Intriga Lasciva - El Instituto [11]

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Intriga Lasciva - El Instituto [11]





Capítulo 11.

La Filosofía de Dalma.

En la sede del club Veritas Sectatores estaban reunidas Erika, Siara y la nueva integrante, Oriana. Xamira se había excusado diciendo que no se sentía bien. Las chicas no insistieron, sabían que ella debía ser la más afectada por todo lo que estaba ocurriendo. 
―Entonces ¿cómo hacemos para entrar a esa página web? ―Preguntó Erika―. ¿Cómo dijiste que se llama?
―Uvisex ―respondió Oriana―. No sé cómo decirles esto sin que suene mal, pero… a ver… la situación económica de ustedes es considerablemente mejor que la mía…
―Sí, por eso quedate tranquila, Oriana. Los gastos van por cuenta nuestra ―dijo Siara―. El problema es que esta web está pidiendo mil quinientos dólares solo para entrar. No puedo usar tanto dinero de una sola vez sin que mi mamá sospeche algo. 
―Ni yo. Mi hermana me mata si se entera que gasté tanta plata para entrar a una página porno ―dijo Erika.
―¿Tu hermana? ―Preguntó Oriana.
―Sí, mi hermana es la streamer Kamilexia. 
Oriana se quedó boquiabierta al escuchar esas palabras.
―¿Qué? ¿Me estás jodiendo? ¿Vos sos la hermana? 
―Veo que la conocés.
―¿Conocerla? A mí me encanta Kamilexia, ¡la sigo desde hace años! Y resulta que estoy en un club con su hermana. ¡No lo puedo creer!
Erika soltó una risotada.
―Me gusta tu entusiasmo. Me cae bien la gente apasionada. 
―¿Te puedo preguntar algo? ―Dijo Oriana, con timidez.
―¿Qué cosa?
―¿Existe la posibilidad de conocerla en persona? Digo, si no es mucho inconveniente… es que para mí sería un sueño hecho realidad.
―No va a ser tan fácil. Mi relación con mi hermana no es muy buena. Creo que se enojó conmigo cuando le dije que su apodo sonaba como “Anorexia”. 
―Erika siempre tan sutil ―acotó Siara.
―Oh… ya veo. Bueno, si no se puede, no importa.
―Puedo notar la desilusión en tu carita. Eso me parte el alma ―aseguró Erika―. Voy a hacer lo posible. Lo que pasa es que mi hermana es una chica bastante… particular.
―Sí, lo sé. Es super simpática y carismática frente a las cámaras, pero siempre dice que le encanta estar sola. 
―Así es. Y yo soy algo así como una molestia para ella. 
―Es una pena, vos también me parecés super simpática. ¿Alguna vez pensaste en hacer streaming?
―A veces los hago ―dijo Erika―. Aunque no soy muy constante.
―Wow, esto es toda una revolución de información. ¿Y cómo se llama tu canal? Así lo puedo seguir.
―De momento prefiero que no, porque, de verdad, no suelo transmitir muy seguido. 
―Lo que Erika quiere decir ―intervino Siara―, es que le da pena que su canal tenga siete y u ocho espectadores, cuando su hermana mínimo mete diez mil por transmisión.
―¡Hey! ¿Y la que hablaba de sutilezas dónde se fue? ―Protestó Erika.
―Ay, perdón. Creo que me metí en un tema delicado… ―Oriana no sabía dónde meterse―. No fue mi intención.
―Está bien, vos no tenés la culpa de mis traumas personales. Digamos que para mí el streaming es un fracaso en curso. Todavía estoy intentando asimilarlo. Dame tiempo. Quizás algún día te diga cuál es el nombre de mi canal. 
―Creo que si te gusta hacerlo, deberías seguir ―comentó Oriana―. No importa cuánta gente te mire, lo importante es que vos te diviertas.
―Es que sí me divierto, y mucho… pero mi hermana siempre se las ingenia para recordarme que a ella la siguen miles de personas y que es una de las streamers más exitosas del país… y a eso sumale que en mi familia literalmente vivimos con el dinero que ella gana. Así que… bueno, ahora entendés por qué no puedo agarrar tanto dinero y pagar el acceso a esa página. Mi hermana me crucificaría durante uno de sus directos.
―Ya veo. Esto es muy curioso. Creía saber mucho de Kamilexia, pero no sabía que tenía una hermana. 
―Ya ves lo mucho que me menciona en sus transmisiones.
―Em… sí… este… bueno… ¿volvemos al temita de la web? ―Preguntó Oriana, en un desesperado intento por llevar la conversación hacia un camino menos sinuoso. 
