El pendejo tímido

En primavera empecé a salir una compañera de trabajo de mi hermana. Rubia, hermosa, con un cuerpo exuberante. Por suerte tuvimos buena sintonía y rápidamente nos pusimos de novios.

Años atrás, yo le había presentado a mi hermana a uno de mis amigos, quien hoy es amigo y cuñado. Mi hermana me estaba devolviendo el gesto con una superación estética abismal (jeje). Varias veces salimos los cuatro y había tanta buena onda que en el verano las dos parejas decidimos alquilar una casa con una gran piscina en un balneario para pasar las vacaciones.

Mi hermana también tiene un cuerpo agraciado, muy parerido al de mi novia. Con mi cuñado, hacía tiempo que teníamos la fantasía de emputecerla, y luego, con la incorporación de su amiga, soñábamos con que esas vacaciones se tranformaran en una gran orgía con esos dos lomazos a nuestra entera disposición. Él decía que mi novia tenía más cara de putita que mi hermana. A mi me daba mucho morbo la posibilidad de cogerme a mi propia hermana.

Ya instalados disfrutando de nuestras vacaciones, comenzamos una especie de juego erótico con mi cuñado en el cual secretamente intercambiábamos fotos de nuestras respectivas parejas. Tanto nos calentábamos con ese juego que se nos hizo obsesión la tener la idea de no sólo intercambiar fotos, sino a nuestras parejas mismas. Ya no era sólo un sueño, había que intentarlo.

A nuestro favor, las chicas estaban bastante desinhibidas, quizá a causa del calor, de la agradable convivencia, y de los fuertes tragos que preparaba mi cuñado a toda hora.

Un día, algo entonadas por el alcohol, se pusieron a hacer topless en la piscina. Nos miramos con mi cuñado y sentimos que estábamos cerca de nuestro objetivo.


El pendejo tímido



De pronto mi cuñado señaló disimuladamente hacia el fondo lindero de una casa vecina y lo vimos. Un pendejo espiaba a nuestras chicas y se estaba pajeando oculto tras unos arbustos (él creía que estaba oculto). Lejos de que este hecho nos molestara, nos calentó aún más y terminó sirviendo de excusa para instalar definitivamente el ambiente de erotismo que ansiábamos.

Fiel a su estilo, mi cuñado decidió burlarse del muchacho y le gritó:

    -Hey! Vos! El de los arbustos! Veni para este lado! Dejá de festejar solo que acá se está por armar tremenda fiesta! -le dijo riendo y guiñándonos un ojo.

El muchacho, al verse descubierto, huyó corriendo entre las plantas. Mi cuñado lanzó una risa cruel. Mi hermana sintió pena por el joven.

    -No seas malo -le dijo a su marido.

    -Que se joda por pajero -respondió este.

Pero entonces, mi cuñado, quizá vislumbrando alguna lasciva oportunidad y no por remordimiento, se asomó a la casa vecina, llamó al muchacho y estuvo unos minutos hablando con él. Luego vino y nos contó:

    -Me dio lástima, lo invité a pasar un rato con nosotros -todos reímos creyendo que era otra de sus bromas.

Pero quince minutos después el tímido joven apareció. Traía una botella gaseosa sin azúcar en sus manos, seguramente como forma de colaborar con la supuesta fiesta. Mi cuñado lo invitó a pasar, ante el asombro de todos los demás.

Mientras el muchacho se deshacía en disculpas por su comportamiento impropio, mi cuñado le dijo que no se preocupara y le agradeció por la botella, pero luego la abrió, tiró su contenido en las plantas y se puso a preparar sus habituales tragos con veneno.

    -Olvidate, vamos a divertirnos -le dijo y le sirvió el primer trago.

Al cabo de un rato todos estábamos un poco borrachos. Inspirados en el alcohol, mi cuñado y yo empezamos a ejecutar una danza que nosotros entendimos sensual. Mi hermana y mi novia nos miraban y reían a carcajadas. El tímido pendejo se mantuvo sentado tomando su trago y también se reía de nuestro baile.

