Vecinos. Capítulo 1

Vecinos. Capítulo 1

En un edificio donde todo puede pasar, sus vecinos se irán relacionando entre ellos creando nuevos lazos con el fin de experimentar nuevas sensaciones y darse placer mutuamente. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

Capítulo 1: 5to B (Santiago)
   Entré a mi casa totalmente cansado, me saqué los zapatos y los dejé al lado de la puerta por más que mi novia odiaba que hiciera eso y me fui a sentar al sillón luego de agarrar una cerveza de la heladera. El día había sido larguísimo y con muchísimo trabajo al punto de tener que quedarme una hora extra para terminar de ordenar todo. El pesado de mi jefe me había puesto una pila de papeles en el escritorio que tuve que ordenar para poder retirarme. Lo único que me reconfortaba era saber que era viernes y por ende iba a poder bajar al solárium a relajarme un poco en la pileta.
   Me llamo Santiago, tengo 33 años y vivo en el 5to B desde hace ya tres años. Nos mudamos con Emilia, mi novia, luego de que cumpliéramos dos años y decidiéramos que era tiempo de empezar una vida juntos. El edificio nos encantó ya que era nuevo, de diez pisos, tres departamentos en los primeros cuatro y dos a partir del 5to y con una vista hermosa sobre el parque que se encuentra en frente. Cuando llegamos algunos departamentos ya estaban ocupados y los restantes se fueron ocupando a medida que pasaban los días. Al igual que en muchos otros pisos, éramos una pareja joven, buscando conformar una familia y con el objetivo de crecer.
   Pero la convivencia con Emilia no fue buena. Enseguida nos dimos cuenta que había varias cosas en las que no coincidíamos y se nos empezó a hacer cada vez más difícil estar juntos. Ella es muy desordenada en el baño y acapara todos los estantes, mientras que yo no tengo problema en dejar las zapatillas y zapatos tirados por doquier. Ella aprovecha las noches para estudiar y leer algunas cosas para su doctorado mientras que yo me levanto todos los días a las seis de la mañana para salir a trabajar. A ella le encanta pedir comida bastante seguido y no tener que cocinar mientras que yo amo preparar platos exóticos y acaparar toda la mesada de la cocina. A su vez los dos tenemos una personalidad muy dominante y no tardamos en chocar varias veces y en terminar peleándonos, en fin, por estupideces.
   Nos amamos, compartimos miles de cosas y somos el uno para el otro, pero la convivencia se estaba haciendo cada vez más complicada y eso nos afectaba en todas sus formas. Decidimos charlarlo y ponernos de acuerdo en muchas cosas. Sobre la limpieza, sobre el orden, sobre los horarios y sobre el uso que le íbamos a dar a la habitación extra que desde hacía tres años la usábamos como depósito a pesar de que odiábamos tenerla así de desordena. Sin embargo ese proceso tardó mucho tiempo en llegar y ya veníamos peleados desde hacía rato. Emilia había dormido algunas noches en lo de sus padres y yo me había ido enojado de la casa en otras oportunidades. No queríamos terminar, no queríamos cortar pero las peleas constantes hacían que todo fuera insoportable. Y cuando digo todo, también me refiero al sexo.
   Emilia y yo siempre tuvimos una relación muy sexual. Nos conocimos cuando yo tenía 28 y ella 25, por lo que habíamos experimentado y estado con varias personas. Enseguida congeniamos en ese tema, pues ella disfrutaba tanto el sexo como yo y nos dimos cuenta que a los dos nos gustaba hacerlo de la misma manera y experimentar en ello. Recreamos escenas de la vida real o de películas, inventábamos personajes con ropa que teníamos en casa o que comprábamos para la ocasión y nos hicimos de algunos juguetitos para poder ampliar el abanico de posibilidades. Nuestro momento de mayor placer llegó cuando tuvimos un trío con una chica que conocimos en un bar, la cual no solo me volvió loco a mí sino que también a Emilia. Desde entonces empezamos a decaer.
