Compartiendo a sofía (primera parte)

Nunca fui un hombre celoso, desde que era niño me gustaba compartir todo, desde el lonche en la escuela hasta la tarea en secundaria, era el más listo de la clase pero también era consiente que las influencias era tan importante como el conocimiento, esto me llevó a formar mi propia empresa y hacerla crecer hasta tener las comodidades que tengo hoy en día: dinero, lujos, tranquilidad. Sofía vino a mi vida cuando tenía doce años, un abogado dijo que la prueba de ADN me certificaba como padre y la última voluntad de Macarena era que estuviera conmigo. ¡Coño!, ¡¿yo qué carajos sabía de niños?!
Con treinta y dos años mi hice cargo de mi hija y la crie lo mejor que pude, o mejor dicho, crecimos los dos. Al principio era incómodo, y fuimos como dos extraños viviendo en la misma casa durante meses, pero poco a poco comencé a ver mucho de Maca en ella, y de mí también. Con los años nos volvimos buenos amigos y esa temida adolescencia llena de rebeldía no golpeó tan fuerte nuestra relación, quizá porque éramos más amigos que familia. Creo que nunca la vi como mi hija, nunca la sentí de esa manera, y ella nunca me vio como un padre.
¿Cómo comenzó todo? Bueno, Sofía era tímida al principio, callada y solitaria, pero conmigo comenzó a soltarse, la comencé a llevar a mis eventos con esperanza de que saliera más de casa y se comportara como una adolescente normal, no salía con amigas, no me pedía dinero para tonterías, no habían fiestas ni alcohol ni drogas, nada. Era raro, así que era yo el que la llevaba a conferencias, reuniones, exhibiciones y bla, bla, bla... En el salón de belleza y la boutique la preparaban y le enseñaron lo que su madre no pudo y ciertamente yo no podría, porque aunque sé apreciar una mujer bien arreglada y tengo idea de cómo lo hacen.
"¿Qué harás después de graduarte?" le pregunté desde el otro lado del vestidor, sentado en el sofá mientras ella terminaba de colocarse el vestido. Miré el reloj, llevábamos diez minutos de ventaja aún, todo estaba bien.
"No lo sé" respondió desde el otro lado, no me sorprendió en absoluto.
"¿Y ya decidiste qué vas a querer por tus 18?" seguí, poniéndome en pie para ir de un lado al otro de la íntima habitación, había un perchero con todas las opciones que las asistentes le tenían lista, ella se decidió por un vestido escarlata que se veía diminuto a simple vista. En el espejo me vi reflejado con mi traje de gala, el cabello aún en su lugar, me acomodé el pañuelo del saco y aprecié de nuevo la buena figura que conservaba: los hombros anchos y el abdomen plano, las piernas, siempre tuve un problema con los pantalones porque me quedaban demasiado ajustados, pero el sastre había dejado el pantalón a la medida. Era el vigésimo aniversario de la compañía que inicié siendo un crío apenas, y allí estaba, cagándome en dinero."¿Sofia? ¿Todo bien?" pregunté ante su silencio.
"Sí, la bragueta no subía" respondió con un quejido. "No sé, papi".
"Fue hace más de una semana, Sofía, tienes que decidirte. ¿Un viaje, un auto, ropa, zapatos, joyas, una mascota? Tal vez una fiesta con tus amigos, ¿qué dices? Así por una vez antes de que acabes la escuela puedo conocer la gente con la que sales".
"Yo no salgo con nadie" respondió plana al otro lado. Suspiré sin ganas de seguir insistiendo. "Estoy" dijo corriendo la cortina del cubículo, Cuando apareció sentí que el corazón me dio un vuelco: el vestido escarlata le quedaba tan ajustado como una segunda piel, arriba no tenía mangas, estilo tubo pero en lugar de tela en la espalda tenía pequeñas tiritas de cinta que dejaban su espalda al descubierto, el culo le quedaba tan expuesto que si se agachaba o se movía podría enseñar el coñito y el liguero debajo, las tetas, sin brassier, le quedaban aprisionadas y los pezones se le veían marcados como dos cerezas erectas. ¡Eso apenas y tenía tela y me saldría más caro que todo lo que yo llevaba puesto! "¿Cómo me veo?"