Las chicas, que se habían suspendido sus topless luego de enterarse que estaban siendo espiadas, quedaron en tetas nuevamente y nosotros bailábamos exhibiendo sendas erecciones que encarpaban nuestras bermudas.

    -Muestren esas vergas -dijo mi novia totalmente zafada. Yo nunca la había visto así.

Con mi cuñado ni lo pensamos y a los dos segundos seguíamos bailando, pero totalmente desnudos y erectos, hacíamos girar nuestras vergas como si fueran hélices. Las chicas reían y nos aplaudían.

    -Vos también, dale! -le dijo mi novia al pendejo, pero este sólo rió y se mantuvo como estaba.

    -Cuántos años tenés? -le preguntó mi hermana.

    -20 -dijo tímidamente el muchacho.

    -Parecés más joven -le dijo mi novia.

Nosotros empezamos a insistirle para que complaciera el pedido de la muchacha.

    -Dejalo tranquilo, es tímido -dijo mi hermana.

Pero le seguimos insistiendo (mi cuñado sabía ser pesado cuando se lo proponía) hasta que al final, a fuerza de un par de tragos más, el pendejo se decidió a mostrar su verga. Cuando lo hizo, todas las risas fueron sustituidas por gestos de asombro.

Aunque el tronco de su verga no era mucho más grande que el mío ni que el de mi cuñado, su enorme cabeza fácilmente duplicaba en tamaño a las nuestras. El pendejo se tenía guardado un verdadero hongo rompeortos.


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Cuando mi hermana y mi novia vieron esa pija sus ojos brillaron y se abrieron grandes, como no pudiendo creer lo cabezona que era. Se las notaba fascinadas. Ambas cubrían sus risas con sus manos. A partir de ese momento, mi verga y la de mi cuñado ya no existieron para ellas, ya no les sacaron los ojos de encima al hongo cabezón del pendejo.

Mi cuñado y yo también nos quedamos mirando esa joven verga con admiración. Su rosada cabezota brillaba. Las venas que la surcaban y el gran agujero en su punta le daba aspecto de vergón lechero.

Él pendejo notó la admiración de todos y enseguida se dio cuenta de que él era el macho alfa en la fiesta. Eso lo sobreexcitó, su verga comenzó a palpitar fuerte. Al ver a ese impresionante hongo cabeceando hacia arriba no pude evitar exclamar un doble "Ufff!". Casi acabo sin siquiera tocarme.

    -Ufff Ufff! -repitió mi cuñado más alto.

Las chicas habían quedado de boca abierta. Para romper el silencio incómodo que se había generado, yo tragué saliva y luego me agarré la pija, la puse cabeza con cabeza con la de mi cuñado y le dije en voz alta y tono risueño:

    -Mirá, si juntamos nuestras cabezas no llegamos ni cerca al tamaño de la del pendejo.

    -Qué pijón que tiene el hdp! -exclamó mi cuñado.


Las asombradas hembras, a manera de certificación de nuestras exclamaciones, asintieron con sus cabezas mientras reían y se mordían sus labios. Esa fue la primera certificación, la segunda llegó un instante más tarde cuando el pendejo, envalentonado, se incorporó y empezó a pajearse frente a las chicas mientras les decía:
 
-Quieren la verga de un verdadero macho?

Y las dos putitas se tiraron de cabeza pidiendo leche de esa verga.


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Mientras mi hermana le paseaba la lengua por toda la cabezota, el pendejo nos miró a mi y a mi cuñado y nos ordenó en forma contundente:

    -Pajéense!

Mi hermana se engulló entera la cabeza de la verga del pendejo. No era fácil bancar esa cabezota. En el rostro de la putita se notaba el esfuerzo que estaba haciendo, le lagrimearon los ojos y hasta hizo alguna arcada. Mientras, mi novia le devoraba los huevos al muchacho.


