Nuevos amantes. Capítulo 7

Nuevos amantes. Capítulo 7

Esta es la historia de Diego y Mariana, dos chicos que comienzan una relación que poco a poco se va enredando entre amor y engaños y en la cual el sexo juega un papel principal que va a definirlo todo. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

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Capítulo 7: Juego de dominación (Diego)
   Belén y yo tardamos un tiempo en volver a estar juntos, pero cuando lo hicimos fue increíble. Pasaron unas semanas desde que volvimos a besarnos hasta que tuvimos sexo, sin embargo esa espera hizo que el sexo fuera muy caliente y apasionado. No hubo juego de dominación, ni juguetes sexuales, solo ella y yo envueltos en besos abrazos y mucho placer. Belén acabó por primera vez luego de un rato y me pidió que le llenara la cola de leche. Después de eso, entramos a la ducha y no pudimos dejar de acariciarnos hasta que la calentura fue más fuerte que nosotros. Entonces volvimos a la pieza para una segunda vuelta que terminó en algo mucho más zarpado que antes, con muchos orgasmos de su parte y todo mi semen en su boca.
   Cruzármela a Mariana en el parque cuando estaba con Belén no fue algo bueno. Ese encuentro desató una pelea con mi compañera de la facultad que terminó en una discusión bastante grande que luego de unos días se solucionó. “Odio a esa pelotuda. Ella no te quiere como yo” me dijo y en ese momento supe que tenía razón. Poco sabía de Mariana y poco tiempo había pasado con ella como para asegurar que lo nuestro era algo viable, de que había algo de química entre los dos.
   Pero después de eso, nos encontramos en varias oportunidades y cada vez que la veía sentía algo raro en mi cuerpo. Su sonrisa me encantaba, su pelo negro se movía de manera extraña y sus ojos claros me cautivaban y hacían que mis ideas se descontrolaran. La primera vez ella iba acompañada de una amiga por lo que no tuvimos mucho tiempo para hablar. Pero cuando me la volví a cruzar y ella se paró para saludarle, decidí jugármela y preguntarle si era feliz con Lucas, su novio. Mariana dudó unos segundos y permaneció en silencio hasta que me respondió que sí, que era feliz con él.
   Entonces supe que ella provocaba algo en mí que ninguna otra persona lo había hecho. No pude dejar de pensar en ella por los siguientes días, ni siquiera cuando estaba con Belén. Comencé a tener sexo con la chica que me quería y me di cuenta que pensaba todo el tiempo en la otra, que me imaginaba su cuerpo sobre el mío y deseaba con todas las ganas que me dominara, que me ahogara y me cogiera a su placer. Sin embargo Belén no era como Mariana y eso hacía que no pudiera sacarme a la chica de mi cabeza.
   Hablé con Ramiro y con Leandro para contarles lo que me pasaba y ellos simplemente me dijeron que estaba enganchado. “La piba te tiene loco. Hacete el boludo, hablale y fíjate que onda” me aconsejó el primero y a pesar de que la idea de hablarle me comía la cabeza, no quería molestarla en su nueva relación. A su vez no quería arruinar mi relación con Belén, la cual volvía a tomar rumbo luego de varios meses de idas y vueltas. Nos mostrábamos juntos en público y ya todos en la facultad sabían de los nuestro. Clara y Macarena, sus mejores amigas, sentían algo de recelo al ver que ella volvía a confiar en mí luego de lo sucedido la noche de mi cumpleaños. Pero con el correr de los días vieron que la cosa iba seria y comprendieron que en esa oportunidad iba a ser distinto.
   Lo único que parecía no funcionar con Belén, era el sexo. Mariana me había abierto la puerta a la dominación y ahora solo pensaba en eso cuando tenía sexo con mi chica. El problema era que Belén era más bien sumisa y le gustaba que yo la dominara, a pesar de que a veces se animaba al juego inverso. Cuando el calor de Diciembre llegó a nuestras vidas y nos encontramos una noche en mi habitación teniendo sexo con el aire, le pedí que me ahogara en pleno acto y eso hizo estallar una bomba. Belén se levantó de encima de mí y se sentó sobre la silla con cara de indignada.