   Las peleas constantes por estupideces hicieron que el sexo se convirtiera en algo esporádico y que poco a poco dejáramos de disfrutarlo. Obviamente seguíamos estando juntos y cuando lo hacíamos pasábamos un buen momento, pero era solo para sacarse la calentura. Ya no eran encuentros apasionados y calientes como antes. Las recreaciones y los trajes desaparecieron y los juguetes solo servían en pocas oportunidades. La idea de repetir un trío ni siquiera pasaba por nuestra cabeza y mucho menos animarnos a una orgía o una noche swinger con otra pareja, tema del cual habíamos hablado anteriormente. De hecho hacía dos semanas que no teníamos sexo y por esa razón poco me importaba que Emilia se enojara por mis zapatos al lado de la puerta.
   Mientras tomaba la cerveza pensaba en lo que iba a hacer cuando esta se acabara. Iba a ir a la pieza a cambiarme e iba a bajar al solárium a disfrutar del calor del verano, a tomar un poquito de sol y meterme en la pileta. Si tenía suerte podía que me encontrara con las hermanitas Ferrari que viven en el 4to y podía conversar con ellas para luego fantasear un poco más tarde. Las pendejas estaban buenísimas a pesar de tener 23 y 20 años y solían ser bastante provocadoras a la hora de tomar sol, usando tanguitas que se escondían en su cola y bikinis que dejaban sus tetas casi al descubierto. De solo pensar en que podía hacer eso y encontrarme con ellas, hizo que se me endureciera la pija.
   Me levanté del sillón luego de terminar la cerveza y la tiré al tacho de basura para luego volver a decir “Hola” en voz alta pues la primera vez Emilia no me había contestado. Nuevamente no recibí respuesta y me sorprendió el hecho de que ella no estuviera en la casa, pues salía de trabajar más temprano que yo y siempre la encontraba estudiando algo. “¿Emi? ¿Estás?” pregunté nuevamente pues me parecía muy curioso que se hubiese ido a otro lado. Fue entonces cuando descubrí que la puerta de la habitación estaba cerrada y desde el otro lado escuché un vago “En la pieza” que me hizo saber que mi novia estaba presente.
   - ¡Vení!- Me llamó desde el otro lado de la puerta pero su voz sonó rara.
   Últimamente nos hablábamos poco y cuando lo hacíamos solía ser para discutir por lo que nuestros tonos de voz eran serios. En esa oportunidad su voz sonó suave, delicada y prolongada, como si me estuviera llamando para que simplemente me acostara en la cama al lado de ella. Despacio me acerqué hasta la puerta y dudé unos segundos si debía entrar, pues tenía miedo de que del otro lado me estuviese esperando una crítica por cómo había guardado su ropa. Decidido abrí la puerta y me quedé completamente sorprendido al ver lo que me esperaba del otro lado.
   Emilia estaba acostada sobre la cama semi desnuda. Tenía puesto un corpiño rojo de encaje precioso que le resaltaba las tetas y una tanguita del mismo color que le quedaba dibujada. Unos zapatos negros de taco aguja descansaban sobre sus pies y un par de esposas yacía en su mano, las cuales sacudía de lado a lado. En su rostro se dibujaba una sonrisa enorme que iba de oreja a oreja y su mirada revelaba un tono de morbosidad que hacía meses que no apreciaba.
   - Hola mi amor.- Me saludó con voz dulce.- Tardaste en llegar. Te estaba esperando.
   Yo permanecía parado en la puerta, sorprendido por la imagen que veía. Nuestros últimos encuentros sexuales habían sido completamente distintos, pues se habían originado casi siempre antes de dormir, cuando los dos estábamos acostados y solo con la idea de sentir placer por un momento. En esa oportunidad Emilia había planeado todo, había pensado la escena y se había tomado el trabajado de buscar sus mejores prendas y algunos juguetes para sorprenderme. Era una iniciativa que hacía tiempo ninguno de los dos tomaba y evidentemente escondía algo más que simplemente pasar placer.