―Creo que la única opción es la que menos me gusta ―dijo Siara―. Tendré que pedirle dinero a mi mamá. Me odio a mí misma por depender tanto de ella, pero no veo otra opción. 
―Vas a tener que inventarte una buena excusa para que Verónica te de mil quinientos dólares sin sospechar nada raro ―comentó Erika. 
―Ustedes me dijeron que Verónica LeClerc donó el televisor para la sala ―dijo Oriana, señalando dicho televisor con el pulgar―. ¿Y si le decís que con ese dinero vas a hacer algo con tu club? No sé, organizar un evento, o algo así…
―A ver, esa idea me gusta ―aseguró Siara―, pero no puede ser un evento, sino mi mamá me estaría preguntando qué tal funcionó y dónde están las fotos, y hasta quizás quiera participar. Necesito que sea algo que ella no pueda corroborar después. Siento que estoy pensando como una estafadora, pero no puedo decirle a mi mamá que quiero la plata para entrar una página porno de lujo. Ni siquiera si le explico nuestras sospechas sobre las chicas del instituto que están involucradas. Porque si ella se entera de esto, capaz que viene armar un escándalo tremendo y hasta pone una denuncia.
―Ya veo… espero que se nos ocurra algo pronto ―dijo Oriana.
―¡Ay, chicas! ¡La puta madre! ¡Tienen que ver lo que acabo de encontrar en Twitter! ―Exclamó Erika. Puso su celular sobre el escritorio y todas se quedaron mirando estupefactas la pantalla―. Cuando Xamira se entere de esto, se va a querer morir. 

--------------

Xamira sabía que tenía una importante misión por delante. Quería saber la verdad, pero al mismo tiempo le daba miedo. Eso la llevó a ponerse excusas y posponer el asunto durante un par de días. 
Llegó a su casa luego de una tediosa jornada en el instituo, le molestaba tener que estar quieta durante tantas horas. Ella necesitaba moverse un poco, darle una patada a algo, lo que sea… cualquier cosa menos estar quieta. 
Se quitó toda la ropa dentro de su cuarto y estaba por ponerse una calza para hacer ejercicio cuando le llegó un mensaje de Erika. Decía una sola frase.
―Tenés que revisar Twitter. Urgente.
Así lo hizo, mientras los nervios la carcomían. Por un momento sospechó que alguien había filtrado otro fragmento del video, hasta fantaseó con la idea de que allí se vería la cara de la chica en cuestión y quedaría demostrado que no se trataba de Dalma.
Como Dalma es su mejor amiga y una de las personas con las que más interactúa en redes sociales, el tuit que había alarmado a Erika fue lo primero que vio.
Xamira se sentó sobre el borde de su cama. Estaba abatida. 
―Ay, amiga… ¿qué hiciste? ―dijo en voz alta.
En la publicación realizada por la misma Dalma decía: “Estoy harta de que digan estupideces sobre mí. Así soy yo al desnudo, miren y comparen. Saquen sus propias conclusiones”.
Debajo de estas palabras había una serie de fotos que Xamira conocía muy bien, porque ella misma se las había sacado. Dalma aparecía angelical, sonriente, y completamente desnuda. Incluso había una foto que mostraba su concha abierta en primer plano y otra que la mostraba en cuatro patas, con las nalgas abiertas, de la misma forma que la chica del video. 
Xamira no podía comprender cómo su amiga había llegado a publicar fotos desnuda en su propia cuenta. Sintió una fuerte opresión en el pecho. No podía posponerlo más. Se puso la calza y un top, sin siquiera molestarse en ponerse ropa interior, agarró el sobre con las fotos y salió disparada hacia la casa de su amiga.
Fue la misma Dalma quien la recibió, con un fuerte abrazo y una radiante sonrisa. 
―¡Hola, amiga! Qué bueno que viniste. Tenía muchas ganas de verte. Necesito hablar con vos.
―Em… yo también necesito hablar con vos. 
―¿Qué es eso? ―Preguntó Dalma, señalando el sobre de papel madera―. Ah, ¿son las fotos?
―Sí, pero… em… después hablamos de eso. ¿Puedo pasar?
―¡Claro!
Xamira no comprendía por qué su amiga estaba tan contenta después de lo que había hecho. Entraron al cuarto de Dalma y seguía tan impoluto como siempre. Ni una sola cosa fuera de lugar. El sueño de un obsesivo compulsivo. 
―¿Ya viste lo que subí a Twitter? ―Preguntó Dalma, sin cambiar su buen humor.
―Sí… justamente sobre eso quiero hablar. ¿Cómo…?
―Sé que tendrás un montón de dudas. Yo tampoco sé si esto fue buena idea o no… pero… ya estaba harta. No aguantaba más.
