Departamento de soltero. Capítulo 9

Departamento de soltero. Capítulo 9

Esta es la historia de Lautaro, un chico que se muda solo a un departamento en el que va a vivir muchísimas experiencias nuevas, disfrutando del sexo con amigas, desconocidas y sus vecinas, sin saber que algunas mujeres ocultan secretos muy oscuros. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

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Capítulo 9: Que siga la fiesta
   Lamentablemente mi vecina tenía un sueño muy profundo, por lo que no se había enterado que la noche de mi cumpleaños había cogido en dos oportunidades con Daniela. El problema fue que tras preguntarle si me había oído, quedé al descubierto que en realidad era a mí al que le gustaba que me escucharan cuando estaba cogiendo. “¡Sos terrible!” insistió Victoria con una sonrisa luego de que le dijera que lo habíamos hecho no una, sino dos veces esa noche. Obviamente omití contarle el detalle de que en la primera había participado Javier, pues no era mi intención que ese secreto saliera a la luz. Sin embargo las cosas se iban a dar a conocer por culpa de mi alumna.
   Tan solo dos semanas más tarde, durante una de las últimas semanas de cursada del año, otra de las chicas del curso se me acercó para preguntarme cómo podía hacer para aprobar el examen final. “Estudiando mucho” le dije yo pensando que se trataba de una respuesta obvia. Sin embargo, la chica insistió en preguntar si había alguna otra posibilidad, a pesar de que yo le decía que la mejor manera era leer una y otra vez los apuntes. “Pensé que podía hacer algo parecido a lo que hace Daniela” dijo de golpe y una sonrisa macabra se dibujó en su rostro. Sin embargo, la desesperación se apoderó de mí y tras decirle que no sabía de qué estaba hablando, me levanté y me fui.
   - ¿Cómo que le dijiste a tu amiga?- Le pregunté de golpe luego de contarle lo que Carla, la otra chica, me había dicho.
   Daniela se excusó que en realidad le había dicho al principio, cuando ella y yo recién empezábamos a vernos y que simplemente le había contado que nos juntamos a tomar algo. “Es obvio que sabe que estamos cogiendo, boluda” le dije yo preocupado pensando que podía llegar a tener un problema si Carla hablaba. El problema siguió la semana siguiente, cuando la chica volvió a intentar extorsionarme, preguntándome si se me había ocurrido alguna idea. Rápidamente le dije que lo mejor que podía hacer era sentarse a estudiar, pero que yo me iba a ocupar de tomarle el examen para que no le resultara tan complicado. Eso pareció bastar a la chica, que sonriendo me dijo que prefería estudiar para otras materias pero que algo iba a leer.
   Esa semana no pareció acabar cuando el viernes llegué al edifico y me quedé encerrado en el ascensor. Estaba en el palier de planta baja esperando que el mismo llegara cuando de golpe entró una chica que nunca antes había visto. Me saludó con un simple “hola” y luego los dos nos subimos al ascensor con la idea de llegar a nuestras casas. La chica marcó el 8vo piso, pero cuando estábamos pasando el 6to, el ascensor frenó de golpe y las luces se apagaron. Rápidamente encendí la luz de emergencia y los dos nos miramos algo asustados. Empecé a tocar el timbre de emergencia para ver si algún vecino aparecía, pero nadie parecía responder.
   - ¿Tenés el teléfono de los del 5to? ¿No son los que están en el consejo de administración?- Me preguntó ella y yo le respondí negando con la cabeza.
   Lamentablemente había tirado los números de teléfono de Tamara y Darío a la basura, pues nunca pensé que podía llegar a necesitarlos. Pero fue en ese momento cuando se me encendió la lamparita y llamé a Victoria, para contarle la situación y pedirle ayuda. Mi vecina estaba volviendo a su casa, por lo que no iba a tardar en llegar y aproveché el momento para conversar con la chica con la que estaba encerrado. Se la notaba algo asustada y rápidamente me di cuenta que no se sentía cómoda en espacios cerrados, pero logré sacarle el nombre y la edad. Se llamaba Sofía y tenía 30 años, pero cuando le pregunté de que trabajaba, el ascensor se puso en marcha y ella pegó un grito pues la situación la tomó por sorpresa.
