Maldita perra

No dejes de pasar por mi mejor post

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No te vas a arrepentir



MALDITA PERRA

Me alcanzaban los dedos de una mano para contar esos amigos de alma, amigos que más que amigos son hermanos, y el Zombi era uno de ellos.
Federico era un chico que había conocido en el barrio, de pequeño, tenía una rara habilidad para plegar sus párpados hacia arriba y dejar sus ojos en blanco, él se divertía mucho haciéndolo y para nosotros eso era sencillamente repugnante, así que ya en su casa por estos tontos juegos se había ganado el mote de zombi, incluso sus padres, rara vez lo llamaban como Federico, o Fede, para todos siempre era él zombi.

Pasaron los días, el mundo siguió girando, nos hicimos adolescentes, llegaron los tiempos de roces con las chicas.
En ese grupo de barrio, entre chicos y chicas se dieron todos esos juegos propios de juventud, celos, amores prohibidos, amores ocultos, peleas por un chico, la más deseada del grupo, desacuerdos y reencuentros.
Fue en esos tiempos cuando Federico conoció a Noelia, más que conocerla, en verdad fue cuando la empezó a verla como mujer.
Noelia era la hermana menor de Natalia, una de las cicas del grupo, pero la pequeña no era parte, apenas venía de vez en cuando a buscar a su hermana mayor, enviada por sus padres, cuando juzgaban que ya era demasiado tarde para estar en la calle, apenas la veíamos venir, apenas la veíamos marcharse.

Nunca pude entender a mi amigo, pero esa joven se transformaría en su amor platónico. Noelia no era una chica que destacara por nada, recuerdo el cutis de su rostro marcado por interminables pocitos, de cabellos castaños, desprolijos, sus facciones no eran atrapantes, tampoco sus proporciones, de pechos pequeños y caderas exageradas, parecía una chica que no le importaba preocuparse por su apariencia, por su aspecto físico, daba hasta la impresión de parecer sucia, su forma de ser no la ayudaba tampoco, de carácter insoportable, malhumorada, siempre molesta por sentirse la pequeña mandadera de sus padres.
Pero cada vez que ella venía, el zombi se quedaba paralizado, en verdad parecía un zombi al punto de provocar las burlas del sector.

Pero nada fue fácil para mi amigo, en esos días nosotros promediábamos los veinte años, y ella solo tenía catorce, a pesar de su cuerpo de señorita, para sus padres era apenas una niña, y no permitirían que su pequeña cayera en las manos de un grandulón.
Pasaron los días entre amores pasajeros, chicas iban, chicas venían, pero el zombi solo tenía una entre ceja y ceja, entre coqueteos y amagos, siempre esperó su oportunidad para ligarse a Noelia.
Tuvo que esperar hasta que ella llegara a los veinte, momento en el cual sus padres, su papá por especial, terminó de soltar las cadenas que la tenían bajo control y dejó que ella abriera sus alas y volara en libertad.
Comenzaron su amor platónico y mi amigo estaba perdido a sus pies, aunque a mis ojos ella no me parecía atractiva, había muchas más bonitas, pero, en fin, el amor era ciego.

Decidieron casarse por civil, Federico, por ser su mejor amigo, me dio el privilegio de participar como testigo en esa unión y solo les dejé los deseos de que fueran muy felices.
La vida siguió su curso, la banda de la juventud poco a poco se fue desarmando, cada uno siguió su camino, y apenas me veía cada tanto con mi amigo el zombi y con su agria esposa.
Sabía que las cosas no iban bien entre ellos, Noelia era una mujer caprichosa, de berrinches, conflictiva y a mi amigo todo se le hacía cuesta arriba, vivían en tiras y aflojes permanentes, amenazas de rupturas y reencuentros permanentes, ese matrimonio era una auténtica montaña rusa.
La llegada de su pequeña hija pareció calmar las aguas y cuando volvió a quedar embarazada las cosas parecieron tranquilizarse definitivamente.
Con dos niñas que criar por un tiempo esa familia pareció funcionar, pero cuando tenían cinco y cuatro años las cosas volvieron a complicarse.

Por mi parte, seguía en mis días de soltería, no había encontrado una mujer que me llenara como pareja, y tenía todo el tiempo del mundo para ponerle una oreja a mi amigo, él me decía una y otra vez que las cosas estaban en un punto sin retorno, que muchas veces ella lo había echado y que le decía en la cara que ya no lo amaba, que no lo soportaba, y que solo toleraba que estuviera a su lado por las niñas.
No podía entender que veía el en ella, Noelia, una mujer que no destacaba por nada, entre sucia, desprolija y desalineada, con los embarazos había aumentado unos veinte kilos y el seguía rendido a sus pies.
Al final, mi amigo terminó dejando el hogar para volver con sus padres, no hubo retorno.

