El divorcio

Tomé el primer sorbo de café y levanté la mirada. Llegó conuna puntualidad irreconocible, con un vestido de flores de fondo negro, unos borcegosbajos y campera de jean. Pelo suelto. Me sonrió apenas, con esa sonrisa que meenamoró y ahora no soportaba, y me miró, con esos ojos celeste gris que antesme recordaban a la inmensidad del océano y ahora la tenebrosidad de la niebla.Me dio un escalofrío, pero rápidamente volví a la realidad y la salude con unbeso en la mejilla.
-         Como estás?
-         Bien y vos?
La formalidad era impropia de dos personas que habían vividolo que nosotros, pero lamentablemente dios no me bendijo con la virtud deperdonar, ni con el defecto de olvidar. Y a ella la bañó con  la suficiente soberbia para no admitir errores.
-         Bueno, acá están los papeles, vendemos eldepartamento…
-         Lo compré para vos – la interrumpí – no memolesta que te lo quedes
-         Lo compraste para los dos y ya no existe eso
-         No por mi culpa…
Suspiró fuerte, se acomodó su largo pelo rubio y me desvióla mirada
-         No empecemos de nuevo por favor
Miró de nuevo los papeles, empezó a desesperarse
-         Puta madre…
Por alguna extraña razón o perversión, pocas cosas meresultaban más eróticas en este mundo que escucharla putear.
-         Que pasó amor? – fue un error involuntario querápidamente disfrace de sarcasmo.
-         Me olvide algunos papeles en casa, vamos a tenerque seguir otro dia
-         Yo estoy al pedo ahora, si querés vamos para alláy firmamos todo ahí
Sin mucho entusiasmo asintió, pagué el café que había tomadoa medias y nos fuimos, a mi coche, una cupé fuego violeta que era mi orgullopor su estado. Claro que tenía un auto más normal también, pero la idea de irritarlacuando viera esa máquina me divertía mucho. Porque si hay dos cosas que ella odia,son el agua tónica y ese auto.
-         No me digas que viniste en esta mierda
-         El otro está en el taller – mentí – subi y nojodas, son diez cuadras
Arranque, había algo de tráfico por la avenida Santa Fe, lamire y no me miró.
Llegamos sin decirnos una palabra. Salude al encargado quese sorprendió de verme, y entramos al ascensor. Toque el botón del piso 16, memiró como diciéndome que no me correspondía hacerlo a mi. Los segundos eran milenios,los centímetros entre nosotros parecían años luz. Pero en el séptimo piso atravesétodo el espacio y la besé como pocas veces había hecho. En el mismo movimientoparé el ascensor y la apoyé contra el espejo. Nos besamos durante variossegundos hasta que ella reaccionó.
-         Para, ya pasamos por esto
Hizo andar el elevador nuevamente, y otra vez sin hablarllegamos al 16. Caminamos el pasillo, fríos como el hielo, buscó la llave en lacartera y entramos a su, a mi, a nuestra, casa.
No me dejó ver ni si había cambiado las cortinas en el mes ymedio que llevaba sin ir. Me agarró con las dos manos de la camisa y puso directamentela lengua dentro de mi boca, sin estación intermedia en los labios. Metí lamano por abajo del vestido, cosa que fue muy sencilla por lo corto y suelto queera, y la agarre de las nalgas, apretándolas. La recosté sobre la mesa, oportunamente vacía, mientrasella se sacaba la campera. Levante el vestido y le saqué la tanga, roja, que yole había regalado dos días antes de pelearnos. Me incliné y puse mi lengua ensu clitoris, lo lami despacio, lo agarré con mis labios, sentía como sehumedecía y empezaba a meterle un dedo en la concha. Lami toda la zona, susjugos me llenaron la boca. Entraban dos dedos ya, su calor me excitaba más y mehacia mover la lengua más rápido, mientras ella respiraba agitada y soltabaleves gemidos. Luego de unos minutos de darle placer, sintió que era si turnode complacer. Se bajó de la mesa, se quitó el vestido por arriba de la cabeza.No tenía corpiño, así que estaba desnuda con excepción de los borcegos. Me  incliné a chuparle los pezones, sus tetas eranchiquitas pero muy chupables, me saqué las ganas durante un instante y meretiré, porque sabia que iba a hacer