   Llegamos al 9no piso y los dos nos bajamos para ver a Victoria riéndose tras apreciar nuestras caras de preocupación. “¡Gracias!” le dijo Sofía y la abrazó fuertemente para después bajar hasta el 8vo piso por las escaleras. Yo aproveché para quedarme conversando un rato con mi vecina y luego entré a mi casa para ver que tenía un mensaje de Daniela diciéndome que quería verme esa noche. Lamentablemente tuve que responderle que no, pues había decidido cortar todo tipo de relación con ella hasta que pasaran las mesas de examen. “Sos un tarado, no va a pasar nada!” me escribió ella pero yo insistí en que íbamos a tener que esperar al menos dos semanas para volver a vernos.
   Eso no pareció gustarle a Daniela, que después de rendir la materia, decidió ignorar mis mensajes. Para colmo, durante la mesa de examen Carla fue llamada por el profesor y tuve que cortar el examen que yo estaba dando para interrumpir el de ella y hacerle preguntas fáciles y simples para que pudiera aprobar con un seis muy penoso. “Menos mal que apareciste, sino iba a tener que decirle al profesor el secretito que sé” me dijo en tono amenazante pero yo insistí en que no sabía de lo que estaba hablando. Para colmo, cuando llegué esa tarde al departamento me encontré con que el ascensor no estaba funcionando y tuve que subir los nueve pisos por escalera. Por suerte para mí, a mitad de camino me encontré con Sofía, con la cual hicimos los pisos restantes y seguimos conversando.
   - Me tomaría una cerveza.- Me dijo ella riendo y rápidamente le propuse que viniera a mi casa a tomar una.- Gracias, hoy paso.- Me respondió Sofía sonriendo.- Pero lo dejamos para otro día.- Agregó después y yo me quedé con esas últimas palabras y logré sacarle el celular a mi vecina.

   A mediados de Noviembre volvía a encontrarme en una etapa de tranquilidad emocional y de sequía sexual. Daniela se había ofendido por la idea de no vernos durante dos semanas y tras no responderme los mensajes, había optado por bloquearme del WhatsApp, generando que mis mensajes ni siquiera le llegaran. Obviamente, esa ofensa de parte suya poco me importó y rápidamente organicé una nueva salida con mis amigos para probar nuestra suerte. Javier, Franco y Lucas se vinieron a mi casa ese sábado a la noche y luego de una cena rápida abrimos unas cervezas y nos preparamos para ir a un boliche. La idea era pasarla bien y divertirnos entre nosotros pero cuando nos enteramos que Julia, quien estaba viéndose con Franco, iba a ir con sus amigas, no pudimos evitar una sonrisa cómplice entre nosotros.
   Entramos y fuimos a buscar a las chicas, las cuales encontramos rápidamente. Allí nos enteramos que estaban celebrando el cumpleaños de una de ellas llamada Leticia, una morochita, petiza con unas tetas bien grandes que resaltaban por debajo del top. Ella no saludó con un abrazo a cada uno y tras hacerlo conmigo, miró a Julia y le dijo que yo estaba buenísimo, sin importarle que la había escuchado. Obviamente aproveché mi oportunidad y la saqué a bailar en frente de todos, regalándole un beso final en la mejilla. Luego de varias canciones y tras comprar algunos tragos con los chicos, Franco se me acercó para decirme que había hablado con Julia y que Leticia tenía ganas de estar conmigo.
   No tardamos en ponernos íntimos con la cumpleañera a un costado de la ronda, sobre todo teniendo en cuenta la impulsividad con la que se me tiró encima cuando volví con un trago para ella. Los besos se fueron volviendo cada vez más calientes a medida que la noche avanzaba. De vez en cuando volvíamos con el resto del grupo para bailar un rato y divertirnos, pero Leticia no paraba de tirarse encima de mí, de besarme y de dejarme bien en claro que tenía intenciones de algo más. “¡Hoy es mi cumpleaños y quiero coger!” me dijo para sentenciar la noche cuando estábamos yéndonos para la puerta del boliche.
   Entramos al departamento y fuimos directamente a la habitación. Entre besos y toqueteo intenso nos fuimos tirando a la cama y la ropa fue desapareciendo de a poco. Cuando le levanté el top, me dediqué a chuparle esas hermosas tetas enormes que tenía, lamiéndolas por completo y agarrándolas con mis dos manos. Ella se fue recostando boca arriba en la cama y yo me coloqué encima de su cuerpo, volviéndola a besar con ganas y metiendo mi lengua en su boca. Leticia se deshizo de mi camisa a una velocidad sorprendente y elevó su cabeza para besarme el pecho y lamérmelo por completo. Se notaba que era una mina muy impulsiva y directa, que sabía cómo actuar en esas situaciones.
