Vecinos. Capítulo 9

Vecinos. Capítulo 9

En un edificio donde todo puede pasar, sus vecinos se irán relacionando entre ellos creando nuevos lazos con el fin de experimentar nuevas sensaciones y darse placer mutuamente. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

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Capítulo 9: 9no B (Mariano)
   Nos subimos al auto y comenzamos el viaje hasta el departamento sin saber lo que nos deparaba el futuro. El viaje fue bastante silencioso, con una playlist romántica sonando de fondo y algún que otro cruce de miradas. Ella lucía hermosa con el pelo recogido y con ese vestido claro que le llegaba hasta las rodillas. Sin embargo cuando nos acercamos al barrio descubrimos que la luz estaba cortada y al parecer era general. El portón de la cochera estaba abierto, por lo que entré y guardé el auto ante su mirada de desconcierto. “¿Qué pasó?” me preguntó ella y le dije que no tenía idea pero que iba a averiguar. Me bajé del auto y comprobé que la luz se había cortado en toda la manzana y que por ende no andaba el ascensor. Parecía que mi noche se estaba arruinando y que mis oportunidades con ella se iban a esfumar en ese segundo.
   Me llamo Mariano, tengo 33 años y me vivo en el edificio desde hace casi tres. Me mudé luego de cortar con Ayelén, quien fue mi novia por seis años. Luego de un tiempo de relación habíamos decidido vivir juntos y yo me mudé a la casa de ella. El problema fue que la convivencia nos mató y comenzamos a pelearnos todos los días por diferentes cosas. Eso hizo que el amor se fuera acabando y tras un tiempo de pensarlo, decidimos terminar todo y seguir cada uno por su camino. Fue entonces cuando me mudé al edificio con la idea de empezar de cero.
   Pero no fue nada fácil, pues comencé a temerle al compromiso y que un pibe de 30 años no quiera comprometerse, al parecer no está muy bien visto. Salí con varias mujeres, sin embargo cuando la cosa empezaba a ponerse serie yo me rehusaba a seguir con ellas y cortaba toda relación. Algunas de ellas se enojaban y me terminaban tratando de chiquilín. Otras, simplemente aceptaban que no estaba listo para algo serio y seguían su rumbo. Durante casi dos años estuve envuelto en varias relaciones cortas que no progresaron por mi miedo al compromiso. Hasta que apareció Juliana.
   La conocí en un congreso que se dio en la ciudad al cual la empresa en la que yo trabajo me envió como representante. Ella estaba dentro del staff de la organización y debido a un problema que hubo con mi inscripción, terminamos hablando por un buen rato. Durante toda la semana del congreso, no paraba de preguntarme si estaba todo bien y de decirme cuanto sentía el problema que se había generado. Sin embargo yo no dejaba de perderme en su mirada y en su sonrisa divina que parecía estar instalada en su carita angelical. El último día del congreso me animé a invitarla a tomar algo y ella aceptó luego de ponerse terriblemente colorada.
   La cita fue bastante desastrosa, pues el lugar que elegimos no había tomado la reserva que yo había hecho, lo que nos llevó a que termináramos esperando por casi una hora. Una señora se descompensó al lado nuestro ni bien nos habíamos sentado y eso hizo que nos atendiera tardísimo. Luego de eso, la comida llegó fría y los tragos que nos pedimos eran horribles. En medio de todo, a uno de los mozos se le cayó una gaseosa encima de mí y me mojó toda la camisa que tenía puesta. Pero, a pesar de todos los indicios de que la cita estaba siendo desafortunada, nosotros la pasamos tan bien que decidimos volver a vernos en esos días.
   Ahí fue cuando ella recibió la terrible noticia de que había muerto su abuela, quien era alguien a quien ella admiraba y amaba mucho y la siguiente cita tuvo que esperar. Al parecer Juliana no se sentía con ganas de verse con alguien y tardamos tres meses en volver a salir. Sin embargo durante todo ese tiempo no parábamos de intercambiar mensajes y alguna que otra llamada que me servía para darle aliento y animarla. “Me hace muy bien hablar con vos” me dijo luego de tres meses de nuestra primera cita y aproveché sus palabras para invitarla nuevamente.
