Vecinos. Capítulo 2

Vecinos. Capítulo 2

En un edificio donde todo puede pasar, sus vecinos se irán relacionando entre ellos creando nuevos lazos con el fin de experimentar nuevas sensaciones y darse placer mutuamente. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

CAPITULO 1

Capítulo 2: 1ro C (Cecilia)
   Si mis amigas me decían que no era buena idea ponerme de novia con un pibe cinco años más joven que yo, cuando les cuente que acababa de enterarme que me había engañado se iban a indignar más. Es que aparte de la diferencia de edad entre Nicolás y yo, él siempre fue un mujeriego bárbaro. Le encantaba sacarse fotos con las trolitas de sus amigas y subirlas a las redes, así como agregar chicas desconocidas a Instagram y darle like. Le importaba poco y nada que a mí eso me molestara y lo hacía cada vez con más frecuencia, dejando de lado mis sentimientos. Pero la culpa era mía, por estar perdidamente enamorada de un pibe que nunca me había dado nada y del cual nada debía esperar.
   Me llamo Cecilia, tengo 25 años y vivo en el 1ro C desde hace poco más de dos años. Conocí a mi novio en una fiesta y a de entrada pensé que tenía mi misma edad, pues físicamente siempre pareció más grande. Cuando me enteré que tenía 20 años no lo podía creer, pero ese dato me llegó cuando estaba con él desnuda en su cama. Obviamente no me importaba la diferencia de edad pues el sexo con Nicolás era excelente y salvaje. Dudé seriamente en ponerme de novia con él cuando me lo propuso y de hecho hasta pensé en dejarlo, ya que mientras salíamos él seguía viéndose con otras chicas.
   - Te prometo que si me pongo de novio con vos, vas a ser la única.- Me dijo y yo caí rendida a sus pies y a sus ojos color verde.
   La relación avanzó a pasos agigantados, ya que en tan solo un mes conocí a sus padres, él a los míos y nos presentamos a todos nuestros amigos. Yo era muy feliz al lado suyo y ser cinco años más grande que mi novio me importaba muy poco a pesar de lo que todos dijeran. Tan poco me afectaba lo que pensaba la gente que cuando renové contrato en el edificio le propuse de que se venga a vivir conmigo. Yo tenía un muy buen trabajo estable y podía mantenernos a los dos mientras él seguía estudiando y la idea de estar juntos todo el tiempo me encantaba. Nicolás aceptó y se mudó al edificio el fin de semana siguiente.
   Al principio fui ciega y decidí no ver todas las señales que había. Llegaba tarde a casa a pesar de que curaba temprano; salía a jugar al futbol con sus amigos cuatro veces por semana; se juntaba a estudiar a pesar de que faltaba muchísimo para la época de exámenes. Todas cosas que a pesar de que mis amigas me remarcaban, yo seguía justificando pues no me llamaban para nada la atención. La verdad llegó cuando un día llegó a casa muy borracho y dejó arriba de la mesa su billetera, el celular, las llaves de la casa y un paquete de preservativos abierto y con uno solo adentro (cuando la caja viene de a tres). Al otro día me levanté y cuando le pregunté de que se trataba su respuesta fue: “Los compré para Juanma que se fue con una piba y en vez de darle la caja le di dos”.
   De más está decir que no me creí esa mentira en lo más mínimo y a partir de ahí empecé a dudar de todo lo que hacía y decía. No tardé en descubrir que se hablaba con más de diez pendejas de distintos entornos y que hasta el momento había concretado encuentros con tres de ellas. Al principio no pude hacer otra cosa que largarme a llorar como una estúpida y ni bien llegó a casa le conté lo que me había enterado. “Esto fue antes de mudarme con vos. Yo te juro que te amo. No me voy a hablar más con nadie” me juró a la cara y yo como una idiota le creí. Quería creerle, necesitaba que me siguiera amando y me siguiera queriendo como hasta ahora. No me imaginaba estar sin él.
