí lo haría, te lo juro…
-        Solo una vez y nada de anal, a cambio de todo lo que me ofreciste.
-        Sí! Sí!  Está bien! Toma!
Tomé el dinero y lo apreté en el puño. Le puse la otra mano en la cara, lo besé, apreté mis pechos en el suyo, él de inmediato metió su lengua en mi boca y puso sus manos en mis nalgas. Su verga estaba durísima.
Le besé el rostro, el cuello, el pecho, fui bajando hasta quedar de rodillas, él se bajó el short y empecé a pasar mi lengua por todo lo largo de su verga. Apreté su glande en mis labios, la besé toda. La metí lentamente en mi boquita, toda, luego la volví a sacar despacio apretándola. Aumenté un poco la velocidad y se la mamé mirándolo a los ojos, como una buena putita. Me tomó de la nuca para meterla y sacarla a su ritmo. Toda! Gemía y resoplaba, aceleró el ritmo. Yo apenas aguantaba que me cogiera la boca. Con una mano apretaba el dinero y con la otra le acariciaba las nalgas y los huevos. Me la metió aún más rápido y sentí como me llenaba de la boca de leche.
-        Trágatela.
Obedecí. La sacó de mi boca y escurrió un poco por mis comisuras y mi barbilla. Sonreí. Había sido más fácil de lo que pensaba. Me tomó del cabello y me levantó un poco para poner su verga en mis pechos. Me bajé el top, usé mis manos para apretarla en mis tetas y limpiarla, pero… volvió a ponerse dura… esto no había terminado.
Me levanté, lo tomé de la mano y lo jalé a una silla de playa, debajo de una sombrilla. Me puse las gafas de sol y guardé el dinero en el estuche. Me desnudé bailando para él. Me empujó a la silla, me abrió las piernas se lanzó a lamerme. Uff.. Lo hacía como desesperado, sin cuidado, pero me encantaba. Le empujaba la cabeza con mis manos. Crucé mis piernas a su alrededor. Recordé que no había nadie en la casa y dejé salir mis gemidos.
 Grité con un orgasmo, y lo solté. Me giré para quedar en 4 patas sobre una toalla. Lo volví a mirar a los ojos y le dije
-         ¡Métemela! ¡Cógeme fuerte!
Se puso encima de mí. Me apretó los pechos y me talló su verga riquísimo, pero yo la necesitaba dentro… ¿No sabía meterla? Ya no podía esperar. La agarré en mi mano y la guié a mi vagina. La empujó toda y empezó a darme duro, con toda su fuerza. Yo no paraba de gemir. Le pedía más!
Me daba con toda su fuerza. Me la metía toda. Me dio unas buenas nalgadas. Me jaló del cabello arqueándome toda y metiéndomela más duro si era posible. Yo ya no gemía, gritaba!
Bajó un poco el ritmo. Mi macho se estaba cansando y yo tenía que atenderlo. Lo acosté en la silla de playa y me monté en su verga. Di un rico gemido cuando me entró toda.
-        Estás buenísima. Te mueves como toda una puta.
-        ¿Dónde aprendiste todo esto, hermanito?
-        Viendo porno y hentai y tocándome con tus fotos.
-        Qué rico me coges.
-        Disfrútalo putita.
Me apretaba los pechos y las nalgas, mientras yo lo cabalgaba. Me sentía muy sucia y me encantaba estar desnuda, sólo con las gafas, montando la vergota de mi hermanito. Arqueaba mi espalda disfrutando y luciendo mis pechos para él, luego se los ofrecía para que me los chupara. Después de mi orgasmo, me dijo.
-        Te voy  a llenar de leche…
-        No! Espera…
Me levanté. Lo tomé de la mano y lo llevé a la alberca. Nos metimos al agua. Me abracé a él para rodear su cintura con mis piernas. Me levantó de las nalgas y me la metió. Ahhhhh… me besaba la boca y los pechos… Me encantaba como me cogía en el agua y tenía que recompensarlo. Me baje, me volteé de espaldas y me apoyé en el borde. Él me tomó de la cintura y me la metió hasta el fondo. Muy fuerte y profundo. Sentí como se descargaba dentro de mí. Nunca me habían llenado de leche en el agua. Nos quedamos un rato así. El abrazándome detrás de mí. Nos besamos y salimos del agua.
Tomamos las cervezas, reímos, pusimos música. Nos bañamos y fuimos a comer juntos. Pusimos una película. Luego le pedí que me mostrara uno de esos videos hentai tan educativos. Nos reímos viéndolo, y le acaricié un poco la verga mientras tanto. Cuando terminó, lo besé, lo miré a los ojos y le dije:
-Entiendes que esta fue la única vez, que no se repetirá y que no puedes decir nada nunca. Lo prometiste.
- Lo sé. Lo cumpliré. Puedes estar tranquila.
Levantamos los platos. Nos deshicimos de las latas vacías y cada uno se fue a su cuarto. A media noche me desperté con sed. Me puse una bata para bajar a la cocina. Cuando llegue a las escaleras las pasé de largo y seguí hasta su cuarto. Toqué la puerta.
-        ¿Estás despierto? ¿Puedo pasar?
-        Sí… adelante…
Me abrí la bata, entré y cerré la puerta tras de mí.

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