Cuarentena total. Capítulo 5

Cuarentena total. Capítulo 5

Durante la cuarentena total y obligatoria por culpa del COVID-19, un grupo de personas va a descubrir que sus vidas sexuales se ven afectadas de tal manera, que van a encontrarse frente a extrañas emociones y nuevas fronteras de placer. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

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Capítulo 5: Tentaciones
   Su cuerpo mojado por el agua de la ducha había dejado un rastro de gotas que iba desde el baño hasta su pieza. Caminé con cuidado por el pasillo tratando de esquivar los pequeños charcos que había en el piso. Iba a mitad de camino, casi a punto de llegar a mi habitación, cuando de golpe una escena que pasó por mis ojos me dejó inmóvil. La puerta de su pieza estaba semi abierta y desde mi lugar podía verla a ella recostada en la cama, completamente desnuda y con los ojos cerrados. Sus manos estaban ocultas entre sus piernas y su boca parcialmente abierta emanaba suaves gemidos que yo podía oir gracias al silencio que reinaba en la casa. ¿Era este otro más de sus descuidos? ¿O se trataba de un mensaje directo de lo que tanto ella como yo queríamos?
   Me llamo Emiliano, tengo 30 años y trabajo de administrativo en una gran empresa textil de la ciudad. La cuarentena total fue un baldazo de agua helada para la empresa, ya que frenó de golpe la producción y nos dejó a los diez empleados en nuestras casas, sin mucho por hacer. La primera semana, teníamos algo de trabajo, sobre todo los del área administrativa. Sin embargo, a medida que iban pasando los días, ya no teníamos nada por hacer y me encontré con muchísimo tiempo libre en mi casa. Por suerte, podríamos decir, la cuarentena no me agarró solo.
   A los 28 años me mudé a un departamento al centro de la ciudad. En ese momento estaba de novio con una chica y la idea era vivir juntos, pero en medio de esa planificación comenzaron las peleas que poco a poco fueron llevando al fin de nuestra relación. Durante unos seis meses, un amigo de toda la vida se mudó al departamento y eso me sirvió para costear los gastos del mismo. Sin embargo, él terminó yéndose a vivir con una chica que había conocido hacía poco y yo volvía a estar solo. Al poco tiempo fue cuando apareció Magalí.
   Maga es una amiga mía de hace años. La conocí a los 18 cuando los dos estábamos estudiando administración de empresas y enseguida nos hicimos muy buenos amigos. Seguramente se lo estén preguntando, así que se los digo de entrada: no, que nunca hubo nada sexual entre nosotros. En ese momento yo estaba saliendo con una ex compañera de la secundaria y ella comenzaba una relación con uno de los chicos de la facultad. A medida que fueron pasando los años, nuestra amistad se fue haciendo más fuerte y llegamos a convertirnos en grandes amigos.
   Obviamente había algunas limitaciones en nuestra amistad, sobre todo porque yo soy hombre y ella mujer. Solíamos compartir confidencias acerca de nuestras relaciones, pero más a nivel afectivo y no tanto a nivel sexual. Yo sabía, por diferentes fuentes, que ella era muy activa en cuanto al sexo y que podía llegar a ser muy salvaje. Magalí había salido hacía ya un tiempo con un amigo mío del club y él me había contado muchas cosas sobre ella, destacando especialmente su actitud provocadora que yo apenas conocía. También, su ex novio, solía ser muy verborrágico las veces que lo vimos. A su vez, estaba seguro que ella conocía algunos secretos de mi vida íntima ya que en el pasado yo había tenido algunos encuentros con dos de sus amigas.
   Sin embargo, en este momento los dos nos encontrábamos solos. Yo había cortado con mi ex y estaba pasando por una etapa de soltería que disfrutaba en encuentrso esporádicos con diferentes mujeres y Maga acababa de vivir un fracaso amoroso con un chico del cual ella estaba enamorada, pero el amor no le era correspondido de la misma manera. Para colmo, el contrato de alquiler de donde ella estaba viviendo se vencía y la renovación la encontraba con un aumento enorme que no podía pagar. Fue ahí cuando le propuse de mudarse conmigo, aprovechando la habitación vacía que tenía en mi depto. Ella aceptó con gusto.