   Así comenzamos a salir una vez más. Fuimos a cenar a un lugar diferente y la pasamos excelente. En otra oportunidad decidimos ir al cine a ver una película y luego a tomar unos tragos. Por último terminamos cenando en un bar muy conocido de la ciudad y aprovechamos para quedarnos toda la noche hablando. Esa noche me contó mucho de su abuela y de cómo se había deprimido tras su muerte, tanto que terminó llorando frente a mis ojos. Sus lágrimas, en vez de espantarme y desanimarme, hicieron que terminara de darme cuenta que Juliana me interesaba de verdad y que quería tener algo serio con ella.
   Pero el sexo parecía no darse y eso me estaba preocupando. “Tiene cara de nena buena. Para mí que es virgen” me dijo uno de mis amigos cuando le conté de mi situación. Obviamente no lo decía en serio y tomaban todo como un chiste, por lo que decidí ignorar sus palabras y hablar directamente con Juliana. “Tuve una muy mala experiencia con un chico hace un tiempo y no sé si estoy lista para eso” me dijo poniéndose colorada y mirando al suelo. A pesar de eso, yo le levanté la cabeza tomándola del mentón y le dije que no me importaba, pues a mí me encantaba estar con ella y quería esperarla. Obviamente ella me agradeció y me dio un beso que me terminó de convencer que me estaba volviendo loco por esa chica.
   Así llegamos al primer fin de semana de marzo, en el que tuvimos una nueva cita en un restaurante muy fino de la ciudad y en el que le dije que quería que conociera a mi familia. “¿Estás seguro?” me preguntó ella dudando y yo le dije que sí, que de verdad me interesaba y que disfrutaba mucho de estar con ella. Juliana era una persona muy tímida, muy introvertida y que solía tener vergüenza de sí misma. Sin embargo se mostró agradecida con mi propuesta y luego de que pidiéramos el postre me dijo que esa noche quería dormir conmigo por primera vez.
   - ¿Estás segura?- Le pregunté tomándola de la mano.
   - Si.- Me dijo ella convencida y no hizo falta que se dijera más.
   Nos subimos al auto luego de pagar la cuenta y comenzamos el viaje en silencio mientras de fondo sonaba una playlist romántica que había preparado. Ella parecía nerviosa y yo lo notaba, por lo que cada vez que giraba la cabeza para mirarme, yo le devolvía una sonrisa para que se sintiera segura. A mí me recorría una emoción general, pues por fin se iba a dar nuestra primera noche juntos y sentía que iba a ser increíble. Sabía que ella iba a estar nerviosa y que no iba a dar lo mejor de sí, sin embargo también estaba convencido que iba a ser el primer paso para una relación que estaba deseoso de comenzar.
   Pero cuando llegamos a la cuadra donde está el edificio, descubrimos que la luz se había cortado en toda la manzana. Frené antes de entrar al portón y le pregunté si quería que fuéramos a su casa, pero ella dijo que no, pues vivía con su hermana la cual estaba allí en ese momento. Entré a la cochera y fui hasta el palier del edificio para descubrir que los asesores no funcionaban y que iba a ser imposible subir hasta el 9no piso por escalera. Mientras volvía al auto pensaba en como todo se estaba arruinando y como mi oportunidad de tener sexo con ella desaparecía.
   - No hay luz.- Le dije indignado.- Te llevo hasta tu casa y yo me vuelvo.- Le dije poniendo la mano en la llave para arrancar el auto.
   - ¡No!- Me frenó ella de golpe.- No quiero esperar más.- Dijo entonces y me besó.
   Su beso me agarró totalmente de sorpresa. Luego de unos segundos se alejó de mí y yo la miré sorprendido, sin comprender muy bien lo que estaba sucediendo. Juliana me miraba con deseo, algo que nunca antes había hecho y que sin lugar a dudas se notaba. “Prendé el aire y vamos atrás” me dijo señalando con la mirada los asientos de la parte de atrás del auto. Una sonrisa algo morbos ase dibujó en su rostro y eso me calentó. Era la primera vez que veía esa actitud en ella y me gustaba. Hice caso a sus palabras, puse el auto en marcha y encendí el aire para luego abrir la puerta, bajarme y sentarme en el asiento trasero. Juliana hizo lo mismo y cuando volvimos a encontrarnos en la parte de atrás del vehículo, se abalanzó sobre mí y me besó.
   Por el impulso, caí sobre la puerta del auto y ella se colocó encima de mí. Comenzó a besarme de manera bien apasionada, metiendo su lengua en mi boca y tocándome por encima de la ropa. Yo tardé en reaccionar, pero cuando lo hice apoyé mis manos en su espalda y le devolví los besos, que cada vez se hacían más babosos. Me costaba creer que esa chica era la misma que durante todos esos meses había sido la mujer romántica y tímida que apenas se había abierto a mí. Ahora parecía fuera de sí, agarrándome los pelos de la nuca y mordiéndome los labios.
