Departamento de soltero. Capítulo 6

Departamento de soltero. Capítulo 6

Esta es la historia de Lautaro, un chico que se muda solo a un departamento en el que va a vivir muchísimas experiencias nuevas, disfrutando del sexo con amigas, desconocidas y sus vecinas, sin saber que algunas mujeres ocultan secretos muy oscuros. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

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Capítulo 6: La colorada
   La guerra silenciosa entre Macarena y Ana Laura terminó de golpe debido a un error mío que cometí la primera semana de Julio. Los 15 días anteriores habían sido bastante movidos. Ana Laura parecía querer verme todos los días y comenzaba a buscar algo más que solo sexo, por lo que yo trataba de esquivarla, pero no demasiado para que no se enojara. A su vez, Macarena se encontraba rindiendo sus últimas materias de la facultad, lo que hacía que no tuviera el suficiente tiempo para verme. A pesar de ello, se las arreglaba de vez en cuando para escaparse de su casa y venirse a la mía para poder distraer su mente por un rato.
   La situación que cortó todo vino un viernes a la mañana mientras me encontraba en la oficina trabajando. Esa noche, Ana Laura iba a venir a verme con la idea de cenar y después hacer algo más, por lo que los mensajes iban y venían de ambas partes. El problema fue que de golpe, Maca me escribió para preguntarme si ese fin de semana quería hacer algo con ella a lo que yo le respondí “Pero Ana, estamos organizando para vernos hoy”. Obviamente, no me había dado cuenta que el mensaje era de mi compañera de la facultad y no de mi ex novia de la secundaria. Macarena enseguida unió las piezas y se dio cuenta de que yo estaba viéndome con las dos a la vez, algo que no le cayó nada bien.
   Tras mandarme varios mensajes en los que me dejaba en claro que lo nuestro se cortaba y que no nos íbamos a seguir viendo, se ocupó de escribirle a Ana Laura para aclararle lo que había pasado. La situación empeoró cuando media hora más tarde, Ana me mandó un audio a los gritos en el cual me dejaba bien en claro que lo nuestro se había cortado y que no iba a usarla más a ella para sacarme las ganas. Intenté calmar la situación, aclarándole a ambas que yo era libre de estar con quien yo quería y que en ningún momento había jurado fidelidad a ninguna de las dos, pero obviamente ellas no lo vieron de esa manera. Macarena llegó a decirme que había traicionado su confianza y que no creía que pudiera volver a confiar en mí.
   Dejé que pasaran unos días e intenté arreglar las cosas con las dos, al menos para quedar como amigos. Ana Laura fue un poco más compasiva, diciendo que ella no quería alejarme de su vida pero recalcando que estaba muy decepcionada de cómo había jugado con ella. Las palabras de Natalia y Elisa ayudaron mucho, quienes trataron de convencerla en que ella en gran parte era la culpable por seguir enganchada conmigo luego de tantos años cuando yo le había dejado bien en claro que no sentía lo mismo por ella. Le iba a costar mucho, pero Ana me iba a terminar perdonando e iba a conocer a alguien que le hiciera olvidar de mí de una vez por todas. Pero para eso, falta un rato largo.
   Macarena, por su parte, fue mucho más contundente y directa. “No quiero que me hables más. Vos y yo ya no tenemos nada más que hablar” me escribió luego de no contestar mi llamado telefónico. Estefanía y Lucia la apoyaban por completo, diciendo que ella y yo siempre habíamos sido algo más que dos amigos que tenían sexo. Luciano, que estaba de novio con Estefanía, se puso del lado de Maca, principalmente para no quedar mal con su novia. Juan Pablo tenía opiniones encontradas, pero siempre había sido más unido a las chicas del grupo, por lo que dejó bien en claro que él no iba a apoyarme en esa lucha. Facundo fue el único que se puso de mi lado, diciendo que Macarena y yo no estábamos de novios y que por ende yo no tenía por qué haberle dicho que estaba viéndome con otra chica, ni siquiera si esa chica era Ana Laura.
   Para mi sorpresa, Victoria, mi vecina, también se puso de mi lado. Me la crucé en el almacén que estaba al lado del edificio y luego de que me preguntara por “mi chica”, le hice un resumen de la historia y de lo que había pasado. “A ver, como primer punto hay que dejar en claro que vos sos un boludo por haberte equivocado” me dijo riendo mientras salíamos del almacén y entrábamos al edificio. Obviamente, estuve de acuerdo con ella, pues ese había sido mi error y era toda mi responsabilidad. Sin embargo, Victoria opinaba igual que yo. “Tengo pocos datos sobre la historia, pero si vos nunca pusiste un título con ninguna de las dos y acordaste que iban a tener exclusividad, no tienen por qué enojarse” dijo cuando llegábamos al noveno piso y nos bajábamos del ascensor.
   - Pero tendría que saber más de la historia como para poder tener una opinión final.- Me dijo abriendo la puerta de su departamento.- ¿Querés venir a tomar unos mates y me seguís contando?- Me preguntó después.
   - ¡Dale! Me baño y voy.- Le dije yo que todavía tenía puesta la ropa de trabajo.