―Entiendo… o al menos intento entenderlo. Durante estos días te acosaron mucho, te habrán dicho barbaridades ―Dalma asintió con la cabeza, ahora sí parecía triste―. Sé que querés demostrar que la chica del video no sos vos. Sinceramente hasta yo tuve mis dudas… y no lo tomes a mal, es que… lo que hay en estas fotos… 
―¿Qué hay de raro con las fotos? Te dije que a mí no me molesta que las veas. 
―Es que… conseguí todo el set ―Xamira notó que las mejillas de su mejor amiga se ponían rojas―. ¿Qué pasa con esto? ―Le mostró una foto en la que Dalma tenía una verga en la boca y a su lado estaba Emilia, muy sonriente. 
―Ya veo… viste estas fotos y dudaste de mí. Es lógico, no estoy enojada con vos.
Xamira se armó de paciencia. La que debía estar enojada era ella, al fin y al cabo su amiga le estaba ocultando detalles muy importantes. Aún así logró mantenerse serena. 
―No me resultó fácil entender la primera tanda de fotos, donde vos y tu mamá se pusieron muy… cariñosas.
―Ya te dije lo que pienso sobre el cuerpo femenino…
―Sí, sí… creo que más o menos lo voy entendiendo. Pero después me encontré con este de fotos ―señaló la verga en la imagen―. No sé cómo fue que vos y tu mamá llegaron a hacer algo así. Vos dijiste que ibas a reservar tu virginidad para tu noche de bodas. Tenés novio… me imagino que Tomás no sabe nada de esto. 
―Todavía no le mostré esas fotos. Quizás a él le cueste entender que no hay nada de malo en eso. Pero vos sí lo podés entender, sos mi amiga… 
Xamira masajeó sus ojos. Cada vez se le resultaba más complicado estar en sintonía con Dalma y la rabia crecía en su interior. Hizo un gran esfuerzo para serenarse, se sentó en la silla que había en el cuarto, posicionándola justo frente a su amiga, y dijo:
―A ver, te escucho. ¿Cuál es tu versión? Te prometo que no voy a sacar ninguna conclusión apresurada. Solo quiero saber cómo pasó esto. 
―Muy bien ―Dalma volvió a sonreír. Al hacerlo parecía ese ser puro y angelical que Xamira asociaba con su amiga―. Sé que algunas cosas no van a ser fáciles de comprender. Pero con el tiempo quizás puedas verlo con mis ojos. Te cuento todo lo que quieras, con una condición.
―¿Cuál?
―Que te saques la ropa. Yo voy a hacer lo mismo.
―¿Qué? ¿Por qué nos tenemos que desnudar?
―Es un símbolo de confianza, Xami. Si las dos estamos desnudas, significa que no nos estamos ocultando nada. Todo está a la vista.
―Uf… bueno… está bien ―aceptó, sin demasiada convicción.
En pocos minutos las dos estuvieron completamente desnudas. Xamira se dio cuenta de que en esta ocasión no le resultó tan incómodo quitarse la ropa. Hasta sonrió cuando vio que Dalma ya estaba como Dios la trajo al mundo. 
―No te sientes en la silla ―pidió Dalma―. Siento que esto es un interrogatorio, y se supone que es una charla entre amigas. Vení, vamos a sentarnos juntas en la cama.
Así lo hicieron, uno de los laterales de la cama estaba contra la pared, allí las dos chicas apoyaron sus espaldas, quedando muy cerca una junto a la otra. 
A Xamira la invadió el Deja Vu de la última vez que estuvo en esta habitación. Todavía podía sentir las lamidas de Dalma en su clítoris, y al recordarlo la invadía una gran sensación de vergüenza, porque Emilia las había interrumpido justo en ese momento. Aún no había tenido tiempo para explicarle el asunto a la madre de su amiga, pero… después de lo que Emilia había hecho en la sesión de fotos de su hija ¿de verdad tenía que explicar algo? El solo hecho de pensar en que la lengua de Dalma exploró la vagina de su madre la dejaba tan impactada como el primer momento en que lo vio en una de las fotos. Esto también le transmitía una gran sensación de culpa, porque mientras analizaba esas fotos no pudo evitar masturbarse en varias ocasiones. Ni siquiera podía explicar por qué ver eso le causaba tanto morbo. Ahora una pizca de ese morbo le estaba recorriendo el cuerpo, especialmente en sus zonas más sensibles. Sentir la tibieza del cuerpo de Dalma junto al suyo no ayudaba demasiado a aplacar ese sentimiento. 