   Dejándome llevar por la calentura, comencé a levantarle el vestido y ella se lo terminó de sacar y lo arrojó al piso del auto. Lucía un corpiño precioso que le resaltaba sus tetas y una tanguita blanda divina que se hacía un hilo sobre su cintura. Enseguida subió su cuerpo sobre el mío, dejando su pecho a la altura de mi cabeza y permitiéndome besarle las tetas por encima del corpiño. Sin embargo, este duró muy poco, pues Juliana se lo sacó de manera atolondrada y lo arrojó sobre su vestido. Aprovechó el momento para sacarme la camisa que tenía puesta esa noche y cuando quedé en cuero volvió a bajar su cuerpo para besarme.
   Poco a poco su boca fue recorriendo mi piel, pasando por mis hombros, mis brazos y mi pecho, llegando luego hasta mi cintura. Juliana levantó los ojos y me miró con decisión mientras me desabrochaba el pantalón y me lo bajaba hasta las rodillas. Sus manos seguían recorriendo todo mi cuerpo y eso me ponía como loco, pues dejaba en claro que la chica tímida no estaba más y ahora una mujer dominante se encontraba en ese auto. Sus dedos siguieron rozando mi cuerpo hasta llegar a mi cintura y se enredaron en el bóxer, el cual terminó a la misma altura que el pantalón.
   Enseguida me agarró la pija, la cual ya tenía bastante al palo, y me empezó a pajear a toda velocidad, como si quiera terminar de endurecerla. Luego la escupió de forma agresiva para terminar llevándose a la boca y empezar a chuparla. Lo hacía de una manera increíble, bien acelerada y con muchas ganas. Movía su cabeza hacia arriba y hacia abajo, chupándomela toda y comiéndosela con muchísimas ganas. Yo permanecía recostado contra la puerta del auto, respirando de manera agitada y sin terminar de entender lo que estaba sucediendo. Me volvía loco su actitud dominante y atrevida y la forma en la que me la chupaba era excelente. Me puso completamente al palo y me dejó la pija llena de saliva.
   En un momento se levantó y se colocó en la otra punta de los asientos y yo aproveché para terminar de desnudarme. Ella hizo lo mismo y se desprendió de su tanguita, la cual me la tiró a la cara de forma provocativa. Por un segundo nos miramos y el deseo se dibujó en el rostro de los dos. En ese momento ella se abalanzó nuevamente sobre mí y se sentó encima de mi cintura con sus piernas alrededor de mi cuerpo. Mis manos fueron enseguida a su hermosa cola y mientras volvíamos a comernos la boca, aproveché para tocarla como siempre lo había querido hacer. Sentía el calor de su cuerpo sobre el mío y el rozar de sus tetas a la altura de mi pecho. No podía aguantarme más.
   Tomó mi pija con su mano y la fue introduciendo en su cuerpo. Lentamente empezamos a movernos en un vaivén bien caliente que fue aumentando de velocidad a medida que pasaban los minutos. Los besos seguían siendo bien fogosos y las manos se movían por todos lados. Ella me agarró de la cara y dejando su boca a la altura de mis ojos empezó a gemir suavemente y podía ver sus labios rosa en frente mío. Me encantaba como lo hacía, cada suspiro que salía de su cuerpo me volvía loco y me excitaba aún más. Mis manos no se desprendían de su cola, la cual subía y bajaba ligeramente al ritmo de nuestros movimientos.
   Poco a poco Juliana comenzó a moverse más y más rápido y su cuerpo se fue descontrolando. Empezó a dar pequeños saltos sobre mis piernas y con cada caída mi pija se clavaba en su cuerpo. Fue entonces cuando pegó su cuerpo contra el mío y colocó su boca bien cerca de mi oído para que pudiera escuchar sus gemidos. Estos eran cada vez más fuertes e intensos y eso me ponía como loco. Sus pezones bien duritos rozaban la parte alta de mi cuerpo y sos muslos raspaban mis piernas y mi cintura. Mi verga entraba bien a fondo en su conchita totalmente húmeda y me encantaba.