   Pasaron quince días desde la última vez que había estado con Ana Laura y las ganas de estar con una mujer se hicieron muy evidentes. Todo me calentaba y ni el frío helado de Julio parecía calmar la calentura con la que contaba por esos días. Pasar de tener sexo cada tres o cuatro días a no tener por más de dos semanas, fue un cambio muy abrupto que no me gustaba en lo más mínimo. En un principio pensé que la invitación de Victoria encubría algo de deseo sexual, sin embargo me di cuenta que su intención era formar una nueva amistad y relacionarse amigablemente con al menos uno de sus vecinos. “La pareja del 5to sin infumables. Se creen los dueños del edificio” me dijo la segunda vez que nos juntamos a tomar algo refiriéndose a Darío y Tamara, quienes habían repartido una nota en todo el edificio proponiendo algunos cambios, los cuales eran bastante estúpidos.
   Fue entonces cuando las vacaciones de invierno llegaron a su fin la última semana de Julio y reapareció la persona que iba a cambiar mi suerte. Ese lunes me llegó un mensaje de Daniela, preguntándome si podíamos vernos una media hora antes de la clase de esa semana para poder explicarle algo que no le había quedado claro. Era la primera vez que hablábamos fuera de clases, por lo que luego de aceptar su pedido aproveché para preguntarle cómo estaba y como había pasado las vacaciones. “Bien, con muchas ganas de festejar mi cumpleaños. Es este viernes!” me respondió ella y acto seguido me propuso que fuera al festejo que iba a hacer con algunas de sus amigas. Lamentablemente le dije que no me parecía buena idea, pero le propuse vernos en otro momento para poder festejarlos. Para mi sorpresa, ella aceptó y me dijo que le encantaría que fuera a la tarde para festejar con ella. Las cartas estaban tiradas sobre la mesa.
   El miércoles nos vimos media hora antes de que comience la clase, pero en vez de hablar sobre el supuesto tema que no le había quedado claro, nos juntamos a lanzarnos indirectas sobre lo que íbamos a hacer ese viernes. “Podés venir a casa, vivo con mi hermano, pero le puedo decir que se vaya” me dijo ella dejando bien en claro que quería que estuviéramos solos. Yo aproveché para decirle que podía venir a mi departamento en caso de que su hermano no pudiera irse, algo que le gustó mucho más. Cuando el resto de los alumnos comenzaron a llegar, el programa había quedado en vernos en mi departamento a las siete de la tarde. Durante la clase, mientras el profesor titular hablaba, me mandó un mensaje diciéndome que no veía la hora de poder estar los dos solos, haciendo que mi pija se endureciera de golpe.
   Ese viernes, ni bien volví del trabajo, me dediqué a limpiar la casa y a ordenar un poco el desorden que había. Faltando unos minutos para el horario acordado, Daniela me mandó un mensaje diciéndome que estaba llegando y bajé para esperarla en el palier. Cuando ella estaba llegando, Victoria, mi vecina, abrió la puerta del ascensor y salió del edificio mirándome con una sonrisa cómplice. Si tenía alguna oportunidad de que algo pasara con Victoria, la había perdido en ese momento. Pero no me quedé pensando mucho en eso, pues Daniela se sacó el abrigo y me enseñó que tenía puesto un shortcito divino que le marcaba la cola y una remera ajustada que resaltaba sus tetas. Su pelo rojo caía sobre sus hombros y hacía resaltar el color oscuro con el que se había pintado los labios. ¡Estaba buenísima!
