Tardes mesopotámicas - Capítulo 1

Siguiendo con los relatos que me gustan, acá les va otro:

Me llamo María José, pero todos me dicen Maijo. Hoy tengo 21 años y vivo en Paraná (Entre Ríos - Argentina). Escribo aquí por que quiero compartir con ustedes una historia única en mi vida sexual. Fuí criada por mis padres bajo estrictas normas de educación, dado que ambos son un tanto antiguos. Siempre fuí coqueta y femenina. Soy rubia, delgada y alta (pero no tanto, mido 1,68m), tengo ojos verdes, mis medidas son 92 - 62 - 92, y aunque suene feo que lo diga yo, me siento una mujer muy sexy y atractiva. Me he dado cuenta de ello porque, desde que entre a la adolescencia, soy permanentemente coqueteada por todos los hombres a los que miro. Cuido muy especialmente mi feminidad vistiéndome con ropa que sea sexy, arreglándome permanentemente el cabello, y cuidando mi cuerpo mediante la natación. Soy ciento por ciento mujer y, como tal, me encanta estar siempre calentando a la gente. Desde chica supe que el sexo era algo que se daba naturalmente en mí. Debute a los 14 años con un chico de 18 y de ahí en adelante no paré nunca de buscar nuevas sensaciones.

Pero la historia que les voy a contar ocurrió cuatro años atrás, cuando yo tenía 18 años. Estaba de novia en esa época con un chico de 20 años llamado Gabriel con el que tenía relativamente "buen sexo". Habíamos comenzado a salir desde un año y medio atrás. El era mi segundo novio y como chicos jovenes la pasabamos lindo y nos divertíamos bien. Nos encantaba ir al Parque Urquiza y hacer tardes de picnic cerca del río. Y nos gustaba mas a veces tener en ese parque algún filtreo sexual. Como ambos eramos estudiantes y no trabajamos tenías la posibilidad de vernos los días de semana cuando el común de la gente esta en horario laboral. Eso hacia que en algunas ocasiones tengamos el parque para nosotros solos y bueno... ustedes aben lo que pasa en esas situaciones.

Pero el punto débil quizás era su lado egoísta en cuanto a lo que a sexo refiere. Desde que iniciamos nuestra relación, me di cuenta de que al él le encantaba que le hicieran dos cosas: Petes y Pajas. Es la razón por la cual, cuando estaba con mis amigas, me refería a él con el seudónimo de "PePa". Jajajajaja!!! Lo cierto es que cuando le hacia una buena paja el tipo quedaba rendido y después de eso casi nunca había nada de su parte para mi. Pero hay algo mas que quiero contarles relativo a este asunto. A medida que pasaban los meses... me di cuenta de que él adoraba que, mientras lo masturbaba, le contara fantasías eróticas. Al principio obviamente le contaba fantasías en dónde el protagonista era él. Pero al cabo de estar saliendo durante un año y medio esas historias ya no tenían en su libido el mismo efecto. Así que ese sábado, estando ambos tirados sobre la manta de pic-nic debajo de un arbol alejado, se me ocurrió comenzar a tocarlo pero haciendo esta ves una variación. El estaba acostado boca arriba sobre la manta. Yo le había deabrochado su cinturón y los cuatro botones del jean. Como ustedes saben, a los hombres no hay que insistirles mucho para que se dejen hacer. Así que con su pene ya en la mano comencé a masturbarlo pero como les dije antes... esta ves mi relato tendría una variación: En lugar de contarle la consavida historia dónde el protagonista era él, le conte una historia en dónde yo lo hacia con otra chica. Sin lugar a dudas di en el clavo. A penas la historia se puso un poco caliente Gabriel comenzó a exitarse como loco. Su pene de repente se sentía mas duro, mas grande, como nunca lo había visto antes. Y mientras yo le hacía el vaiven con mi mano y le contaba al oído la historia, el me pedía rogando...

- "No pares Maijo! No pares!".-

No tardo mucho en tener el pene súper duro e hinchado. A medida que le platicaba el relato veía como las venas que irrigaban con sangre su miembro se ponían mas y mas abultadas. Lo tenía a pleno. Pero antes de que pudiera llegar al climax máximo de mi historia Gabriel comenzó a eyacular soltando cinco potentes chorros de leche, siendo los tres primeros tan fuertes que pasaron por encima de su propia cabeza para terminar cayendo sobre el borde de la manta en dónde nos lo estábamos montando.

- "Dios mío!!! No podes hacerme acabar así!!! Que bueno que estuvo".- Dijo al cabo de un rato ya recuperado del polvo. - "Esa historia fue increíble!".-

Ciertamente creo que Gabriel había acabado como nunca lo había hecho antes. Y se notaba que la razón de semejante grado de exitación no eran mis habilidades manuales sino mas bien el morbo de la historia que le contaba al oído mientras lo masturbaba. A tal punto que no pasaron ni siquiera diez minutos antes de que el niño estuviese otra ves con su miembro empalmado!!! Obviamente no lo podía dejar así. Comencé entonces una segunda sesión y pero esta ves, en lugar de contarle una historia nueva desde el principio... retomé la anterior justo en el punto en el que la había dejado. Otra ves el resultado fue el mismo. Gabriel acabó nuevamente echando poderosos y gruesos chorros de leche similares a los que había lanzado antes. Con mi noviecito ya más tranquilo, el poco resto que nos quedaba de tarde trascurrió de manera simple entre chistes, risas, besos, caricias y abrazos.

Al llegar a casa, mis padres me estaban esperando para preparar la cena. Comimos y para finalizar mi día decidí darme un ducha reparadora y meterme a mi cuarto a escuchar algo de música. Puse algo suave en el estéreo y me eché sobre mi cama a escuchar. Se me vino a la mente como se había puesto a Gabriel cuando le hice imaginar que tenía sexo con otra chica. De repente me empecé a imaginar una historia similar para un próximo encuentro. Pero para mi sorpresa, a medida que fataseaba con estar con otra mujer... comencé a exitarme. Y la razón por la cual me estaba exitando era porque en lugar de imaginarme con una chica joven cualquiera de mi edad... Me estaba imaginando con una mujer adulta. Una mujer mayor que yo. Alguien que formaba parte de mi vida real. Una mujer que había conocido a penas medio año atrás, pero con quien me daba cuenta de que estaba teniendo una cierta "tensión sexual"... y sin mas... me quite el culote que traía puesto y comencé lentamente a masturbarme imaginando que tenía un encuentro sexual con ella. Una historia en dónde ella ocupaba ese rol de mujer madura y experimentada en tanto que yo.... bueno yo era la chica que soy. Una niña de 18 a la que gusta mucho jugar y sentirse deseada. En mi mente las escenas se sucedían al punto en el que comencé a acabar con una serie de orgasmos seguidos y hermosos que me dejaron con el relajo y el cansancio suficiente como para conciliar un hermoso sueño casi de inmediato.

De chica, mis padres me "obligaron" a estudiar varias cosas, por ejemplo: Inglés y Piano. En cuanto a mis actividades físicas, ellos siempre me dejaron elegir a mi y las mismas se resumían a ir dos veces por semana a natación. Adoro nadar. Pero fue estudiando piano que descubrí una nueva faceta de mi sexualidad que hasta ese entonces jamás había existido. Como dije, a mis 18 años estudiaba todavía piano y me preparaba para el examen de sexto año en la casa de mi profesora, quien se llamaba Elisabeth. Por aquel entonces ella tenía 38 años, era morocha de ojos marrones, con un cuerpo espectacular dado que era soltera y aún no tenía hijos, lo que le permitía conservarse muy bien. Además, era una persona que se preocupaba mucho de broncearse y de tener una actividad de física rutinaria semanal en el gimnasio. Respecto a su altura, Elisabeth era mas alta que yo. De heho su altura de 1,75 mt lo cual le daba una impronta de autoridad. Recuerdo muy bien esto porque cuando hablamos frente a frente, yo siempre debía alzar la mirada para poder verle el rostro. Sin embargo, a pesar de su belleza, aún no se había casado. Hacía solo seis meses que estudiaba con ella pues era ese el tiempo que ella llevaba viviendo frente a nuestra casa. Se había mudado en Abril de ese año y estaba sumamente contenta pues el nuestro es un barrio tranquilo. Cuando me enteré que era profesora, de inmediato me cambie a su estudio, ya que sólo debía cruzar la calle para estar practicando en su casa. Las clases eran desde las tres y media a las cinco de la tarde, los días Lunes y Viernes.