   La convivencia era excelente. Magalí hacía muchísimas cosas de la casa, no tenía muchos actos molestos y era muy divertida. Obviamente tuvimos que poner algunas reglas. La primera fue sobre el orden, ya que era importante que fuéramos ordenados al menos en las habitaciones comunes. La segunda era en referencia a los ruidos, tratando de respetar los horarios de descanso. La tercera era sobre cualquier invitado que pudiera llegar a venir. Sabíamos de la vida sexual del otro y es por eso que habíamos acordado en avisarnos previamente cuando teníamos la intención de usar la casa con ese fin.
   Volviendo al principio de la historia, la cuarentena también la agarró por sorpresa a ella. Magalí trabajaba de momento en un local de venta de equipos electrónicos, por lo que automáticamente la empresa cesó las actividades. Desde un primer día, ella se encontró totalmente libre y se pasaba los días mirando series y películas, leyendo libros y tomando sol en el pequeño balcón del departamento. Luego de que pasaron los primeros días y yo ya no tenía más tareas para hacer, comenzamos a cruzarnos bastante y a hablar más de lo que lo hacíamos diariamente.
   - ¿Hace cuanto que no cogés, Emi?- Me preguntó el día cuatro de aislamiento mientras estábamos sentados en el sillón cada uno con su celular.
   - Me ví con una chica el fin de semana antes de que arranque la cuarentena.- Le respondí en un principio.
   Pero entonces me di cuenta que eso había sido hacía ya diez días. No había pensado mucho en eso, pues la preocupación de la situación general más las minoridades del trabajo, me tenían bastante preocupado. Sin embargo, desde que tuvimos esa conversación, me di cuenta que hacía mucho que no estaba con una mujer, sobre todo teniendo en cuenta la vida sexual activa que llevaba desde que había cortado con mi ex.
   Magalí no estaba mejor que yo. Desde que había terminado con este chico del cual ella se había enamorado, solo había estado con dos hombres y en muy pocas oportunidades. Es por ello, que ese día me confesó que había pasado un mes desde su última vez y que estaba muy caliente. "No veo la hora de que sea primero de Abril para verme con este pibe. Tengo unas ganas de comerme su pija, que ni te cuento!" me dijo en referencia al chico con el que se hablaba en ese momento. Sus palabras, hicieron ruido en mi cerebro.

   El sexto día de cuarentena fue cuando las cosas empezaron a ponerse algo “inusuales”. La conversación sobre sexo y nuestra falta de este, había quedado en mi cabeza por más corta que había sido. Esa mañana me levanté temprano para trabar un poco y ni bien entré a la cocina, la encontré a ella buscando algo en la alacena debajo de la mesada. Estaba con las rodillas apoyadas en el piso e inclinada hacia adelante, dándole la espalda a la puerta de la cocina. Tenía puesta una remera suelta que solía usar para dormir y nada abajo, por lo que lo primero que ví cuando entré, fue su tanga color rosa.
   - Buen día.- Le dije haciéndome el distraído pero sin poder evitar mirar su culo que estaba en primer plano.
   Maga era una chica flaquita, peticita y que se mantenía en muy buen estado. Yo siempre la había visto como una amiga, por lo que no me había fijado nunca en su cuerpo. Sin embargo, en ese momento, su cola y su tanga se apoderaron de mi mirada y no pude despegar los ojos de ella hasta que se levantó y se dio vuelta. "¡Ay perdón!" me dijo dándose cuenta de como estaba vestida pero quedándose así a pesar de eso. Enseguida le dije que no había problema, pero no pude evitar sentir un cosquilleo en mi entrepierna ni bien mi amiga salió de la cocina.