"Deliciosa" respondí, ofreciéndole una mano, ella la tomó y la hice girar, cuando la tuve enfrente le di una fuerte nalgada que hizo que sus carnes rebotaran, ella se quejó y luego rio. La asistente entró a supervisar todo y la alabó, se veía espectacular con el maquillaje completo: los labios rojos vibrantes y el resto del rostro más discreto y sencillo, un par de argollas sencillas y una cadenita de oro, fina y delgadita alrededor del cuello. Su cuerpo era todo lo que necesitaba para lucirse. Salimos de la boutique tras pagar la factura. "¿Viste cómo te veían esos hombres con sus esposas? Te ves divina".
"¡Ay, papi! No exageres, no me veían a mí".
"¡No, claro, me veían a mí, soy irresistible!" bromee, haciéndola reír. Su teléfono vibró dentro del pequeño bolso Gucci y respondió de prisa, el tráfico se tornó lento. Miré el reloj, quedaban cinco minutos de ventaja, lo demás era el tiempo justo para llegar a la exposición de arte a la que me habían invitado. La miré con su celular, era lo único que hacía igual que cualquier adolescente: el bendito celular, las fotos, las redes sociales... Me pregunté de nuevo porqué no se comportaba como cualquier otra chiquilla saliendo con sus amigos en lugar de ir a una aburrida exposición de arte clásica rodeada de un montón de viejos aburridos. "¿Todo bien con tus amigos?" pregunté tras verla hacer un puchero.
"Sí, sólo que estoy aburrida, ya quiero llegar a la exposición" sugirió, acomodándose las tetas dentro del vestido de nueva cuenta. "Me aprieta las tetas", se quejó.
"Se te ven divinas" le dije por inercia, ella sacó el pecho y agitó sus tetas debajo del vestido con una risa, pero a mí me causó una ráfaga de sangre que subió directamente a mis ingles. Ella se las tomó de las manos cuando el tráfico comenzaba a avanzar de nuevo. "Divinas, como dije. Tu novio debe pasarla muy bien, bebé".
"¡Ay, papi! Sabes que no tengo novio, si lo tuviera ya te lo hubiese presentado"
"Entonces, ¿con quién chateas tanto?" pregunté. Ella se rascó detrás de la oreja derecha, como hacía cada vez que estaba nerviosa.
"Con nadie importante. ¿No hay manera de llegar más rápido? Ya quiero llegar"
El tema quedó muerto, si ella no quería hablar, no hablaba y ya, pero no dejé de darle vueltas al asunto de tanto mensaje, de tantas llamadas y de tanto misterio en esta chiquilla que decía ser hija mía y, a pesar de serlo, era tan extraña a mí. La adoraban, todos la esperaban y la alababan cada vez que aparecía en nuestras reuniones, socios, cuerpo administrativo, amigos, proveedores... Sofía era la estrella, y esa noche todos le decían lo deliciosa que se veía con el vestidito rojo, lo rico que se veía su culito y lo bien que le quedaba el rojo.
"Mira estas tetitas" dijo Roberto, el vicepresidente, llevó una mano a su tetita derecha y entre el pulgar y el índice le tomó el pezón erecto, Sofía sacó pecho cuando lo vio acercarse y se rio con picardía al sentir el tirón en la tela. "Eres una mujercita, Sofía" continuaba, haciendo círculos sobre el pezón con el pulgar.
"Mi niña, debes tener a los jovencitos locos, ¿no? Te molestan mucho los muchachos en casa, ¿no Ezekial?" me preguntó su esposa, Martha le rodeo la cintura a mi hija y le dejó un beso en la mejilla cuando su esposo por fin dejó de tocarla. Sofía se dejaba hacer.
"Para nada, mi nena está muy concentrada en sus estudios" respondí orgulloso. Una scort se acercó a ofrecernos copas de champaña, los cuatro aceptamos una y alzamos las copas. "Por Sofía".
"Por Sofía" secundaron los demás.
"¡Sofía!" llamaron desde detrás de nosotros. Gabriela, la directora de mercadeo llegó con nosotros, ni siquiera esa mujer a sus veinticinco años, con unas tetas de infarto y un vestido casi tan pequeño como el de mi hija se le podría comparar, Sofía atraía las miradas esa noche. "Ven te quiero presentar a alguien. Espero que no les moleste que se las robe un segundo".