Al llegar los primeros días cálidos, a fines de Octubre o principios de Noviembre, Elisabeth había adoptado la costumbre de tomar un poco de sol previo a mi llegada. Lo hacía en el patio trasero de su casa y cuando yo arribaba me recibía con su traje de baño de dos piezas. Siempre muy atenta, ella me daba al instante un par de ejercicios y mientras se cambiaba de ropa, yo empezaba a practicar las lecciones. A esa altura, era la mimada de todas sus alumnas; le encantaba la forma en la cual tocaba y jamás ahorraba elogios para mi persona. Obviamente todos estos elogios a mi me fascinaban. Veía en ella a una mujer adulta cuya personalidad emanaba una autoridad natural sobre mi. Esta tarde de Lunes hacía un calor tremendo. Llegué a casa del colegio completamente agotada y me recosté un rato en mi pieza. Para cuando me quise dar cuenta, ya era la hora de cruzar e ir a mi clase de Piano. Como no tenía tiempo de nada decidí ir casa de Elisabeth así como estaba, con el uniforme del colegio. Ya saben: camisa y minifalda cruadrillé. Solamente me qité el corbatín. La camisa era de tela fina blanca y la mini "escocesa", como dije antes, a cudrillé. De más está decir que a mis 18 años usaba esa mini como nos gustaba usarla a todas: bien corta. Ni siquiera me cambié los zapatos bajos tipo sandalias. Elisabeth me recibió como siempre contenta pero quejándose del inmenso calor que hacía ese día (cerca de los 35 grados). Vi que la parte de arriba de su traje de baño estaba desatada. Solamente se había tapado los pechos con una toalla para abrirme la puerta. Esto me dio la pauta de que ella hacía topless en el fondo de su casa. Cuando entré, ella fue hasta su habitación a colocarse el corpiño de la bikini y mientras estaba dentro me dijo:

- "Maijo, te pido disculpas. Es que me molesta andar en casa con el sostén puesto durante estos días de tanto calor. ¿A vos no?".-

Aún cuando teníamos ya mucha confianza entre nosotras, me sorprendió cuando me hizo esa pregunta, a lo cual le respondí entre cortada

- "Si, a mi también me molestaba los dias de mucho calor".-

Al volver de la pieza al living me aconsejó no usar sostén cuando practicaba con el piano. La verdad es que los que llevaba puestos me apretaban un poco. Mi madre no concebía que siendo yo tan chica tuviera el cuerpo desarrollado de una mujer. Pero me obligaba a usar sostén y no dejaba que usara remeras o camisas muy escotadas. Incluso, hasta el día de hoy, algún regaño me dice si me ve mostrando mucho de arriba o mucho de abajo. De todas formas yo hago lo que más me place siempre. No le di importancia al comentario de Elisabeth, y como en todas las clases me senté en la banca del piano a practicar las partituras que luego debería rendir en el exámen. Como era el primer Lunes del mes, había levado el dinero correspondiente a su mensualidad. Mientras ella estaba aún en la pieza le dije pero restándole al asunto importancia me pidió que lo dejara sobre la mesa.

Esa tarde Elisabeth no se cambió. Salió de su habitación en bikini. Lo único que había hecho en la habitación fué colocarse la parte superior. Y tampoco puso su silla al lado de la butaca del piano para corregirme posibles errores como lo hacía siempre. Simplemente encendió un cigarrillo y se tiró, relajada y distendida, a escuchar mi práctica en un sofá futón que tenía en el mismo living en dónde estaba ubicado el piano. El intenso calor, el hastío y mis manos húmedas por el sudor hicieron que me equivocara un par de veces. Ella me pidió que me concentrara más en la lectura de la partitura y se levanto, fumando y parándose detrás de mí. Mientras yo tocaba ella caminaba de un lado a otro, silenciosa, siempre por detrás. Podía sentir su mirada clavada en mi ser y la veía por el rabillo de ojo ir de un extremo al otro de la habitación de forma lenta y pausada. Casi como si estuviera evaluando la situación y marcandome el ritmo. Como me volví a equivocar, ella se detuvo, apagó el Marlboro que estaba fumando y se acercó hasta el piano.

Me indicó que me sentara más delante de la banca, casi en el borde de la misma y ni bien lo hice ella se sentó automáticamente detrás mío. Esto le obligó a separar bien sus piernas. Evidentemente era un lugar estrecho pero, auqnue apretadas, cabíamos las dos. Así que Elisabeth quedó con su sexo pegado a mis nalgas. Me sorprendió que al estar ella perfectamente ubicada me pidiese que me sentara "un poco más hacia atrás para no caerme". Lógicamente yo no quería tocarla, pero al darse cuenta ella de esto me tomó por la cintura y me movio hacia atrás acercando mi cuerpo al de ella. Terminé sentada con la cola prácticamente pegada a su pubis. Recuerdo que mis nalgas encajaban perfectamente entre sus piernas. Pasando sus brazos por debajo de los míos, Elisabeth se puso a tocar la partitura y me dijo que estuviese atenta a lo que ella hiciera en el teclado. Yo miraba sus manos con interés porque deseaba seguir el ritmo de la partitura que ella estaba tocando. Sus dedos tocaban las notas de la pieza pero sus brazos me tenían prácticamente abrazada. Mientras tocaba los acordes, rozaba sin querer la parte lateral de mis pechos con sus antebrazos. Para mi sorpresa, comencé poco a poco a sentir una cierta exitación. Y casi de inmediato mis senos acusaron el roce y los pezones se me pusieron duros. De más está decir que a través de mi corpiño y esa camisa fina, mis pezones se notaban. Ella siguió tocando y dada nuestra proximidad, hasta llegué a sentir en mi espalda el contacto de sus pechos. Cuando terminó de ejecutar el ejercicio, le pedí levantarme para ir a tomar algo de agua fresca antes de continuar. Estando ya en la cocina, no podía entender por qué me encontraba tan excitada. La situación de sentir su cuerpo tan pegado al mío ciertamente me había puesto un poco sexy. Al volver de la cocina al living mis pezones aún continuaban duros como clavos. Ella no tardo mucho en notarlo y en seguida me dijo:

- "Maijo, ¿Acaso tienes frío que se te han puesto los pezones tan duros?".-

Yo quedé muda! Estaba helada! No sabía qué decirle. Solamente atiné a bajar la mirada y observar que efectivamente mi reacción corporal era mas que notoria. La verdad es que no entendía por qué se me habían puesto así los pezones, pero supongo que el roce de sus razos en los costados de mi pecho fué la razón. Es una parte de mi cuerpo débil. Sonrojada por la vergüenza fuí hacia el piano una vez más. Ella, sin levantase, me hizo nuevamente un lugar en la diminuta banqueta y terminé, una ves más, sentada entre sus piernas. Fue ahí cuando ella volvió a tomame por la cintura para atraerme hacia atrás quedando esta vez mi cola prácticamente rozando en su hueso pélvico. Tengo que ser honesta. El hecho de que me tomara por la cintura y me atrajera hacia ella elevaba aún más la sensación de exitación que sentía. Para colmo de males, al comenzar a tocar percibí su respiración pausada acariciar suavemente mi cuello, lo cual en mi caso es fatal.

