Mamá y yo (episodio 6)

Mamá y yo (episodio 6)


Después de la ruptura amorosa con mi novia, me fui a vivir de nuevo con mis padres, tenia dificultades para conciliar el sueño, pensaba mucho en mi novia. Un día entre a la habitación de mi madre, por un peine para el cabello, y encontré una tanga demasiado sexy, a lado del mueble de su tv. Al verlo me puse a mil, tuve una gran erección pero mi viejo, entro a la habitación, y yo me fui a mi habitación rápidamente para que no viera la excitación que tenia. Esa noche me puse a pensar en mi madre, y en esa tanga tan rica que vi. Se me pasaron por la cabeza  mil fantasías, pensando en ella, a su lado, besándola, acariciándola. Mi madre se convirtió en mi obsesión, en el único motivo para volver a ser feliz, estaba enamorado, de sus ojos cafés, de su cabello, de sus manos delicadas y de la locura de su cuerpo hecho deseo para mi. para acabar de dañarme la mente, ella permanecía en casa con unos pequeños shorts de tela muy liviana que se partían en medio de su vulva y entraban ligeramente en medio de su precioso culo. Usaba unos tops que me dejaban observar su vientre hermoso, con ese ombligo profundo que no tardaría en chupar hasta enloquecerme. De un momento para otro comenzó a usar ciertas prendas para dormir que dejaban muy poco para mi imaginación. 
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Vestía unas pijamas cuyo tejido me permitía apreciar totalmente la dimensión de sus senos y sus pezones, así como también el tamaño de sus pequeños interiores que entrando en medio de sus nalgas daban toda la libertad para que estas armónicamente se mecieran cuando ella caminaba. Sé que en cada una de sus actitudes había una cierta coquetería o desafío, y pienso que encararme de esa manera perseguía, o bien que se me quitara la bobada con respecto a ella, y me acostumbrara a verla como mi madre o, a acabar de generar ese clima de morbo infinito en el cual convivíamos. Para bien o para mal ocurrió esto último y la tentación de estar solos, de vivir en esa intimidad peligrosa habló mas alto. Sin poder evitarlo comencé a buscar de nuevo un contacto cada vez mas cercano, abrazándola por el menor motivo y queriendo apartar cualquier prevención de su parte, comencé a jugar con sus cabellos, a cargarla a pesar de sus 65 kilos de carne deliciosa, y a llevarle el jugo a su cama en las mañanas de los fines de semana, cuando entraba a su cuarto, me sentaba en su cama y le estampaba un beso en su frente acariciando sus cabellos y despertándola con frases melosas.

Quería convertirme de nuevo en su macho, que la hiciera sentirse la nena que nunca pudo ser. La cercanía de nuestros cuerpos era cada vez menos inocente, y yo en casa dejé de usar pantaloncillos y me colocaba únicamente un short que le permitiría dimensionar y sentir en su piel el tamaño de mi pene. Cuando la abrazaba al comienzo evitaba que mis piernas entraran en contacto con su cuerpo, pero decidí que era preciso que tomara la iniciativa y empecé a juntarme mas al suyo, abrazándola con fuerza, pasando mis manos por su talle y acercando mis labios a su cuello, cuya cercanía le producía una sensación inocultable que se expresaba a través de lo erizado de los preciosos vellos de sus brazos. Solo faltaba un pretexto para terminar amándonos como hasta ahora lo hacemos.

