Marcas en la piel (Historia corta)

Marcas en la piel (Historia corta)

   Mi hermana y Macarena son amigas desde que empezaron la secundaria y ella siempre me vio a mí como si fuese su hermanito menor. Pero a medida que fueron pasando los años yo empecé a notar de parte de ella una vibra que cada vez se hacía más evidente. Cuando cumplí dieciocho ella se me insinuó, pero en medio del boliche y rodeado de mis amigos yo no supe reaccionar y perdí la oportunidad. De golpe se fue a vivir al exterior y la posibilidad de que algo sucediera entre ella y yo quedó en la nada. Seguramente se fue imaginando que ella no me gustaba, pero lo que Maca no sabía es que había pasado noches enteras tocándome pensando en ella.
   Mi nombre es Bruno, tengo veintidós años y hace poco recibí la noticia más hermosa del mundo: Después de dos años de vivir afuera, Macarena venía al país a visitar a sus amigos y su familia. Llegó los primeros días de noviembre y de entrada fue al pueblo de donde éramos nosotros a ver a sus padres y sus hermanos. Valeria, mi hermana de veintiséis, y yo vivíamos en la ciudad hacía un tiempo, pues yo me había mudado para estudiar y ella siguió mis pasos luego de recibirse en el pueblo. Compartíamos un departamento chico, de dos habitaciones, sin embargo eso no fue impedimento para que ella invitara a pasar unos días a quien había sido su mejor amiga durante años.
   Macarena llegó a la ciudad un miércoles a la tarde pero yo no la vi hasta esa noche. En un principio estaba en la facultad, pero cuando mi hermana me avisó que ya estaban en el departamento y que iban a preparar algo para cenar, retrasé mi regreso todo lo que pude. No sé por qué razón lo hice, pero me sentía nervioso. De golpe la chica que había deseado durante muchísimo tiempo iba a vivir unos días en mi casa y eso me generaba dudas. Parecía como si de golpe me llamaran del pasado y todas esas emociones y sentimientos regresaran a mí.
   Para explicar un poco, entre ella y yo nunca pasó nada, lo más cercano a algo fue su insinuación en mi cumpleaños de dieciocho. Estabamos en el boliche, bailando y tomando y por alguna razón me alejé del grupo y cuando me encontré con ella, Maca me empujó contra la pared y se acercó tanto a mí que pude sentir su respiración. Pero en ese momento en vez de tirarle la boca y besarla, me empecé a reír cortando así todo el momento. Ella debió suponer que no me interesaba y desde entonces volvió a tratarme como siempre, a pesar de que yo notaba que su forma de ser conmigo era distinta. Después de eso yo me vine a vivir a la ciudad y la veía solo algunos fines de semana durante dos años hasta que Macarena se fue a vivir al exterior. Desde entonces nunca hablamos, nunca conversamos ni nada, solo algunos me gustan en fotos de Instagram o Facebook.
   Llegué al departamento ese miércoles cerca de las nueve de la noche y la casa estaba vacía. Mi hermana y ella se habían ido a comer afuera a lo de una amiga en común y al final no pude reencontrarme con ella. Después de comer me fui a mi pieza y me encerré a ver la tela y a eso de la una de la mañana escuché con las dos llegaban y se iban a la pieza de mi hermana. “¿Tu hermano ya volvió?” le preguntó Maca a Valeria y eso hizo que mi corazón palpitara aceleradamente.
   El jueves me desperté y me fui directo a bañar casi olvidándome que ella estaba en la pieza de al lado. En ese momento recordé la última vez que la había visto en uno de mis viajes al pueblo. Macarena ya había dado la noticia de que se iba a vivir afuera y ese fin de semana era uno de sus últimos por lo que en el ambiente reinaba una especie de tristeza. Sin embargo yo no podía quitarle los ojos de encima. No podía dejar de ver su hermoso cuerpo, su cola marcada debajo de esa calza, sus tetas apretadas en esa remera escotada. Salí de bañarme y de golpe sentí que la pija se me empezaba a poner dura de solo recordarla. Abrí la puerta para irme a mi pieza y…
   - ¡Ay! ¡Hola!- Me dijo de golpe.- Pensé que estabas dormido.
