Amor y odio - 3 de 5

No dejes de pasar por mi mejor post

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No te vas a arrepentir!




Nota 1: todos los nombres de personas, fueron alterados para preservar la verdadera identidad de los protagonistas





Emily le susurró algo al oído y él se metió al cuarto, ella quedó sola y se dirigió al suyo pasando por donde yo estaba, ignorándome una vez más, en una arrebato la tomé del brazo y la arrastré al descanso de la escalera, ella me dijo



-Qué haces? Estás loco? te dije que no vinieras…
-Por qué? por qué haces esto? me vas a volver loco!
-Hacer qué? no soy tuya, ahora estoy con mi uruguayo, Washington es su nombre por si te interesa…
-No, no me interesa, quiero saber que te hace que yo no te haga…


Emily sonrió y en voz baja, casi como gozándome me dijo



-Enumero? Es más joven, viril, besa mejor, coge mejor, la tiene más grande que vos y aguanta más que vos… algo más?


Si me quería herir, bueno, me había pegado bajo… pero por si faltara algo se acercó más, casi hasta sentir su aliento en mi nariz y sentenció



-Por cierto, me hizo el culo varias veces… no sabes que rico es que me lo haga!


Me había hastiado y con desprecio le dije



-Sos una puta…


Emily me dio una cachetada furibunda que resonó en la soledad del pasillo, me dejó aturdido, levanté mi mano para devolvérsela, pero me contuve, soy hombre, ella mujer… pero volvió a atacar y me apretó las bolas con fuerza hasta hacerme doblar y me dijo



-No soy tuya, déjame en paz…


Recordé en segundos lo que me gustaba de ella, contraataqué, la tomé de sus cabellos hasta devolverle el dolor, y le dije al oído



-Escuchame puta, acá el macho soy yo… entendiste? cuál es tu cuarto? Vamos a tu cuarto…


Caminando con apuro fuimos a su habitación, estaba enceguecido, enloquecido, enfurecido, la puse en cuatro patas sobre la cama, levanté su vestido, ante mis ojos quedó su hermoso culo apenas protegido por una diminuta colaless negra, diablos, como la extrañaba, que hermosa era, saqué el cinto de mi pantalón lo tomé en mi mano y le di un cintaso en sus nalgas que seguramente le hicieron saltar la lágrimas, ella bramó con el dolor, pronto se marcó en sus carnes una gruesa línea roja, me excitó, ella se mantuvo inmóvil, lo repetí en la otra nalga, volvió a gritar del dolor, pero seguía inmóvil, fui por un tercer chasquido con una erección terrible entre mis piernas, fui entonces sobre sus manos junté sus muñecas y las até con el cinto, miré su rostro, sus ojos estaban empapados en lágrimas las cuales habían rodado hacia las sábanas.

Fui por detrás nuevamente y le arranqué la tanga, tiré hasta hacerla crujir entre mis dedos, apenas podía mantenerse en equilibrio con sus manos atadas, su trasero era perfecto, enorme, realzado por su diminuta cintura, escupí mi mano y la pasé por su esfínter, le dije



-Así que le diste el culo a ese uruguayito? Ahora te lo voy a romper yo, para que puedas comparar, puta…
-Seguramente no… - dijo ella – seguro no eres tan bueno…


Estaba excitado, pero en verdad mi sentimientos se mezclaban con odio y enojo, tomé mi pija entre mis dedos, apunté en su esfínter, el primer intento resbaló y se metió en su concha, no era esto lo que quería.

El segundo intento fue mejor, pero ella se retiró hacia adelante, seguramente invadida por el dolor inicial, le di una fuerte nalgada y le dije amenazante



-Puta, quédate quieta y sacá culo, te la aguantas, entendiste?


Emily estaba enloquecida, podía notarlo, fui por un tercer intento, mi glande sintió la fuerte presión de su esfínter que se resistía a mi avance, poco a poco su músculo fue cediendo, mi sexo se introdujo en su culo, empujé hasta el fondo.