   - Vení, acostate.- Me dijo pasando su mano libre por sobre las sábanas.- No hagas que me enoje.- Agregó después sonriendo aún más.
   Entonces reaccioné, me quité la ropa hasta quedarme en bóxer y me subí a la cama para acostarme al lado de ella. Intenté besarla pero Emilia me frenó de golpe y diciéndome que no, me llevó con su mano hasta dejarme acostado boca arriba. Se subió sobre mi cuerpo, me tomó por las muñecas y fue subiendo mis brazos hasta que los pasó por entre las barras de la cama. En ese momento recuperó las esposas que había dejado a un costado y me esposó haciéndome prisionero de las barras del apoyacabezas de la cama. Su mirada se clavó en mis ojos y pude ver un fuego en ellos que hacía mucho tiempo no veía.
   - Hace mucho que no nos divertimos en la cama.- Me dijo sujetándome de la pera con fuerza.- Así que vamos a dejar de pelearnos por pelotudeces porque extraño mucho coger con vos como lo hacíamos antes.
   - Si mi amor…- Empecé a decirle pero ella enseguida me calló con un “shhh” y poniendo uno de sus dedos sobre mis labio.
   - ¿Quién te dijo que podés hablar?- Me preguntó.- Te quiero bien calladito. ¿Entendiste?
   Entonces le respondí sacudiendo la cabeza de arriba hacia abajo. Era un juego hermoso que hacía mucho tiempo no jugábamos: la dominación absoluta. Quien dominaba tenía el control total sobre el cuerpo del otro y podía hacerle lo que quisiera (sin límites) y quien era dominado debía permanecer en silencio y someterse por completo. Ese juego nos había llevado a experimentar mucho y a descubrir algunos horizontes de placer que jamás pensamos que íbamos a encontrar. Luego de eso Emilia bajó su cabeza y me besó suavemente en los labios para dar comienzo al juego.
   Sus labios siguieron recorriendo mi cuerpo, con el fin de calentarme. Me besó la cara, el cuello y los hombros. Cuando pasó por mis orejas sentí como sus dientes se clavaban en los lóbulos y los estiraba hasta causarme un pequeño dolor que enseguida desapareció cuando su lengua rozó mi nuca. Emi tenía una boca preciosa, bien carnosa y que sabía cómo usar para volverte loco de placer. Rozaba sus labios suavemente sobre mi piel prendiéndome por completo y excitándome al punto de que mi pija se sintiera presionada adentro del bóxer.
   Fue bajando por todo mi cuerpo, acariciando y arañándome delicadamente, dejando sus marcas por mi pecho y mordiéndome suavemente los pezones. Su lengua dejaba un rastro de saliva y un camino que fue desde mi boca hasta mi cintura. Se colocó entre mis piernas y tomó el bóxer con firmeza para sacármelo casi de un tirón y sonriendo nuevamente al ver como mi pija salía disparada de lo dura que estaba. “Mmm que rico lo que veo” dijo y se agachó clavándome las uñas en los muslos provocándome un grito que tuve que aguantarme. Su carita quedó escondida detrás de mi pija que se sostenía alzada como un mástil y cuando le pasó la lengua desde la base hasta la punta, sentí que iba a explotar de la calentura.
   Emilia empezó a chupármela sin dejar de clavarme sus garras sobre la piel. Primero le dedicó un buen rato a mi cabecita, lamiéndola toda, empapándola de saliva para luego ir bajando por el cuerpo de mi verga y chuparla entera. Me encanta como lo hacía, me volvía loco que no usara sus manos y que solo fueran sus labios y su lengua los protagonistas de la escena. Se sentía delicioso cuando subía y bajaba su cabeza por toda mi pija y se llenaba la boquita con ella. Pero lo mejor de todo era que lo hacía mirándome a los ojos, sin dejar de observarme con esa mirada de gata que me prendía fuego.