   Subimos al departamento y enseguida le propuse de tomar algo, a lo que ella aceptó con amabilidad. “Asique… ¿19 años?” le pregunté teniendo en cuenta que se trataba de una chica de primer año de la facultad. Ella asintió con la cabeza y aceptó la cerveza que le ofrecí para darle un trago bastante largo. Nos sentamos en el sillón y nos pusimos a charlar un rato, principalmente de cosas de la facultad, lo que era el tema más común entre nosotros dos. Se notaba que estaba algo nerviosa, pues no debía estar acostumbrada a ese tipo de encuentros. A pesar de ello, yo le daba charla para que se fuera soltando de a poco. Las cervezas se vaciaron luego de unos veinte minutos y fui a buscar dos nuevas, las cuales duraron un poco menos que las primeras.
   Entonces me acerqué a ella y mirándola de frente apoyé mi mano en su hombro y comencé a acariciarle el pelo y a hacerle unas cosquillas. Ella sonrió y se dejó llevar por mis dedos que se movían sutilmente encima de su piel. Aproveché para acercar mi cabeza a la suya y cuando Daniela se dio vuelta para mirarme a los ojos, la besé. Ella me devolvió el beso y nos quedamos un rato con nuestros labios en contacto. Cuando nos separamos, la chica del cumpleaños miró hacia abajo y lanzó una sutil sonrisa. “¿Qué pasó con esa chica que iba al frente?” le pregunté al notar que seguía algo nerviosa y que demostraba timidez. Esas palabras fueron las claves para que Daniela cambiara de actitud.
   - ¡Quiero mi regalo de cumpleaños!- Me dijo colocando sus brazos por encima de mis hombros y volviendo a besarme.
   Enseguida, nuestras lenguas entraron en escena y empezamos a tranzar de una forma mucho más caliente. A pesar de que ella había dado el primer paso, Daniela no siguió avanzando por lo que fui yo quien se fue colocando encima de su cuerpo que poco a poco se recostaba sobre el sillón. Los besos seguían bien calientes y nuestras manos entraron en escena al mismo tiempo que nuestros cuerpos se rozaban. Bajé mis labios para besar su cuello y seguí por sus hombros, corriendo ligeramente su remera de lugar y haciendo que la piel comenzara a aparecer. Ella me envolvió con sus piernas y yo seguí pasando mis labios por todo su cuerpo, besándola con mis labios que se humedecían poco a poco.
   La ropa comenzaba a molestar y nos la fuimos sacando entre besos y caricias que se hacían cada vez más fogosos. “¿Querés que te de tu regalito?” le pregunté con una sonrisa algo morbosa y ella enseguida me dijo que sí tratando de poner una voz seductora. Fui bajando por su cuerpo hasta quedar arrodillado en el piso y Daniela abrió sus piernas para enseñarme su hermosa conchita completamente depilada. Rápidamente pasé mi mano por encima de ella para sentir la humedad y el calor que emanaba y besándole los muslos me fui acercando a ella. Su ricita tonta me llegaba a la cabeza y me volvía loco, mientras que sus dedos se enredaban en mi pelo con cada movimiento.
   Comencé a chuparle la concha rápidamente. Sin poder controlar mi calentura, pasé mi lengua por encima de su entrepierna y ella tembló desde las piernas hasta la cabeza. “¡Mmm que rica conchita!” le dije luego de repetir el movimiento y que ella lanzara un suave gemido que me puso más al palo. Seguí chupándole la concha, cada vez más rápido y más sarpado, utilizando mi lengua y mis labios a toda velocidad. Mis dedos no tardaron en aparecer en escena, y luego de meterle uno a la chica del cumpleaños, ella comenzó a gemir como loca cada vez que se lo sacaba y se lo metía.
   - ¡Mirá como te gusta, pendeja! ¿Te encanta cogerte al profe no?- Le pregunté haciendo alusión a que era ayudante de cátedra en la materia que ella cursaba.
   - ¡Ay sí! ¡Me encanta! ¡Me encanta tu regalito profe!- Me respondió ella gimiendo y respirando agitadamente.