Empecé a darle con lujuria y firmeza, por completo, en cada embate, al fin su culo era mío, ella estaba enloquecida y gemía como nunca la había escuchado gemir, cada tanto intentaba poner distancia por la que la halé de los cabellos, animal, salvaje como a ella le gustaba, mi enojo solo la excitaba, sus nalgas repiqueteaban una y otra vez contra mi cuerpo, sus carnes ondeaban como olas eternas, pronto me haría acabar, puta…



La tumbé de costado, ella cayó con facilidad por tener las manos atadas, fui sobre su rostro, le di una cachetada, le pedí que abriera la boca, le metí la verga dentro, empujé y empujé, lo suficiente para que se comiera los poco más de quince centímetros que tengo, suficientes para hacerla tener arcadas y que comenzara a babear, sentí placer en la profundidad de su boca, las lágrimas volvían a salir de sus ojos, me sentí venir, fui violento, descargando mi ira, acabé, fue loco, pero mi leche caliente empezó a brotar de sus fosas nasales, me gustó, jamás había vivido algo así…



Me retiré satisfecho, esperando que me dijera que tal le había parecido, pero ella, con un rostro sucio, mezcla de saliva, lágrimas y semen que chorreaba de su nariz empezó a reírse a carcajadas, esto me desconcertó, no era momento para risas, pregunté



-De que te ríes?
-Es que eres un tonto… de verdad pensaste que el uruguayo me la había dado por el culo?
-Cómo qué no? es lo que me dijiste…
-No tonto… termino de regalarte mi cola, es mi primera vez… y tú solo te ofuscas…

Emily empezó a acariciarse en medio de las palabras, y si por algo faltara terminó masturbándose como perra mientras yo miraba atentamente.


Amor y odio - 3 de 5




Los días pasaron, seguimos cogiendo como amantes, pero ella no solo estaba conmigo, ella también estaba con ese uruguayo, eso me enervaba, pero más me molestaba que parecía que más tiempo compartía con Emily, más parecía desconocerla, yo no sabía si realmente fui el primero en hacerle la cola, no sabía cuándo decía la verdad, tampoco cuando mentía, tampoco sabía que le decía a ese muchacho, si él sabía de mí, ella solo jugaba conmigo a verdades y mentiras, ella era el titiritero que movía los hilos de mi cerebro, yo solo sabía que no podía estar sin ella…



Nuevamente regresé a Buenos Aires, y si en mi primer regreso estuve atontado por esa mujer, ahora estaba enloquecido, nos escribíamos a diario, mandaba sus fotos, insistía con esa frase tan suya ‘tengo ganas horribles que me cojan’, otra vez refiriéndose a cualquiera, no especificaba que hablara de mí, de Francesco.



Algo pasaría entre nosotros, de un día para el otro Emily dejó de escribirme, no más fotos, no más llamados, nada de mails, nada de nada, me bloqueó de sus redes, bloqueó mis llamadas, dos meses en vano tratando de ubicarla, para colmo concluí que solo vivía en una casita en Beaumont con sus abuelos, entonces… como encontrarla?

La esperé minutos, horas, días, Emily se había esfumado, no supe nada de ella, se había cansado de mí? Se había enamorado de ese uruguayo? O tal vez otro hombre… por qué no? era hermosa…

Todo mi amor poco a poco se transformó en odio, la odié más que nada en mi vida, al fin de cuantas no sabía cuándo hablaba en serio, cuando mentía, acaso solo era un juguete para ella? un pasatiempos?

Me costó, pero borré todo lo que tenía, todo posible contacto, teléfono, mails, fotos, cualquier cosa que me tentara a volver a ella, como queriendo borrarla de mi mente, como si nunca hubiera existido…



Pero comprobé que Emily se había anclado a mi cerebro, la extrañaba con locura, con la misma locura con la que la odiaba, estaba locamente enamorado de esa mocosa, y ella probablemente ya ni me recordaba…

Traté en vano de recuperar algo de ella, necesitaba contactarla, necesitaba cerrar esa historia, me odié a mí mismo porque era insoportable hacerle el amor a mi esposa pensando en ella, me desenfoqué de mi trabajo, de mi familia, me estaba volviendo loco…



Empezaba a resignarme, a entender que era parte de mi pasado, cuando entró un WhatsApp de un número desconocido, ella aparecía nuevamente en mi vida con un tímido ‘Hola’, sentí una alegría enorme, pero también supe que abría nuevamente el juego, un juego peligroso en el que siempre sería el perdedor.

Devolví ese contacto y la bola empezó a rodar nuevamente, le dije todo lo que me había lastimado, pero también la locura que había despertado en mí, ella apenas se excusó, como siempre, en pocas palabras…

Y empezó a endulzarme los oídos, como cantos de sirenas, que me extrañaba, que era único, que quería verme, que nadie la había cogido como yo, y palabras, muchas palabras…



Y otra vez la locura, otra vez las excusas en casa, mi esposa estaba acostumbrada a mis viajes por negocios, así que era fácil engañarla, otra vez la reserva en ese hotel, otra vez el Westin sería testigo de nuestros encuentros, solo que esta vez pedí la mejor habitación, una suite, la más cara que pudiera pagar, quería darle lo mejor y cogerla como nunca la había cogido.





CONTINUARA





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