   - ¿Qué pasa?- Le pregunté yo sin entender y con la pija aun dura.
   - No me gusta eso.- Me dijo cruzando los brazos y mirando a la pared.
   - ¿Qué cosa?- Le pregunté sin entender a qué se refería.
   - Ahorcarte.- Dijo ella casi con un dejo de vergüenza.- No me gusta. No me sale.
   - Bueno, no pasa nada.- Le dije yo tratando de minimizar el hecho.- No lo hagas y punto…
   Pero mis palabras no fueron suficientes, ya que eso llevó a que Belén me terminara confesando que en realidad sentía que cuando yo le decía eso, era porque quería experimentar lo que había vivido con Mariana. Tenía razón, pero tuve que negárselo rotundamente y confesarle que eso en realidad lo había vivido con otra chica antes de eso. Belén no se sintió conforme y siguió pensando que lo que a mí me calentaba era pensar en su enemiga y que por eso quería que me ahogara. Sin embargo luego me terminó confesando que ella disfrutaba más siendo sumisa que dominante, por lo que no le gustaba tanto llegar a esos límites.
   Fue entonces cuando me di cuenta que estaba frente a un dilema. Antes de conocer a Mariana disfrutaba muchísimo del sexo en general, sin importar lo que hiciera. Pero desde que estuve con ella sentía la necesidad de ser dominado, de que me dijeran que hacer y obviamente de que me ahogaran mientras me cogían. Belén era todo lo contrario y yo lo sabía. Era una chica silenciosa, sumisa y que le encantaba complacer a su pareja por lo que el juego que yo le había propuesto la había dejado parada en un lugar incómodo. Pero Mariana era algo del pasado, era una hoja que ya había pasado en mi libro y ahora debía seguir adelante para concentrarme en la chica que tenía en frente.
   - Boludo, sabes lo que daría porque una mina me pida que la domine.- Me dijo Manuel riéndose.- Las últimas dos pibas con las que estuve eran re jodidas. Una hasta me dijo que no me iba a chupar la pija.
   Obviamente, contarles mi situación a mis amigos fue algo incómodo, principalmente porque ellos pensaban que estaba frente a una mina de oro y que no sabía cómo explotarla. Ramiro y Leandro opinaban igual que Manuel y de hecho me dijeron que tenía que complacer a Belén como ella quería para después pedirle lo que a mí me gustaba. “Unas dos o tres veces lo que a ella le gusta. Una vez lo que vos querés” me dijo Leandro y después me preguntó si yo no disfrutaba cuando la dominaba. Estaba más que claro que sí lo hacía, pero en mi cabeza no dejaba de pasar la imagen de Mariana clavando sus garras en mi cuello.

   - ¿A dónde vamos?- Me preguntó Belén mientras caminábamos despacio pues tenía los ojos tapados.
   - ¿Para qué me preguntás si sabés que estás en mi casa, boluda?- Le dije yo sin darle mucho sentido a su pregunta.
   Le había preparado una cena más bien romántica y luego le había dicho que se tapara los ojos con un pañuelo para poder darle una sorpresa. Cuando entramos a mi pieza y cerré la puerta para que nadie nos molestara, le saqué el pañuelo y ella se sorprendió al ver que no había nada distinto. Miró alrededor por unos segundos mientras yo permanecía parado detrás suyo y luego giró la cabeza para lanzarme una mirada que desorientada.
   Pero antes de que pudiera hacer o decirme algo, yo reaccioné y tomé las esposas que había apoyadas sobre el escritorio al lado de la puerta y se las puse. Sorprendida por mi rapidez y con las manos esposadas sobre la espalda, Belén me miró y abrió bien grande los ojos. “¿Y esto?” me preguntó con una sonrisa en el rostro pero yo enseguida la callé y le dije que no hablara. Mi expresión había cambiado por completo y ella lo notó pues modificó la suya al verme. La agarré con fuerza de las manos y me paré detrás de ella para que sus dedos rozaran mi pantalón y me acerqué a su oído para decirle:
   - Te voy a coger toda. Te voy a dar bien duro hasta que me pidas que pare.- Le susurré con voz gruesa y suavemente.