No había pasado un mes cuando llegaron las puertas interiores y ella contrario a lo que pensaba, las dejó de lado diciéndole al maestro de la obra que las instalaría cuando todo llegara y no por partes. Eso me confirmó que ambos podríamos estar deseando espiarnos mutuamente, y que ella sabía que yo vivía pendiente de sus entradas a la ducha para darme el espectáculo de su piel de marfil, acariciándose con el jabón.
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. Un viernes en la noche tuve que ir a un compromiso de la facultad. Cuando regresé estaba muy cambiada y de un pésimo humor. Había vestido una trusa negra que la cubría totalmente, y al mirarme, el disgusto en su mirada era evidente. Me preguntó si quería comer algo, pues debía estar muy hambriento después de haber estado con todas las puticas de la facultad, y que en eso era igualito a mi padre. No podía creer lo que ella me estaba diciendo. Mi madre estaba celosa, enloquecida de pensar que otra mujer y no ella se hubiera acostado conmigo. Me quedé mudo, y mirándola fijo a los ojos me fui acercando poco a poco. La tomé de las manos y le expliqué que si me había demorado se debía a que precisamente ese día, era la despedida de la facultad y que a pesar de que todos se citaron en una discoteca de moda, y que la fiesta presagiaba todo el desorden del mundo, yo preferí regresar a casa puesto que nada compensaba la alegría de estar a su lado.

La abracé con fuerza; quería fundirla a mi cuerpo, en tanto que ella abandonándose por completo comenzó a sollozar pidiéndome perdón por ser tan celosa cuando yo no era su macho sino su hijo. Me rodeó con sus brazos por mi cuello como implorando ese perdón y esa protección que no quería perder. Sentir su aliento tan cerca, el perfume de sus cabellos aún un poco húmedos por el bálsamo que se aplicaba y sus senos totalmente aprisionados a mi pecho, me hicieron sacar a flote todo el cúmulo de emociones reprimidas, de sentimientos, de amor y deseo inaguantable. Estuvimos así; quietos, sin querer apartar nuestros cuerpos en un abrazo que nos condujo a ese nuevo universo en el cual nos sumiríamos para siempre. Comencé a besar su frente, a murmurarle que era la mujer mas preciosa del mundo; la mujer mas tierna y amorosa y que por nada ni nadie estaría dispuesto a dejarla sola. Sentí como se estremecía mientras mis labios imperceptiblemente se posaban en sus párpados cerrados, y mis manos la asían con mas fuerza por su talle delicado. Tomé su carita entre mis manos y sin que pudiera evitarlo posé mis labios suavemente en los suyos. Nos miramos intensamente sin que ninguno de los dos tratara de evitar ese contacto, hasta que enloquecido abrí mi boca y con mi lengua fui abriendo lentamente sus labios, mordisqueándolos sin que ofreciera resistencia. No sé cuánto tiempo pudimos estar besándonos con esa fragilidad en la que era preciso estar totalmente entregados, sin hablar, para que el hechizo no fuera cortado. En un momento reaccionó y apartándose de mi, me miro aterrada. “¡Que estamos haciendo?”, fue lo único que alcanzó a decir puesto que nuevamente callé su boca con la mía, y cargándola la llevé hasta su cuarto. 

