100 lugares donde tener sexo. Capítulo 28

100 lugares donde tener sexo. Capítulo 28

100 lugares donde tener sexo es una serie de relatos que tiene como fin ampliar las opciones del lector, ayudándolo a encontrar un nuevo universo de oportunidades en donde disfrutar del sexo. Es necesario para ello aclarar que cuando hablamos de sexo no nos referimos solamente a la penetración, sino que también incluimos sexo oral, sexo verbal, toqueteo y todo lo que pueda calentarnos y excitarnos. Espero que lo disfruten y que los ayude a ampliar sus márgenes de placer.

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Capítulo 28:
   La arrinconé, o ella se dejó arrinconar, la verdad es que poco me importaba en ese momento. No era la primera vez que estábamos en esa situación y los dos sabíamos muy bien de lo que se trataba. Nos miramos, nuestros cuerpos se pegaron y los besos no tardaron en aparecer de una forma bien caliente y provocadora. Ella metió su mano por mi espalda por debajo de la remera y sentí su uña raspar todo mi cuerpo mientras que yo me pegaba a su pecho para apretarla más. La ropa empezaba a molestar y los dos lo sabíamos, es por eso que ella me propuso ir a la habitación para tener algo más de intimidad, sin embargo yo sonreí. La miré a los ojos y con la mirada señalé a la izquierda donde estaba el objeto del cual habíamos estado hablando gran parte de la noche.
   Me llamo Sebastián, tengo 26 años y estoy en el último año de la carrera de contador. Allí conocí a un gran grupo de amigos y amigas, en especial a una rubia hermosa con la que tenemos mucha historia, Felicitas. Feli parece tener la vida de una típica chica de ciudad, a comparación de mí que vengo de un pueblo muy chico del interior. Tiene una casa enorme lejos del centro, con una pileta gigante, un quincho enorme con lugar como para unas 20 personas y una mesa de pool que también se puede hacer mesa de ping pong. A pesar de eso, Felicitas es una piba bastante sencilla. Le gustaban las cosas simples como tomar una cerveza en un bar de mala muerte, ir al parque a tirarse en el pasto y más que nada las relaciones desinteresadas que funcionaban por si solas. Felicitas no creía en los títulos, aunque le gustaba jugar con las tentaciones y provocaciones de una manera muy audaz.
   Mi historia con Felicitas empezó desde el primer año. En esa oportunidad yo estuve un par de veces con otra chica que era del grupo pero que a la larga se terminó alejando. Mientras tanto ella cogió con Julián, pero no fue más que eso y los dos quedaron en amigos. A mi ella siempre me gustó, pero no la veía como una pareja y no sentía que entre los dos podía haber algo más que una buena amistad. Ella sentía lo mismo, pero un día nos reconoció a todos que creía en el sexo entre amigos sin ataduras y enseguida lo sentí como un palazo hacia mí. Tardé en avanzar, pues Julián y yo nos llevábamos muy bien y no quería que lo tomara a mal. No fue hasta que él empezó a salir con otra chica y que nos fijo que por Feli nunca sintió nada especial que me animé a decirle a mi amiga que le tenía ganas, pero que lo sentía como algo sexual.
   Desde entonces empezamos a coger y la verdad es que debo reconocer que el sexo entre amigos es posible y es muy placentero. No era algo frecuente, no era algo duradero y mucho menos algo sentimental, pero cuando se daba, los dos la pasábamos muy bien. La primera vez yo tenía dudas, pues no quería arruinar lo nuestro, por lo que ella me comentó que había algunas reglas que cumplir para no confundirse. “Si te empezás a sentir diferente, si empezás a notar que algo pasa, lo mejor sería parar y hablarlo” me dijo y por suerte nunca tuvimos que conversar nada. Por otro lado, mi amiga aseguraba que cuantos menos besos antes y después del sexo se dieran, mejor, ya que según ella los besos conllevaban a una conexión más íntima. Por último, la seducción y la calentura estaban casi prohibidas, pues si alguno de los dos estaba caliente, había que hacerlo (siempre y cuando el otro estuviese de acuerdo) y sacarse las ganas.