   Como ya se imaginarán, Nicolás no cambió y siguió con sus aventuras clandestinas en las que se encontraba con chicas de Tinder, compañeras de la facultad u otras pibas que conocía en boliches. En esa oportunidad me di cuenta al cabo de tres semanas cuando noté que su rutina volvía a ser la misma de antes, luego de 15 días en los que había estado mucho más tiempo en casa conmigo. Ese sábado a la tarde salió con una mochila en la que supuestamente tenía ropa para cambizarse en lo de Juanma así después salían a bailar. Lo que él no sabía es que había conseguido hackear su teléfono y había obtenido todas las claves de sus redes sociales gracias a un compañero de trabajo.
   Enseguida descubrí que su coartada era una mentira cuando encontré por Instagram una conversación con una tal Luli en la que le decía que iba a ir a su casa y después salía a bailar con sus amigos. Pero no era la única chica con la que se hablaba, sino que también mantenía relación con otras seis más y al parecer con todas se había visto más de una vez. En esa oportunidad no sentí tristeza, sino odio. Con bronca empecé a sacar su ropa del placar y la fui metiendo en bolsas acumulándola al lado de la puerta. “No te la tiro a la calle porque soy buena mina, hijo de puta” pensaba para mi misma mientras la sacaba al palier y la dejaba ahí.
   Cerca de las ocho de la noche, cuando tiraba al palier la última bolsa con zapatillas de Nicolás, escuché que se abría la puerta del ascensor y me di vuelta pensando que era él. Estuve a punto de gritarle cuando de golpe descubrí que se trataba de Javier, el vecino del 1ro A. Se quedó helado al ver las bolsas con ropa en el piso y me preguntó si me mudaba. “No. El imbécil de mi novio me cagó y lo estoy echando de casa” le respondí tratando de contener las lágrimas porque pensé que debía parecer una loca en ese momento.
   - Uhhh.- Dejó salir él de su boca sin saber que decir.- ¿Dejo las cosas en casa y tomamos unos mates?- Me preguntó después.
   - Con el calor que hace, prefiero una cerveza.- Le dije sonriendo.
   - Perfecto. Tengo unas latas en casa.- Me respondió él sonriendo.
   Javier era mi vecino desde hacía unos pocos meses y sin embargo había cruzado más palabras con él que con cualquiera de todo el edificio. Ni bien se mudó, pensó que yo estaba soltera y me propuso de salir a tomar algo. Insistió hasta que le dije que estaba de novia, lo cual entendió, pero no quiso que eso fuera un inconveniente para que tuviéramos una buena relación. Nos cruzábamos de vez en cuando en el palier o en el solárium y siempre nos quedábamos hablando lo más bien, pues Javier era muy agradable y amable conmigo, además de ser un par de años mayor.
   Entró a mi casa a los cinco minutos con un pack de cervezas y lo metió en la heladera mientras yo cerraba la puerta con las cosas de mi novio afuera. No tardé en largarme a llorar mientras él abría las primeras dos latas y en contarle todo lo que había pasado. “¡Que pelotudo! ¡Un tarado!” decía él en referencia a Nicolás mientras que permanecía sentado en la mesa al lado mío y escuchaba la historia. Traté de omitir algunos detalles, pero estaba tan desquiciada y molesta que terminé contándole casi todo y haciendo hincapié en las conversaciones que había leído. Javier estaba tan indignado como yo y ni bien se vació mi lata fue a buscar la segunda.
   Cuando me di cuenta ya nos habíamos terminado cada uno su segunda lata y estábamos empezando la tercera. Habíamos dejado de hablar de Nicolás y sus pibitas y ahora Javier me contaba de como una chica con la que había salido lo había querido cagar pidiéndole plata. “Me di cuenta casi al toque de que me quería afanar” me dijo riendo y por un segundo me sentí tentada por sus labios. Pero tras escuchar esa frase no me pude aguantar y el odio por mi novio salió nuevamente de adentro de mi cuerpo y volví a despotricar en contra de él.
   - ¡Qué ganas de cagarlo a trompadas que tengo!- Dije de golpe y Javier se quedó en silencio y bebió otro trago de cerveza.
   No tardé en insultar a mi novio en frente de nuestro vecino una vez más. Lo peor de todo fue que en ese momento me mandó un mensaje para decirme que al final se iban a lo de otro de sus amigos e iba a dejar la mochila en la casa de ese chico. “¡Me toma por pelotuda! ¡Y encima me está cagando en este mismo momento!” dije ante la mirada silenciosa de Javier que prestaba atención a cada una de las cosas que yo le decía. Me moría de ganas de seguirlo y descubrirlo en la puerta de la casa de la piba, aunque sabía que eso no iba a cambiar nada, yo iba a ser siendo la cornuda.