En ese momento se escuchó un ruido de llaves y una puerta que se abría a lo lejos. Xamira supuso que debía tratarse de la puerta de entrada a la casa.
―¡Llegó mi mamá! ―Exclamó Dalma, con alegría―. Ella sale en las fotos, así que también te puede explicar qué pasó.
―Em… no hace falta que la llames…
Xamira no alcanzó a concluir la frase que su amiga ya había salido disparada. Escuchó un “Hola mamá” a lo lejos. Al parecer a Dalma no le daba pudor salir de su cuarto desnuda para recibir a su madre. El murmullo le indicó a Xamira que Dalma estaba intentando convencer a Emilia de sumarse a la charla. No se podían distinguir bien las palabras, pero Emilia no parecía muy entusiasmada. Sin embargo, su hija insistió. 
Cuando Dalma y Emilia entraron al cuarto, Xamira se cubrió los pechos, cruzando los brazos en un gesto defensivo. 
―Eh… hola ―la saludó Emilia, con timidez―. ¿Cómo estás, Xamira?
―Muy bien ¿y vos?
Ambas mujeres luchaban por aparentar normalidad en esta situación tan extraña.
―Todo bien, Dalma quiere que hablemos sobre el asunto de las fotos… espero que no te moleste. Ah, y antes que nada, no hace falta que expliques por qué estás desnuda. Conociendo a Dalma, ya me imagino qué te habrá dicho para convencerte.
Esas palabras relajaron un poco a Xami, bajó los brazos y mostró una sonrisa tímida. Aún así seguía sintiéndose incómoda. Podía encarar este tema con su mejor amiga, al fin y al cabo se tenían mucha confianza; pero no se creía capaz de hacer lo mismo con Emilia presente. 
―Mamá, vos también tenés que quitarte la ropa, esa es la condición ―dijo Dalma, como si se tratase de un juego.
―¿Qué? ¿Yo también? Pero, hija…
―Nada de peros. ¿Me vas a decir que te da vergüenza que Xamira te vea desnuda, pero hacer una sesión de fotos no? 
―Bueno, si lo ponés de esa forma…
―Dale, así las tres estamos en igualdad de condiciones. 
―¿A vos te molestaría, Xami? ―Preguntó Emilia, con gesto maternal.
―A esta altura, no me molestaría. Además me sentiría menos expuesta si ustedes están iguales.
―Está bien ―accedió Emilia.
Ella se sacó la ropa mostrando un cuerpo más curvilíneo que el de su hija, con algo más de grasa bajo la piel, pero esto solo servía para destacar su figura. Sus tetas, blancas y pesadas, cayeron por la gravedad cuando se quitó el corpiño. Eran considerablemente más grandes que las de Dalma y Xamira, aunque quizás no se comparaban a las de Oriana, Erika y Siara. ¿Por qué la vida le tuvo que dar amigas tan tetonas? 
Aunque… no estaba segura de si podía llamarlas amigas, al fin y al cabo apenas las conocía. 
Xamira vio que Emilia tenía la intención de sentarse en la cama, decidió cambiar de posición y se colocó con la espalda contra una de las almohadas. Dalma se sentó junto a ella e hizo que las piernas de Xamira pasaran por encima de las suyas. Emilia se colocó a la derecha de Xami, así ella quedó completamente arrinconada. Desde allí no alcanzaba el sobre de fotos y Dalma se apoderó de él. 
―Xamira quiere que le expliquemos esta foto ―dijo, mostrando a la madre y a la hija con esa gran verga―, pero para entender esto, antes tenemos que hablarle de otra. ―Buscó dentro del sobre y sacó la foto que mostraba a Emilia sola, con la verga en la boca―. Mami, ¿por qué no le contás cómo fue que te decidiste a hacer esto?
―Uf… es medio difícil explicar eso ―dijo Emilia, con las mejillas enrojecidas―. Pero no quiero que Xamira se haga una idea equivocada de todo este asunto ―miró a la aludida con ojos maternales―. Me imagino que Dalma ya te contó todo lo que ella piensa sobre el cuerpo femenino y por qué nos sacamos estas fotos desnudas… incluso te habrá explicado las más… extrañas.
―Em… sí, hablamos de eso la última vez ―quiso decir que aún no le quedaba claro por qué decidieron lamerse los clítoris para la sesión de fotos, pero se lo calló.
―Y también me imagino que habrás conocido a Alexis.
―Sí… tuve que hablar con él para conseguir esas fotos.