Con tantos pensamientos en la cabeza, repentinamente comencé a equivocarme a lo cual ella me pidió que me detuviese. Con un tono de voz un poco más severo me dijo que el sostén que llevaba puesto me estaba condicionando. Según ella, el mismo debía de quedarme un poco chico y en esas condiciones no podía yo seguir tocando el piano. Aduciendo que mi prenda íntima me quitaba libertad de movimiento y me inducía a cometer errores, Elisabeth metió sus manos por debajo de mi camisa y subiendo por mi espalda buscó el prendedor que sujeta los elásticos. Pero al darse cuenta de que no estaba allí, rápidamente pasó sus manos por mi costillas hacia delante, siempre por debajo de mi camisa, hasta ubicar ambas en el centro de mi pecho. Rapidamente desabrochó mi sostén ya que en este modelo se desprende desde adelante. Sin dejar de hablarme sobre la partitura me pidió luego que yo misma terminase de quitarmelo. Estabamos ambas sentadas en la banca, así que no tuve mas remedio que ponerme de pie y desabrochar los tres botones inferiores de mi camisa escolar. Sin quitarme la camisa del colegio, termine de sacarme el sosten por abajo. El momento era muy erotico porque yo sabía que al haberme puesto de pié, mi cola automaticamente había quedado a la altura de su cara. Supongo ahora que ella debe haber visto un agradable "preview" de lo que tanto deseaba. Con la prenda ya en mi mano sentí la libertad de mis pecho rozando libres contra camisa. Ella me ordenó prácticamente entregarsela. Sin darme la vuelta se la pasé y ni bien la obtuvo la arrojó sobre el diván futón que estaba a un lado.

- "Bien!".- Me me dijo. -"Ahora quiero que te vuelvas a sentar y que comencemos una ves mas a practicar esta escala. Yo voy a estar observandote".-

Comencé a tocar y fue entonces cuando sentí como ella apoyaba su mano derecha sobre mi muslo y comenzaba con suaves a toques a marcarme el ritmo de la melodía a modo de metrónomo. De más está decir que yo me estaba exitando de verdad. Las dos solas en la casa, la tarde calurosa, la seguridad de que nadie vendría a interrumpir nuestra clase... Todo parecía conjugar para que se concretara una de mis mas secretas fantasías... Estar en los brazos de otra mujer. Comencé una vez más a ejecutar la pieza, pero esta vez me llamó la atención cómo Elisabeth había empezado ya a respirar un poco más cerca de mi cuello. Podía percibir claramente el roce de su exalación rodar por mi nuca hasta llega a la base de mi oreja. Para ese entonces ya sentía que mi entrepierna estaba un tanto húmeda al tiempo que mis pezones parecían estallar. Ella observaba por sobre mi hombro. En aras de subir un punto mas el nivel de tensión, en un momento y casi como al descuído, decidí desabochar el botón superior de mi camisa. Eso le daría a ella una visión perfecta de mi escote y hoy no tengo dudas de que debe haberlo tomado como una señal. Yo hacía pequeños movimientos hacia atrás y delante, dejandome llevar por el ritmo de la música que ejecutaba, pero sabiendo al mismo tiempo que eso le permitía a ella ver y no ver mis pechos ya sin la censura del sostén. Me excitaba mucho sentir que a mi profesora le gustaba. Estando las dos en esa situación, ella tomo aún más la iniciativa.

- "Caramba Maijo, debes estar ovulando. Pareces tener allí dos clavos bajo esa camisa".- dijo casi sin inmutarse. - "¿Acaso no te duelen?".-

Yo estaba estupefacta por su pregunta y me quedé sin articular respuesta alguna. Seguía ejecutando mi ejercicio en el piano, al tiempo que sus indiscretas preguntas provocaban en mi varias sensaciones. Ella advirtió esto y por alguna razón tomo mi silencio como una concesión ya que de inmediato continuó con su avance.

- "A ver niña. Tu sigue tocando.".-

No terminó de pronunciar la frase cuando sentí como volvía a introducir sus manos por debajo de mi camisa, cuyos tres botones inferiores jamás volví a abrochar, para ponerlas inmediatamente sobre mis pechos, tocando a su ves mis pezones que estaban verdaderamente duros. Los tomó con los dedos de su mano y me preguntó si me dolían. Le dije que sí, que me dolían un poco. Era verdad, parecía que algo iba a salir por ellos. Me dijo que no me asustara, que era porque estaba creciendo y que me estaba convirtiendo en toda una mujer.

- "Mirá, dejame hacer una cosa".-

Apoyó sus manos en mis senos, y empezó a masajearlos acariciando con sus dedos esporádicamente los pezones. Yo no lo podía creer. Estaba sorprendida de que ella tuviera ese atrevimiento y al mismo tiempo deseosa de que continuara masajeando.

- "Sigue tocando"- dijo en tono imperativo, lo cual hice. -"Este masaje no solo te relajará, sino que además te calmará un poco el dolor".-

La situación me había puesto a mil. Su aliento en mi cuello me hacía erizar la piel. Encima sus manos ahora no paraban de masajear mis senos. Solamente un botón restaba en mi camisa por desabrochar. Pero lo peor de todo es que... lo que ella hacía... a mi me gustaba!!! Tenía detrás mío una mujer mucho mayor a mi que con total seguridad me estaba poniendo a mil. La situacion continuó así durante cinco o seis minutos cuando súbitamente escuché su voz diciéndome al oído:

"-Ves lo bien que se siente cuando alguien te practica masajes acá. Apuesto a que ya no te duelen como antes".-

Yo seguía tocando al tiempo que alcancé a es esbozar - "Es verdad".- pero les juro que me dividía entre la curiosidad de ver hasta dónde iba a llegar aquello y el miedo de abordar una situación que desconocía. Pero la curiosidad pudo más y continué diciendole en voz baja.

-"Me gusta porque me relaja y porque lo haces suave".-

Elisabeth supo en ese instante que yo me encontraba receptiba a sus intenciones y una sonrisa escapó de sus labios al tipo que me decía:

- "Tu continúa tocando y dejate llevar".-

Sus caricias habían acelerado mi corazón y mis manos ejecutaban los ejercicios de repetición varios tiempos más rápidos a los indicados. Ella noto esto y si dejar de acariciarme dijo a mi oído:

"-Mas despacio Maijo, no te apresures. Pareces estar un poco tensa. Permitime que te ayude".-

Estaba pensando que responderle algo cuando saco una de sus manos debajo de mi camisa solo para correr mi largo pelo hacia un costado y empezar a besarme, muy suavemente, el cuello que había dejado al descubierto. Ni bien sentí sus labios sobre la parte baja de mi oreja mi cuerpo se estremeció. Era obvio que ella ahora deseaba algo mas que unos juegos inocentes y si me quedaba alguna duda esta desapareció al abrir su boca y pasar la punta de su lengua por el lóbulo de mi oreja. Se sentía fresca y suave. Yo estaba nerviosa pero sumamente exitada. La frescura de su lengua y el atrevimiento que demostraba me traían loca. So sabía bien aún de qué se trataba. No obstante ello, hice instintivamnte a un lado mi cabeza y le ofrecí todo mi cuello para que continuara. No conforme con pasar su lengua, empezó a darme pequeños mordiscos en el cuello mientras me pedía por favor que siguiera tocando.

- "Sigue tocando Maijo. Sigue tocando".-

Yo a esa altura entre la confusión, el calor, y la partitura no sabía siquiera que ejercicio estaba ejecutando. Empezó a masajearme los pechos nuevamente con ambas manos pero más fuerte. Al mismo tiempo empecé a sentir como refregaba su sexo contra mis nalgas. Yo ya no podía tocar porque me estaba moviendo ella y le estaba errando a las notas que tenía que ejecutar. Dejó uno de mis pechos y llevó su mano derecha directo hacia mis muslos. Mientras su boca continuaba recorriendo con besitos suaves todo mi cuello, su mano derecha empezó a acariciar mi pierna. Sus caricias comenzaban em mi rodilla, subían por la cara interna del muslo y se deslizaban hasta alcanzar casi mi vagina. Subía y bajaba recorriendo en el camino tod mi muslo. Con mi ojos cerrados, apoyé las dos manos sobre el teclado y deje de tocar. Estaba sintiendo cosas muy parecidas a las que sentía cuando me masturbaba sola en casa.