   Luego de varios minutos de comerme la verga y de llenármela de saliva, se levantó y se sentó sobre mi pecho. Aún tenía puesta la ropa interior y los zapatos, algo que le quedaba hermoso en ese cuerpo divino que tiene. “Ahora te toca a vos” me dijo y poco a poco siguió subiendo su cuerpo hasta que su conchita quedó frente a mi cara. Con un dedito se corrió la tanguita hacia un costado y despacito empezó a bajar hasta que mi lengua hizo contacto con su cuerpo.
   Me encantaba cuando Emilia se sentaba en mi cara y me entregaba su cuerpo. Me fascinaba sacar mi lengüita y lamerle la conchita hasta mojársela toda y ver como se retorcía de placer. Mientras yo degustaba su conchita y le lamía el clítoris de un lado al otro, ella se agarraba con firmeza de los barrotes de la cama y gemía como loca. Me encantaba eso de ella, que siempre demostraba lo mucho que le gustaba como se la cogían, que no se cansaba de gritar y de hacerte saber lo bien que la estaba pasando. Movía su cuerpo hacia arriba y hacia abajo, apoyando su culito en mi pera y ahogándome con su conchita. Adoraba ese juego.
   Ninguno de los dos pudo aguantar mucho más la calentura, pues llevábamos semanas sin tener sexo y meses sin hacerlo con pasión. Rápidamente Emilia se colocó sobre mi cintura y fue introduciendo mi pija bien dura adentro de su cuerpo. Una vez que la tuvo toda adentro empezó a moverse lentamente con sus manos apoyadas sobre mi pecho y mirándome fijo a los ojos. Yo aún sentía el sabor de su cuerpo en mi boca y me relamía los labios que conservaban la humedad de su entrepierna.
   Sus garras se clavaron en mis pectorales y abrí bien grande la boca con el fin de gritar pero tuve que ahogar el alarido. Ella sonrió feliz de que yo respetara la regla número uno del juego y dejó que su cintura se fuera moviendo cada vez más rápido. Sentía un placer inmenso con cada movimiento que ella daba hacia adelante y hacia atrás. Sus labios se separaron y enseguida comenzó a lanzar suaves gemidos de placer que penetraban mi mente y me volvían cada vez más loco. Me moría de ganas de llevar mis manos a su cola y agarrársela con fuerza, pero las tenía atadas en los barrotes del respaldar.
   Emilia cerró los ojos y levantó las manos de mi cuerpo para tirarse hacia atrás. Enseguida se sujetó las tetas con fuerza y comenzó a saltar como loca por sobre mi cuerpo. Saltaba con tanta violencia que mi pija entraba y salía de su conchita casi en su totalidad. Ese movimiento me volvía loco y ella lo sabía. Le fascinaba brincar sobre mi cintura y clavarse hasta el fondo mi pija porque además del placer que le producía a ella, me volaba la cabeza a mí también. Sus gemidos se hicieron cada vez más fuertes y pude escucharlos sonar por toda la habitación.
   - ¡Ay sí! ¡Me encanta! ¡Cómo me gusta cogerte así!- Gritaba como loca sin dejar de moverse y de sujetarse las tetas con fuerza.
   Minutos más tarde se levantó y giró su cuerpo hasta darme la espalda. Cuando se sentó nuevamente encima de mi verga, inclinó su pecho hacia adelante hasta que sus tetas se posaron sobre mis piernas. Me fascinaba esa pose pues tenía un primer plano hermoso de su culito. Lentamente Emilia comenzó a moverse de nuevo, cogiéndome como a ella le gustaba, a la velocidad que ella quería y de la forma que mejor le parecía. Sus uñas se clavaron en mis tobillos con fuerza y se animó a mordisquearme los dedos del pie, algo que por alguna razón me encantaba.
   Su culito se abría cada vez que su cintura se elevaba y mi pija desaparecía por completo adentro de su conchita cuando esta caía. Sus gritos volvían a inundar toda la habitación, pues a ella le encantaba cogerme de esa manera y gozar con mi verga. El placer que me provocaba era increíble y poco me importaba el ardor que sentía en todo el cuerpo por culpa de sus uñas. Yo permanecía callado, sin hacer el más mínimo ruido y disfrutando de como mi novia me cogía como loca, con la tanguita y el corpiño rojos aún puestos. Sus tacos apuntaban directo a mí y me volvía loco que los usara para esa ocasión.