   Belén giró la cabeza y miró hacia adelante pero yo estaba convencido que en ese momento ella sonreía pues eso era lo que estaba esperando. La fui trasladando lentamente hasta la cama y cuando nos encontramos delante de ella, le saqué el pantalón de manera brusca para dejarla con la tanguita puesta. Le ordené que se acostara en la cama y ella lo hizo boca arriba, con las manos esposadas detrás de ella. Me arrodillé delante de su cuerpo y Belén me abrió las piernas ofreciéndome su cuerpo. “¡No podés ser tan puta!” le dije y clavé mis dedos en sus muslos. Comencé a besarle las piernas lentamente y de a poco fui subiendo por su cuerpo hasta llegar a la cintura.
   Pasé mi lengua por encima de su bombacha y ella tembló de una manera que me volvió loco. Se la notaba incómoda con sus manos detrás de su cuerpo, pero a la vez era evidente que le encantaba lo que estábamos viviendo. Con mis dedos corrí su tanguita hacia un costado y comencé a chuparle la concha. Al principio lo hice de manera lenta, pasando mi lengua de abajo hacia arriba y concentrándome en su clítoris. Pero poco a poco fui tomando velocidad y mi lengua dibujó círculos sobre su húmedo cuerpo y sus gemidos no tardaron en llegar. Me encantaba como sus pequeños gritos resonaban por todo la habitación al mismo tiempo que mi lengua movía su clítoris de un lado al otro. Mis manos seguían firmes sobre sus piernas y mi mirada no podía llegar más allá de su cuerpo que se encorvaba hacia arriba por culpa de sus manos.
   Me paré nuevamente y mientras me desabrochaba el pantalón, le ordené que se arrodillara delante de mí. Ella enseguida se agachó frente a mi cuerpo y cuando lo hizo abrió la boca para recibir mi pija de manera violenta. Se la metí de lleno en la boca y la agarré con firmeza del pelo para ir mantener fija su cabeza mientras movía mi cintura hacia adelante y hacia atrás. Me cogía con fuerza la boca de Belén, mientras que ella seguía sometida frente a mi cuerpo con las manos esposadas detrás de su cuerpo. Se ahogaba con cada golpe que mi pija daba contra el fondo de su garganta, pero no podía moverse ya que yo la sujetaba bien fuerte.
   - ¡A la cama putita! ¡En cuatro!- Le ordené haciendo un paso hacia atrás.
   Ella subió y se arrodilló, pero ni bien se inclinó hacia adelante, como no podía usar las manos para apoyarse, cayó de seco en el colchón. Estaba rendida ante mis pies, con la movilidad muy reducida y escupiendo saliva por la forma en la que la había hecho chupármela. Sin dejar que se terminara de acomodar, me paré detrás de ella y clavé mi pija en su concha empapada. Belén pegó un grito que resonó por toda la habitación y enseguida le ordené que no hiciera tanto ruido, pues no quería levantar a los vecinos. Con la verga totalmente adentro de su cuerpo y con mis manos sujetándola por la cintura, me la empecé a coger a toda velocidad.
   Mi cuerpo se movía de manera muy acelerada y chocaba contra la cola de Belén en un ruido seco que resonaba por toda la habitación. Ella permanecía recostada, con la cabeza contra el colchón, girada hacia un costado y todo el pelo en la cara. Sus manos en la espalda permanecían esposadas, y me tentaron tanto que se las agarré con fuerza y empecé a tirar de ellas para que Belén terminara levantando su pecho y este quedara en el aire. Entre gemidos y gritos de placer, comprobé que tenía el control absoluto del momento y eso me calentó tanto que no pude evitar moverme aún más rápido. Era yo el que dominaba, era ella la sumisa que obedecía y saber eso me excitó de una manera increíble, mucho más que si las cosas hubiesen sido al revés o si hubiese tenido la mano de Belén alrededor de mi cuello.
   Solté sus manos y su cuerpo se desplomó nuevamente sobre el colchón. Entonces le pegué el primer cachetazo en la cola que resonó por toda la habitación. Ella gritó pero nuevamente le ordené que no hiciera ruido y cuando volví a pegarle un chirlo, Belén permaneció en silencio y se ahogó el grito. Era como si todo lo que hacía me volvía loco y provocaba que mi cabeza explotara. Era increíble cómo podía disfrutar tanto de ser dominado como dominar a tal punto de volverme violento y agresivo. Pero lo mejor de todo es que era obvio que Belén lo disfrutaba muchísimo.