   El día siguiente, cumpliéndose ya una semana de cuarentena, pasó algo similar. Yo me estaba bañando y ella entró de golpe diciéndome que tenía que buscar algo en el botiquín. La cuestión fue que entró nuevamente vestida con una remera suelta que le llegaba a la cintura y debajo de esto una tanga, en esa oportunidad de color negro. Como no alcanzaba las cosas que estaban en la parte de arriba del botiquín, tuvo que ponerse en puntitas de pie y apoyar la cintura contra la pileta, haciendo que nuevamente su cola quedara bien expuesta. Mi curiosidad por ver lo que estaba haciendo fue más fuerte y me asomé sutilmente por detrás de la cortina y observé. Su cola volvió a cautivarme y sin darme cuenta, comencé a tocarme la pija con una mano. Magalí salió del baño con un frasquito de algo y ni bien cerró la puerta, yo me empecé a masturbar con la imagen de lo que acababa de ver, bien viva en mi mente.
   En ese momento, me di cuenta que la cuarentena me estaba afectando. De golpe pensaba todo el tiempo en sexo y veía cosas estimulantes en cualquier lado. Empecé a ver que algunas chicas que seguía en Instagram, ya sean amigas o conocidas, subían fotos semi desnudas o exhibiendo sus atributos, mostrándose de manera bien sexy. Las protagonistas de la serie que estaba viendo, me calentaban de una manera única y las escenas románticas me ponían como loco. Para colmo, la gerente de recursos humanos de la empresa, que contestemente me mandaba audios con novedades sobre decisiones tomadas, estaba buenísima y su foto de WhatsApp me hacía laburar la cabeza a mil. Todo me excitaba.
   El segundo domingo y décimo día de cuarentena, me levanté muy temprano sin ninguna razón y fui a recostarme en el sillón del comedor ya que no me podía dormir. No llevaba más de media hora mirando redes sociales en el celular cuando escuché que la puerta de la habitación de Magalí se abrió. Segundos más tarde ella pasó completamente desnuda por el comedor y entró en la cocina sin darse cuenta que yo estaba acostado en el sillón. Obviamente seguí su recorrido de unos pocos metros con la mirada, prestando principal atención en sus pequeños y redondos pechos, así como su cintura delicada.
   Parpadeé rápidamente durante unos segundos y enseguida pensé que mi mente me había jugado una mala pasada. ¿De verdad Magalí había pasado caminando hasta la cocina completamente desnuda? Eso no podía ser verdad. Una de las primeras reglas que habíamos puesto, y una de las más importantes, era siempre estar vestidos y ella siempre la había cumplido al pie de la letra. Estaba convencido de que todo había sido parte de mi imaginación, pero eso no fue suficiente para evitar que mi pija comenzara a endurecerse.
   Cuando estaba terminando de convencerme que todo había sido ficticio, Magalí salió de la cocina y comenzó a caminar por el comedor en dirección a su habitación, completamente desnuda. En esta oportunidad pude ver la parte de atrás de su cuerpo y mis ojos se posaron directamente en su cola. Era hermosa, increíble, bien redonda y paradita, pues a Maga le gustaba mucho fortalecerse en el gimnasio. Caminaba despacio, pues en su mano derecha tenía su celular y no paraba de leer lo que parecía ser una conversación de WhatsApp.
   De golpe, se frenó en seco un metro antes de entrar en el pasillo que dirigía al baño y las habitaciones. Estiró el brazo por encima de su cabeza y miró a su celular sonriendo mientras se sacaba una selfie. En ese momento, reaccioné y le hablé para que se diera cuenta que yo estaba allí. Magalí giró rápidamente la cabeza y me miré fijo a los ojos. "No te ví. Pensé que estabas durmiendo" dijo sutilmente y esbozando una sonrisa pícara siguió caminando hasta su habitación.
   No podía creer lo que acababa de suceder. Me quedé boquiabierto observando el pasillo por el que ella acababa de desaparecer, pensando en la imagen que había visto. Sus tetas rosas y preciosas, su cintura moviéndose lentamente, su cola redonda y firme, la sonrisa en su rostro al ver que yo estaba detrás de ella. Sentí una dureza enorme adentro de mi pantalón, que no podía contenerla. Fui corriendo al baño, cerré la puerta y me empecé a masturbar a toda velocidad imaginándome el hermoso cuerpo de mi amiga. Tan solo unos pocos minutos más tarde, acabé una cantidad enorme de semen que saltó tan alto que terminó cayéndome en todo el cuerpo y en el piso.