-         Extrañaba esto – me dijo arrodillándose
Desabrochó el cinturón, desabotonó el jean y me lo bajóhasta los tobillos. Besó mi bulto sin retirar el bóxer, lo lamió haciéndomedesear y sonriendome picaronamente liberó mi pija. Pasó la punta de la lenguapor mis huevos, la fue subiendo por el tronco y llegó a la cabeza, mojándolabien con su saliva. Despacio, apoyando las manos en mis piernas, se la empezó ameter en la boca. No me gustaba darle el gusto de gemir, pero mi respiraciónera evidencia de lo bien que peteaba esa mujer. Movía la lengua cuando la teníadentro de la boca. Juntaba saliva y la dejaba caer. Trataba de meterla entera, aunquenunca había podido hacer una garganta profunda. Le gustaba dejarla babeada ydespués lamerla limpiándola. Era una auténtica experta chupa pijas, si señor, yno le avergonzaba hacérmelo notar.
-         Que hija de puta sos – me salió decir cuando seahogaba por tratar de meterla entera
La levanté para que no me haga acabar. Me retire los zapatos,el jean y el boxer. La llevé de la mano a la cama. Me saqué la camisa. Ella meesperaba mostrándome la concha, como una perrita.
-         Veni a cojerme – me dijo
No la hice esperar. Parado en el borde de la cama, la toméde la cintura y se la clavé hasta el fondo, sabía que estaba bien lubricada. Pegóun grito que luego fueron varios continuados, y hundió la cara en el colchón.Mis manos pasaron a sus nalgas, para abrirlas y ver en un mejor plano como miverga entraba y salía de sus adentros. El ruido de sus flujos cuando la cojiame excitaba más, pero quedó en segundo plano cuando empezó a gritar más fuerte
-         Cojeme, dale, más fuerte que no me voy a romper
Sabía que los desafíos me gustaban así que aceleré el ritmo,le di con toda la velocidad y fuerza que mi físico me permitía, y era bastante.En mi calentura, la agarré del pelo acercando su cara a la mía, para mirarla.Su cara angelical estaba transformada en deseo, y su deseo era mi orden dedarle el máximo placer que pudiera.
Me acosté en la cama, y ella se subió, de frente a mi. Mismanos fueron a sus tetas, y cerrando los ojos, empezó a cabalgarme. Sumovimiento de cintura me hacia acercar al climax, pero por suerte una de mispocas habilidades consistía en durar bastante. La deje controlar la situación, aceleraba,y luego frenaba para sentir bien como mi pija gruesa llenaba su conchita estrecha.
-         Quiero que me llenes de leche, llename de leche
Me empecé a mover yo también, sabía que se venia y no queríademorarlo más. Me sujeté de su cintura, y en no más de diez movimientos llegómi orgasmo. Aceleré la respiración, gemí cuando no lo pude evitar, y soltéchorros de leche bien adentro suyo, porque paré de sacarla y meterla. Ellagritó, y cerró fuerte los ojos, señal de que también había llegado. Apenassintió que ya no salía más semen, se bajó de encima mio, se acostó con la caraentre mis piernas y limpió mi pija, saboreando los fluidos de los dos. Cuandoterminó se apoyó en mi pecho.
-         Me perdonas? – me dijo – no quiero perderte. -Noté que su sonrisa me enamoraba y sus ojos volvían a parecerse al mar.
-         Si
-         Pero te pido un favor nada más, vende ese autode mierda!

6 comentarios - El divorcio

celta05
Muy bueno, van 10
huinca
Excelente 👍