Mí vecina

Me llamo Olga, tengo 40 años en la actualidad, a punto de cumplir 41 este naciente año 2021.
Desde que hace ahora, ya más de siete años, conocí a mi nuevo vecino, me gustó mucho.
No era nuevo, se había mudado aquí con su nueva esposa después de divorciarse. Había vivido allí en su juventud, pero yo no me acordaba, o era tan pequeña que no lo recordaba. Mis padres me pusieron en antecedentes cuando les pregunté, de manera natural, por aquella pareja.
Llevo prácticamente enamorada de José Miguel, desde 2013. ¿Me tomo las cosas con calma, verdad?
Somos una familia humilde de clase media.
Mi padre ya está jubilado, y se entretiene en algún que otro hobby.
Mi madre, desde siempre en casa. Somos una familia normal.
Diré que trabajo sin decir en qué, por si este relato es publicado.
Soy rubia, delgada y bajita.
Sin dejar de ser conservadora, soy progresista. No es una contradicción, En eso coincido con José Miguel, y no es en lo único. Somos almas gemelas.
Me gusta la ecología, y miro mucho por el medio ambiente.
Le vi serio desde el principio, a distancia tiene gesto algo hosco, aunque cuando empezamos a hablar, le empecé a ver más interesante. En las distancias cortas es agradable, divertido y un buen conversador.
Me gustó todo de él.
De saludos de cortesía, empezó poco a poco a preguntarme cosas.
Soy bastante tímida.
Hablando de sexo, aunque en el fondo soy liberal, en la práctica, con mis puntuales parejas sexuales, había sido bastante tradicional.
Creo que necesitaba algo más que una relación clásica, y por ello a mi edad, aún no había desarrollado un proyecto de vida sentimental definitivo con nadie.
Necesitaba a alguien especial, y con él llegaría a desear tenerlo, aunque jamás creí que se iba a desarrollar de aquella manera.
Cuando, después de pasar varios años, en que nos veíamos de vez en cuando en el ascensor, en la calle, en el barrio, o por nuestra pequeña ciudad de provincias, me decidí a mirarle de esa forma especial…, con deseo, entonces me daría cuenta, al devolverme sus especiales miradas, de que le tendría para mí el resto de mi vida, aunque con ciertas matizaciones.
Él es muy prudente, aunque con ojos de latino interesante y conquistador.
El primer paso lo di yo. Un día introduje un anónimo en su buzón. Le decía que me gustaba mucho y que estaba dispuesta a todo por acostarme con él, que aceptaría todas sus condiciones.
El primer paso lo dio su mujer, Verónica.
Un día hablamos subiendo el ascensor, y me invitó a tomar un café o una infusión en su casa.
Luego me dirían, que supieron desde el primer segundo que el anónimo era mío, pero que deseaban darme cuerda, para generar el máximo incremento de deseo por ambas partes. Él también me deseó desde el principio, según me confesaría días después en la cama.
Me quedé de piedra cuando me lo dijeron. Mi rostro enrojeció de inmediato, pero su calidez humana me hizo relajarme hasta límites insospechados. Son tan naturales, que no puedo hablar de ellos nada más que cosas buenas.
En unos minutos estábamos los tres hablando como viejos amigos. Los ojos de José Miguel, me miraban con deseo, sin duda.
Los míos a él, también.
Hablamos con absoluta sinceridad desde el primer segundo.
Verónica, enseguida contribuyó a la total relajación del momento. Me cogió de la mano y me llevó a su dormitorio. Era precioso, lleno de detalles decorativos, mariposas en las paredes, cuadros de todo tipo, puntos de luz. Una foto de ambos en el centro de la pared a todo color, flanqueada por dos individuales en blanco y negro.
Pusieron música.
Encendieron velas y una barrita de incienso.
Yo estaba en una nube.
Sin saber cómo, estábamos los tres desnudos en la cama.
Nunca me he sentido bisexual, pero no me importaba cómo Verónica me empezaba a besar. Yo le devolvía idénticos besos pasionales, aunque tímidamente.
Cerré los ojos, cuando José Miguel se aproximaba.
Estaba nerviosa ante la inminente sensación de sentirme unida a él.
Una tiene esas falsas creencias de penetración rápida y satisfacción vulgar.
Ellos eran diferentes.
Con ternura me acariciaban, me besaban en todo mi cuerpo, incluso en sitios insospechados... Estaba en una nube de deseo, deseando disfrutar de todo.