   - Me encantaría poder devolvérsela a ese pendejo hijo de puta.- Dije entonces pensando en algo peor que hacer que sacarle la ropa al palier.
   - Si querés, yo no tengo problema.- Me respondió Javier.
   - ¿Cómo?- Le pregunté esperando que me dijera la idea que tenía en la cabeza.
   Pero cuando levanté la mirada y mis ojos hicieron contacto con los suyos me di cuenta que ya había dicho todo lo que tenía para decir. Javier me miraba fijo y con una sonrisa de ganador en el rostro. De golpe volví a sentir ese impulso de abalanzarme sobre él y besarlo, pero en esa oportunidad no me contuve. Me incliné hacia adelante y mis labios hicieron contacto con los suyos mientras que mis manos se posaban en sus hombros. Él aceptó mi beso y me lo devolvió por unos segundos. Luego de eso nos alejamos nuevamente y yo me sobresalté de la silla de manera repentina.
   - Ya fue.- Dije y me senté encima de Javier.
   Volví a besarlo pero en esa oportunidad de manera mucho más apasionada. Crucé mis brazos por encima de sus hombros y lo abracé mientras que él hacía lo mismo detrás de mi espalda. De golpe la imagen que tenía de mi vecino cambió por completo y se convirtió en un pibe mucho más sexy y atractivo. Su barba corta me raspaba el rostro en una nueva sensación que nunca había sentido ya que Nicolás se afeitaba por completo. Sus manos me apretaban con fuerza contra su pecho y su lengua entraba y salía de mi boca en un beso que se iba volviendo cada vez más caliente.
   Me saqué la remera y él enseguida admiró mis tetas. Posó sus dedos sobre ellas y las acarició con delicadeza mientras que me besaba entre intervalos. Yo dejé que sus labios rozaran toda mi piel y que sus manos hicieran lo mismo pero con mayor intensidad. Poco a poco él también se fue sacando la remera y pude apreciar ese cuerpo hermoso que tenía y me calenté al tocar con la yema de mis dedos sus abdominales. Me levanté y me saqué las zapatillas y el pantalón para quedarme en bombacha y volví a sentarme sobre sus piernas para besarlo una vez más.
   - ¡Para Ceci!- Me interrumpió él de golpe y yo me alejé para mirarlo.- ¿Estas segura?- Me preguntó.
   - Muy segura.- Le respondí yo convencida y volvimos a besarnos.
   Entonces la cosa se puso mucho más caliente y mientras que yo bajaba con mis labios buscando su cuello, él posó sus manos en mi cola y la apretó con fuerza. Mi boca poco a poco fue bajando por el cuerpo de mi vecino y luego de unos segundos me encontré arrodillada frente a él. De golpe sentí un calor inmenso por todo mi cuerpo y una excitación única al saber que estaba engañando a mi novio. Es verdad, él también me estaba engañando a mí, pero yo sabía de eso, Nicolás no sabía de lo que estaba pasando en ese momento en su casa.
   Le bajé el pantalón y el bóxer hasta los tobillos y tomé con firmeza su pija bien dura. Era enorme y bien gruesa y se encontraba totalmente dura, algo que me sacó una sonrisa del rostro. “Mucho más grande que la tuya, pendejo pelotudo” pensé en referencia a mi novio y comencé a pajear a Javier. Él me miraba con una sonrisa de oreja a oreja y totalmente feliz de lo que estaba sucediendo. Le pasé la lengua desde la base hasta la punta una y otra vez hasta que la tuvo toda llena de saliva y entonces me dediqué a chupársela.
   Por alguna extraña razón me fascinaba lo que estaba haciendo. Me sentía poderosa y vengativa a la vez, lo que hacían que le pusiera empeño al pete que le estaba haciendo a mi vecino. Javier permanecía sentado en la silla relajado, mirándome con una sonrisa en la cara y sin decir una sola palabra. Yo subía y bajaba mi boca por sobre su verga, comiéndomela hasta donde podía, chupándola toda y saboreándola por completo. Era enorme y crecía a cada segundo adentro de mi boca. Su cabeza bien roja y grande parecía que estaba a punto de estar en mi lengua y sus huevos cargados de leche me tentaban a bajar y lamerlo.