   Entonces volví a sujetarla con fuerza, pero en esa oportunidad lo hice desde su pelo, haciendo nuevamente que su cuerpo se elevara y que su cabeza se alzara hacia atrás. “¡Ay! ¡Me duele!” protestó ella, pero enseguida le dije que se callara y que disfrutara de mi pija en su conchita empapada. Pareció ser suficiente, pues cuando volví a penetrarla hasta el fondo ella permaneció en silencio y dejó que yo la siguiera cogiendo a mi placer. Me volvía loco, me fascinaba estar así, dándole bien duro, sintiendo su conchita empapada sobre miv erga y sujetándola del pelo con fuerza. Sus quejidos se mezclaban con gemidos de placer que podía oír claramente y me llegaban hasta lo más profundo del cerebro.
   - ¿Querés que te saque las esposas?- Le pregunté acercándome a su oído.
   - Si, por favor.- Me dijo ella casi como rogándomelo aunque pude ver una sonrisa en su rostro.
   - Entonces primero vas a tener que sacarme la leche.- Agregué y vi como la sonrisa se borraba de su rostro mientras se dibujaba en el mío.
   Me alejé nuevamente de ella y la tomé de las manos para levantarla de la cama y la ayudé a arrodillarse una vez más delante de mí. “¡Dale putita! ¡Sacame toda la leche!” le ordené y volví a meterle la pija entre los labios de manera violenta. Belén enseguida me la empezó a chupar como pudo, moviendo su cabeza hacia adelante y hacía atrás y tragándosela hasta el fondo. Yo llevé nuevamente mi mano hasta su cabeza y la sujeté del pelo, pero en esa oportunidad lo hice desde su nuca. Acompañé cada uno de sus movimientos que eran cada vez más rápidos y me dediqué a disfrutar de cómo me la comía entera. Me volvía loco ese juego, me había encantado y me había puesto demasiado caliente.
   Le saqué la verga de la boca a Belén y empecé a pajearme frente a ella, por lo que automáticamente pude ver su lengua salir de sus labios, dispuesta a recibir todo mi semen. Esa imagen me tentó y entonces le pasé la cabeza de la pija por la lengua y ella se dedicó a lamérmela toda, haciendo que se pusiera más y más roja de lo que ya estaba. Me volvió tan loco sentir como la masajeaba con su lengua que no pude controlarme y empecé a acabar sobre ella. Al principio salió despacio, como si estuviera cayendo suavemente sobre la boca de Belén. Pero enseguida empezó a salir a chorros y fue a parar tanto a sus labios como a su rostro, empapándola por completo y bañandola de lechita bien espesa y calentita.
   Le saqué las esposas y ella fue directo al baño a limpiarse la cara mientras que yo aproveché para acostarme en la cama y relajarme un poco. Belén volvió al cabo de unos segundos con una sonrisa de oreja a oreja y se acostó al lado mío y sentí el calor de su cuerpo sobre el mío. Nos miramos y nos dimos un beso bien apasionado para que después ella posara su cabeza sobre mi hombro y comenzara a quedarse dormida. Había sido increíble. Sin lugar a dudas ser dominante, agresivo y violento me había encantado y no podía aguantarme las ganas de volver a hacerlo. Me encantaba estar con esa chica al lado mío, me volvía loco besarla y me fascinaba la idea de cogerla de esa manera miles de veces. Sin embargo por un segundo se me cruzó por la cabeza la idea de hacer con Mariana lo que acababa de hacer con Belén.


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2 comentarios - Nuevos amantes. Capítulo 7

garcheskikpo +1
Alta histerica la Belen esa, pero se deja cojer
HistoriasDe
Bueno che, cada una tiene sus cosas!
Gracias por comentar!
garcheskikpo +1
Jajaja recien me estoy poniendo al día con los relatos, esta buena la saga
HistoriasDe
Muchas grcias!