   Lo que más me sorprendió de todo eso, fue que a Magalí pareció no importarle lo que había sucedido, de la misma manera que no le había importado que la encuentre en cuatro en la cocina. El día siguiente la encontré haciendo actividad física en el comedor, usando un short bien cortito y ajustado y un top que le resaltaba las tetitas. Lo curioso es que ella nunca usaba ese tipo de vestimenta para ir al gimnasio, pues siempre se ponía alguna remera encima del top y un short más largo. Cuando me vio entrar al comedor, me sonrió y me giñó el ojo para automáticamente ponerse a hacer sentadillas dándome la espalda. Mis ojos volvieron a clavarse en su perfecta cola durante unos segundos, cuando de pronto me di cuenta que ella podía verme desde el espejo que estaba en la pared. Sin embargo, su reacción no fue más que una simple risa burlona.
   Cuando nos enteramos que la cuarentena se extendía, su primer comentario fue: "No sé cómo voy a aguantar más días sin coger", algo que claramente hizo que mi cabeza empezara a trabajar a toda velocidad. Los días avanzaron en una oportunidad la encontré algo melancólica, viendo una película en el sillón, tapándose con una frazada. El problema fue que le terminó dando calor y mientras yo estaba en la computadora desde la mesa, pude ver como se desprendía de su remera y su jogging, para quedar en ropa interior. Poco a poco la frazada se fue corriendo de lugar y terminó recostada de esa manera y observando lo que quedaba de la película. Mis ojos iban de su corpiño a sus piernas que se elevaban sutilmente sobre el respaldar del sillón. Pude sentir como mi verga se iba endureciendo mientras que mi mente divagaba sobre muchas cosas.

   Después de 25 días de cuarentena, fue cuando todo se terminó de desvirtuar. Magalí entró a bañarse a eso de las siete de la tarde y después de una larga ducha, salió envuelta en el toallón y entró en su pieza, sin embargo dejó la puerta abierta. Eso me llamó la atención y mi cabeza no tardó en ponerse a divagar una vez más. Sin poder contener mi curiosidad, me levanté y fui caminando en puntitas de pie y esquivando las gotitas que habían quedado en el piso del pasillo. Cuando llegué a la puerta de su habitación, la imagen me dejó perplejo.
   Magalí estaba acostada en la cama, completamente desnuda, con sus manos entre sus piernas y la boca semi abierta, de la cual salían suaves gemidos. ¡Se estaba masturbando! Tenía los ojos cerrados y por ello no podía verme, por lo que no pudo enterarse que yo me estaba tocando la pija por encima del short que tenía puesto. La imagen me excitaba muchísimo, me calentaba al palo y sus gemidos me volvían loco. Su cuerpo se retorcía por encima de las sábanas y rozaba con ellas suavemente mientras que sus manos seguían perdidas en su entrepierna. Mis ojos se clavaron en ellos y en la forma en la que se movían. Los gemidos eran cada vez más altos.
   - Vení.- Dijo de golpe y mi mirada subió a su rostro.
   Maga había abierto los ojos y me observaba con firmeza. Su mirada se clavó en la mía y de su boca volvió a salir la misma palabra que había dicho hacía unos segundos. “Vení” insistió sin dejar de tocarse y de darse placer a ella misma. Entonces mi cuerpo reaccionó más rápido de lo que lo hizo mi cabeza y mis pies comenzaron a avanzar, entrando en su habitación. Me paré en el borde de la cama y me desvestí lo más rápido que pude, quedando igual de desnudo que ella y revelándole mi evidente erección. “Mmm” se relamió ella mirando mi pija completamente dura.