   Cuando lo hice quedé oculta atrás de su pija y elevé la mirada para verlo. Sus ojos negros se contradecían con los de Nicolás y eso me calentó aún más. Mientras le lamía los huevos noté como la mano que tenía libre la metía en mi bombacha y con los dedos empezaba a jugar sobre mi propio cuerpo. Me calentaba muchísimo estar en el comedor de mi casa engañando a mi novio con mi vecino. Sentía el placer entrar por mi boca cada vez que me comía esa pija y por mi entrepierna con el movimiento de mis dedos por encima de mí clítoris.
   Me levanté y mientras él se terminaba de sacar la ropa yo me desprendí de la bombacha. Me lamí la punta de los dedos y después la pasé por mi conchita para terminar de humedecerla y volví a sentarme de frente a Javier. Pero esa vez su verga estaba libre y noté como iba entrando en mi cuerpo a medida que yo bajaba mi cintura. No pude aguantarme un gemido suave ya que era mucho más gruesa a lo que yo estaba acostumbrada. Pero no quería parar, me encantaba, me fascinaba sentirla entrar en mi cuerpo. Seguí bajando lentamente y no me detuve hasta que toda entera penetró mi conchita empapada.
   Entonces empecé a moverme lentamente, sintiendo como el placer se apoderaba de mí con cada sacudida. Tenía los ojos cerrados y la boca bien abierta, por la cual exhalaba profundos suspiros que venían desde lo más oscuro de mi cuerpo. Sentía las manos de Javier apoyadas en mi espalda y el calor de su cuerpo que rozaba contra el mío a cada segundo. Me movía lento, hacia adelante y hacia atrás de manera intensa, disfrutando de su verga totalmente dura adentro de mi cuerpo. Mis brazos se cruzaban por detrás de su cabeza y encima de sus hombros, abrazándolo con fuerza y sujetándome de él.
   De golpe abrí los ojos y pude ver la cara de Javier. Sus ojos negros me miraban fijo y su sonrisa pequeña que resaltaba por el resto de su rostro me cautivó. Lo besé nuevamente con ganas y mientras lo hacía, dejé que mi cintura se fuera volviendo loca por sobre su cuerpo. Aceleré el ritmo despacio, pero con la misma intensidad, gozando cada movimiento que daba y sintiéndome sumamente complacida. Sus manos bajaron un poco más y llegaron hasta mi cola, la cual la sujetó con fuerza acompañando cada uno de mis movimientos. Su boca comenzó a descender, pasando por mi cuello y llegando hasta mis pechos, los cuales besó y mordisqueó suavemente.
   En ese momento comencé a dar saltos, impulsándome con la punta de mis pies y cayendo en seco sobre su cintura. Me clavaba su pija bien erecta en mi cuerpo y gritaba de placer cada vez que lo hacía. “¡Ay sí! ¡Me encanta! ¡Ay qué lindo!” empecé a gritar como loca disfrutando del momento. Su boca seguía sobre mis tetas, las cuales lamía y besaba como podía, subiendo y bajando su cabeza. Sus dos manos seguían firmes en mi cola y con ellas me impulsaba hacia arriba con fuerza y amortiguaba la caída. Todo era sumamente placentero y sentía como el calor se apoderaba de mí.
   Me levanté y me di vuelta en cuestión de segundos, sentándome otra vez encima de su cintura. Su pija entró en mi conchita, como si resbalara por un tobogán de agua. Sus manos enseguida fueron a mis tetas y las agarró con fuerza mientras yo apoyaba mi espalda en su pecho. Suavemente los movimientos volvieron, hacia adelante y hacia atrás, en forma de círculos y de arriba a abajo, franeleando mi cola contra su cuerpo. De mi boca seguían saliendo suspiros de placer puro que se hacían cada vez más fuertes con cada uno de mis movimientos.
   - ¡Me encantás! ¡Sos perfecta!- Me dijo él al oído y a pesar de que el comentario tenía un tinte más romántico, a mí me calentó muchísimo.