Mi madre comenzó a gemir como una chiquilla pidiéndome que me detuviera puesto que se hallaba demasiado frágil emocionalmente y tan confundida, que estaba al borde de la locura conmigo. Sin decir nada la acosté en la cama, me recosté a su lado, y seguí abrazándola, ya no con ternura, sino dejando que mis manos bucearan por toda la extensión de inmaculada espalda, hasta sus caderas, al tiempo que mi miembro totalmente enloquecido se refregaba en sus piernas para que su voluntad fuera doblegándose por el contacto de un macho. Ella respirando agitada solo murmuraba “no, no, no por favor, mi vida, esto no está bien mi cielo, no, nooo… qué estamos haciendo“; aunque ya sus manos se aferraban a mi espalda llevando la contraria a lo poco que quedaba de su cordura y sus prejuicios. Sin soltarla comencé a bajar el pantalón de su trusa. 
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lo cual quiso evitar pero dada mi fuerza no pudo impedirlo. Pude palpar de nuevo la delicadeza de toda su piel de fuego, la lisura de sus piernas y sus nalgas descomunales y perversas. Acaricié su hermoso culo con sevicia, pero sin llegar a lastimarla, mientras se excitaba cada vez mas cerrando sus bellos ojos de los cuales brotaban unas deliciosas lágrimas que secaba con mis labios. Me detuve con mi mano izquierda a recorrer la suavidad de su vientre en cual un día me tuvo y hoy estaba dispuesto a disfrutar de nuevo en toda la plenitud de un placer diferente. El sentir su piel me quemaba, me dejaba completamente enloquecido, por lo cual aflojé mi pantalón y lo tiré a un lado… Continué besándola y recostándome encima de ella, abrí sus piernas poco a poco para que su sexo empapado de un gozo diabólico y extraño para ella, experimentara la dureza del mío. Los gemidos de mi princesa eran mas y mas intensos cada vez. Abrió sus piernas de par en par, para sentir todo el volumen de mi verga estrangulada por el bóxer y a punto de penetrarla. Besé su cuello y lamí sus orejas. El espectáculo de sus tetas desafiantes me llevó a besarlas con ternura, aumentando mis caricias con mi lengua y mordiendo delicadamente sus pezones duros. Relamí cada centímetro de sus pechos, hasta llegar a sus axilas lo cual me pareció increíble, pues ella se retorcía como una perra en celo. Bajé mi lengua por sus caderas y tiré de su tanga con mis dientes hasta sus rodillas, regresando a sumergirme en toda la extensión de sus labios vaginales, chupándolos, pasando mi lengua por todo ese vértice de lujuria que ahora era mío y que estaba dispuesto a beber por todo el tiempo del mundo. La besé y chupe con sevicia, como un poseído, relamiendo sus labios y su clítoris, pasando mi lengua por toda el área de sus piernas abiertas, hasta la entrada de su precioso ano; degustando cada gota de sus fluidos que manaban desde su alma entregada al deseo. El sabor y el aroma de su sexo era el mas poderoso lenitivo que jamás bebí, hasta que mi hermosa mujercita no pudo mas y estalló en un delicioso orgasmo, sollozando como una jovencita recién desvirgada.

Sabía que en ese momento no contaba mi placer sino el de ella, y que debía continuar hasta que todas sus dudas, temores y remordimientos quedaran atrás ante la grandeza de nuestro mutuo amor y nuestras mas perversas pasiones. Ad portas de ser poseída y habiendo atravesado el umbral del no retorno, Mi madre clavó suavemente sus uñas en mi espalda, y mirándome fijamente a los ojos, me obligó a confirmarle que en ese momento no me estaba acostando con ninguna perra de la facultad, pues una de esas zorras había dejado un mensaje en el contestador de mi casa, ofreciéndose para estar conmigo en la fiesta y anunciándome que estaba loca por hacer lo que yo ya sabía con ella. Mi hermosa mujer sentía celos, y no precisamente de madre: sentía celos de su macho, rabia de pensar que otra pudiera estar conmigo, cuando ella desde hacía mucho había dejado volar su imaginación al igual que yo, soñando con ese momento. Me reí mucho de sus ocurrencias y sabiendo que ese momento era irrepetible le confesé que estaba perdidamente enamorado de ella desde que estábamos viviendo juntos. Que todo el tiempo la observaba como la deliciosa mujer que era. Me confesó entonces que desde que llegamos a ese apartamento había comenzado a sentir lo mismo, y que vivía loca de celos cada que cualquiera de mis compañeras llamaba, y que muchas veces optó por no darme los recados, en particular en dos ocasiones en que había una fiesta bastante interesante, y que sin que yo me diera cuenta, desconectó el teléfono para evitar que llamaran a casa y entrando en mi cuarto apagó mi celular. No sabía que decir y simplemente solté una sonora carcajada.