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Ver a mi hermana y a mi novia desesperadas por la verga del pendejo me puso a mil. No pude más que obedecer la orden que este nos había dado y me empecé a pajear fuerte. Mi cuñado hizo lo mismo. Acabamos enseguida, pero el pendejo nos ordenó que nos pajeáramos de nuevo y así lo hicimos.


-Más fuerte -nos dijo.



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    -Rompeles el orto, destrozales el ojete a las putas! -dije yo exaltado al límite de la calentura.

Mi hermana volvió a reir y luego miró a los ojos al pendejo y le asintió con su cabeza en forma implorante. Entonces se dio vuelta y se puso en cuatro. Su culazo quedó espuesto ante nuestros ojos.

Yo di unos pasos adelante e intenté tocarle el culo con una mano mientras me seguía pajeando con la otra. Mi cuñado hizo lo mismo, pero el pendejo no nos dejó hacerlo: interceptó nuestras manos con las suyas.

    -Sigan pajeándose -dijo-, pajéense entre ustedes!

Mi cuñado y yo obedecimos de inmediato y empezamos con una paja colaborativa.


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Mientras, el pendejo le manoseó todo el culo a mi hermana. Le metió los dedos en la raya y le desenterró la tanga. El ojete le hacía guiños, estaba pidiendo esa verga.

Cuando el pendejo le mandó la cabeza de la pija culo adentro, mi hermana lanzó un grito de dolor pero pronto su rostro se transformó en un poema al placer. Tras unas pocas envestidas, ella tuvo su primer orgasmo. Luego de un "ay ay ay ay ay" de volumen creciente, sus piernas temblaron y todo su cuerpo se contorsionó.

    -La hiciste acabar con cinco pijazos, hijo de puta! -exclamó mi cuñado, consciente de que el nunca podría realizar tal hazaña. Ella tuvo dos orgasmos más antes de que el pendejo le sacara la pija del culo.

Luego fue el turno mi novia. Con el primer pijazo que el pendejo le asestó en el ojete se le dieron vuelta los ojos.



Cornudos


El jóven semental empezó a darle bomba con todo. Cuando vi a mi amada con la boca abierta y los ojos en blanco, pensé en que el hongazo del pendejo le debería estar desgarrando las paredes del intestino, pero también dándole un placer infinito. La puta se corrió tres veces con la juvenil cabezona adentro.


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Luego el pendejo insaciable se las culeó a las dos juntas. Su verga iba saltando de un culo al otro para que ambas pudieran recibir un placer constante. Ambas tenían sus ojetes completamente dilatados y sólo recibían placer, el cual era testimoneado por las caritas de putas que ellas ponían.


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Con mi cuñado acabamos juntos la enésima paja y nuestras vergas cayeron flácidas y chorreantes.


El pendejo tímido



Yo observé azorado los chorros de leche que le salían de esos complacidos ortos, los comparé con nuestra acabada y le dije a mi cuñado:

    -Mirá, si juntamos todas nuestras acabadas no llegamos ni a la mitad de leche que largó el pendejo.

Las hembras volvieron a certificar mis palabras con una risa y luego se comieron de nuevo la pija del pendejo, que todavía estaba tan parada como al principio.


Aquel pendejo tímido les terminó destrozando el ojete a nuestras putitas con su verga rompeculos. Después de ese día, prácticamente se instaló en nuestra casa y les dio verga durante toda nuestra estadía.

Incluso las veces que las putas quedaban indispuestas por tanta pija recibida, mi cuñado y yo le pedíamos al pendejo que nos mostrara la cabezota y nos pajéabamos fuerte sólo mirando sus palpitaciones e imaginando las caritas de puta de nuestras prometidas cuando la tenían adentro. Se puede decir que los cuatro terminamos siendo esclavos de esa hermosa pija cabezona.

Mi hermana y mi novia regresaron de las vacaciones con el orto bien abierto y roto. Mi cuñado y yo, con un deseo incontenible de ser cornudos y de que ese pendejo tímido siga siendo nuestro macho corneador.





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