"Claro que no, diviértete, hija" le dije dándole un beso en la mejilla contraria de donde Martha la tenía sujetada y con una palmada en el trasero la esposa de mi colega la dejó ir. La vi reunirse con otros viejos y adultos, Gabriela era la más joven entre ellos, todos los demás tendrían entre treinta y cinco y hasta sesenta y dos años, pero Sofía se desenvolvía bien, la agasajaban, le daban cachetes en las nalgas, le acariciaban la cintura y ella fluía sin que nada le incomodara, ni siquiera las erecciones notorias que le apoyaban en la espalda baja o entre ese par de nalgas.
"Tú niña es una bomba" me dijo Roberto, su esposa le secundó. "¿Sabe qué va a hacer cuando se gradúe?"
"No, no me ha dicho nada, no tengo idea de qué le gusta y cuando le pregunto parece no estar interesada".
"Bueno, tráela a la empresa, que sirva como asistente o en cualquier departamento mientras se va dando cuenta de lo que quiere, nos vendría bien a todos tenerla alrededor siempre, no nos basta con verla en las reuniones o cuando vamos a visitarte a tu casa. ¡Esa nena es tremenda!"
"Un vaso de agua fresca" secundó Martha, tomando del brazo a su esposo. "Miren quien viene allá".
Mientras yo meditaba en esa opción de tener a mi hija conmigo en la empresa además de en casa, Daniel y Duncan aparecieron, los inversionistas del mercado europeo. Ambos eran hermanos, Daniel rondaba los cuarenta y cinco y Duncan los cincuenta y dos, eran divorciados pero siempre traían consigo algún jovencito acompañándolos, "pasantes", decían ellos. Fornido era Duncan con un porte firme, músculos rígidos por el gimnasio, barba impregnada de canas, ojos azules detrás de las gafas. Daniel no usaba gafas, ni barba, era más delgado y serio. Intercambiamos palabras vagas, que el mercado aquí, que la bolsa allá, que las ganancias, bla, bla, bla... Fuimos a la sala tras dar una vuelta y ver las pinturas, Martha nos ayudaba con los conceptos y las explicaciones, se nos unió Catrina, una posible socia de Brasil, piel morena, ojos pardos y una melena rizada castaña que le caía en la espalda, todos los rasgos que podrían esperarse de una deliciosa brasileña de treinta y ocho años pero el acento británico en su inglés, por todo el tiempo que vivió en Londres antes de regresar. Nos ubicamos en los divanes.
"Es bueno tenerte, Catrina, y es bueno que pudieran venir" dije luego hacia los hermanos Daring. Eché un vistazo hacia Sofía al otro lado de la sala, ella también me miró y me sonrió, el viejo Garred le estaba acariciando una teta también, ella le escucha atentamente mientras él aparentemente le explicaba algo referente a ellos, se los levantaba, le pasaba un dedo por el borde del top del vestido, escabulléndolo dentro. Ella sentía y sonreía.
"¡Por Dios, ¿esa es Sofía?!" preguntó Daniel al darse cuenta que me perdía de la conversación. Su mirada siguió a la mía y vio lo que yo veía, pronto la atención de todos se centró en Sofía. "Pero si está riquísima la nena. Llámala, que nos venga a saludar".
"Claro. ¡Sofía!" llamé y ella se giró a vernos, el viejo Garred alejó sus dedos arrugados de ella y levantó la copa como saludo, al cual respondí con el mismo gesto. Ella se despidió de él con otro beso en la mejilla y él la dejó ir tras una cachetada en ese culazo. Llegó meneando sus caderas pero no alcanzó a llegar a mí porque Daniel estiró una mano y la tomó de la muñeca, la hizo sentarse en sus piernas.
"¡Ven aquí, Gatita! Llevo mucho sin verte, llego y estás así: hermosa, riquísima... ¿cuándo creciste tanto?" Le dijo dándole un beso en el cuello y deslizándole una mano por la espalda y otra por la cintura, sus manos eran tan grandes y la cintura de Sofía tan pequeña que la abarcaba casi por completo. Sofía se reía y sacudía por las caricias de Daniel, me hizo muy feliz verla tan sonriente y satisfecha con la atención. "¿Me extrañaste?"
"Sí, mucho. ¿Me trajiste algo de Paris?" preguntó ella, manteniendo sus piernas muy juntas aún, pero las piernas largas y firmes se le veían fenomenales.