   Esas palabras me terminaron de calentar de una manera única. Me levanté y del bolsillo del pantalón saqué un preservativo el cual me lo puse a toda velocidad mientras ella se acomodaba a lo largo del sillón. Me recosté nuevamente encima suyo y al mismo tiempo que volvíamos a los besos, sus piernas se enredaban otra vez con las mías. Apoyé mi pija encima de su conchita mojada y llena de saliva y poco a poco la fui penetrando hasta que la tuvo toda adentro. Ella cerró los ojos y ahogó un grito de placer tirando la cabeza hacia atrás y clavándome sus uñas en los brazos.
   Empecé a moverme despacio en un principio, con la idea de acostumbrarnos a la situación. Pero Daniela estaba mucho más caliente que yo y ella sola empezó a hacer subir y bajar su cuerpo a toda velocidad para que mi pija entrara y saliera de su concha. Entonces decidí tomar las riendas del asunto y empezar a cogérmela a lo bestia, clavando mi verga bien a fondo de su cuerpo y sacándole gemidos de placer con cada golpe que daba. “¡Así trolita! ¿Así te gusta?” le pregunté y ella me respondió de manera afirmativa sin dejar de gemir como loca. Me encantaba su expresión de placer y como su cuerpo se arqueaba con cada golpe de mi cintura contra sus muslos.
   - ¡Que trolita hermosa que resultaste ser, pendeja!- Le dije luego de pedirle que se diera vuelta y se colocara en cuatro sobre el sillón.
La penetré por detrás y empecé a cogerla violentamente, sujetándola con fuerza de la cintura y clavándole mi pija en esa conchita empapada. Daniela gemía como loca, gritando de placer y pidiéndome más y más a cada segundo que pasaba. “¡Tomá puta! ¡Tomá toda mi pija!” le decía yo que estaba completamente fuera de mí y que no podía aguantarme de la calentura que venía acumulando en esos quince días. Fui estirando una de mis manos por su espalda hasta llegar a su hombro y mientras la seguía azotando con mi cintura, me aferré de ella y le hice sentir toda mi dureza adentro suyo. Seguía hablándole, tratándola de pendeja puta y trola y cogiéndomela como loca mientras que ella gemía descontroladamente sin importarle que estuviera gritando a las ocho de la noche.
   Seguí estirando mi mano por su cuerpo hasta llegar a su cabeza. Enredé mis dedos en su cabellera roja y ondulada y tiré de ella hacia atrás, provocando que su cabeza se elevara y mirara al techo. “¿Te gusta mi pija, pendeja puta? ¿Te gusta cómo te coge el profe?” le pregunté y entre gemidos ella me respondió que sí, que le encantaba la manera en la que me la estaba cogiendo. De golpe le solté el pelo y volví a colocar mis dos manos en su cintura, para cogérmela de una manera tan brusca y feroz, que Daniela no pudo aguantarse los gritos que empezaron a rebotar por todo el comedor. “¡Que trolita hermosa que sos!” le dije nuevamente y la situación me calentó tanto que acabé dándole un golpe final que hizo que su cuerpo rebotara encima del sillón.
   Luego de eso, la chica del cumpleaños se encerró en el baño por casi diez minutos, los cuales aproveché para vestirme y limpiar las latas de cerveza que habían quedado sobre la mesa. Ella salió con la ropa puesta y nuevamente maquillada, como si nada de lo que había pasado hubiese sucedido. Me confesó que le había encantado lo que habíamos hecho y que tenía intenciones de repetirlo, a lo que yo le dije que obviamente opinaba lo mismo. Salimos del departamento, bajamos en el ascensor y nos despedimos con un beso en la mejilla luego de que yo le deseara que terminara muy bien su cumpleaños.


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OTRAS HISTORIAS:
CHICA DE CIUDAD: SEGUNDO AÑO. CAPÍTULO 1
ÉL: PUNTO DE VISTA (RELATO + GIFS)
RECONCILIACION ORAL (HISTORIA CORTA)

1 comentario - Departamento de soltero. Capítulo 6

juuli88 +1
que dificil es el poliamor jajaja...
HistoriasDe +1
Hay que saber manejarlo jajaja
juuli88 +1
totalmente. no es para cualquiera