   De golpe comencé a bajar por su cuerpo, besando cada rastro de su piel y acariciándola por todos lados. Mis manos llegaron al cierre del short que tenía puesto y se lo saqué casi de un golpe, dejando al descubierto una tanguita hermosa que poco le duró puesta. Leticia abrió sus piernas y rápidamente me coloqué entre ellas, para besarle los muslos e ir acercándome a su entrepierna poco a poco. Ella lanzó una risita de cosquillas cuando respiré profundamente encima de su cuerpo y luego saqué mi lengua para pasarla una vez de abajo hacia arriba cubriendo toda su conchita. “Ahora te voy a dar un regalito de cumpleaños” le dije y volví a pasar mi lengua sobre su cuerpo para lamerlo por completo.
   Comencé a chuparle la conchita y a sentir el sabor de su cuerpo en mi boca. Leticia apenas se movía o emitía sonido alguno. A diferencia de Daniela, que cuando se la chupaba se encargaba de hacerme saber que la estaba pasando muy bien, la amiga de Julia era muy calladita y discreta, pero yo me daba cuenta que lo disfrutaba. Su respiración se agitaba cuando mi lengua subía hasta su clítoris y hacia presión sobre este y su espalda se arqueaba cada vez que mis labios chupaban los suyos. Mis dedos también entraron en escena. Primero uno, penetrando el cuerpo bien mojado de mi amante, para luego dar lugar a un segundo dedo que se empapó ni bien entró en esa conchita.
   - ¿Te gustó? ¿Te gustó como te la chupé?- Le pregunté levantándome y volviéndome a colocar encima de su cuerpo.
   Ella me sujetó de la cabeza y me besó con ganas, metiendo su lengua en mi boca y sintiendo el sabor de su cuerpo en mis labios. “¡Me encantó mi regalito!” me dijo después y una de sus manos se colocó entre nuestros cuerpos para llegar a mi pija y empezar a pajearme a toda velocidad. Yo estaba tan caliente que ya la tenía completamente al palo, por lo que esa escena duró apenas unos pocos segundos. Me levanté y busqué un preservativo en la mesita de luz, el cual me lo puse a toda velocidad. Volví a recostarme sobre el cuerpo de ella y buscando su oído, le confesé que me la había puesto muy dura y que quería cogérmela con muchas ganas.
   Se la metí lentamente, sintiendo la humedad de su cuerpo a medida que entraba poco a poco. Leticia abrió bien grande la boca y ahogó un gemido de placer, el cual salí de manera aguda una vez que la tuvo toda adentro de su cuerpo. Lentamente empecé a moverme encima suyo, mirándola fijo a los ojos y observando sus expresiones de placer que se hacían cada vez más evidentes. Poco a poco, ella se fue sumando al movimiento, elevando su cintura al mismo ritmo que yo lo hacía y recorriendo mi espalda con sus brazos. Nuestros labios se seguían encontrando en un beso bastante apasionado y caliente, el cual se volvía más fogoso a medida que pasaba el tiempo.
   Elevé aún más mi cuerpo hasta quedar arrodillado entre sus piernas y ella las terminó colocando en mis hombros. Ella seguía moviéndose sutilmente, pero era yo el que tenía el control total de la situación, el que se movía frenéticamente hacia adelante y hacia atrás cogiéndose a la chica del cumpleaños. Sus gemidos poco a poco empezaron a aparecer y eso me gustaba muchísimo, pues la escuchaba como se esforzaba para no gritar con ganas cada vez que mi pija le penetraba bien a fondo. Por mi parte, le hablaba y le decía lo mucho que me gustaba cogérmela de esa manera, tan cual a mí me gustaba hacer durante el sexo.
   Nos volvimos a recostar sobre la cama y nos pusimos en cucharita. Aproveché esa posición para llevar una de mis manos a sus enormes tetas y agarrarlas con ganas. Me encantaba lo grandes que eran y como se bamboleaban con cada golpe que mi cintura daba sobre su cola. “¡Que buenas gomas que tenés pendeja!” le dije al oído y pude ver como ella se mordía el labio y sonreía ante ese comentario. Con mi otra mano sujetaba su pierna para que esta permaneciera en el aire y para que mi pija pudiera entrar en esa conchita bien mojada y deliciosa. Me encantaba el sexo casual y esporádico, en especial cuando se vivía sin tapujos y problemas.