―Supongo que no te las habrá dado tan fácilmente. Algo habrás hecho para convencerlo. ―Xamira se puso tensa, por suerte Emilia decidió pasar por alto ese asunto―. Al principio me resultó muy incómodo estar desnuda frente a él, pero esas sesiones no se dieron en un solo día. Fueron varios, y se fueron poniendo más… interesantes con el paso del tiempo. Cuando llegábamos a casa Dalma me explicaba que, según ella, las mujeres no tendrían que tener privaciones ni vergüenzas respecto a su propio cuerpo y hacia el de otras mujeres de confianza. Me costó entender eso, pero al final me animé a hacer esas fotos… fue raro sentir los dedos de mi hija dentro de mí.
―Pero a la vez te resultó emotivo ―interrumpió Dalma―. Al menos eso me dijiste en ese momento.
―Sí, así es. Nunca antes había sentido una conexión tan especial con mi propia hija. De verdad lo disfruté un montón y me alegra tener las fotos, para rememorar ese momento cuando quiera hacerlo. 
Mientras Emilia hablaba una de las manos de Dalma acariciaba las piernas de Xamira y se iba acercando cada vez más a su zona íntima. A esto debía sumarle una de las tetas de la madre de su mejor amiga, que descansaba sobre su brazo. 
―Esas sesiones nos sirvieron para sentirnos más cómodas con nuestros cuerpos ―dijo Dalma―. Incluso pudimos hablar de nuestra propia anatomía sin ningún tipo de pudor. Eso es estar en paz con una misma.
―Suena… liberador.
―Así es. Dale, mami, decile a Xamira qué opinás de su cuerpo, para que entienda a qué me refiero.
―Mmm… a ver ―una de las manos de Emilia se posó sobre el vientre de Xamira―. Esto es increíble, nunca había visto a una mujer que tuviera los abdominales marcados de esta forma.
―Es bastante sutil ―aseguró Xamira―. Algunas mujeres los tienen todavía más marcados, pero a mí no se me marcan más que esto. 
―Debés hacer mucho ejercicio ―los dedos de Emilia trazaron el contorno de cada uno de los músculos abdominales, luego comenzaron a bajar―. También me resulta increíble lo tonificado que tenés el pubis, si es que se puede decir eso. Sinceramente no sabría cómo explicarlo. Pero me resulta fascinante.
―Lo que pasa es que se le marcan mucho estas líneas ―dijo Dalma, al mismo tiempo que trazaba sobre la piel las líneas en “V” que bajaban del abdomen al pubis. Xamira se estremeció. Había demasiados dedos recorriendo su cuerpo―. ¿Y viste qué bien recortado tiene el vello púbico?
―Sí, le queda precioso ―los impertinentes dedos de Emilia comenzaron a acariciar la prolija alfombra de pelos que bajaba en línea recta hacia la vagina―. ¿Te los recortás todos los días?
―No, todos los días no ―respondió Xamira, casi sin poder respirar―. Pero justo hoy lo hice, a la mañana. Por eso está tan prolijo. 
―Yo no tengo paciencia para estas cosas ―aseguró Emilia―, por eso me hice la depilación definitiva.
―La tiene tan suave como la piel de las tetas ―dijo Dalma, al mismo tiempo que acariciaba el pubis lampiño de su madre―. ¡Ay, están tan lindas las dos! ¿Les puedo sacar una foto?
Xamira abrió tanto los ojos que le resultó imposible disimular la sorpresa. ¿Para qué quería ella una foto desnuda junto a la madre de su mejor amiga?
―No la molestes, Dalma ―intervino Emilia―. Dale tiempo para procesar todo.
―Pero… si es solo una foto. No tiene que hacer nada.
A Xamira le molestó que Dalma se pusiera tan insistente, pero llevaba años siendo su amiga, sabía cómo se podía poner cuando una idea se le metía en la cabeza.
―Está bien, podés sacar la foto ―dijo, con resignación―. Total, no se la vamos a mostrar a nadie.
―Eso es cierto ―aseguró Dalma. 
Se puso de pie rápidamente y buscó la cámara en su ropero. Cuando la tuvo lista apuntó a las dos mujeres que reposaban sobre su cama. Ambas mostraron una sonrisa un tanto forzada. Xamira se percató que la mano de Emilia seguía sobre su pubis, ese detalle haría que la foto se viera demasiado rara. ¿Qué pensaría una persona si la viera? Se horrorizó con la idea que le vino a la mente. Esa hipotética persona solo podría sacar una conclusión: que Xamira y Emilia eran amantes. ¿Qué otra cosa podría pensar al verlas tan cariñosas y desnudas en una cama?
―Te noto muy tensa, Xamira.
―¿Eh? ―Las palabras de Emilia la arrancaron de sus pensamientos―. Ah… sí… es que… no estoy acostumbrada a sacarme fotos desnuda. Mucho menos con otra persona.