   Así fue, durante casi 4 años los dos cogimos bastante veces solo con la idea de tener sexo. Entre medio ella pasó por algo con un chico que nos distanció un poco y yo estuve saliendo con otra chica con la cual no se llegó a nada serio. Siempre volvíamos y es que nos llevábamos tan bien que el sexo era muy caliente, placentero y nos gustaba mucho. Ella era una chica atrevida, divertida y muy dispuesta a casi cualquier cosa, mientras que a mi me gustaba dejarme llevar, aunque a veces me sentía muy dominante y posesivo en el momento de la acción. Una de mis mejores noches sexuales, si no es la mejor, fue con ella, en una fiesta de fin de año que cogimos dos veces seguidas después de darnos cuenta que con una no nos bastaba. Pero las cosas estaban por cambiar.
   La noche en cuestión se dio en el quincho de su casa, un asado con los del grupo que de a poco se convirtió en una pequeña fiesta que terminó con todos muy borrachos. Al principio, mientras algunos bailaban y tomaban, otros jugaban al ping pong. Después levantamos la mesa y nos pusimos a jugar al pool y de la nada uno de los chicos se preguntó si era posible tener sexo en esa mesa, como había sucedido en la película American Pie. Todos lo miramos sin entender de dónde venía esa pregunta tan rara, pero como si hubiese sido natural, varios intentaron subirse e imitar algunas poses. Estábamos tan borrachos que no nos dimos cuenta que la mesa empezó a moverse de un lado al otro hasta que uno de los chicos nos dijo que nos bajáramos porque podía romperse. La fiesta siguió después de eso, con más música y alcohol y de golpe sentí que tenía muchas ganas de estar a solas con Felicitas.
   - ¿Querés que me quede cuando los demás se vayan así estamos?- Le pregunté y ella sintió con la cabeza y por primera vez en mucho tiempo me dio un beso delante de los demás, que hizo que algunos miraran desentendidos.
   Ellos sabían que nosotros cogíamos de vez en cuando, pero demostraciones de afecto delante de todos era algo que no solíamos hacer. Lo peor de todo fue que ella siguió buscándome, sacándome a bailar, abrazándome, diciéndome al oído que estaba muy lindo esa noche y hasta pegándome un chirlo inocente cuando yo fui a buscar otra cerveza. La notaba diferente. Cuando ya cerca de las 6 de la mañana nos quedamos solos, la ayudé a acomodar un poco las cosas y ella solita me vino a buscar. Me abrazó con ternura desde atrás y me dijo en un susurro que tenía muchas ganas de que estuviéramos solos. Entonces giré, la besé y la arrinconé contra la pared, pensando que ella ya no quería perder más tiempo.
   Comenzamos a besarnos de una manera muy caliente y Feli me acarició la espalda mientras que yo le levantaba la remera y la dejaba en corpiño. Bajé a chuparles las tetas deliciosas que tenía y cuando el corpiño me empezó a molestar, se lo terminé sacando para dejarla semi desnuda. Ella entonces me propuso irnos a la habitación para estar más cómodos pero por mi cabeza cruzó una idea algo divertida, al fin y al cabo con ella habíamos hecho muchas cosas divertidas. Era la persona ideal para proponerle locuras y pensé que esa podía ser una noche de verdaderas locuras. Con la mirada señalé la mesa de pool y Felicitas se empezó a reír, seguramente porque se imaginó a alguno de los chicos intentando subirse para imitar alguna pose. “¿Por qué no?” me dijo levantando los hombros y sonriendo para después besarme de nuevo.