   De golpe, ella tiró su cuerpo hacia atrás y yo la atajé rápidamente con mis manos a la atura de su espalda. Dejó caer su pelo sobre el espacio vacío entre los asientos delanteros y sus tetas quedaron a plena vista de mis ojos. Sus movimientos dejaron de ser saltos y pasaron a ser circulares, mientras que sus manos se sujetaban con fuerza de mi cuello. Era todo un espectáculo verla moverse de esa manera encima de mí y disfrutar del sexo, que según ella hacía mucho tiempo no disfrutaba. Era evidente que le encantaba dominar y que la chica tímida escondía detrás de si, una loba bien ardiente y fogosa.
   Se levantó de mi cuerpo y abrió la puerta del auto para pararse al lado de este. Me extendió la mano y me ayudó a salir a mí también y un golpe de calor me pegó en todo el cuerpo al salir del refrigerado vehículo. Cerró la puerta con fuerza y se apoyó en ella de frente, quedando de espaldas a mí y levantando su colita. “Vení” me dijo con voz suave y pegajosa, invitándome a que me colora detrás suyo. Eso hice, me paré bien pegado a su cuerpo y apoyé mi pija totalmente dura sobre su conchita y la fui metiendo lentamente hasta tenerla toda adentro.
   Entonces apoyé mis manos sobre la cintura de Juliana y me la empecé a coger dándole pequeños golpes bien duros. Mi cintura se movía hacia adelante y hacia atrás, provocando que mi verga entrara y saliera de su cuerpo en unos impactos cortos y rápidos. Ella gritaba cada vez que mi pija entraba por completo y yo sentía un placer inmenso al escucharla aullar de esa manera. Poco a poco fui bajando la intensidad pero acelerando el ritmo y comenzamos a coger bien rápido. Disfrutando del momento, rozando nuestros cuerpos y gozando como locos, no nos dimos cuenta que de golpe la luz del edificio volvió de golpe.
   Seguíamos parados al costado del auto y cogiendo de manera bien acelerada. Ella se apoyaba de frente al vehículo, estampando sus tetas contra la ventana de la puerta trasera. Yo me encontraba detrás de ella, cogiéndomela a toda velocidad y metiendo mi dura verga en su conchita empapada. De golpe escuchamos el ruido de un auto y yo amagué a esconderme, pero ella me dijo que no, que me la siguiera cogiendo y no pude desobedecer ese pedido. Vi como el auto de un vecino entraba en la cochera, nos iluminaba por completo y seguía avanzando hasta estacionar unos lugares más adentro. Juliana no paraba de gemir y poco le importaba que pudieran descubrirnos, pues al parecer no quería dejar de gozar en ese momento.
   Cristian y Lucía, los vecinos del 6to piso se bajaron del auto y luego de mirar por unos segundos para comprobar que era verdad lo que habían visto, entraron por la puerta que conducía al palier y se fueron. Ni bien esta se cerró, yo aceleré mis movimientos al máximo y me empecé a coger a Juliana con todas mis fuerzas. Sus gritos empezaron a resonar por toda la cochera del edificio, sin importarnos que alguien más pudiera aparecer o que Cristian y Lucía nos oyeran desde el palier. Ese era nuestro momento y queríamos disfrutarlo al máximo.
   - ¡Voy a acabar!- Le dije sin poder controlarme.
   Rápidamente ella me empujó hacia atrás y quedé parado en medio del espacio de estacionamiento del vehículo del al lado. Juliana se paró en frente mío y se arrodilló para tomar mi pija con su mano y empezar a pajearme como loca. Me miraba con sus ojos de gata y recorría con sus dedos la totalidad de mi verga, la cual estaba toda dura y húmeda. No me pude aguantar y comencé a acabar frente a sus ojos y ella permitió que todo el semen que salía de mi cuerpo cayera sobre el suyo, manchando sus tetas y su pecho de blanco. Sin dejar de mirarme, me lanzó una sonrisa de felicidad pura y comenzó a reírse a carcajadas.
   Abrimos el auto y nos cambiamos a toda velocidad para luego entrar al edificio y subir hasta mi departamento. Allí volvimos a quitarnos la ropa y nos metimos en la ducha para lavar nuestros cuerpos de transpiración y semen. Los besos no tardaron en volver y estos llevaron a un toqueteo bien caliente que no tardó en encender la mecha de nuevo. Juliana me había demostrado ser toda una loba a la hora del sexo y el contraste con su personalidad tímida y amable me volvía loco, me excitaba y me calentaba muchísimo. Sin lugar a dudas era una mujer a la que no iba a dejar escapar y con la que no tenía miedo de comprometerme.


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1 comentario - Vecinos. Capítulo 9

daros82
Que salado pobre pibe!! Jaja al menos terminó bien para él 🔥🔥