Entonces, entre ese torrente de caricias y besos, ella súbitamente con su mano se apoderó de mi entrepierna. Casi naturalmente, sin darme cuenta, reaccioné apoyando con firmeza mis manos sobre el teclado y mis piernas en el suelo, hasta quedar semi parada delante de ella. Nuevamente mi cola quedaba a casi la altura de su cara. Fue justo en ese momento cuando uno de sus dedos corrió por delante suavemente el elástico de la entrepierna de mi bombacha para rozar por primera ves mis húmedos labios vaginales. No pude hacer otra cosa que dejar escapar un suspiro. Elisabeth se sorprendió al sentirme tan mojada y tomandome de la cintura me hizo sentar sobre ella. Con su dedo indice desslizando a lo targo de mi raja tiernamente me dijo al oído:

- "Estas hecha una lagunita Maijo".-

Era cierto, mi vagina estaba empapada. Y aún cuando esto pareció agradarle... yo no podía evitar sentir un poco de vergüenza. Estaba ahora sentada sobre ella, con mis piernas abiertas y semi flexionadas. Me encontraba completamente entregada a lo que sucediera. Al tiempo que Elisabeth pasaba unas cuantas veces su dedo indice a todo lo largo de mi raja, con su otra mano dejo mi pecho para levantar mi camisa y empezar a besar y lamer mi espalda haciendo que se me pusiera la piel más erizada. Ella había llegado con su dedo a ese lugar que yo tenía como secreto y las sensaciones no me daban tiempo ni siquiera a pensar lo que realmente estaba pasando. Sus dedos acariciaban mi clítoris de una forma divina al tiempo que, de cuando en cuando, uno de ellos se colaba hacia dentro probocandome las mas hermosas sensaciones. Las cartas estaban hechadas sobre la mesa. Ella quería hacerme acabar y yo por mi parte no deseaba que se detuviera. Mi respiración se volvió entrecortada y mis gemidos fueron inevitables. Al obserbar el placer que me provocaba, Elisabeth continuó con sus dedos haciendo su trabajo. En poco tiempo tuve un impresionante y maravilloso orgasmo que ella notó gustosa ya que mientras acababa y gemía la escuche decirme al oído.

- "Así Maijo. Así te quería tener. Acabando en mis manos como una putita".-

Sin darme siquiera respiro, me hizo parar y puso su mano sobre mi nuca obligandome a reclinarme aún más contra el piano, mientras que retiraba de su lugar la banqueta para darse detrás de mi un espacio. Acto seguido se arrodilló e introdujo sus dos manos por debajo de mi minifalda tomando con ambas los elásticos de la prenda me bajo la bedetina hasta los tobillos. Sin perder demasiado tiempo, metió la cabeza debajo de mi pollerita y empezó a darme besos suaves sobre las nalgas, mientras con el dedo de su mano derecha volvía una ves más a jugar en ése lugar que secreto que había descubierto. Yo me desmoronaba en una catarata de placer. Inesperadamente detuvo los besos suaves en los cantos de mi cola y se levantó.

- "Esta cola hermosa la voy a guardar para más adelante".-

Me dio la media vuelta en forma un tanto brusca y tomándome del cuello con su mano derecha me dió un beso apasionado. Metió su lengua en mi boca en un beso largo y sensual como el que jamás ningún chico me había dado. Su mano izquierda bajó lentamente por mi espalda hasta colarse por debajo de la mini y alcanzar mis nalgas duras para acariciarlas. En tanto que su mano derecha estaba otra ves sobre mi raja. No tuve más remedio que abrazarla por el cuello y abandonarme por completo a lo que mi cuerpo deseaba. Recuerdo que en ese momento, aún con la bombacha en mis tobillos, se me salió una sandalia. Cuando terminó de besarme me miró a los ojos y se puso nuevamente de cucliyas delante mío. Tomando mi blanca prenda intima ubicada a la altura de los tobillos me dijo:

- "Levanta un poco tu pierna preciosa. Que esta bedetina ya no te hace falta".-

Levante primero una y luego otra pierna permitiendole a Elisabeth retirar por completo mi prenda interior. Ella la arrojó junto a dónde había volado antes mi corpiño y acto seguido me tomó de la mano y me llevó hasta su cuarto. Me tiró en la cama. Recuerdo que caí de espaldas y vi cómo ella se quitaba la parte de arriba primero y luego la parte de abajo de su traje de baño. Había quedado totalmente desnuda frente a mí. Yo me incorporé hasta quedar sentada en la cama. Ella se acercó hasta mí para desabrocharme el último botón de la camisa. Me quito la camisa suavente por sobre mis hombros y vi su rostro iluminarse al ver descubiertos por primera ves mi pechos de mujer jóven adolecente. Hecho esto, Elisabeth me recostó boca arriba sobre la cama y con ambas manos apretó mis pechos como si quisiera juntarlos. Lamía mis pezones en forma frenética. Su lengua se movía en círculos llenando con saliva la pequeña aureola que los rodea. De cuando en cuando daba pequeños mordiscos en los pezones que parecían que querer salirse de su sitio. Yo sentía pequeñas convulsiones entre mis piernas, estaba tremendamente mojada y estaba bañada en sudor por el calor que hacía, y por el que me transmitía el cuerpo de Elisabeth que estaba, como el de una pantera, montado sobre el mío.

Lentamente fue dejando de chuparme los pechos, y con su lengua comenzó a bajar en un sagaz recorrido, lamiéndome el abdomen y el ombligo. Me quitó los zapatos y las medias. Luego se incorporó y mirándome a los ojos me hizo alzar un poco las caderas. Con ambas manos tiró de la mini hacia abajo, la que pudo sacarme sin problemas ya que por delante sólo tenía un broche en tanto que en la citura se sujetaba por elásticos. Mi cuepo había quedado finalmente sin prenda alguna. Elisabeth continuó dandome besos suaves sobre el vientre, para luego empezar a jugar con su lengua recorriendo mi conchita a lo largo y ancho de toda su extensión. Como explicar con palabras las sensaciones que ella me hacía sentir. Mi cuerpo vibraba al son de sus lamidas. El placer intenso que me proporcionaba su lengua me hacía arquear la espalda, quedando todavía más expuesta y abierta que antes. Mis gemidos se volvieron agudos y cortitos. Tenía mis manos apretando las sábanas en una posición defensiva, tratando de retener el máximo tiempo posible mi segundo orgasmo.

Pero su lengua era una sensación de placer hermosa que me rozaba sin descanso. Con cada uno de los roces que ella producía, yo tenía la necesidad de sentirla más y más veces lamiéndome allí abajo. Mi corazón latía a mil por hora, podía sentir como golpeaba en mi pecho al tiempo que mis gemidos empezaban a inundar toda su habitacion. Abandonada por completo a lo que sucediera, alce un poco al aire mis piernas y puse mi mano derecha sobre su cabeza. Ella interpretó rápidamente lo que mi cuerpo pedía y aumentó un grado mas sus lamidas sobre mi clítoria y los labios de mi vulva. La situación ya no podía prologarse más y fue así que de repente, ya sin poder aguantarme más... acabé entre sonoros gemidos y resoplidos de placer. Ese segundo orgasmo fue indescriptible. Intenso. Inolvidable como el perfume de su cama. Era la señal clara de que efectivamente Elisabeth me había convertido en "su putita".

Mi sexo estaba completamente empapado y a duras penas comprendía lo que me estaba ocurriendo. Cuando entreabrí mis ojos, Elisabeth cntinuaba de rodillas frente a mi con una sonrisa pícara y satisfactoria dibujada en su cara. Me tomó por la cintura y me hizo moverme un poco mas hacia el borde de la cama. Yo seguia boca arriba pero mi cola ahora quedaba sobre el borde mismo de la cama. Sin perder mucho tiempo Elisabeth levantó mis piernas. Tomandalas con ambas manos por debajo de mis muslos, alzó mis gambas hacia ariba flexionándome las rodillas.