   Pero antes de que pudiera hacer algo, yo me subí a la cama desde los pies y me coloqué entre sus piernas, las cuales Maga abrió para mí. Con mis manos removí las suyas y pude ver su conchita ya empapada de todo lo que ella había jugado previamente. Sin dudarlo, metí uno de mis dedos adentro de su cuerpo y ella me respondió con un gemido que me volvió loco. Empecé a moverlo lentamente hacia adentro y hacia afuera, cogiéndome a mí amiga con mi mano al mismo tiempo que de su boca salían ruidos de placer.
   Apoyé mi lengua sobre su clítoris y se lo comencé a lamer a la misma velocidad que movía mi dedo. Poco a poco fui acelerando el ritmo y ella me devolvía exquisitos gemidos de placer y un revoleo de cintura que me hacía saber lo mucho que disfrutaba de ello. Mientras hacía esto, sentía como mi pija seguía creciendo y poniéndose cada vez más dura, latiendo fuertemente y golpeando contra el colchón. Todo se sentía muy estimulante, sobre todo sabiendo que se trataba de ella, de mi amiga, la que siempre había visto con otros ojos.
   Cuando sentí mi boca empapada, comencé a subir por el cuerpo de Magalí, pasando por su cintura, su pancita, sus hermosas tetas y su cuello, hasta llegar a su boca. Entonces nos besamos de manera bien apasionada y ella me envolvió con sus brazos y sus piernas, como si no quisiera dejarme ir. Yo estaba muy caliente, no podía controlarme. Sentía un calor insoportable recorrer todo mi cuerpo y una calentura que me comía la cabeza. El cuerpo caliente y mojado de mi amiga me estaba volviendo loco. Se la metí de golpe, haciendo que ella tirara la cabeza hacia atrás y ahogara un grito.
   Sin poder aguantarme, empecé a mover mi cintura hacia arriba y hacia abajo, haciendo que mi pija entrara y saliera de su cuerpo, cada vez más rápido. Ella clavó sus uñas en mi espalda y comenzó a gemir mirándome a los ojos, con una expresión morbosa en el rostro. El placer que sentía en ese momento, se mezclaba con el dolor de sus uñas desgarrándome la piel. Pero nada me importaba, estaba muy caliente, muy excitado como para pensar en otra cosa. Su conchita, totalmente mojada, se comía mi pija por completo cada vez que azotaba mi cuerpo contra el suyo.
   - ¡Ay sí Emiliano!- Gritó ella de golpe.- ¡Cogeme! ¡Dale!
   Sus gritos hicieron que empezara a moverme más y más rápido. Mi verga entraba y salía de su cuerpo a toda velocidad, mientras que mi pecho rozaba contra el suyo y sentía la dureza de sus pezones sobre los míos. Sus manos empezaron a bajar por mi espalda dejando un ardor en mi piel por culpa de sus uñas, llegando a mi cola, la cual apretó firmemente. “¡Sí! ¡Me encanta! ¡Cogeme!” seguía gritando mientras me miraba a los ojos y nos besábamos con nuestros labios mojados. Yo me movía a toda velocidad, golpeando su cuerpo con violencia, metiéndosela de golpe y sacándole gritos de placer que me volvían loco.
   Magalí me soltó y aproveché la oportunidad para levantarme y arrodillarme frente a ella sin sacarle la pija de su conchita. Con mis manos levanté sus piernas y las apoyé en mi cuerpo, dejando sus pies a la altura de mi cabeza. Ella estiró sus manos hacia abajo y yo las sujeté firmemente a la altura de las muñecas, haciéndola mi prisionera al mismo tiempo que volvía a mover mi cintura hacia adelante y hacia atrás. Ahora, ella era toda mía y lo sabía. Mientras que yo me la cogía fuertemente, tiraba de sus manos hacia abajo, haciendo que no pudiera escaparse de mi pija bien dura. Maga gritaba como loca, gimiendo cada vez más y más fuerte y pidiéndome que me siguiera moviendo así. Sus pies empezaron a rozar mi cara y yo saqué mi lengua para lamerlos.