"Claro que sí, pero no lo tengo aquí porque no estaba seguro de si te vería. Iré a visitarte a tu casa y allí te lo daré, ¿vale?"
"Vale" respondió ella, dándole un beso de piquito en los labios, Daniel la estrechó aún más y Sofía perdió un poco el equilibrio, abrió sus piernas para no perder el balance por completo, al hacerlo se vio debajo la tanguita negra que hacía juego con el liguero, Catrina y yo que estábamos frente a ella vimos su coñito abierto, brillante de humedad por tanto roce y tocadera en sus pechos, ella se quedó recostada en el pecho de Daniel unos minutos mientras éste le decía sabrá Dios qué en el oído, ella se sonreía con picardía.
"Ya, ya, déjala para mí un rato", Intervino su hermano. "Ven aquí, princesita, hace mucho no te veo tampoco, déjame ver cómo has crecido" le dijo luego de que ella se volviera a poner en pie y llegara frente a él. Duncan, al igual que todos, lo primero que hizo fue llevar las manos a sus tetitas y jugar con sus pezones, luego le rodeo la cintura con las manos mientras Sofía permanecía de pie frente a él, deslizó sus manos de dedos largos y delgados hasta las piernas cubiertas con el liguero. Duncan deslizó una rodilla entre las piernas de Sofía, haciendo que las abriera más. Le rozó las nalgas paradas y duras, le dio un cachete que desde nuestra perspectiva hizo que se le sacudieran los orbes que tenía por nalgas mi nena. "Vaya que has crecido" le dijo tras la inspección. "Siéntate" indicó, ayudándola a acomodarse sobre sus piernas también. Sofía sacó el bendito celular y siguió en sus cosas de chica mientras nosotros hablábamos.
"Tu hija es una preciosidad. Parece que todo el mundo la quiere" me dijo Catrina, visiblemente aturdida por el espectáculo que ofrecía Sofía.
"Sofía es la consentida de todos" expliqué, pidiendo otra copa de champaña.
"¿Su madre?" inquirió.
"Murió cuando ella tenía doce años, fue cuando vino a vivir conmigo. Te la presento oficialmente. Sofía" llamé, hice un gesto con los dedos a lo que ella acudió de inmediato, tomó mi mano derecha con la suya, dejando su pequeño bolso a mi lado. "Te presento a una amiga: Catrina. Catrina, ella es mi hija, Sofía".
"Hola, Sofía."
"Hola, señora Catrina".
"No me digas ´señora´ que me sale una arruga cada vez que me lo dicen" Sofía se sonrió, las mejillas le formaron dos pequeños hoyuelos, "dime Cat, o Catrina, como quieras. Estás hermosa, Sofía".
"Gracias, Catrina. ¿Usted también es muy guapa? ¿Va a ser socia de mi papi?"
Catrina me vio con una sonrisa.
"Gracias por lo de guapa, claro que no me comparo contigo. Eres una delicia. Y con respecto a lo de la sociedad, me lo pensaré muy en serio sólo si tú eres parte de la empresa, preciosa. ¿Qué dices?"
"¿De verdad?" pregunté, sintiendo que por fin estábamos a punto de cerrar el trato.
"¡Claro! Me encantaría trabajar aquí si voy a verte más seguido. ¿Que a nadie se le ha ocurrido hacer de esta preciosura la cara de la nueva marca?" sugirió ella, iluminando en todos una idea brillante y única. "Ven aquí, déjame verte" Sofía, dócil y mansa se sentó en las piernas de la brasileña como lo había hecho con los Daring, ésta vez sus piernas abiertas quedaron en mi dirección. El coñito le destilaba ya un olor delicioso a humedad y excitación. Catrina le llevó una de las manos hasta las tetitas y sobre el vestido de las magreo con suavidad, Sofía sacó el pecho y se dejó hacer mientras Catrina le besaba el cuello. Los demás, mientras comenzamos a considerar la opción, llamamos a Gabriela y programamos una sesión de fotos piloto para Sofía así como un concurso en los equipos de diseño para ver opciones para nueva imagen dirigida al público de brasileño. Cuando volvimos la atención a Sofía, ella y Catrina reían y charlaban como dos grandes amigas, estiré mi mano hasta las piernas de mi niña y deslicé mis dedos sobre el encaje de la tanguita.
"Sofi, estás empapada".