Continué besándola colocándola de lado, después de pasar mi lengua por su cuello, espalda, cintura y sus caderas donde me detuve a mordisquear sus nalgas infinitas. Mi madre estaba enloquecida; gemía como una gata… regresé de nuevo a la indescriptible sensación de chupar su vulva, cuyos labios aumentaban de grosor… me dediqué a lamer cada poro, cada milímetro de piel de su culo vulgar y delicioso. Abrí su pierna derecha y la puse encima de mis hombros, y abriendo sus grandes nalgas exploré la delicia de su ano cuyos pliegues perfectamente delineados me acabaron de alucinar. Introduje mi lengua lo que mas pude tratando de dilatar ese orificio de placer, lamiendo todo lo que de ella bajara, pues todos sus fluidos, eran lo único que necesitaba para vivir desde entonces.. Dispuesto a que sintiera todo aquello a lo que tenía derecho, seguí lamiendo su sexo y su clítoris hasta hacerla sentir no sé cuantos orgasmos mas. Mi madre era multi orgásmica y no me explico como el imbécil de mi padre no se percató de semejante hembra tan lúbrica en su vida. Dándome vuelta y mientras chupaba su preciosa cuquita fui colocando mi pene cerca de sus labios, hasta percibir como su lengua comenzaba a lamerle la cabeza, y en uno de sus arranques de locura optó por meterlo todo en su boquita mamándolo con una delicadeza que no pude resistir vaciando todo el semen que no pude retener y que para mi sorpresa ella bebió encantada, queriendo extraer hasta la última gota.

 Sin embargo esa eyaculación no hizo mella en mi, y dispuesto a concluir nuestro pecado subí sus piernas a la altura de mis rostro besando y lamiendo sus bellos pies, mientras le colocaba en la entrada de su vulva todo aquello que tanto deseaba sentir en sus entrañas. La penetré con decisión, con fuerza, mientras ella daba un grito de placer y sus gemidos aumentaban así como el vaivén de sus caderas… 
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me abrazaba durísimo y como cosa extraña comenzó a musitar palabras de grueso calibre, lo cual aumentó mi excitación y queriendo que mi verga entrara hasta su corazón le di las estocadas mas fuertes que pude, hasta que comenzó a gemir mas y mas, estallando en el orgasmo mas prolongado que pude experimentar en mujer alguna, mientras yo inundaba sus entrañas con el semen que hasta ese momento pude haber reprimido y guardado en su honor. 

Mi madre evitando mirarme a los ojos, con una falsa vergüenza y un discutible pudor se aferró a mi, pasando sus manos por mi espalda, suspirando como una quinceañera enamorada, y recostándose en mi pecho fue adormeciéndose en esa nebulosa que ahora le demostraba que un nuevo amor, quizás prohibido pero esta vez el definitivo, había llegado a su vida.