   De golpe, ella se soltó. Magalí aprovechó mi distracción para soltarse las manos y de golpe me empujó hacia atrás y yo caí boca arriba sobre el colchón. Antes de que pudiera reaccionar, ella se abalanzó sobre mí, sentándose en mi pija de golpe y agarrándome de las manos para que no pudiera moverme. En tan solo unos segundos, el prisionero pasé a ser yo en lugar de ella y por alguna razón eso me calentó mucho más. La mirada macabra de mi amiga me puso como loco y sus tetitas a centímetros de mi cara me dejaron hipnotizado.
   Maga empezó a moverse hacia adelante y hacia atrás. Al principio lo hacía de manera lenta, bamboleando su cuerpo encima del mío y acomodándose sobre mi cintura. Pero enseguida, aceleró el ritmo y con ello volvieron los gemidos que tanto me gustaban. Sabía que mi amiga era un fiera en la cama, me lo habían hecho saber algunos chicos que estuvieron con ella, pero ahora que lo experimentaba en carne propia me daba cuenta que era indescriptible. Su cintura subía y bajaba a toda velocidad, provocando que mi verga desapareciera de golpe adentro de su cuerpo. Su pecho se inclinaba hacia adelante, dejando sus tetas bien cerca de mi cara para que yo pudiera lamerlas y morderlas. De su boca seguían saliendo gemidos y gritos de placer que me volaban la cabeza. Era una loba
   - ¡Voy a acabar Maga!- Le advertí sin poder controlarme.
   La cuarentena me había afectado y la calentura del momento me llevó al punto de no poder aguantarme las ganas de acabar. Mi idea era seguir cogiendo con mi amiga, pero ella tenía otra cosa en mente. Siguió moviéndose a toda velocidad y comenzó a saltar encima de mi cintura, sometiéndome por completo. “¡Dale! ¡Acabá!” me gritó y sus palabras llegaron hasta mi cerebro haciendo que este explotara. Mi cuerpo empezó a retorcerse y sentí un cosquilleo general que recorrió toda mi espalda. La conchita de Magalí estaba empapada y se sentía excelente, rozando mi verga completamente dura. “¡Acabá! ¡Dame toda la lechita!” insistió ella y esta última frase me puso como loco.
   Sin poder controlarme, comencé a acabar de una manera única, largando toda la leche que tenía acumulada, adentro de su cuerpo. Ella se siguió moviendo y comenzó a gritar como loca, haciéndome saber que también estaba llegando al orgasmo. Sus manos me sujetaron con fuerza, su cuerpo se apoyó sobre el mío y su boca emitió un gemido bien agudo, el cual penetró mi cabeza y me dejó extasiado. Enseguida, se quedó quieta y bajó su cabeza hasta quedar frente a la mía y me besó de manera bien apasionada. Yo le devolví el beso, sin saber muy bien qué hacer después de eso.
   - ¡No te das una idea de lo mucho que necesitaba esto!- Me dijo y me besó de nuevo.
   Luego de eso, se levantó y fue nuevamente al baño. Yo me quedé recostado unos segundos en su cama, tratando de asumir lo que acababa de pasar y relajando mi cuerpo. Cuando escuché que Magalí salía del baño, me levanté y salí de su habitación para cruzármela en el pasillo. Estaba a punto de entrarme a bañar cuando ella me llamó y salí para verla nuevamente envuelta en la toalla apoyada contra el marco de la puerta. Me miró unos segundos en silencio, recorriendo mi cuerpo con su vista y haciendo una parada de varios segundos en mi pija que aún seguía dura.
   - Vos y yo somos amigos. Lo que pasó recién… Nunca más.- Me dijo y se dio media vuelta para entrar nuevamente a su pieza. Sin embargo, antes de que yo entrara al baño, pude escuchar claramente como me decía:- A menos que se siga extendiendo la cuarentena.

                                                                                                     FIN!



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1 comentario - Cuarentena total. Capítulo 5

Pervberto +1
Bellísimo. El aislamiento permite descubrir qu el sexo complementa la amistad.
HistoriasDe +1
Gracias!