   Fuimos hasta la mesa y levantándola del culo la senté contra el borde. Ella se acomodó corriendo algunas de las bolas que estaban arriba y haciendo que una entrara en uno de los agujeros. “¡Muy bien!” la felicité yo en broma y seguí besándola. Sus tetas me quedaban casi a la altura perfecta, por lo que volví a comérselas enteras mientras que ella me sacaba la remera para acariciarme el pelo y los hombros. A Feli le gustaba mucho gemir y eso era algo que a mi me calentaba demasiado. Escuchar sus gemidos de placer mientras se le ponían duros los pezones, hicieron que mi pija se parara casi al instante. Entonces seguí bajando por su cuerpo y llegué a su pantalón. Rápidamente se lo desabroché y con la ayuda de ella, mi amiga quedó únicamente con la bombachita blanca que le hacía resaltar el bronceado.
   La bombacha le duró poco, la que luego de darle unos besos por encima y lamérsela para dejársela toda mojada, se la quité para poder chuparle la concha. Ella abrió las piernas y se recostó sobre la mesa, moviendo otras bolas que fueron y volvieron por la tela verde. Agarrándola de los muslos, me dediqué a chuparle la conchita con ganas, pasándole mi lengua por los labios y jugando con mis dedos. Al principio solo era exterior, la acariciaba, la lamía y la chupaba. Enseguida dejé que uno de mis dedos entrara en su cuerpo mojado y ella me regaló un hermoso gemido que me incentivó a empezar a cogerla mientras que seguía pasándole la lengua por todos lados. “¡Ay sí Seba!” dijo ella y yo me puse más caliente de lo que ya estaba.
   Tras varios minutos de complacerla oralmente, Feli se levantó de golpe con la respiración agitada y el pecho moviéndose a mí y me pidió que me desnudara. Obviamente no podía devolverme el favor sobre la mesa, o al menos eso creía yo, ya que ni bien me desnudé, me invitó a subirme y a recostarme a lo largo de esta. Tirando las pocas bolas que quedaban en los agujeros, ella se acomodó entre mis piernas mientras escuchábamos el ruido de las bolas cayendo. Me agarró la pija, ya totalmente dura y empezó a pajearme mientras me miraba con una sonrisa morbosa. “¡Las locuras que me hacés hacer Seba!” me dijo y se metió mi pija en la boca para empezar a chupármela.
   Me encantaba como lo hacía. La pendeja me pajeaba suavemente mientras que movía su boquita hacia arriba y hacia abajo por lo largo de mi verga. Con la otra mano acariciaba mi cuerpo, haciéndome sentir un cosquilleo precioso por el lugar que sus dedos y sus uñas pasaban. “¡Ay Feli!” gemí yo sin poder controlarme y ella empezó a chupármela más y más rápido. Sentía sus labios bien mojados subir y bajar y me encantaban. Tenía la pija al palo y notaba como ella me pajeaba de una manera muy rápida, como si quisiera hacerme explotar de placer en cualquier momento. “¡Ay Feli!” volví a gemir levantando la cintura sin poder controlar mi cuerpo. Mis piernas me temblaban y mi cintura subía y bajaba al mismo ritmo que sus labios. “¡Vení a cogerme! ¡No doy más!” le grité casi desesperado.
   Enseguida, mi amiga se subió sobre mi cuerpo y clavándose mi pija en su conchita empapada, comenzó a cogerme. Como loca, sin dar vueltas, sin perder el tiempo, se inclinó hacia adelante y observándome desde arriba, fue moviendo su cintura hacia arriba y hacia abajo hasta agarrar el ritmo. Automáticamente llevé una de mis manos a su cintura y puse la otra sobre sus tetas, para apretarlas y jugar con ellas mientras se bamboleaban de un lado al otro. “¡Mmm que ganas tenía de cogerte!” me dijo ella y notaba como todo su cuerpo se encendía más y más a medida que se ponía más caliente. Yo estaba igual, estaba demasiado caliente y notaba como mi pija latía adentro de su cuerpo. Me fascinaba la forma en la que mi amiga me montaba y podía escuchar como la mesa se movía de un lado al otro, aunque no me importaba que esta se rompiera y se cayera de golpe.