Y empezarían los cambios en toda esta retorcida situación, porque para el Zombi nunca existiría otra mujer como ella, y buscó desesperadamente en mi un puente hacia ese reencuentro imposible, se abrazó a nuestra amistad para que yo me transformara en sus ojos, en sus oídos.
Y como habrán notado, Noelia nunca fue mujer de mi agrado, así que solo traté de alejarlo de ella, y solo supe de ella por chimentos y habladurías.
Los rumores iban de boca en boca, de oreja en oreja, decían que Noelia, luego de la separación había cambiado, que se había puesto en forma, que estaba más bonita y más segura de sí misma, pero en ese momento eran solo rumores.

El zombi, después de intentar sin éxito la reconciliación, me pidió que intercediera por él, que hablara con Noelia, él seguía enamorado y ya no encontraba lugar por donde entrarle, yo me negaba una y otra vez, era un estúpido, había miles de mujeres bonitas, incluso le hacía notar que yo mismo, en mi soltería era feliz y él también podía serlo.
Pero, en fin, le prometí que pasaría por su antiguo hogar, no sabía que esperar, Noelia no me agradaba, y yo tampoco le caía en gracia.
Y así fui esa tarde, tampoco sabía que iba a decirle, que se suponía que le diría? toque timbre y esperé a que la puerta se abriera.

No fue Noelia quien me recibió, al menos la Noelia que yo recordaba, una mujer de cabellos negro semi ondulados, en negro noche, con una escueta figura, muy llamativa, una remera sin mangas marcaba unos generosos pechos, cintura trabajada, y caderas moldeadas a mano bajo un short holgado de entre casa, me sorprendieron varios tatuajes, en sus muslos desnudos, en sus brazos, y uno más llamativo en su alto pecho llegando a su cuello, lucía un aroma embriagador, me quede sin palabras ante semejante belleza, y con su acostumbrada falsedad me invitó a pasar, asumiendo que hablaríamos de su relación con el zombi.
Pasé y me senté a la mesa, las pequeñas María Fernanda y María Julia me miraban a la distancia, semi escondidas, intrigadas por la presencia de este extraño, mis ojos, sin embargo, iban a la figura perfecta de Noelia, quien, de espaldas, en forma desentendida preparaba un par de cafés.

Mientras su sabroso culito se contorneaba con los movimientos del batido volví a maldecir a la maldita perra, y con eso a todas las mujeres, a esas mujeres que no valoran en amor de un hombre y que solo se preocupan por sí mismas cuando necesitan cazar, me preguntaba por qué ella no había hecho todo este esfuerzo de belleza para mi amigo el zombi, no, no parecía ser alguien de su interés, solo daba la impresión de haber cambiado para seducir, y por otro lado, conmigo lo estaba consiguiendo, sentí un hormigueo entre las piernas, una sensación prohibida, un deseo muy de hombre cuando una mujer se cuela por los ojos.
Hablamos un poco, no hablamos de nada, que podía decirle? mi amigo insistía en una relación que para ella había muerto hacía tiempo, solo que él se negaba a aceptarlo.
Cuando nos despedimos, me dijo que le había agradado verme, que lucía bien, y me preguntó si aún no tenía pareja, sentí el veneno en sus labios, era imposible no hacerlo.

El zombi vivía en un mundo paralelo, y no quería darle falsas esperanzas, pero tampoco podía matarlo con la realidad, intentaba buscar las palabras, las formas, pero volví de emisario, una vez, otra vez, y la siguiente visita a Noelia, fue sin que él lo supiera...


Llego puntual, no me gusta hacer esperar a las damas, ella me recibe, su cabello de lado, perfumado, una sonrisa de pecado, un conjunto en cuero, chaqueta y pantaloncito, muy sexi, toda de negro, luces sus grandes tatoo, me gusta como le quedan, la miro como un tonto, perdido ante su belleza.
Nos besamos, apenas en las mejillas, alcanzo a tocar con mis labios la comisura de los suyos, sabe a pecado, a manzana prohibida.
El comedor principal luce a media luz, con música sensual a muy bajo volumen, la temperatura está justa, las niñas en casa de sus padres, solo ella, solo yo.
Cenamos, con paciencia, ella habla de todo un poco, yo solo escucho, presto atención a sus palabras, pero mis ojos siguen extasiados con cada movimiento, con el vaivén de sus cabellos, con la oscuridad de su mirada inquieta, con el danzar de sus brazos, poblados de pulseras que solo parecen gemir al chocar una contra otra, intento adivinar lo que ocultan sus prendas, imaginar su sexualidad, lanzarme al abismo.