   Macarena estaba parada frente a mis ojos con la mano donde segundos antes estaba la manija de la puerta. A pesar de estar recién levantada, estaba reluciente. Seguía igual de flaca y esbelta como siempre. Tenía puesto un short corto y una remera larga que al parecer usaba de pijama pero que marcaba levemente sus curvas. La miré de arriba a abajo sin poder reaccionar y fue ella la que se acercó a mí para darme un beso en el cachete.
   - ¡Ay que serio!- Me dijo ella riendo y entonces reaccioné.
   - Me agarraste de sorpresa.- Le dije y le devolví una leve sonrisa.
   - ¡A bueno! ¡Estas enorme!- Dijo y entonces fue ella quien me miró de abajo hacia arriba para luego apoyar su mano en mi hombro.
   Sentí el impulso de besarla en ese momento, pero sabía que no era una buena idea y entonces me contuve.
   Luego de esa apresurada bienvenida, volví a mi pieza y me saqué la toalla para notar que tenía la pija completamente dura. Macarena estaba igual de hermosa que siempre, con la misma figura perfecta, las mismas curvas y la misma carita hermosa. Me cambié y salí para desayunar y encontrarme a mi hermana y su amiga sentadas en la mesa riendo. “¡Boluda, está re grande tu hermano!” le decía ella mientras me miraba y me volvía a sonreír. Le devolví la sonrisa y fui directo a la cocina para prepararme el desayuno.
   Comí las tostadas y tomé el café lo más rápido que pude y me fui a la facultad cuanto antes. Valeria me contó que esa tarde iban a visitar a otras amigas y que a la noche se juntaban a comer con varios de su grupo de la secundaria que también vivían en la ciudad. Yo escuchaba sin prestar mucha atención. En un momento levanté la mirada y vi como Macarena me observaba fijamente a los ojos. Sentía su mirada clava en mi cerebro y a pesar de que agaché la cabeza, sabía que ella me seguía mirando.
   Ese día no volví a ver a ninguna de las dos, ni a mi hermana ni a su amiga. Cuando llegué a mi casa a la tarde ellas ya se habían ido y pasé toda la noche solo pensando en ella. No podía sacarla de mi mente. Su rostro de sorpresa cuando abrí la puerta del baño. Su sonrisa al verme de golpe. Su mano apoyada en mi hombro. Su dulce voz diciéndole a mi hermana que estaba enorme. Sus ojos clavados en los míos por una facción de segundos. Terminé acostado en la cama observando algunas fotos suyas de Instagram y tocándome hasta acabar.

   El viernes la cosa cambió de golpe. Luego de la facultad volví con uno de mis amigos al departamento para ponernos a estudiar para los finales. La cosa venía bien hasta que al cabo de una hora llegaron Valeria y Macarena y se hizo imposible seguir con el estudio. Los cuatro nos pusimos a hablar un rato y ellas nos contaron que se habían pasado el día entero caminando por la ciudad, paseando y recorriendo un poco. Mi amigo se terminó yendo un rato más tarde y luego de unos minutos mi hermana se fue a bañar alegando que estaba completamente transpirada.
   - Che… ¿Y estás de novio?- Me preguntó Maca minutos más tarde.
   - No.- Le respondí yo acomodando los apuntes en una fila.
   - ¿Disfrutando de la vida?- Me volvió a preguntar y se levantó de la silla para acercase a mí.
   - Sí… Un poco.- Le respondí yo sin levantar la vista.
   Ella estaba parada al lado mío, casi pegada a mi cuerpo y con la cabeza bien en alto. Tenía puesto un short muy corto que le quedaba muy apretado y una remerita que dejaba entrever su pancita. Giré la cabeza y ahí estaba ella, mirándome con una sonrisa provocadora. Sus ojos volvían a clavarse en los míos de manera muy directa. Levantó suavemente su mano mientras yo permanecía inmóvil y la volvió a apoyar en mi hombro. Sentí un cosquilleo que me recorrió todo el cuerpo.
   - Las chicas de tu edad no saben lo que se pierden.- Dijo al mismo tiempo que fue bajando sus dedos por mi brazo lentamente.