   Emilia acabó luego de cogerme varios minutos y cuando lo hizo, sentí como su conchita chorreaba sobre mi verga. Me voló la mente que eso sucediera pues era algo que no pasaba hacía mucho tiempo y en ese momento supe que habíamos recuperado el sexo salvaje. Luego se levantó y se sentó nuevamente en mi pecho, dejando caer el fluido de su cuerpo sobre mi piel caliente. “¡Mmm como me gusta cogerte así, mi amor!” me dijo mientras me sacaba las esposas y me permitía bajarlos brazos. Sin embargo el juego no había terminado, por lo que yo permanecí callado y dejé que ella diera la próxima orden.
   - Date vuelta y ponete en cuatro mi amor.- Me dijo sonriendo y saliendo de encima de mi cuerpo.
   La duda se apoderó de mi cerebro pues no tenía ni idea lo que Emilia tenía planeado hacer conmigo. Pero como todavía estábamos jugando me di media vuelta y levanté mis piernas hasta quedar en la posición que ella me había pedido. Mi novia abrió mis piernas y se acostó boca arriba debajo de mi cuerpo, metiendo su cabeza entre mis rodillas. Mi verga quedó bien en frente de su cara y la tomó con firmeza para comenzar a chuparla como solo ella sabía hacerlo. El placer que empecé a sentir fue tan grande que no supe cuanto más iba a poder aguantar hasta acabar adentro de su boca.
   Pero el por qué me había obligado a poner en esa posición se respondió enseguida. Emilia apoyó su mano derecha sobre mi cola y poco a poco fue llevando su dedo índice hasta mi culo. Ni bien sentí la presión de esté, me contraje, pero ella me pidió que me relajara y me siguió comiendo la pija de una manera increíble. En ese momento comenzó a masajear mi culito mientras yo permanecía en esa posición y sus labios degustaban mi verga que estaba totalmente dura. Era una sensación extraña, pues nunca habíamos hecho eso en esa posición, sin embargo me encantaba sentir la presión de su dedo y la humedad de sus labios en mi cuerpo.
   - Dale mi amor. ¡Dame toda la lechita!- Dijo de pronto Emilia.
   Empezó a pajearme a toda velocidad y su dedo comenzó a moverse con mayor firmeza. Incliné la cabeza hacia abajo y pude ver a través del túnel que generaba mi cuerpo por encima de la cama, como ella abría la boca y sacaba la lengua esperando que yo le acabara encima. Su mano se movía cada vez más rápido sobre mi verga pajeándome a toda velocidad, mientras que su dedo presionaba sobre mi culito con la intención de entrar en mi cuerpo. Cuando lo hizo sentí como todo mi cuerpo se erizaba y un escalofrío recorría mi cuerpo. Acabé enseguida, largando toda la leche sobre el rostro y la boca de mi novia, tal como ella quería.
   Luego de unos segundos de excitación, nos acostamos uno al lado del otro. Ella se sacó la ropa y los zapatos y se limpió la cara con las sábanas para después abrazarme y darme un beso. Al principio nos quedamos en silencio, pero tras varios minutos ella me preguntó cómo me había ido en la oficina y empecé a contarle todos los problemas que había tenido. Así nos quedamos, recostados y conversando sobre el día que cada uno había tenido, sin darnos cuenta que acabábamos de revivir no solo el sexo, sino también nuestra relación.


SIGUIENTE


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6 comentarios - Vecinos. Capítulo 1

daros82 +1
me encantan estos puterios de consorcio 🙂
HistoriasDe
Y esto recién empieza jajaja
martinfcd +1
Excelente comienzo. Me dejó queriendo más!
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Muchas gracias!! Ya vienen más!
mdzterracota +1
Empiezo a leer la saga, me parece buena
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Muchas gracias!!