-" Ahora quiero que sostengas tus piernas así, por los muslos y con ambas manos. Quiero verlas arriba y bien abiertas, con las rodillas pegadas a tus tetas. Quiero verte expuesta".-

Ni bien la escuche decir eso mi cuerpo volvío a recibir una descarga de erótica adrenalina y no hice mas que obedecerle. Alcé y abri mis piernas al máximo tomandolas con mis manos por debajo de mis muslos. Al estar al borde de la cama en esta posición dejaba exupesto no solo mi húmedo sexo, sino también mi ano. Me encontraba completamente abierta y entregada. Ella aprovechó la situación para comenzar a lamerme y besar de nuevo mis muslos bajando una ves más hacia la parte mas vulnerable de mi ser. Los mismos golpes que sentía en el pecho, ahora los sentía en la parte superior de mi sexo. Mi clítoris estaba hinchado y pronto para recibir su merecido tratamiento. Elisabeth fue bajando con su lengua por mis piernas, recorriendo la cara interna de mis muslos hasta llegar nuevamente a mi sexo. A esta altura mis jugos corrían por mi vagina hacia abajo, se deslizaban por la raya de mi cola, se detenían apenas por un instante en mi ano y culminaban, finalmente, empapando todas sus sábanas. Realmente le estaba dejando un verdadero charco en esa cama. Elisabeth separó con mucho cuidado mis labios vaginales. Con su mano izquierda separó los labios que recubren el clítoris y empezó a darme pequeños toques con la punta de su lengua. Recuerdo que yo daba en su cama dando pequeños saltitos de placer con cada uno de ellos. Tanto era así que en un momento Elisabeth me sujetó fuertemente por la cintura pidiendome que me quedara quieta.

Es que yo jamás había estado hasta entonces con otra mujer!!! Si bien nos habíamos besado mas de una ves con una amiga compañera en el colegio, eso era todo a modo de juego. O sea nada comparado con lo que ahora me estaba sucediendo. Y no sabía bien como era que debía comportarme. Elisabeth tomó mi clítoris con el labio inferior de su boca mientras que con la lengua lo levantaba y lo acariciaba. Lo tenía aprisionado. Tres veces seguidas sentí esos espasmos tan lindos. Luego tomó mi clítoris entre ambos labios y los apretó, como si quisiera mordérmelo, y en forma frenética empezó a mover su lengua de izquierda a derecha a una velocidad alucinante. Para que!!! Empecé a retorcerme en la cama como una culebra. Sentía mi vientre como si estuviera hinchado y lo que tenía en la vagina eran verdaderas convulsiones. Mi cuepo se envolvía en espasmos mientras Elisabeth seguía jugando con su lengua haciendo que me retorciera de placer en su cama.

Con el frenesí que tenía mi cuerpo se había movido un poco sin darme cuenta pero ella, tomándome firmemente de las caderas, me acomodaba a su entero gusto y antojo para seguir chupándome. Con lo lubricado que estaba mi sexo a esa alura, Elisabeth no dudo un instante y aprovechó para penetrarme con dos dedos primero y luego con tres. Me había convertido en su verdadera puta. No solo me estaba chupando divinamente la concha sino que además me estaba cogiendo con los dedos de su mano. Era imposible resistirme. No podía sacarla de encima. No deseaba que saliera de encima. Una sensación de calor se apoderó de mi. Sentía que iba a explotar y lo hice. Mi tercer orgasmo fue fenomenal. Un orgasmo largo, pleno, intenso y sentido. Un orgasmo que me hizo arquear la espalda de gozo y placer. Para cuando las sensaciones terminaron de recorrer mi humanidad y abrí de nuevo los ojos, pude ver a Elisabeth parada delante de mí. Contemplando seguramente como había hecho empapar de placer a su joven alumna.

A medida que ese tercer orgasmo terminaba de recorrer todo mi cuepo comencé a sentir un calor insoportable. La sábana estaba empapada con mi sudor y mis jugos. Había quedado extenuada. Muerta. Estaba tumbada de lado sintiendo todavía los últimos rebotes de placer por todo mi cuerpo cuando Elisabeth decidió que debía cambiar mi posición. Hizo que me pusiera de rodillas sobre la cama, mirando hacia la pared y apoyando las manos sobre el respaldar de algarrobo. Al lograr la posición, instintivamente separé las rodillas de mis piernas y le paré un poco el culo para que Elisabeth lo viera. Sabía que ella, estando de rodillas sobre la cama detras mío, podría ver bien tanto mi sexo como mi ano. Elisabeth se acostó en la cama boca arriba y metió nuevamente su cabeza entre mis piernas abiertas. Me tomó de la cintura y me pidó que bajara mi sexo hasta su boca. Nuevamente tomó mi clítoris entre sus labios y empezó a jugar con su lengua. Sus manos bajaron hábilmente desde mi cintura hasta mi cola. Ahora me tenía agarrada por las nalgas y tiraba hacia los costados abriéndolas. Esto que me producía un poco de dolor, pero al mismo tiempo era gustoso. No solamente me estaba comiendo por cuarta ves el coño, sino que ahora me penetraba otra ves con su dedo índice y su dedo mayor aunados en forma de falo. En pocas palabras... mi profesora de piano me estaba cogiendo con su mano. Yo no paraba de gemir y gemir mientras escucha su voz que de cuando en cuando me decia cosas guarras

 

- "Así preciosa, así!!! Voy a hacer de ti la hermosa de las putitas...".-

Estando Elisabeth en plena faena, súbitamente decidió darle un giro a las cosas. Retiró sus dedos completamente empapados de fuidos de mi interior y casi al instante comencé a sentir como la yema del dedo mayor de la mano derecha acariciaba en círculos mi ano. Era como si quisiera meterme el dedo pero sin hacerlo, hasta allí habían llegado mis jugos transportados por su lengua y los dedos de su mano. Esa zona estaba envuelta ahora en una rara mezcla de sudor y flujo que todo lo lubricaba. Dispuesta a darlo todo, separe los cantos de mi cola con mis propias manos y alcé un poco más el pubis. Ella lo notó y aprovechando el espacio creado se dedicó a recorrer con su lengua el sendero que va desde el clítoris, surca la vagina, y termina en el ano. Me tenía aprisionada. Cada lengüetazo suyo me dejaba dando saltitos de placer lo cual promovía que Elisabeth me sujetara aún con más fuerza. Parecía no querer dejarme escapar. Lamía y lamía mi sexo como si estuviese ensañada. Me pidió que me cambiara de lugar, y a su vez me pidió que empezara a hacerle las mismas cosas que ella me hacía a mí. Me incorporé, di media vuelta y apoyé mi sexo nuevamente en la cara de Elisabeth. Ella estaba aún boca arriba sobre la cama, pero yo ahora había quedando mirando hacia sus pies. Lentamente me fuí inclinando hasta poner mi cara sobre su sexo. Este era mi primer 69 con otra mujer. Con su mano izquierda pude ver como se separaba la carne para que su clítoris quedara al descubierto. Con su mano derecha empezó a acariciarse y me dijo que así debía hacerle yo con mi lengua. Pude ver que su jugo era blancusco y espeso. Y me dió satisfacción saber que Elisabeth, mi profesora de piano, estaba igual de exitada que yo. Y sin mas preámbulos comencé yo también a jugar con mi lengua sobre su sexo.

- "Así pendeja. Continúa así. Lo estas haciendo bien".-decia mi profesora soltando sus primeros suspiros.