   Me coloqué de frente a ella, pero Maca no se inmutó. Los dos nos miramos fijos a los ojos, nuevamente cara a cara como en aquel cumpleaños mío hacía cuatro años. Estábamos a centímetros de distancia y su mano seguía recorriendo lentamente mi brazo, erizándome la piel. Su boca entreabierta me tentaba. Sus tetas asomaban por la parte de arriba de la remera y quería lamerlas. Sus ojos me miraban y me movían el piso.
   De golpe mi hermana abrió la puerta del baño y nosotros nos dispersamos a las apuradas. Macarena se corrió unos pasos para atrás y miró al costado al mismo tiempo que Valeria iba del pasillo hasta su pieza casi sin mirarnos. Entonces su amiga exhaló profundamente para luego abanicarse con su mano. “¡Que calor!” dijo y luego se dio media vuelta y se fue a la pieza con mi hermana. Yo terminé de levantar los apuntes y después me encerré en mi cuarto con una erección muy grande en el pantalón.

   El sábado me desperté casi al medio día y cuando salí de mi pieza para comer algo me encontré a mi hermana en el comedor. Me contó que habían salido a bailar y que Macarena aun dormía en la pieza puesto que la noche anterior había tomado demasiado. Por unos segundos me tildé mirando el lugar donde hacía unas cuantas horas Maca se me había acercado y me había acariciado el brazo.
   - ¡Buen día! ¿Qué almorzamos?- Dijo una dulce voz a mis espaldas y luego río.
   A pesar de que yo estuve todo el día tenso y expectante de lo que pasaba, Macarena se mostró relajada y desenvuelta. Esa tarde volvieron a salir y yo aproveché para seguir estudiando un rato más ya que a la noche salía a bailar con mis amigos. Ellas volvieron antes de comer y cenamos juntos y nuevamente noté su mirada clavándose en mis ojos, pero en esta oportunidad se la devolví. Nos miramos durante unos segundos hasta que ella sonrió y volvió a hablar con mi hermana.
   A la noche ellas también salían a bailar por lo que los tres nos fuimos casi al mismo momento. “Nos vemos en unas horas” me dijo ella despidiéndose. Y así fue, puesto que a las cinco de la mañana cuando llegué al departamento me encontré con ella y mi hermana en el baño. Valeria estaba tirada en el piso vomitando en el inodoro y su amiga la ayudaba a mantenerse. Entre los dos, acostamos a mi hermana en la cama luego de sacarle los zapatos y nos terminamos yendo al comedor para dejarla descansar.
   - ¿No estuviste con ninguna chica?- Me preguntó Macarena y de nuevo volvió a acercarse a mi cuerpo.
   Pero en esa ocasión yo estaba decidido. Tenía el cuerpo cansado y la música del boliche todavía resonaba en mis oídos. Sin dudas el alcohol todavía surtía efecto en mi cuerpo, sin embargo me paré firme en frente de ella y la tomé por la cintura. Ella me devolvió una risita estúpida y apoyó una de sus manos en mi pecho para mantener algo de distancia. “No, no estuve con nadie” le respondí mirándola fijo a los ojos y en esa oportunidad fue ella la que desvió la mirada.
   - Me sorprende lo crecido que estás.- Me dijo entonces.- En mi cabeza eras un nene.
   - ¿Pensabas mucho en mí?- Le pregunté.
   - No te la creas tanto.- Me respondió ella riendo y bajando su mano por mi cuerpo.- Pero sí pensé en vos cuando Vale me ofreció de venir a dormir acá.- Dijo sonriendo.
   - Yo sí pensé en vos.- Le dije moviendo levemente mis manos hacia la parte de atrás de su cintura y acercándome a ella.- Pensé en como aquella noche de mi cumpleaños no me animé a besarte. En como ese día dejaste una especie de marca en mi piel que me hace pensar constantemente en vos.
   La besé sin dudarlo. Macarena me devolvió el beso apasionadamente y me abrazó. Había sonado durante años con besar esos labios carnosos y no podía creer que lo estaba haciendo en ese momento, en el medio del comedor de mi departamento. Mis manos bajaron lentamente hacia su cola y se posaron sobre ella, sobre esa colita perfecta y redondita que miles de veces había apreciado durante los veranos. Ella metió su lengua en mi boca y sentí como se movía buscando la mía, enredándose con mi lengua.