―Porque seguís viendo la desnudez como algo malo, como un tabú ―comentó Dalma―. No te olvides que estamos en confianza y que nosotras somos dueñas de nuestro propio cuerpo. Nosotras ponemos los límites. 
Xamira pensó que hacía rato que ya había excedido sus propios límites, pero no podía echarle la culpa de eso a Dalma. Lo que ocurrió con Alexis fue culpa de ella. Aún no entiende por qué se comportó de esa manera con un tipo que solo pretendía usarla como un objeto sexual. Apartó esos pensamientos de su cabeza. Allí, con Dalma y Emilia, podía sentirse mucho más contenida que con Alexis.
―Prometo que me voy a relajar ―dijo con una sonrisa más honesta―. Mientras esté con ustedes, no tengo nada de qué preocuparme.
―¿Ves? Ya lo vas entendiendo. Lo mismo le dije a mi mamá cuando nos hicimos las fotos. Si nos manteníamos juntas, todo iba a salir bien. ¿Por qué no probás acariciando un poquito a mi mamá, como ella hizo con vos?
―Em… bueno…
Una vez más su convicción se vio afectada, pero aún así hizo lo que su amiga le pidió. Emilia se acomodó boca arriba y Xamira acercó una mano a ese vientre pálido y ligeramente abultado. Lo acarició hasta llegar al pubis. Dalma tenía razón, estaba sumamente suave. 
―Así está mejor ―dijo Emilia―. No tengas miedo, que yo no me voy a enojar con vos por nada.
―Gracias.
Xamira se movió para acomodarse mejor y eso fue un error, su mano bajó más de la cuenta y pudo sentir la humedad y la tibieza de los labios vaginales de Emilia. Estuvo tentada a apartar la mano rápidamente, se abstuvo porque no quería que alguna lo interpretara como una actitud de rechazo o asco. 
No recibió un “Xamira, ¿qué estás haciendo?” o un “Me parece que estás yendo demasiado lejos”. Emilia ni siquiera se movió. 
Dalma aprovechó para acercar la cámara a la zona genital de su madre y tomó varias fotos. 
―Una de las partes más difíciles de la sesión fue tocar la vagina de otra mujer ―comentó Emilia―. En especial tratándose de mi propia hija. Pero en la segunda sesión, después de la cuarta o quinta foto, ya no me resultó tan raro, y empecé a entender la forma de pensar de Dalma.
―Mostrale, mamá, para que vea que no hay nada de malo en hacerlo.
Dalma se acercó, Emilia acarició la cara interna de sus muslos, subió hasta la concha, y sin mucho preámbulo, metió dos dedos allí dentro. Xamira observó la escena impactada. Sabía que su amiga ya no era virgen, había visto una foto de ella siendo penetrada, pero aún así le sorprendió la facilidad con la que entraron esos dedos. Emilia los movió de adentro hacia afuera varias veces, como si estuviera masturbando a su hija. Sus dedos se cubrieron de flujos vaginales. 
Xamira sintió esa misma mezcla de morbo e incomodidad que la invadió cuando vio las fotos por primera vez. Se esforzó por aplacar el sentimiento de morbo, pero no pudo. Necesitaba saber más.
―¿Y después de esto vinieron las fotos en las que se pasaron la lengua por ahí abajo? ―Preguntó.
―No… bueno, sí… pero no fue ese mismo día. Dalma me habló de la conexión que íbamos a sentir cuando hiciéramos esas fotos, que no hay vergüenza en explorar la vagina de otra mujer, si es que se le tiene mucho aprecio y confianza. Sin embargo, yo no quería que eso ocurriera delante de un extraño. Por eso la primera vez la hicimos acá… en esta misma cama.
―Y empecé yo ―dijo Dalma.
Ella se colocó delante de su madre y le separó las piernas. Luego se acostó boca abajo, dejando la cabeza a menos de dos centímetros de la vagina de Emilia. Xamira estuvo a punto de decir que no era necesario hacer una demostración. No la quería porque su mente aún no podía procesar por qué una hija le lamería la concha a su madre. No tuvo tiempo de detener nada. 
Dalma sacó la lengua y empezó a jugar con el clítoris de su madre, como si éste fuera un pequeño cascabel. 
―Ay, hija… eso es… muy agradable. ―Emilia miró a Xamira―. No hay que tener miedo en reconocer cuando la otra mujer hace algo lindo por vos. La primera vez me sentí muy incómoda, no lo voy a negar. No podía quitarme de la cabeza lo que la sociedad opina de esto. Me llevó tiempo empezar a verlo con los ojos de Dalma, ella lo ve como un acto puro.