Torpemente acomodé mis labios tratando de tomarle el clítoris con la boca, y recuerdo que en un momento hundí mi nariz tratando de llenarme en su sexo. Era la primera ves en mi vida que tenía en mi boca el sexo de otra mujer. Olia y sabía sabroso. Era algo que me encantaba. Quería devolverle a ella un poco del placer que me había brindado a mi. Estuvimos en esa posición varios minutos. Elisabeth aflojó un poco su tratamiento sobre mi y dió espacio a que se yo la que actuara esta ves. Mis lamidas sobre su vagina fueron efectivas. Gozándonos como dos perras. Sentía como de a poco su cuerpo se tensaba en una clara señal del orgasmo que se avecinaba. Elisabeth mientras tanto se dedicaba a gemir y disfrutar, jugando solamente con la yema de su dedo en a entrada de mi colita, pero solo acariciando los pliegues que rodean el ano sin pretender penetrarlo. Yo no aguantaba mas así. Necesita un plus. Así que mientras ella jugaba por detrás y yo lamía su concha, baje mi mano y comencé a masturbarme. Las dos fuimos aumentando el ritmo de nuestros gemidos hasta que de repente su cuerpo se tensó y explotó en un hermoso orgasmo. Su primer orgasmo. El primero que le propiciaba a otra mujer en toda mi vida. Me sentía feliz. Llena de energía. Elisabeth tuvo un orgasmo y como yo me estaba masturbando... lógicamente tuve otro. El cuarto en lo que iba de la tarde.

Ambas dos estábamos completamente rendidas. Extenuadas por tanto placer. Ella tomo un almohadon y poniendolo detrás de su nuca se acostó normalmente en la cama. Yo tomé el otro y la imité. Quedamos lado a lado mirandonos a los ojos. Yo estaba embobada. Era como una especie de mujer mayor que me estaba enseñando lo hermoso que es el sexo. Una madrastra hermosa que sabía como arrancar de mi hasta la ultima gota de placer. Así que no me aguante las ganas y le di un beso en la boca. Fue algo espontáneo que me salió hacer del alma. Un beso corto pero sincero. Ella me sonrió y yo automáticamente le di otro. Pero ni bien me separe ella, me tomo con su mano por la nuca y me ensampó un beso largo y profundo mostradome quien ejercería de ahora en más el rol dominante en nuestra relación. Al terminar ese beso volví a apoyar la cabeza en su almohadon. Elisabeth se encendió un cigarro. Yo no podía dejar de sentir el calor de su piel, asi que baje un poco y recoste mi cabeza entre su pecho y su abdomen. Ella, mientras fumaba, acariciaba mi cabeza jugando con los dedos de su mano tomando y estirando mi pelo.

-"Sos una nena hermosa Maijo. Me gustaste desde el primer día que te vi. Te juro que ya no aguantaba mas las ganas de tenerte así. Desde ahora vas a ser mi putita, sabes?".-

Yo solo atinaba a decirle a todo que si. Acto seguido me abrazo, me dio un beso suave y me acomodó en una posición casi como la de una madre sosteniendo a su niña. Recosó mi cabeza sobre su pecho y me rodeó con sus brazos de una manera tierna y protectora. Su teta y su pezón quedaron a la altura de mi boca y un acto institivo comencé a mamar de su seno como si fuera una bebe. Estaba en sus brazos, amamantandome de su pecho. Me sentía la niña mas feliz y protegida del mundo.

En ese momento nos dimos cuenta que las horas se nos habían pasado volando. Sorprendentemente sonó el teléfono. Ambas saltamos espantadas. Eran las 5:30 de la tarde, y mi madre llamaba para saber por qué no llegaba aún a casa. Elisabeth, rápida de reflejos, le dijo que hoy me quedaría una hora y media más a practicar, porque había estado fallando mucho y necesita mejorar si quería rendir bien el exámen. Mientras ella hablaba yo aproveché a ir al baño y hacer pis. Elisabeth luego vino conmigo y ambas nos higienizamos. Me pidió encarecidamente que no le contara a nadie nada de todo lo que había pasado. Me explicó que ya tenía 17 años y por que ende yo ya era toda una mujer. Me dijo que entre mujeres siempre había secretos que no se les contaban a nadie. Ni siquiera a nuestras propias madres. Luego me comentó que estaba fascinada con mi cuerpo. Estábamos ambas aún en el baño, ella parada detras mio abrazandome mientras nos veíamos reflejadas juntas al espejo. Subitamente me soltó y abrió la ducha. Se cercionó que la temperatura del agua sea la correcta y luego, tomando de la mano, me invito a ingresar.

- "Ahora te voy a bañar sabes? Quiero tenerte fresquita para lo que viene".-

Yo no entendia nada, pero como en sus manos me sentía feliz, acepté gustosa. Me metió bajo la ducha y con una esponja empapada en jabón liquido comenzó a bañame. A medida que la mopa recorría mi cuerpo ella no dejaba de elogiarme y decirme que era hermosa. Que tenía un cuerpo divino y cosas así. En un momento ella entró también a la ducha comigo, me dió un beso y me hizo dar la media vuelta. Comenzó primero a pasar la esponja por mi espalda, pero luego la dejó a un lado y continuo haciendo lo mismo solo con sus propias manos. Eso, aunado al agua caliente que recorrían mi espalda, me hacian sentír fabulosa. Yo corrí mi cuello hacia un lado y sus manos no tardaron en subir por mi espalda hasta alcanzar mis hombros. Elisabeth comenzó a darme un riquisimo masaje. Mientras el agua corria, sus masajes recorrían mi espalda lentamente hacia abajo. Luego de unos minutos se posaban ya en la parte superior de mi cola. Lenta y suavente empezó a masajearme las nalgas al tiempo que senti su boca posarse una ves mas sobre mi cuello.

- "Me encanta el culito suave y redondo que tenes pendeja".- Me susurró de repente al oído.

Al escucharla decir eso a mis espaldas se me subió el ego a las nubes y en recompenza decidí parar un poco la cola. Ella respondió dandome un sonoro chirlo. Acto seguido me pidió que la pare de nuevo. Esta ves apoye mis manos contra la pared y, poniendome en puntas de pies, le levante la cola arqueando levemente mi espalda. De esa manera los cantos mojados por el agua se lucieran ante sus ojos al máximo. Al tiempo que se abrian un poco dando acceso a que sus ojos vean mi ano. Me gustaba gustarle. Ella acarició mi nalga derecha con su la mano llena de jabón. Me estaba lavando los cachetes mientras no dejaba de decirme que tenía una colita hermosa. Volví a pararsela un poco más, tratando de que mis cantos se abrieran un poco mas pero sin utilizar mis manos. Pero ante esta provocación ella colo un dedo por la parte interna de la raya y rosando con su dedo mi ano dijo

"Mmmmmmmm Maijo.... Como me sigas parando la colita así.... No me va a quedar otra opción que hacertela!".-

Yo quedé muda, pero alucinada. Mi profesora me estaba diciendo abiertamente que deseaba hacermela cola! Cada silencio mío Elisabeth lo tomaba automáticamente como una aceptación implícita a sus morbosas popuestas. Y sin darme tiempo a que esboce algún tipo de arrepentimiento... comenzó a pasar su dedo mayor por la raja semi abieta de mi cola. Lo hacia desde abajo hacia arriba, repetidas veces, deteniendose siempre un poco en cada pasada cuando detectaba que sus yemas alcanzaban la altura de mi ano. Elisabeth realmente sabía como calentar a un mujer. Me estaba fregando el agujero del culo y me encantaba. De repente me dio la vuelta, cerro el grifo y tomandome de la mano salimos ambas de la ducha. Me paró en el centro de baño y utilizando un toallón me secó por completo sin perder cuidado de cada centímetro cuadrado de mi piel.