Pasaron horas antes de sentir cómo mi sexo, fue penetrado con ternura y delicadeza. Aquel enorme pene entró en mí, sintiendo que entraba en mi alma.
Hubiese deseado gritar de placer, pero soy muy tímida. Sentirme llena, sentir la tremenda polla de mi vecino dentro de mí, llenaba mi corazón, alma y cuerpo, de un gozo único.
Jamás me había sentido así.
Mis orgasmos, a cual más intenso, se sucedían, uno tras otro.
Cuando sentí en mi interior aquel líquido entrar a presión, y rebotar en el fondo de mi vagina, no pude dejar de sentir golpetazo a golpetazo, los orgasmos más profundos de mi vida.
Él lo sintió. Me besó y me abrazó, con una ternura sin igual.
Lloré de agradecimiento y placer.
Volveríamos a hacer mucho más sexo. Son incansables. Yo también. José Miguel, nos follaba a ambas sin parar, cuando se agotaba, seguía con cientos de juguetes que tenían.
Nos hacía correr al unísono, utilizando sus dedos o juguetes a la misma vez. Nos besábamos los tres al mismo tiempo. Nuestras lenguas se cruzaban y disfrutaban.
Verónica, hacia el final de aquella e increíble sesión, para dar un descanso al rey de la cama, sacó su último regalo, su succionador, y jugamos con él un buen rato. No parábamos de tener orgasmos sucesivamente, por turnos. Él sonreía al vernos.
Yo soy incansable, me he descubierto incansable junto a ellos. Al menos, aquella primera de muchas sesiones, me sentí incansable. Verónica, incluso mucho más. He de reconocerlo.
Cuando después de tantas horas de placer, extasiados, estábamos unidos los tres por nuestras manos, sentí cómo Verónica murmuraba en mi oído:
-          ¿Querrás ser nuestra amante más veces?
-          Sí (Me limité a decir).
-          Si quieres, podrás traer a cuantos amigos desees, siempre que sean discretos y que tengan una buena polla.
-          ¿Cómo?
-          Cuando te apetezca venir sola, podrás venir sola, y si algún día te apetece traer a alguien, lo podrás hacer libremente. Ya lo he comentado con él, deseamos seguir viéndote sola o acompañada. Queremos que seas nuestra amante para siempre, al menos, mientras tú lo desees. Estamos encantados contigo, quizás ambos, enamorados de ti, desde que te vimos por primera vez.
Me quedé muda. No sabía que contestar.
En ese momento supe, que siempre había querido tener una relación así, una relación precisamente, con ellos dos.
Desde aquel maravilloso día, estuvimos juntos para siempre.
Las sesiones de sexo se han sucedido con intensidad, cada vez lo pasamos mejor los tres. Ante la insistencia de Verónica, en ocasiones he ido acompañada de algún puntual amante que me he echado, pues ella también tenía derecho a disfrutar. Nuestro amor no está limitado a nosotros tres, aunque somos el eje básico del mismo.
Alguna noche me he quedado a dormir con ellos. Él se despierta temprano y empieza a comer nuestros coños, por turnos. A veces hemos estado en la cama todo el día, haciendo un increíble sexo sin parar. Somos incansables los tres.
Mi vida está bien como está. Me siento feliz como vivo. Mi vida continúa... Mi trabajo, mi familia y mis amantes, esos vecinos, Él, ambos, me han hecho descubrir mi verdadero proyecto de vida.
Queridos amigos, he de terminar.
Solo decirles que, lamentablemente, este relato es ficticio, aunque ojalá fuese real.
Creo que redactaré un anónimo y se lo meteré a mis vecinos en el buzón.
(Ojalá lo hagas Olga, ellos lo están deseando).
FIN.
Espero que lo hayan disfrutado.
Escríbanme. Contestaré a todos los que deseen contarme cualquier cosa, a través de mi correo electrónico. Me encanta compartir de todo, con todo tipo de personas, incluso detalles sobre vida en general, gustos y aficiones, sin que sea que ser necesariamente sobre sexo.
Les cuento que uno de mis próximos proyectos, hay varios más, sin más pretensiones que el de hacer disfrutar a los lectores, es un libro que tengo en marcha de título provisional: “Historias reales de cornudos complacientes”. Quiero contarles diez historias reales noveladas con escenas de sexo morboso. Llevo actualmente redactadas en borrador, ocho historias y aún puedo integrar dos historias más si alguno de ustedes, quiere que su experiencia como cornudo o cornuda quedé para la posteridad..., cambiando obviamente nombres y ciudades.
Hasta muy pronto.

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