―¿Casi… religioso?
―Quizás se lo podría definir así. ―La lengua de Dalma ahora recorría los labios vaginales de Emilia. Xamira se puso muy nerviosa. Esas mismas lamidas las había visto en algún video porno en el que dos mujeres decidían ponerse muy cariñosas la una con la otra―. Y también es una experiencia sumamente relajante. ¡Ahh… mmmm… siii! Cuando Dalma hace esto, se me olvidan todos los problemas del mundo. La vez pasada lo hizo con vos ¿pudiste sentir lo mismo?
―Em… no exactamente. Me puse muy nerviosa y…
―Y yo las interrumpí. Perdón por eso. No era mi intención. 
Emilia deslizó sus dedos por el vello púbico de Xamira, llegó hasta el clítoris y comenzó a masajearlo lentamente. Una oleada de placer invadió el cuerpo de Xamira. Su primer instinto fue apartarte. Se quedó allí por el mismo motivo que la última vez, no quería que Emilia lo entendiera como un rechazo.  
―Todo es cuestión de ir de a poco ―dijo la madre de su amiga, mientras le acariciaba la concha―. Hay que darle tiempo a la otra a relajarse un poco. 
Xamira miró a Dalma y sus ojos casi se caen sobre las sábanas. La chica tenía los labios pegados a la concha de su madre, los estaba succionando y lamiendo con pasión, casi como… casi como si se tratase de un acto sexual lésbico. La lengua de Dalma se perdía dentro de la concha y luego aparecía otra vez para darle intensas lamidas al clítoris. 
―Ay, hija… ¡qué rico! ―Exclamó Emilia―. Sos un amor. Me encantaría que siguieras, pero… ¿por qué no le mostrás a tu amiga lo que se siente?
―Con todo gusto ―dijo Dalma, sonriente.
―¿Estás lista, Xamira? 
La pregunta no esperaba respuesta. Emilia metió dos dedos dentro de la concha de Xami y ella soltó un potente gemido. No sería capaz de decir que la sensación le desagradó. Eso la hizo sentir culpable. Cuando Dalma se posicionó entre sus piernas, creyó que recibiría las lamidas sutiles de la vez anterior, sin embargo esta vez su amiga le tenía preparado algo mucho más intenso. 
El primer contacto con la lengua y su clítoris fue intenso… y fue apenas el comienzo. Las lamidas rápidamente se convirtieron en chupones. Los gemidos de Xamira llenaron la habitación y su cuerpo comenzó a retorcerse en un desenfreno de placer. 
“¿Qué me está pasando?”, pensó. No entendía por qué eso le resultaba tan agradable. Su razón le decía que debía detener a Dalma, pero su cuerpo quería más. 
―¿Viste qué rico se siente? ―Dijo Emilia, con una amplia sonrisa.
A continuación se acercó a uno de los pechos de Xamira y comenzó a lamer un pezón. Una vez más el cuerpo de Xami se retorció. No podía creer que esto estuviera ocurriendo. Tenía a su mejor amiga dándole una comida de concha descomunal, como nunca antes había experimentado, y a Emilia comiéndole una teta. 
Seguida por algún extraño impulso que no pudo comprender, Xamira bajó una de sus manos y se encontró con la concha de Emilia, comenzó a acariciarla por fuera de la misma forma que ella lo hacía al masturbarse.
―Así, tocame todo lo que quieras ―dijo Emilia.
Estas palabras en lugar de asustarla, que es lo que tendría que haber ocurrido, la tranquilizaron. Movió más rápido sus dedos y buscó el agujero. Los introdujo allí y continuó con el movimiento. Dio rienda suelta a sus gemidos, ya no podía contenerlos, la chupada de concha que le estaba dando Dalma era cada vez más intensa… cada vez más pornográfica. Le costaba ver algo “religioso y puro” en todo este acto, pero no podía detenerse. 
Su concha estaba produciendo jugos sexuales a montones y Dalma no tenía ningún tipo de reparo al tragarlos. 
―Vení, hermosa, ahora dame un ratito a mí ―dijo Emilia.
Tomó la cabeza de su hija y la orientó hacia su propia concha. Dalma se prendió de ella con la misma intensidad que antes. Esta vez a Xamira le causó mucho más morbo que incomodidad, casi que agradeció poder presenciar ese acto. ¿Cuántas veces una persona podría presenciar en vivo y en directo un acto sexual que rayaba el incesto? Era todo un descubrimiento para ella. Sabía que esto no debería resultarle agradable, que debería escandalizarse, pero estaba muy excitada y en ella ardía la llama de la curiosidad.
