Recordando la adolescencia...

Pasando los treinta y en este contexto de cuarentena se me dio por revisar fotos viejas, de esas que me traje de la casa de mis viejos hace años.
Fotos de mi niñez, festejos de cumpleaños, algunas de mí época de futbolista amateur y obviamente de la época escolar. Fueron esas fotos las que me hicieron comenzar a revisar mí inició en el sexo... 
Como todos -me imagino-, fue en la escuela donde tuve mí primer noviecita, dónde empecé a "tranzar" en los bailes que se hacían en el gimnasio, dónde empecé a fantasear con alguna de la chicas de los cursos más grandes y dónde empecé a vivenciar el sexo. 
Fui a una escuela religiosa, la cual era solamente de varones. Hasta los 12 años la verdad no me importaba porque vivía pensando en una pelota de fútbol; ser todos varones nos permitía correr en el patio, ensuciarnos, rompernos el guardapolvo y cada tanto revolearnos una trompada. Pero la mayor libertad era poder volver al aula todo chivado, compartiendo el olor a transpiración con mis compañeros y que no nos importe nada.
Sin embargo eso cambió cuando llegamos a 1 año del polimodal, ese año entraron las primeras mujeres. Éramos 30 varones para 5 chicas, ¡imagínense!. A partir de ese año la imagen pasó a ser importante, el aroma a desodorante axe fundamental, había que seguir demostrando las habilidades deportivas pero también ser más sensibles, las trompadas se guardaban para cuando no quedaba otra. En fin, empezamos a transitar la adolescencia y con ella las hormonas se alteraron y la calentura llegó de golpe. 
Todos estos recuerdos afloraron cuando vi las fotos, y ahí la vi a ella, la vamos a llamar "Camila". Ella era bajita, rubia, ojos celestes, no hablaba demasiado, vestía bien y olía mejor. Era una “nena bien”, se le notaba, y realmente no nos daba mucha bola. Era distante, se sentaba adelante con otra chica a la cual conocía de la escuela primaria (habían ido juntas desde chicas, era una escuela de monjas que se encontraba a dos cuadras de donde yo iba). La verdad no la miraba demasiado, siempre estaba seria, con una colita tirante, que hacía sus cachetes más grandes y su mirada más fría. Era bella, muy, pero fría, no tenía el desparpajo de los adolescentes, o al menos eso pensaba yo. Además intelectualmente no se destacaba, y que se yo, me aburría.
A mi los ojos se me iban por “Carla” (no es su nombre real, pero no importa). Ella era alta para la edad que teníamos, grandota, tenía un buen lomo para nuestros púberes 15 años pero sin embargo mis compañeros decían que era gorda.Y yo,que era un pibe normal, pero deportista, federado, flaquito (no valía dos mangos pero me creía mil) sentía que si decía abiertamente que me gustaba “la gorda”, era un bajón, atenta contra mi “imagen” (sí, “mi imagen” jajaja, un pelotudo el pibe). 
Entonces pasaron los primeros meses de escuela, yo haciéndome el interesante con Carla pero de manera solapada y sin mirar a Camila. Quedaban tres compañeras más en el aula, pero dos de esas eran las top y no estaban a mi alcance (al menos al comienzo) y la otra -la “amiga” de Camila”- era realmente poco agraciada y no me despertaba ningún interés. 
Sin embargo la cosa cambió casi al final del primer trimestre. No me acuerdo que materia seria, pero nos mandaron a hacer un trabajo grupal y a mi me tocó compartir grupo con Camila. 
Ella vivía a dos cuadras de la escuela, una casa grande, linda, y ese sería el lugar para juntarnos a trabajar. Por una cuestión de comodidad de horarios nos debíamos reunir a la salida del colegio; iríamos todos a su casa, cocinaríamos unas hamburguesas y empezaríamos a trabajar para sacarnos el T.P de encima. 

La verdad no estaba muy entusiasmado con el plan; además había que sumarle que todos mis compañeros de trabajo o no tenían muchas “luces” o eran demasiado vagos; yo era como el “buen alumno”, la salvación del equipo. Sin embargo tenía un as bajo la manga para no participar: mi horario de entrenamiento. De martes a viernes yo entrenaba de 14 a 17 horas aproximadamente y los lunes iba al gimnasio con el club, entonces tenía poca disponibilidad. Todo estaba dado como para poder zafar y trabajar en mi casa tranquilo. Sin embargo mi vieja truncó el plan,habló con la mamá de Camila y arreglo que yo vaya a la casa de ella cuando terminara de entrenar, imagínense mi fastidio. Lo que no sabía es que la intromisión de mi vieja iba a ser de lo mejor que me iba a pasar en la vida jejeje...

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