"¿De verdad?" preguntó Catrina. Yo saqué mi mano y ella metió la suya debajo del vestido escarlata, Sofía se retorció un poquito. La morena sacó los dedos y los llevó a su boca. "Es verdad, estás mojadita".
"Ve a limpiarte, Sofía, vas a mojar a la Catrina" le dije, ella se sonrojó como si le hubiese dicho que se orinó en las bragas.
"No te preocupes, preciosa, no te avergüences. Ven conmigo, yo te ayudo".
Sofía se dejó llevar con calma, me dejó su celular que no dejó de recibir uno que otro mensaje durante todo el rato que se fueron las dos mujeres...
En el baño, Sofía se dejó llevar de la mano de la brasileña. Catrina la llevó a último cubículo y entró tras de ella, puso el seguro y se acercó para besarle los labios con apenas un roce de los suyos. Había más que suficiente espacio para ambas pero Catrina permaneció con el pecho pegado al de ella, olfateándole el cuello mientras la nena se dejaba hacer con total comodidad.
"¿Me dejas ver tus tetas, preciosa?" le preguntó la madura. Sofía asintió y Catrina llevó sus dedos largos y manicurados hasta el top del vestido, llevaba un anillo de plata en cada dedo, se lo bajó despacio hasta que las tetitas brincaron fuera, erguidas y suaves. Sofía vio a la mujer acercar sus labios al pezón derecho y succionarlo, luego deslizó su lengua larga por él y lo entrecerró con los dientes, haciéndola gemir.
"Son bonitos", le dijo apartándose y poniéndose de rodillas. "A ver ese coñito húmedo". Ésta vez le levantó el vestido, el liguero y la tanguita de encaje se mostraron, tenía empapada la braga y los jugos se le deslizaban en toda la entrepiernas. "Vamos a quitarte estas braguitas. ¡Oh, pero si están mojadísimas, cielo!" dijo la mujer, deslizándolas y develándole los labios vaginales externos, gruesos, cubriendo los labios internos, todo bien depiladito y brillante por los juguitos de Sofía. Catrina acercó la nariz al coñito de Sofía y lo olfateó. "Que rico huele, mmm... Eres deliciosa, ¿lo sabes, Sofía?" Ella asintió. "Abre las piernas para mí" ordenó mientras la ayudaba a apoyarse de espaldas en el cubículo y obedecer, los labios se le abrieron como una flor al amanecer, una gotita de humedad se estiró y cayó al suelo. "¡Oh, qué desperdicio! Vamos a limpiarte".
Catrina extendió su lengua y la deslizó a lo largo de los labios de Sofía, recolectando todo el juguito posible y tragándolo. Sofía estaba tan sensible que se estremeció, como un molusco la lengua de la madura le jugó los labios de arriba a abajo, frotando en círculos alrededor del delicado clítoris que ya tenía tan duro como los pezones. Abrió la boca tanto como pudo y abarcó el coñito de Sofía, succionándolo con fuerza.
"Catrina..." se quejó Sofía, colocándole una mano en la cabeza y retorciéndose, pero sin cerrar las piernas en ningún momento. "Catrina..."
La soltó cuando sintió que estaba a punto de correrse con la succión, impidiéndolo. Las tetitas de Sofía subían y bajaban con su respiración agitada, pero Catrina no terminaba, le deslizó uno de los dedos dentro de la cuevita virgen hasta que el anillo grueso que tenía le rozó, el frío del metal le causó escalofríos de placer. El coñito de Sofía no dejaba de exhalar juguitos y Catrina hacía lo posible por beberlos todos, se concentró en su clítoris y con su lengua al ritmo de las metidas de dedo comenzó a frotarlo, Sofía se descontroló y se agitó contra la pared del cubículo, contrajo las paredes de su vagina alrededor del dedo de la madura y le soltó un pequeño chorrito de humedad que cayó en la barbilla de Catrina. Poco a poco se relajó la joven y Catrina continuó pasándole su lengua hasta dejarla limpia, se relamió ella la barbilla y tomó una de las toallas disponibles afuera junto a los lavamanos, volvió con la nena y las secó, ella se quedó con las bragas mojadas, se secó la barbilla, le acomodó la ropa a Sofía y la tomó de la mano. La puso frente al espejo del lavamanos y desde su espalda, apoyándole las tetas en la espalda le ayudó a lavarse las manos. Sofía se dejaba hacer, su padre le había enseñado a compartir.

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