Salimos hacia el living en dónde estaban el piano y el futón. Sobre este último fue en dónde me hizo sentar. Luego trajo de su habitación dos almohadas y una sábana limpia que extendimos juntas sobre el futón. No tenía ni la menor idea de lo que Elisabeth tenía en mente. Pero me intrigaba mucho averiguarlo. Una ves terminados los preparativos me dijo que me acostara boca abajo sobre el futón. Una ves acostada acerco la banqueta de piano y se sentó frente a mi. Yo era ahora como una especie de teclado que deseaba sentir una ves más las caricias y el placer que proporcionaban sus mágicas manos. De entre medio de las almohadas que estaban sobre el apoya brazos del futón sacó un envase de aceite corporal espeso que comenzó a aplicar sobre toda mi espalda. Mientras esparcía el aceite y me acariciaba me preguntó si en casa acostumbraba a masturbarme. Recuerdo que tímidamente le dije que si. Entonces me pidió que le levantara un poco la cola para verme, cosa que hice de inmediato. Ella tomó una de las almohadas de plumas bastante abultada y la puso bajo mi abdomen, a la altura de mi pelvis. De mas está decir que luego de esto mi cola quedo otra ves semi abierta, separandose naturalmente ambos cachetes, al punto justo en dónde estoy segura que ella, desde su posición, podía apreciar nuevamente la redondes de mi ano. Me dijo que metiera mi mano entre mis piernas y que me acariciara. Yo sabía bien lo que tenía que hacer. Con el culo un poco arriba pase mi mano por debajo de mi panza hasta que mis dedos alcanzaron la raja de mi vulva y por supuesto mi clítoris. Comencé lentamente a masturbarme al tiempo que percibía como ella volvía a volcar aceite pero esta ves ya no sobre mi espalda, sino sobre mi cintura, justo antes del inicio de mi cola.

Elisabeth masajeó mi baja espalda y mi cintura durante un buen tiempo hasta que al final tomó una toalla y me quitó todo el resto de aceite balsamico que no había logrado absorber mi piel. Yo tenía los ojos cerrados y estaba abandonada una ves mas a lo que ella deseara hacer de mi. Se levanto y pasó ahora a estar parada delante del apoya razos del futón. Se reclino sobre mi y me hizo cosquilla con sus uñas deslizandolas sobre mi baja espalda y costillas. Aumente el ritmo de mi masturbación cuando percibí su aliento bañando mis cachas. Mi reacción instintiva fue la de arquearme aún más, lo cual hizo que mi culo quedara hacia arriba. Dominantes, sus manos se posaron sobre mis cantos abriéndolos despacito. Apoyó los pulgares de ambas manos bien al costado de mi ano para abrirlo al máximo posible y dijo

- "Ahora vas a ver lo que es bueno".-

Automáticamente sentí el ancho de su lengua recorrer de abajo hacia arriba toda la raja de mi culo. Elisabeth me estaba llevando otra ves al cielo llenando por completo con su saliva mi cavidad anal. Este primer lengüetazo franco y pleno a todo lo largo de mi culo me hizo ver las estrellas. Jamás había llegado con mi novio al punto en el que le permitiera hacer siquiera algo con mi cola. Nada. Y no obstate ello, aqui estaba yo. Deseando que fuese ella la primer persona que tuviera acceso a mi ricon más secreto. Continuó con sus lamidas haciendo serpentear su lengua por toda mi raya, pero por sobretodo prestando especial atención a mi ano. Luego de un rato, puso su lengua en punta y comenzó a ejercer presión en la puerta de mi culo. No bastó demasiado esfuerzo para que mi esfinter cediera gustoso permitiendo la entrada de su húmedo músculo en esa primer estocada casi por completo. Mientra me penetraba el culo con su lengua, Elisabeth me había tomado una ves mas con sus dos manos por la cintura. Esa actitud posesiva, como de no querer dejarme escapar, me volvía loca. Me atraía y empujaba por la cintura con sus manos hacia su rostro. Esos movimientos, juntos a los de su cuello, hacían que su lengua entrara y saliera de mi culo logrando en cada incursión una mayor profundidad y apertura.

Por un lado separaba al máximo mis nalgas con sus pulgares y por el otro metia hasta el fondo su puntiaguda lengua. Luego de un par de minutos de profundas incursiones mi ano se había dilatado al punto en el que su lengua entraba y salía de mi ser sin el menor obstáculo. Elisabeth estaba logrado adueñarse por completo de mi parte posterior. Mi parte más íntima. Me sentía tan poseía por ella que solomante atinaba a pararle aún más la cola, facilitandole a su lengua la entrada y la salída de mí recto. Me encontraba por quinta ves a su entero antojo. Ella continuaba penetrandome el culo con su lengua sin dejarme respirar! A esa edad yo no tenía prejuicios sobre lo que ambas estabamos haciendo. Y me exitaba mucho averiguar si todo aquello iba a terminar con Elisabeth dentro de mi en alguna otra manera. Lo cierto es que se trataba de mi primera experiencia anal y, hasta ahí, me gustaba absolutamente todo. Aún así, tenía reparos de que una penetración de otra indole me doliera. Fué por eso que si bien la estaba pasando bomba, comencé a pedirle entre gemidos que se detuviera.

- "Eli por favor... por la cola no. Por la cola no sé si quiero".-

Pero Elisabeth hacia caso omiso a mis ruegos y seguía fornicandome mas duro con la lengua. Solo paraba breves instantes, para decirme algunas cosas guarras

- "Ahora te la bancas. Hoy te vas a ir de mi casa con la colita hecha. Vas a ser mi putita divina."-

- "No Eli, por favor. Hasta acá esta bien. Va a venir a buscarme mi mamá!".-

- "Tu mamá? Sabe tu mamá que su nena es tan putita? Sabe tu mamá lo mucho que te gusta que te coman la cola?".-

todas estas frases lo único que lograban era ponerme aún más cachonda. Ya no solo me masturbaba frenéticamente sino que ahora le levantaba la cola lo más alto que podía a fin de que me haga completamente feliz. Sabiendo por mis incontrolables espasmos que me encontraba al borde del quinto orgasmo, Elisabeth tomó mis cachas una vez más y separándolas con los dedos de una mano agarró el pote de aceite balsámico con la otra y virtió un generosa cantidad de contenido. Lo hizo directamente sobre mi ano. El fresco de la sustancia arrancó un gemido de mis labios e hice un vago (Y falso) intento de querer darme la media vuelta. Pero ella rapidamente me sostuvo con firmeza boca abajo doblandome un brazo por sobre mi elpalda y montando un poco de su peso sobre mi. Totalmente sometida a su deseo, Elisabeth se acercó a mi oído y dijo

- "Ahora no hay excusas que valgan pendeja. Ahora te quedas así. Quietita. Que a este culito me lo pienso disfrutar despacio".-

Sin perder más tiempo volvió a su posición original y apoyando su dedo mayor sobre la raja de mi culo comenzó a frotarlo esparciendo con su dedo el aceite a todo lo largo. Tanto mi ano como su dedo se embadurnaran con oleo. Yo continuaba masturbándome al tiempo que le imploraba.

- "Despacito Eli... despacito por favor".- Pero ella me hizo guardar silencio.

-"Putita... ahora no hay "por favor" que valga. Vos dejame hacer a mí. Vas a ver como en un rato este culito se traga mi dedo por completo".-

Y sin más preámbulos apoyo la punta del dedo mayor y empezó a ejercer una suave pero firme presión. De repente mi anillo cedió y ambas sentimos como su dedo se deslizaba dentro hasta la primer falange. Juro que esa pequeña primer incursión me hizo desfallecer. Mi ano virgen se dilato como si durante toda su vida hubiese estado esperando la llegada de ese dedo.