A partir de entonces y sin detenernos a pensar o a cuestionar nada, nos hemos convertido en marido y mujer. Siento que la amo cada vez mas; que la deseo las 24 horas del día, y que a pesar de dormir juntos totalmente desnudos, y hacer el amor en las noches, las madrugadas, las mañanas y cuando tenemos la oportunidad de estar solos, cada nuevo apareamiento es mas intenso y nos conduce a un estado de placer del cual ninguno de los dos quiere descender. Adoro su cuerpo y su piel blanca está cada vez mas expuesta a mis miradas. Tan pronto llega a casa prácticamente se desnuda a mi espera, o simplemente se coloca esas pijamas que nada cubren realmente. No veo la hora de regresar después de las clases y terminar mis obligaciones, para esperar que se abra esa puerta y poderla abrazar con todo el amor y estamparle el beso mas delicioso en su boca de fuego. No la dejo que se duche cuando regresa de su trabajo, hasta tanto yo no haya saboreado la delicia de su sexo y su culo sudorosos y acalorados, de su excitación con ese inconfundible aroma de sus hormonas y el sabor delicioso de sus orines y sus fluidos que se pegan a la entrepierna de sus tangas, las cuales relamo con locura. Amo olfatear y lamer también el sudor de sus axilas, y le prohibí que usara desodorantes puesto que el sabor de estos me molestaba y me dejaba un sabor desagradable en la boca. Me encanta sentarla en el sofá, tomar sus bellos pies en mis manos, acariciándolos de la manera mas pervertida, haciendo que con ellos acaricie mi pene, hasta hacerla morir de la risa, la excitación y el nerviosismo. La adoro, y adoro todo lo suyo; y me complace saber que es feliz a mi lado, cuando en las tardes nos recostamos a ver televisión o el fin de semana desconectamos nuestros celulares y nos tendemos desnudos en nuestra cama, a amarnos ajenos la mundo. Somos absolutamente felices y solo el maldito hecho de ser madre e hijo empaña a veces nuestra dicha total. Cada día está mas preciosa, y si bien ha engordado un poco, esos kilos inexplicablemente se depositan en sus adorables caderas, sus nalgas y sus piernas. Sentimos que nada ni nadie podrá separarnos y no tengo mas ojos que para ella, y sé que a pesar de celarme por todo, muy en el fondo sabe que no fijaría mis ojos en nadie que no fuera ella. La amo con devoción y locura y sé que ambos moriríamos solo de pensar en que un día tuviéramos que dejarnos. Para evitar inconvenientes decidimos que se operara el año pasado, pues no hay día que no hagamos el amor sin tener en cuenta ni siquiera su período menstrual, púes me ha confesado que es en los días que mas excitada está y para ser sinceros, chuparla durante su período me encanta, por el olor y el sabor de sus flujos de sangre y excitación que bajan a montones, mezclados, en medio de sus contorsiones y sus gritos de placer.

Adoro todo lo suyo, y sé que muchos podrán pensar que se trata de cualquier fantasía este relato, o simplemente es el producto de una mente enferma. Total lo que cuenta es nuestra felicidad, y saber que Mi madre es la mujer de mi vida, pues ella misma me dio esa vida, me hace pensar en que solo la muerte podría acabar con todo este universo de lujuria, pasión, amor e incontinencia. Ella a su vez ha demostrado que puede ser la mas depravada de las putas con tal de hacerme feliz, y que mi padre jamás supo llegar a su corazón y menos a su sexualidad. Que hemos descubierto miles de cosas, que hemos elucubrado miles de fantasías y que tal vez lo mas loco que pensamos hacer es estar con otra nena para verla haciéndole el amor. Ya tenemos todo planeado para nuestras próximas vacaciones y Mi madre está dispuesta a hacerlo con otra mujer y de paso permitirme que también la penetre pero estando con ella. Esa es mi mujer, la preciosa Mi madre, a la que cada día parecen crecerle mas sus nalgas y empinarse desafiantes a la espera de mi verga. Esa es mi mujer, mi adorada amante; aquella que me espera cada noche con sus piernas abiertas para sentir su macho hijo explorando todos sus orificios, posando mis labios y mi boca por su sexo inclemente, por su culo de ensueño, inundándolos de semen; su semen que adora beber y refregar por su carita pues sostiene que es la mascarilla ideal para prevenir las arrugas.

Este soy yo; su macho, su novio y amante, y el hombre que compensó con creces toda la felicidad que sacrificó los años que estuvo con el imbécil de mi padre. Ahora estoy dispuesto a darle todo lo que esté a mi alcance para dedicarme en cuerpo y alma a la adoración apóstata de toda su belleza, de su piel de marfil y deseo, de pasión y ternura, de su boca que sabe llevarme de cabestro por todo el universo del placer para perderme en el delicioso infierno de sus caricias y sus mimos. La amo como nunca pensé que un hombre pudiera amar a una mujer; a mi mujer, a la preciosa Mi madre, el motivo mas grande que tengo para vivir.

3 comentarios - Mamá y yo (episodio 6)

Jovenincesto
Hermoso relato muy excitante, ojalá el día de mañana pueda lograr tener a mi madre así como tenés vos a la tuya, te felicito