Maldita perra

Bebemos una copa, otra, sonrío, me tiene hipnotizado, como un perro faldero, no puedo evitar una persistente erección bajo la mesa, deseo hacerla mía.
Noelia me dice que pasará al baño, la veo caminar meneando las caderas, es increíble la cola que ha formado, suspiro como un tonto.

Sirvo en mi copa el resto que queda en la botella, me mojo los labios, la puerta del baño vuelve a abrirse, pero Noelia ya no tiene el conjunto de cuero, solo en ropa interior, un sostén y una tanga transparentes que me deja ver todo, la forma de sus pezones, sus aureolas, la perfección de sus pechos, su sexo íntimo, con un recorte muy prolijo, excitante, avanza segura de sí misma sobre sus tacos altos, se acomoda a prudente distancia, lejos de mi alcance, se sienta en un banquillo, levanta su brazo izquierdo para acomodarse los cabellos y me mira con descaro, en una forma muy puta, irresistible

Me incorporo, voy a su lado, hiervo por dentro, me meto entre sus piernas, la beso, le como la boca, ella me responde y me ciñe a su lado tomándome por la nuca.
Seguimos cambiando besos, con nuestros labios pegados, solo se escucha la música de fondo y nuestra propia respiración agitada, mis manos inquietas recorren sus formas de mujer y mi nariz se inunda con su perfume, ella pega adrede sus tetas contra mi pecho y yo le respondo refregando mi verga dura sobre su conchita, aunque nos separan las prendas se siente muy caliente.
Suelto el enganche del sostén y lo dejo caer al suelo, sus pechos ahora están desnudos, se sienten suaves a mis manos y sus pezones emergen amenazantes, ella me mira, quiere más de mí, espera más de mí.
Bajo un poco, empiezo a lamer el izquierdo apenas rozándolo con mi lengua mientras mi dedo pulgar e índice dan pequeños y dulces pellizcos al pezón del otro pecho, de esa forma tan rica que un hombre debe hacerle el amor a una mujer.

Sus contracciones, sus espamos, sus jedeos, su respiración cortada me dice que voy por el camino correcto, la tengo bajo control, una de sus manos acaricia mis cabellos por la nuca y me aferra contra sus tetas, es muy rico, muy erótico.
Bajo lentamente besando su abdomen, su ombligo, ella desea que siga hacia abajo, pero la hago desear, me gusta el jugo, llegó al límite superior de su tanga, me quedo ahí, estoy lo suficientemente cerca, pero no apago el incendio, aun no.
Noelia levanta ambas piernas abriéndose como una flor para mí, haciendo equilibrio con sus grandes nalgas sentada en la pequeña base del taburete, las patas se quejan por el peso de mi amante y esa postura de acróbata, bajo un poco más, paso la lengua por el frente de la tanga, siento su rico sabor a mujer, su mar está cálido, sus jugos desbordaron los límites de su ropa interior y eso me sabe por demás excitante.

Me pego con fuerza, me aferro a su sexo y la delgada tela transparente de su tanga se interpone entre su clítoris y mis labios, pero es mejor así, más sexual, más caliente, cierro los ojos, me concentro en darle placer y en disfrutar con lo que hago, no voy a parar, juego con ritmo, ella toma mis manos y las lleva a sus pechos, pone las suyas sobre las mías para que los las saque de allí, y me hace notar como ella misma acaricia sus pezones, se siente sabroso, llegan los espasmos, aprieta sus ojos cerrados, su boca entreabierta deja escapara gemidos incontenibles, su nariz busca tomar más aire de lo normal, me regala la imagen de su rostro desencajado en placer muriendo por un orgasmo.
Cierra las piernas en forma repentina, no puede más por la excitación, se lanza del banco y me dice

Vamos al cuarto, quiero que me cojas...

Solo la sigo, en forma muy sexi deja caer su tanga, yo con mi torpeza masculina me voy tropezando con mis propias ropas al tratar de desnudarme más rápido de lo normal, ella se ríe. Se sienta al borde de la cama y espera que yo termine con lo mío, mi pene está durísimo, me acerco nuevamente, es su turno, pone sus manos en mis muslos, busca pescarlo con su boca, lo consigue y comienza a comérmelo, tan profundo como puede, siento su lengua acariciar mi glande en una forma muy rica, me siento morir, se escapa naturalmente de sus labios, no quiero, pero sucede, ella esta agitada, golosa, toma aire y vuelve al ataque, no usa sus manos, eso es tan excitante como mortal, me puede tener toda la noche jugando, pero sin hacerme acabar, rendido a sus pies.

Me canso de la tortura sin fin, la arrastro hacia atrás sobre la cama, me meto entre sus piernas, las abro con la fuerza de mis brazos hasta lo imposible, refriego mi sexo sobre su sexo, al fin la penetro, entra toda, hasta el fondo, le arranco un suspiro contenido, empiezo a moverme, busca mis labios con los suyos, me besa, me aferra con desesperación, sus manos me rodean y hago lo propio con las mías, recorro cada curva de sus caminos sinuosos sus curvas y contra curvas, sus depresiones, sus montañas, me embriago, me muero.
Giramos, toma la iniciativa, ahora está sobre mí, se mueve con la furia de un huracán, sus caderas rebotan una y otra vez contra mis muslos, se la come toda y las siento inundada, veo su rostro de placer, lleno mi boca con sus pechos y mis manos con sus nalgas, no puedo más.

Ella vuelve a salir, se pone a un lado, en cuatro, me dice que quiere que la coja en perrito, me suplica
Voy por detrás, ella me espera, su pequeña cintura parece más pequeña, sus grandes nalgas parecen más grandes, es perfecta por donde la mire, la aferro con ambas manos por la cintura, la embisto y se la entierro, grita, solo la cojo con vehemencia y sus gemidos lastiman mis oídos, la acaricio, me encanta su divino trasero, su esfínter parece llamarme, me provoca, sin dejar de cogerla se lo acaricio lentamente en círculos con mi dedo pulgar, sube más la temperatura, como arenas movedizas su culito devora mi gordo dedo, sin resistencia, algún día mi pene visitará ese lugar, pero no ahora, no puedo más...

Me siento venir, ella lo siente, inconscientemente trata de zafar, pero vuelvo a aferrarla por la cintura para metérsela bien profundo, gime, está indefensa, me contraigo en su interior, me seduce, me susurra entre jadeos que se la llene de leche, le doy el gusto, creo morir, exploto como nunca en su interior, el orgasmo recorre todo mi cuerpo, mi frente transpirada cae sobre su espalda y lentamente nos dejaos caer, quedo por detrás relajándome, aspirando una vez más el perfume de sus cabellos.

Ella se levantó en ese momento, fue hasta el cajón de su ropa interior, sacó una bombacha un poco más decente, un culote de algodón gris, le puso una toalla íntima femenina puesto que seguramente estaba escurriendo mi semen, se lo subió y luego hizo lo mismo con un sostén negro. Yo solo observaba sin decir palabra, ella me daba la espalda, mientras trataba de abrochar el sostén, giró su rostro y me dijo secamente

Creo que es hora que te vayas.

En sus palabras noté la mujer que en verdad era, la que siempre había sido, la agria de mal carácter, la que me incomodaba, Noelia había logrado cambiar su aspecto exterior haciéndose un bocado demasiado exquisito para rechazar, pero en su alma seguía llevando las mismas miserias.
Tome mis cosas, pasé por el baño, miré la hora, eran cerca de las cinco de la mañana, pronto comenzaría a aclarar, ella me acompaño a la puerta envuelta en una bata muy bonita, antes de cerrar la puerta me dijo algo que no hacía falta decir, pero por las dudas, ella se empeñó en dejarlo claro

Creo que ahora somos cómplices y tenemos un secreto que guardar.

Besó la palma de su mano y solo sopló en mi dirección, luego la puerta se cerró.
Caminé las dos cuadras hasta donde había dejado el coche, en el camino encendí un cigarro y le di una pitada, luego lo miré en forma desafiante, ese cigarro era como Noelia, un placer para mi vida que me llevaría a la tumba, lo arrojé con furia, nunca más me dije a mi mismo.
Pero las cosas no serían tan fáciles de solucionar, porque volví a visitarla, una vez y otra vez, fui un muñeco más en su colección, en su repisa de amantes de turno, como un tonto ratón había olido el queso y ahora estaba atrapado en la trampera que tenía entre sus piernas, maldita perra.

Pasó el tiempo...
El zombi finalmente se dio por rendido, bajó los brazos y se acostumbró a su ausencia, sigo siendo su amigo, pero aún me cuesta mirarlo a los ojos, él nunca se enteró de mis enredos con su ex mujer.
A Noelia tampoco le fue bien, en algún momento encontró la horma de sus zapatos y la vi llorar por un amor no correspondido, se lo merecía, una pequeña burla del destino.
Por mi parte, soy un solterón incurable, dueños de aventuras vividas que mis labios prefieren callar, un loco, un bohemio, un escritor de historias...


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