Emilia volvió a tocarle la concha y esta vez ella separó las piernas, invitándola a pasar. Los dedos de Emilia se clavaron en ella y comenzaron a masturbarla con intensidad. Al mismo tiempo Xamira se lanzó sobre una de esas grandes tetas que tanto le llamaban la atención y comenzó a chuparla. ¿Por qué? No tenía idea. No recordaba haber sentido el deseo de chuparle las tetas a otra mujer, y ahí estaba haciéndolo… no quería detenerse. 
La sensación que le produjo el pezón dentro de su boca la dejó desconcertada. Chupar una pija le resultaba incómodo, especialmente al principio, cuando su calentura todavía no le había opacado el juicio. Pero el pezón implicaba un acto lésbico. Algo en lo que ella jamás se imaginó siendo partícipe. Ni siquiera se le cruzó por la cabeza. 
―Amiga ―dijo Dalma, interrumpiendo sus lamidas―, vos viniste a hablar sobre las fotos, y al final terminamos yéndonos por las ramas…
―No, está bien. Esto me está ayudando a entender todo desde otra perspectiva. Aunque sí me gustaría saber más sobre el asunto de las fotos, en especial sobre aquellas en las que participaron hombres.
―Sí, esas fueron las más raras, sin duda. 
Xamira pensó que lo más raro era que una madre y una hija interactúen de esa forma, pero tratándose de Dalma, también le resultaba extraño que su amiga haya accedido a participar en esas fotos. 
―¿Me lo vas a contar todo?
―Si me demostrás que entendés mi postura, sí, te cuento todo.
―¿Y cómo hago eso?
―Solo se me ocurre una forma ―dio una rápida lamida a la concha de Emilia.
―¿Tengo que…? ―Dalma asintió con la cabeza―. ¿Con tu mamá?
―No, conmigo. 
―Ah, bueno… em…
―Intentá no pensar en las cosas que dice la sociedad sobre esto. Tenés que verlo como un acto de confianza, como una forma de conexión.
―Lo voy a intentar.
Dalma se acomodó en la cama tomando el mismo lugar que antes ocupaba su amiga. Xamira se colocó entre sus piernas y admiró esa concha perfecta, completamente depilada. De hecho se parecía mucho a la de la propia Emilia, salvando las diferencias de edades. 
“Vamos, Xamira, vos podés hacerlo ―se dijo mentalmente―. Viniste para llegar al fondo del asunto. Si no hacés esto, todo lo que pasó con Alexis va a ser en vano”. 
Bloqueó su mente tanto como pudo. Si dentro de ella había algún ser morboso que se liberaba en cuanto la excitación sexual aumentaba, entonces le dio rienda suelta a ser. Hasta le pidió que tomara el control y que se encargara de todo de ahora en adelante, porque ella, la Xamira de siempre, no podía procesar toda esta situación sin volverse loca. Lo mejor era no pensar.
Avanzó sobre la concha de su amiga y le dio una lamida contundente, muy lejos de lo que ella tenía en mente al principio. Pretendía ir probando de a poco, pero ese ser libidinoso que habita en ella se apoderó de la situación. La segunda lamida fue aún más intensa y antes de poder darse cuenta ya le estaba dando unos chupones en la concha a Dalma que eran dignos de la mejor película de porno lésbico. Los gemidos de su amiga aumentaron aún más su morbo y eso la llevó a darle intensos chupones al clítoris. 
Dalma aprovechó la situación para sacar varias fotos, a Xamira no le importó, hasta se mostró sonriente. Confiaba en que su amiga no le mostraría las imágenes a nadie.
“Si estoy dentro de esto, lo voy a hacer con todo”, se dijo Xamira.
Dio unos cuantos chupones más y luego, sin que se lo pidieran, se lanzó a chupar la concha de Emilia. Se prendió a ella con la misma pasión que hubiera mostrado una lesbiana experimentada. “Si con esto no me gano su confianza, no lo voy a conseguir con nada”, pensó. 
Emilia se retorció de la misma forma en que lo había hecho cuando su hija le comía la concha.
―Ay, nena… no me esperaba que te animaras tan rápido… pero me encanta lo que estás haciendo. Seguí así. 
Xamira hizo lo que le pedían. Continuó con las lamidas y vio como Dalma volvía a fotografiarla. No importaba qué pensara su amiga sobre este acto, cualquiera que viera las fotos no tendría la menor duda de que Xamira se había sumado a un desenfreno lésbico con Emilia. Eso la hizo sentir muy incómoda, pero aún así siguió lamiendo sin detenerse. Ya era tarde para arrepentirse. 
Al menos estaba segura de que con esto se ganaría la confianza de ambas y podría interrogarla por las sesiones de fotos. 

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