   Entonces despegué mi cuerpo del suyo y empecé a dar saltos sobre sus piernas. Mi cuerpo se elevaba tanto al punto de que su pija casi que salía por completo de mi conchita. Caía con todas mis fuerzas sobre su cintura y notaba como esta se calvaba nuevamente en mi interior, poniéndome a gritar una vez más. “¡Ay sí! ¡Me encanta!” le decía como loca sin dejar de brincar encima suyo y moviendo mi cabeza en todas direcciones. En esa oportunidad sus manos permanecían firmes en mi cintura, acompañando mis movimientos y dirigiendo mis caídas.
   No tardamos en tirarnos al piso. Estábamos tan calientes que no tuvimos tiempo de irnos a la pieza y recostarnos sobre la cama. Yo me levanté y le pedí que me cogiera ahí mismo, que me hiciera suya y me diera placer. Me recosté boca arriba sobre el cálido suelo de verano y él enseguida se acomodó entre mis piernas y me penetró para sacarme un gemido inmenso que demostraba satisfacción. Javier apoyó su pecho contra el mío y mientras nuestros labios se encontraban una vez más, yo lo envolví con mis piernas porque no quería dejarlo escapar.
   Cuando me empezó a coger no pude aguantarme las ganas de gritar y terminé gimiendo como loca en el piso del comedor de mi casa. Mi vecino se movía a toda velocidad, clavando su pija bien dura en mi cuerpo y volándome la cabeza. Yo lo abrazaba y lo besaba como loca, mientras que gemía y me movía desorbitada por el placer que me provocaba. Su cintura acelerada iba hacia arriba y hacia abajo y encendía en mí un fuego que me estaba quemando por completo. Tiré la cabeza hacia atrás y su lengua pasó por mi cuello y no me pude aguantar las ganas.
   - ¡Síiiiiii!- Grité a viva voz mientras sentía como mi cuerpo temblaba, mi pelo se erizaba y mi entrepierna se mojaba toda.
   Javier disminuyó la velocidad y permaneció clavado en mí mientras que disfrutaba del orgasmo que acababa de darme. Respiraba aceleradamente y me relamía los labios, sintiendo como mi piel ardía y como mis piernas aún temblaban. Bajé la cabeza y me encontré nuevamente con sus ojos negros que me observaban fijo y brillaban frente a mi cara. Su sonrisa, simple pero segura, permanecía ahí en su rostro y me encantaba. Cuando terminé de descargar todo el placer que tenía acumulado, le pedí que me siguiera cogiendo y que acabara adentro de mi cuerpo.
   Tras ese pedido, Javier se puso como loco y volvió a cogerme a toda velocidad. Nuevamente sentí una inmensa ola de calor recorrer todo mi cuerpo al mismo tiempo que su pija entraba y salía de mi conchita empapada. Me sujetaba con fuerza y yo hacía lo mismo, pues no quería dejarlo ir nunca. De golpe cerró los ojos y noté como su cuerpo se contraía mientras que su cintura se aceleraba mucho más. “Dámela toda” le dije en un susurro al oído y él largó un profundo suspiro de placer y se vino adentro de mi cuerpo, tal como yo le había pedido.
   Nos levantamos después de unos segundos y con el corazón aún acelerado nos fuimos a la cama a acostarnos. Tras unos segundos de silencio, mi vecino volvió a colocarse encima de mí y a decirme que se moría de ganar de hacerlo de nuevo. Yo no me pude resistir y bajé por entre las sabanas a chupársela para dejársela bien dura y disfrutar nuevamente de su cuerpo. Cuando terminamos, nos recostamos y él poco a poco fue quedándose dormido. Verlo ahí tendido en la cama que yo solía compartir con Nicolás logró sacarme una sonrisa macabra. “Cuando vuelvas te vas a encontrar tus cosas en el palier. Agarralas y llevátelas sin entrar, porque el vecino está durmiendo conmigo en casa y no quiero que nos despiertes” le escribí a mi novio y dejé el celular para abrazar a Javier.


SIGUIENTE


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3 comentarios - Vecinos. Capítulo 2

masitasexxx +1
Muy bueno este capitulo. Muy caliente. Excelente leccion para ese boludito
HistoriasDe +1
Muchas gracias!!
martinfcd +1
Es muy importante para todo buen vecino estar presente cuando es necesario dar una mano.
HistoriasDe
Exactamente! Jajaja gracias por pasar