   Después de coger un buen rato en esa posición y de que Leticia girara la cabeza para volver a besarme, ella se puso en cuatro y yo me coloqué detrás de su cuerpo. No pude evitar manosearle todo el orto, ya que estaba totalmente mojado por lo mucho que habíamos cogido hasta entonces. La penetré ferozmente, la sujeté con firmeza de la cintura y me la empecé a coger a toda velocidad, haciéndose sentir mi pija bien a fondo. A esas alturas, la cumpleañera no podía aguantarse los gemidos, los cuales salían de su boca y resonaban por toda la habitación, aunque no al mismo volumen que lo hacía Daniela. “¡Que pendeja hermosa que sos! ¡Tenés un orto increíble!” le dije pegándole un chirlo suave y agarrándoselo con fuerza.
   Sin embargo Leticia iba a tener su oportunidad de demostrarme que ella podía ser muy dominante y activa durante el sexo. Me pidió que me acostara en la cama y yo lo hice dándole lugar a que se sentara encima de mí. Antes de metérsela, se dedicó a hacer una especie de baile sobre mi cintura, franeleando mí pija con su concha mojada. “¡Mmm sí!” dijo gimiendo mientras sentía como esta comenzaba a entrar en su cuerpo luego de dar varias vueltas encima de ella. Poco a poco fue sintiendo como mi pija volvía a penetrarla y una vez que la tuvo toda adentro, empezó a volverse loca.
   Apoyó sus manos con firmeza sobre mi pecho y se empezó a mover hacia arriba y hacia abajo, subiendo y bajando su cintura sobre la mía. “¡Ay sí! ¡Ay sí!” gemía por lo bajo con cada movimiento que daba y yo sentía toda su concha empapada comerse mi verga bien dura y al palo. Sus movimientos se aceleraron de golpe, sus ojos se cerraron y se mordió los labios para ahogar los gritos que no se animaba a dar. Mis manos buscaron sus enormes tetas, las cuales se bamboleaban en todas direcciones con cada salto que Leticia daba. Su cuerpo se descontrolaba cada vez más y el placer que sentíamos iba en aumento. La chica del cumpleaños me estaba volviendo loco y también a ella, por lo que no podía parar.
   - ¡Dale pendeja! ¡Dale que voy a acabar!- Le advertí retorciéndome de placer y Leticia no paró.
   Comencé a descargar todo el semen adentro del preservativo y ella siguió con sus movimientos hasta sacarme la última gota de semen. Pegó nuevamente un gritito agudo y luego frenó de golpe, respirando agitadamente y jadeando de placer. Se acostó al lado mío y recuperó el aire mientras yo me quitaba el forro y lo apoyaba el piso al lado de la cama. Giré para mirarla y Leticia estaba con una sonrisa de oreja a oreja que me encantaba. Sin lugar a dudas había logrado cumplir las expectativas de la cumpleañera. Lo que no vi venir, es que tan solo unos minutos más tarde, Leticia se iba a tirar una vez más encima de mí para iniciar una segunda vuelta mucho más caliente y sarpada que la anterior.
   En esa oportunidad las cosas se pusieron mejores cuando bajó por mi cuerpo luego de besarme apasionadamente y me chupó la pija limpiándome los restos de semen que me habían quedado. “¡Que delicia como me la chupás!” le dije sintiendo su lengua pasar una y otra vez por mi verga hasta dejarla completamente babeada. Después de eso nos dedicamos a coger por un buen rato, saciándonos de placer y sacándonos hasta el último rastro de calentura que podríamos llegar a tener. Terminamos cerca de las ocho de la mañana, con un segundo polvo que duró fácil media hora y que me dejó completamente seco.
   Cuando terminamos, la amiga de Julia se vistió, se arregló un poco y me pidió que bajara a abrirle para que pudiera irse a su casa. En el ascensor apenas nos dirigimos la palabra, los efectos del alcohol ya habían pasado y parecía que la vergüenza se había apoderado de ella. Nos despedimos con un beso más bien tierno que apasionado y cuando volví a tomarme el ascensor, mi cuerpo se aceleró al notar que este frenaba en el 8vo piso. La puerta se abrió de golpe y vestida con ropa deportiva estaba parada Sofía, que al verme no pudo aguantar la risa. “¿Recién llegás de la joda?” me preguntó mirando mi cara de destrucción y le mentí diciéndole que sí. Antes de que la puerta del ascensor se cerrara de nuevo para que yo pudiera ir al 9no piso, ella me miró y me dijo:
   - Por cierto… Sigo esperando esa invitación a tomar una cerveza.


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