   - Vamos a la pieza.- Le dije.- Por si mi hermana se levanta.
   - Hagámoslo acá.- Me dijo ella apoyando una de sus manos en la mesa.- No se va a despertar, está muy en pedo.
   No pude resistirme a la tentación. La agarré fuerte de la cola y la levanté por los aires hasta sentarla en la mesa. Ella pegó un gritito de sorpresa pero los dos sabíamos bien que mi hermana no iba a escuchar nada de eso. Enseguida volvimos a besarnos y a comernos la boca apasionadamente, mientras que mis manos seguían aferradas a su cola y las suyas paseaban por mi espalda y mi cuello.
   Macarena me empezó a desabrochar la camisa entre besos y yo dejé que me la quitara. Cuando la tiró al piso me observó el pecho para después pasarle una mano por encima y por último besarme los pezones. Sentí sus húmedos labios y en mi cuerpo y enseguida me puso la piel de gallina. Maca estaba fuera de sí y su boca empezó a recorrer todo mi cuerpo, bajando hasta donde podía y subiendo nuevamente hacia mis labios. Era todo lo que siempre había querido y mucho más. Zarpada, atrevida y arriesgada.
   Le saqué la remera y debajo de ella me encontré con un corpiño que contenía dos enormes tetas que por favor pedían salir. Las manoseé por arriba del corpiño negro y luego llevé mi mano a su espalda para desabrochárselo y al verlas me volví loco. Al igual que ella no me pude contener y bajé mi cabeza para chupárselas con ganas. Las lamí por completo, jugué con sus pezones hasta que se pusieron duros y las agarré para estamparlas en mi cara. Eran perfectas y Maca dejó que yo me divirtiera con ellas.
   Volvimos a besarnos, ella siempre sentada arriba de la mesa. De golpe intentó bajarse pero yo se lo impedí y cuando me dijo que era para poder sacarme el pantalón y chuparme la pija, la obligué a que lo hiciera desde arriba de la mesa. Macarena me lanzó una sonrisa macabra y se fue acostando boca abajo sobre la mesa. Su cabeza quedó en el aire al igual que sus manos y yo le di lugar para que me desabrochara el pantalón y metiera su mano adentro de mi bóxer para así poder agarrar mi pija que ya estaba al palo.
   Si sus besos en el pecho habían sido estimulantes, cuando me la empezó a chupar sentí que iba a estallar en cualquier momento. Jugaba con sus manos, majeándome con una y tocándome el cuerpo, las piernas y los huevos con la otra. Mientras tanto su boca saboreaba mi verga que estaba totalmente parada. Se la metía de lleno en la boca y se atragantaba con ella, la escupía para luego lamerla como si fuese un helado y después volvía a comérsela toda. Lo hacía bien rápido, como queriendo aprovechar cada segundo que teníamos juntos. Era una bestia sedienta de pija y yo estaba dispuesto a dársela toda.
   Mientras se complacía la boca con mi verga, aprovechó para desabrocharse el short y bajárselo un poco para dejar al descubierto una tanga minúscula que se metía adentro de su cola. No pude aguantarme mucho tiempo. Dejándola con la boca entreabierta, empecé a caminar rodeando la mesa al mismo tiempo que me sacaba la ropa que me quedaba. Ella se dio vuelta para quedar boca arriba y me miró sonriente. Dejó que le sacara el short y los zapatos y abriéndole despacio las piernas aprecié lo linda que le quedaba la tanguita. Me incliné hacia abajo y corriéndosela a un lado le devolví el favor.
   Macarena estaba empapada antes de que yo siquiera pudiera besarla y cuando lo hice, mis labios se mojaron con sus flujos que me humedecieron por completo. Su tanguita era tan finita que pasaba desapercibido. Mis labios se abrían y mi lengua salía para lamerle la hermosa conchita que tenía. Sus piernas se posaron sobre mis hombros y me hizo prisionero de su cuerpo, por más que yo no quería dejarlo puesto que me encantaba comerla de esa manera. Su cabeza caía por el otro lado de la mesa por lo que yo no podía ver su expresión, pero escuchaba claramente sus leves suspiros que eran en ese momento el único ruido que resonaba en la habitación.