   Muy caliente y con ganas de seguir, le dije que se pusiera en cuatro y empecé a cogérmela bien duro. “¡Pegame!” me dijo ella y enseguida levanté mi mano para que esta cayera después sobre su cola, dejándola toda roja. Me encantaba cuando Felicitas me pedía que la cacheteara y lo mejor es que siempre insistía en que quería más fuerte. “¡Más! ¡Más fuerte!” me dijo segundos después y volví a cachetearla una y otra y otra vez hasta que sus nalgas quedaron todas rojas. Sus gemidos invadían el quincho por completo y yo notaba como el rechinar de la mesa yendo y viniendo sonaba de fondo. Su culito golpeaba contra mi cintura en cada azote que le daba y eso me calentaba. Feli me volvía loco y el placer que sentía en ese momento de locura y travesura solo se comparaba con aquella noche excelente que ocupaba el puesto número uno.
   Los dos no dábamos más y lo sabíamos. Lamentablemente estar arriba de la mesa de pool limitaba las posturas, por lo que decidimos hacer la más clásica de todas y que por lo general solíamos evitar: ella abajo y yo arriba. Mi amiga se acostó sobre la tela verde y yo me acomodé entre sus piernas para penetrarla al mismo tiempo que ella me abrazaba. El beso fue inevitable, pero cuando yo quise subir, ella buscó mis labios y estos continuaron pegados. Empecé a cogérmela con ganas, pues la calentura que tenía era demasiado fuerte y ella en lugar de gemir o hacer cualquier otra cosa, siguió besándome y metiendo su lengua adentro de mi boca. Nunca me había besado tanto, pero por alguna razón eso me excitaba más de la cuenta y me motivaba a cogérmela más y más fuerte.
   - ¡Voy a acabar! ¡No pares!- Me pidió gritándome al oído y cortando el beso.
   Entonces empecé a cogerla bien duro, subiendo y bajando mi cintura a toda velocidad. Mi pija entraba bien a fondo de su conchita y notaba como sus piernas temblaban y como sus manos se movían por toda mi espalda. Felicitas cerró los ojos, tiró la cabeza hacia atrás y empezó a gemir como loca al mismo tiempo que su conchita se empapó por completo. Envuelto en una ola de calor y de placer, sentí la axcitación invadir mi cuerpo. “¡Besame!” le pedí sin darme cuenta y ella me comió la boca de nuevo. El efecto fue instantáneo, pues ni bien su lengua entró en mi boca y su mano se posicionó en mi nuca, sentí como mi pija explotaba adentro de su conchita toda húmeda. Seguí moviéndome, seguí disfrutando de ese orgasmo entre que ella me besaba y me comía los labios.
   Poco a poco nos fuimos quedando quietos y noté como la excitación se calmaba al mismo tiempo que nuestros cuerpos se relajaban. Allí como estábamos, nos miramos fijo a los ojos y nos empezamos a besar de una forma única, de una manera en la que nunca antes nos habíamos besado. Estábamos arriba de una mesa de pool y a pesar de todos los chistes y comentarios que habían hecho mis amigos antes de eso, habíamos logrado coger allí, disfrutándolo muchísimo. Felicitas me miró fijo a los ojos cortando el beso y me regaló una sonrisa que solo me llevó a darle un beso bien tierno y romántico, no respetando la regla de besos post sexo. Pero a ella tampoco parecía importarle y los besos siguieron por varios minutos, en los que los dos no decíamos nada y solo nos quedábamos ahí tirados, mirándonos y sonriendo.
   - ¿Querés quedarte a dormir?- Me preguntó y entonces supe que íbamos a tener que conversar pues los dos estábamos sintiendo algo que iba a cambiar las condiciones de la relación.


Lugar n° 28: Mesa de pool

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