-"Ves lo fácil que es?. Ya tenes adentro la primer falange. Dos pasos mas y lo tendrás adentro por completo".-

Instintivamente llevo su otra mano abajo de mi abdomen haciendo un poco de fuerza hacia arriba. Supe inmediatamente que Elisabeth deseaba, para su estocada final, que yo le pare un poco mas el orto. Levante mi cola aún más y rapidamente ella aprovechó el momento para tomar el sugundo almohadon y meterlo también bajo mi abdomen. Ahora si que tenía el culo parado lo mas alto que me era posible. Estaba con el dedo de Elisabeth metido en mi ano hasta la primer falange y entregada por completo a su entera satisfacción. Comencé a masturbarme frenéticamente sabiendo bien lo que se venía. Fué ahí que extaciada y completamente abierta, comencé a sentir como el largo dedo de Elisabeth comenzaba a deslizarse lenta pero inexorablemente por completo hacia mi interior. Su ingreso fué una sensación erotica y sexual hermosa! El anillo de mi ano disfrutó el suave pero profundo recorrido de su dedo desde el principio hasta el fin. Su estocada profunda culminó solo cuando los nudillos de su mano se toparon con puerta de ano. Fué la señal inequívoca de que su largo dedo se encontraba hundido por completo adentro de mi. Perder mi virginidad anal con ella fue algo maravilloso que jamás olvidaré. Lo dejo reposar dentro unos instante para comenzar luego a retirarlo lentamente. En ese momento sentí que estaba tocando el cielo. Cuando lo retiro por completo, dejó reposar mi ano un par de segundos para iniciar inmediatamente todo el proceso de penetración de nuevo. Con su dedo entero una ves más dentro de mi, Elisabeth se agachó sobre mi lomo y susurrarndome al oído, casi como quien confiesa un secreto, le escuche decir:

-"Ahora... mientras la nena se masturba... este dedito va empezar cogerle el culito despacito, despacito por atrás".-

E inmediatamente comenzó a meterlo y a sacarlo en un ritmo suave y perfectamente acoplado a la masturbación que yo llevaba adelante con mi mano. De más está decir que empecé la corrida final acelerando el ritmo de mi masturbación entre un coro de gemidos. Esto hizo que Elisabeth comenzara también a meter y sacar su dedo a un ritmo mas acelerado. El placer que me hacía sentir en cada una de sus entradas me transportaba al infinito. Comence a gemir y suplicarle.

-"Así Eli, por favor seguí así. No pares".- Le decía yo totalmente abandonada al placer, mientras sentía una bola de fuego crecer en mi interior que anunciaba el mayor y mejor orgasmo que haya tenido en toda la tarde.

- "Que hermosa putita que sos Maijo. Que hermosa putitaa que sos!. Siempre supe que conmigo ibas a terminar así conmigo".-

Ella continuaba con su festín metiendo y sacando su dedo mayor dentro de mi cuando de golpe lo sacó por completo y con la otra mano tomó la mía deteniendo mi masturbación. Elisabeth no quería que acabara aún. No pasaron ni dos segundos cuando volví a sentir su presencia en la puerta de mi ano solo que esta ves... los dedos eran dos. Y al estar ya mi agujero dilatado, el ingreso de ambos dedos hacia mi interior sucedió de manera natural sin encontrar resitencia alguna u obstaculo. No puede evitar soltar un largo suspiro de placer a medida que sentía como ambas falanges me llenaban .

- "Ahhhhhhhhhhhhhhhhhghggggggggggg.... Eliiiiii... Por Dioooosss!!!".-

- "Ya tenes adentro dos de mis dedos preciosa. El indice y el mayor. Ahora si que te estoy cogiendo de en serio por la cola. Te vas a ir de acá con el culito hecho Maijo! Como Dios manda!".-

Con sus dedos clavados en el fondo de mi ser, Elisabeth me soltó la mano para que retomé mi masturbación. No solo me había clavado hasta el fondo sus dedos más largos, sino que ahora los introdicia y los sacaba a mayor ritmo. Me estaban ropiendo el culo de la manera mas hermosa y gratificante que yo jamas huebiera soñado. Y me lo estaba rompiendo una mujer hermosa, mucho mayor, a la cual yo siempre había admirado. Mi frenético ritmo de mastubación me llevó hasta el límite en el que no aguante más y tensando todo mi cuerpo acabé con toda mi alma en un interminable y explosivo orgasmo. Llena de espasmos y gemidos, sentía este orgasmo ir y venir por todo mi cuerpo sin que pueda encontrar destino ni fin. Permanecía pleno y rebosante rebotando y volviendo. Así que continué dedeandome el clitores y automatica el primer orgamos se replico en un segundo y un tercero, todo ellos al hilo uno detras de otro. Sostuve mi posición en cuatro con el culo bien en pompa aprovechando hasta el infinito el placer que Elisabeth me brindaba con sus dos dedos clavados hasta los nudillos en lo profundo de mi. Mi acabada final había coincidido con la estocada final de sus dedos que ahora reponsaban quietitos en lo mas profundo de mi ser a la espera de que culminaran mis espasmos. Los tenía súper adentro. Los sentía en la pancita.

Rendida, pero con el orgamo todavía retumbandome por todos lados, Elisabeth aprovechó el momento para comenzar a retirar, suave y delicadamente, sus dos dedos dentro de mi. Pude sentir como al terminar de salir la punta de ambos, detras de ellos se cerraba satisfecho nuevamente mi ano. Elisabeth vertió un poco más de aceite en su mano y me pasó tres o cuatro veces la yema de su dedo a todo lo largo de la raya de mi culo. Parecía una caricia final al ano en recompensa por la entrega realizada. Una caricia tierna. Como si pretendiece calmar alguna irritación o algo. Luego de eso me dió un sonoro chirlo en la cola y con una sonrisa pícara en la cara me dijo

"Ya está putita. Hoy fuiste enculada por primera ves".-

Deje caer mi humanidad sobre el futón completamente exausta. Seguía todavía tirada boca abajo. Estaba completamente agotada pero feliz. Quité las dos almohadas que tenia debajo y me puse una debajo de la cara. Necesita estar así tirada cuando menos cinco o diez minutos. No podía más. Sentía en mi ano la maravillosa sensación que sentimos todas cuando por primera ves ese rincón intimo es usurpado. Me sentía feliz. Me sentía deseada. Me sentía radiante. Me sentía una putita hermosa. Y no había en ello ningún tipo de temor o culpa. Elisabeth se levantó y preparó una vez más el baño. Espantada por la hora volvió a la habitación y me dijo que fuera al baño a higienizarme rápido. Era inútil... yo todavía seguía tiraba boca abajo en futón viendo mariposas. Realmente necesitaba esos diez minutos de tregua. Ella entonces juntó mi ropa y volvió hacia dónde yo estaba. Acarició tiernamente mi mejilla y me ayudó a incorporarme para darme los últimos besos suaves. Ya en el baño me ayudó a bañarme y luego a vestirme. Volvió a decirme que lo que había ocurrido era un secreto que debíamos guardar bien solo entre las dos. Que ni siquiera mi madre debía saberlo. El reloj maraca ya las seis y media de la tarde. Antes de que me fuera, Elisabeth llamó a mi madre y le dijo que debía empezar a practicar tres horas por clase en lugar de una y media, y que no le cobraría de más por eso, dado que yo era su mejor alumna pero que en el verano me había puesto un tanto floja. A mi me pareció genial la idea porque era nuestra oportunidad de poder estar más tiempo juntas y a solas. Al cortar se dió me vuelta, tomo el dinero que al principio me había dicho que dejara sobre la mesa y mirandome a los ojos me dijo

- "Quiero que tomes este dinero y te compres un hermoso conjunto de lencería. Un conjunto de portaligas negro. Vas a ser toda una putita vestida con eso. Te juro que no veo la hora de verte con el".-

Yo estaba fascinada! No solo me estaba diciendome que esto volvería a repetirse. Sino que además me devolvía el dinero para que me compre un conjunto de lencería!!! Me di cuenta entonces de que yo a Elisabeth también le encantaba!!! Solo restaba esperar a nuestro próximo encuentro. Salí de su casa con una felicidad total. Una felicidad como hacia mucho yo no sentía. Esa noche cené, miré un poco de tele y me fuí a mi habitación a escuchar música y pensar un poco. Sentía aún en mi cola los vestigios de su incursión. No podía dejar de pensar en ella y en todo lo que había pasado. A penas habían transcurrido cuatro horas y ya no me aguantaba las ganas de volver a verla. Pero estábamos a Lunes. Y mi próxima clase de piano era recién el día Viernes. Miré hacia un lado y vi sobre la mesa de luz el dinero que ella me había devuelto. Sabía bien lo que debía hacer con eso. Elisabeth había sido muy específica. Y me quedaban tres días enteros para buscar el conjunto de portaligas negro con el que me presentaría a nuestro segundo encuentro...

2 comentarios - Tardes mesopotámicas - Capítulo 1

Alexiuspar
Fabulosamente narrado ... imaginé cada una de las vivencias.
van 10
Ciclon1974
Excelente narrativa,creó una paja épica.