   Me levanté de golpe liberándome de sus piernas. La agarré fuertemente a la altura de los muslos y la arrastré por la mesa hasta traerla bien cerca mío. Ella sonrió mientras que yo le sacaba la tanguita, la única prenda que quedaba en juego. Maca llevó sus manos a sus tetas y las apretó con fuerza y en ese momento yo apoyé la punta de mi pija en su conchita que estaba empapada.
   Los dos sabíamos que queríamos disfrutar el momento, por lo que no hubo necesidad de sexo suave y tranquilo, por lo que luego de metérsela bien a fondo y de que ella ahogara un grito, me la empecé a coger lo más duro que pude. Movía mi cintura hacia adelante y hacia atrás metiéndosela por completo mientras que mi cintura chocaba contra su cola y ella se movía por lo ancho de la mesa. Su boca seguía entreabierta y largaba suspiros de placer que ahora eran mucho más fuertes que los anteriores. Sus manos seguían apoyadas sobre sus tetas, las cuales se sujetaba con fuerza.
   - Sacate las manos de ahí.- Le dije casi dándole una orden y estiré mi mano para correr su brazo.
   Ella me hizo casi y sus hermosas tetas quedaron libres y pide ver cómo iban de acá para allá con cada movimiento que daba. Era perfecta en todo sentido. Sus ojos miraban al techo y de vez en cuando los bajaba para observarme a mí, para poder apreciar cómo me la cogía. Volvió a llevarse las manos a las tetas para sujetárselas nuevamente con fuerza y pude ver que eso la excitaba. Mientras tanto mi pija entraba y salía con fuerza de su conchita.
   Maca de a poco fue girando su cuerpo hasta que quedó de costado. Si la posición anterior era placentera, esta lo fue mucho más. Sus piernas juntas hacían que su conchita quedara más cerrada y sus labios apretaban mi verga que entraba bien a fondo para salir casi por completo y volver a entrar. Mis manos ahora estaban libres, dado que no tenía que seguir sosteniéndole las piernas, por lo que aproveché para recorrer su cuerpo con mis dedos. Le apretaba la cola, masajeaba sus piernas y acariciaba su espalda con una, mientras que con la otra busqué una de sus tetas y se la apreté como a ella le gustaba.
   - ¡Ay sí! ¡No pares! ¡No pares!- Me pidió ella hablando cada vez más fuerte.
   Yo me descontrolé por completo y sentí como mi cintura aumentaba de velocidad yendo hacia adelante y hacia atrás con más violencia todavía. Su conchita estaba empapada y bien apretada y eso me volvía loco. Macarena pasó de suspirar con fuerza a gemir cada vez más y sus gemidos podían escucharse con claridad. Entraban en mi mente, me volvían loco, me motivaban a seguir cogiéndomela más y más duro. Era el sueño de mi vida y lo estaba cumpliendo.
   Ella me pidió que me sentara en la silla y yo lo hice enseguida. Mientras tanto Macarena se bajó de la mesa y se paró frente a mí, abrió sus piernas y buscó mi poronga para volver a sentarse sobre ella. Pasó sus manos por encima de mis hombros y sus hermosas tetas quedaron casi frente a mis ojos. Enseguida llevé mis manos a su espalda y las bajé hasta que quedaron encima de su cola. Ella se empezó a mover suavemente hasta que consiguió acomodarse y luego volvimos a coger duro, como lo veníamos haciendo.
   Sus piernas impulsaban su cuerpo hacia arriba y ella brincaba sobre mis muslos, cayendo de golpe y clavándose mi pija que seguía firme adentro de su conchita. Yo la ayudaba a impulsarse con mis manos, que ahora se apoyaban sobre su cola. Mientras tanto mis ojos seguían el movimiento de sus tetas, que ahora si eran libres y saltaban frente a mi rostro. Se veían hermosas subiendo y bajando a toda velocidad, golpeando contra mi cara y después cayendo sobre su cuerpo, un espectáculo divino. Sus gemidos seguían sonando en mi cabeza y eran la música de fondo más hermosa para la ocasión.
   - ