Hice a mi suegra, mi puta (1)

El morbo me puede. Por fuera soy una persona completamente normal. Pero por dentro, bien profundo, guardo los deseos sexuales más salvajes y cuando la calentura me domina, los saco a la luz. Me gusta mostrar lo macho que soy. Muy macho. Dominante. Amo. Dueño. Y así fue como hice que mi suegra se vuelva mi putita.

Ella vive sola. Se divorció y sus cuatro hijos, entre ellos mi novia, se independizaron hace tiempo. Si bien disfruta esa soledad, cada tanto se lamenta de la falta de compañía. Y aunque le conocimos varios chongos, con ninguno pudo concretar una relación estable.

Honestamente, nunca se me había ocurrido sexualizar a mi suegra. Mi cabeza no había generado ese morbo de verla hembra, mujer, y no la madre de mi novia. Hasta que abrí un cajón en busca de no me acuerdo qué y ví uno de sus juguetes sexuales. Inmediatamente me brotó un fuego indomable. Se me aceleró el corazón. Apreté los labios y se me paró la pija.

Aunque no pasó nada, la idea maduró en mi cabeza. Y de apoco, por las noches, empecé a imaginarla usar el juguete. Después a imaginarla con lencería. O hundiendo su cabeza en los huevos de algún amigo pasajero, para llenarse la boca de verga. Varias noches me calenté pensando en cómo le debían romper el orto sus amigos, o cómo se debía ratonear en esas noches de soledad mirando porno.

Las oportunidades de avanzar en algo eran escasas, por no decir nulas. Como les conté, soy una persona tranquila. Cada vez que iba a su casa, lo hacía con mi pareja, y pasábamos un buen momento en familia. Casi que se volvió una segunda madre para mí. Realmente nos ayudó mucho en nuestro día adía, y mi honestidad y responsabilidad por ser buena persona bloqueaban durante el día cualquier sexualización de ella, que tampoco mostraba ningún tipo de interés o insinuación en su yerno.

Pero por las noches mi cabeza pensaba otra cosa. Pensaba en ella, y en lo sola que estaba, y en cómo se notaba su deseo de tener una pareja cuando lamentaba su soledad. Pensaba en ella colándose el juguete que encontré en su cajón. Pensaba en ella imaginandose que era una pija mientras lo metía y lo sacaba con frenetismo de su concha empapada, y cómo gemiría cuando llegase al orgasmo.

Uno de mis sueños húmedos más recurrentes era estar en su cama, arrodillado, mientras la sometía. Le aplastaba la cabeza contra la almohada mientras le metía, seco y hasta el fondo, la pija por el orto. Ella gemía corto con cada embestida, las piernas abiertas, la concha mojada. Ni bien sacaba la pija de su culo, casi a punto de largar toda la leche, le agarraba el cuello, la levantaba y la ponía cara a cara, le recordaba lo puta que era, le agarraba el pelo y la hacía chuparme bien los huevos. Con la otra mano me pajeaba y le dejaba la leche en todo el pelo y la cara.
 
Un par de veces me desperté muy caliente. Todavía con modorra y sin entender mucho, pero con la pija dura de soñar, le dí a mi novia buenas cogidas que hasta agradecido. Llamativamente nunca pude ser dominante con ella. Nunca pude soltar ese morbo. No sentí que lo fuese a aceptar, y aunque me gusta cogerla fuerte, y a ella también le gusta que la coja así, reprimí cualquier otro tipo de dominación.
 
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Ese fin de semana, mi novia se fue de viaje con sus amigas. Por supuesto, sin novios. Ya lo había hecho otras veces, y a mí no me molestaba para nada. Por un lado, porque no tengo celos, y por el otro, porque creo que toda relación debe tener su espacio. Un fin de semana para mí, para mis series y lo que tenga ganas de hacer, me parecía un planazo. Finalmente resultó aún mejor.
 
A mi suegra ese sábado se le rompió el sifón de la bacha en la cocina. Y no se por qué estas historias siempre comienzan así, pero me llamó para preguntarme si podía revisarlo y arreglarlo, o si debía llamar a un plomero. Entre sus dos hijos y sus dos yernos, soy el que vive más cerca. Era normal que me preguntara este tipo de cosas, y lo tomé como tal.

Me recibió con ropa de entrecasa. Unos joggings viejos, una remera larga que ya tenía varios años, sin maquillaje y con un rodete en el pelo para disimular que no se había peinado. Un look completamente de sábado ala tarde.

El sifón no se había roto, se había salido, por lo que acomodarlo fue bastante sencillo. Al terminar, me agradeció y me preguntó si quería una cerveza, que acepté. Era una de las primeras veces que iba a lo de mi suegra solo y me quedaba, aunque no era la primera vez que hablábamos sólo nosotros, por lo que ambos nos sentíamos cómodos. Mi morbo y mis fantasías estaban quince sentimientos debajo mío.

Tomamos un par de cervezas, y de a poco la charla sobre temas banales se fue soltando. El alcohol, por más que tenga poca graduación, suelta la lengua. A la cuarta cerveza volvió a lamentarse que estaba sola. Erala primera vez que me lo decía directamente a mí, y aunque no lo tomé como algo especial, solté.

-Cecilia, vos no estás sola, lo que te falta es una buena pija.

El silencio que se hizo se cortaba con tijera. Me miró sorprendida, y supongo que analizó en esos segundos si lo decía en serio o no, si realmente era lo suficientemente atrevido como para decir algo así o si estaba bromeando o qué, y por último pero no menos importante: si tenía razón o no.

-¿En serio me lo decís? - preguntó, todavía sorprendida. Yo me mantuve serio, convencido.

-Sí, mas vale. Estamos en confianza, ¿o no? -respondí.

La pregunta quedó en el aire. Otra vez silencio, y ella se quedó mirando la nada con la cabeza algo gacha. Noté que se mordía el labio. ¿Qué pensaría esa mujer? No sé, pero desde que había visto su cajón íntimo, me la quería coger.

-Sí, tenés razón -asintió sin mirarme. Seguía colgada. Agarró su vaso y lo llevó hasta la cocina, para lavarlo. No sé por qué, pero la seguí. Estaba sobre la bacha, enjuagando su vaso.

-Tomá mi vaso también, no tomo más -me puse detrás de ella y le acerqué el vaso por encima de su espalda, mientras aproveché y, de manera "inocente", la apoyé con mi pija, que todavía no estaba dura pero igual podía sentirla.

La noté incómoda, pero no se quejó. Apoyó una mano sobre la mesada, y dejó el vaso a un costado. Dejé la pija en el mismo lugar, para que pueda sentirla mientras crecía. Le respiré la nuca. Sentí su perfume. Todo en un par de segundos. Los deseos sexuales empezaron a despertarse, y mi cabeza ya no podía frenarlos.

-No quiero que te sientas sola, Cecilia. -le susurré. Cerró los ojos y apoyó ahora las dos manos contra la mesada. Agachó la cabeza, y me empujó levemente para atrás con su cola. Yo hice lo mismo, pero para adelante. Resopló. Quería pija, y empezaba a importarle poco que fuera la del novio de su hija, o la de un negro, o la del amor de su vida. Ella sólo quería una buena pija, como yo le había dicho hacía un rato.

Me acerqué un poco más por sobre su hombro y le dí el último estímulo que necesitaba para empujarla al abismo de lo irreversible: recorrí el cuello, de abajo hacia arriba hasta su oreja, sólo con la punta de la lengua mientras la tomé del vientre y la acerqué más a mi verga, que ya era un garrote. Mantuvo la posición y reclinó la cabeza para disfrutar el lenguetazo hasta el gemido. Yo intuí que ya debía estar empapada.

-Pendejo hijo de puta -susurró. Seguía de espaldas a mí.

-No te das una idea -le dije suave, cerca del oído y le manoteé una teta que estrujé como si estuviera amasando pan, mientras le chupé el lóbulo. Cuando terminé, le dije -Hoy vas a conocer un lado de mí que no conoce nadie. Hoy te voy a hacer mi puta, te voy a coger como necesitás y nadie te cogió en mucho tiempo - Ya tenía el control total de la situación.

-¿Ah sí? ¿Y qué me vas a hacer? -Ya la tenía en mi juego. Se dio vuelta despacio, en el mínimo lugar que había entre mis brazos, mi pija y la mesada. Me miró por primera vez desde que le dije lo mucho que le hacía falta una buena poronga. Le devolví la mirada, serio, y le sonreí. La agarré del pelo y le dí un beso profundo, apasionado, lleno de saliva.

La agarré del escote y me corrí un poco hacia atrás. Me desabroché el cinturón, después el botón del jean, y me bajé la cremallera. Volví a agarrarle el pelo y comerle la boca con furia, pero breve. La aparté con fuerza y hacia abajo, logrando que se arrodille, mientras sacaba el pito duro y jugoso al aire.

-Quiero que me chupes bien la pija. Dale -le ordené, y empujé su cabeza. Antes de que pudiera responderme, tenía la boca llena de poronga. Me eché un poco hacia atrás y le puse las dos manos en la cabeza, haciendo presión. -¡Aaaah! -suspiré. -Cómo me gusta que una puta como vos me chupe la pija.

Así estuvo un rato, primero con sorpresa, después con ganas, a lo último con lujuria. Me miraba a los ojos con la boca llena, después los cerraba y seguía su cabeceo rítmico mientras el sol regalaba los últimos tonos naranja.

Después de unos minutos de disfrutar un buen pete, la dejé respirar y aprovechó para secarse la baba que le colgaba. En un minuto de lucidez me miró a los ojos nuevamente.

-¿En serio le vas a hacer esto a mi hija?

Me arrodillé y le sonreí con cara de desquiciado. Ya se había despertado la bestia, y no quedaba ni un mínimo vestigio de decencia y límite en mí.

-Preocupate mejor por lo que te voy a hacer vos, hija de puta. - le escupí -esta noche sos mi puta, ya te dije.

Me levanté y la ayudé a que se pare. Le agarré el culo y selo apreté fuerte. Ella sólo atinaba a abrazarme y agarrarme el pelo con suavidad. Seguía luchando entre la calentura y la lucidez. Seguía atolondrada por lo que ya había hecho, y por el límite que sabía que iba a cruzar. Y con la curiosidad de saber que era "ser una puta" para mí.

Mientras le manoseaba el orto por dentro del pantalón, le pregunté si el juguete que tenía en su cajón venía acompañado de lencería. Me apartó colorada, con los ojos como platos.

-¿Cómo sabés lo del juguete? - se sorprendió. -Fue un regalo de unas amigas -intentó excusarse.

-Cecilia, tranquila. No me mientas, no hace falta. Tu hija también tiene uno. Me encanta verla jugar, como debes jugar vos también. - la tranquilicé.

Ahora quiero que vayas y te des una ducha. Te vas a depilarla conchita, con lo que tengas. Después en tu pieza te ponés la ropa más seductora que tengas. Si tenés lencería o disfraces, mejor. Y cuando estés lista, me llamás. Me gusta que las putas se vistan como putas, se arreglen y se peinen. Me recibiste muy crota, y una mujer como vos no puede presentarse así ante otros. Por más que sean su familia. Ahora andá.

7 comentarios - Hice a mi suegra, mi puta (1)

RodolfoOnsari
me gustó, fueron los 10 que merece el relato.
staples19
Espectacular, muy buen relato! esperemos que sigan! van puntos... +10
leloir2010
Ya que con tu novia no podes ser dominante, lo haces con tu suegra que esta vulnerable. Exelente capo. Tene cuidado que no se entere tu novia porque vas a quedar capon Jajaja. Van puntitos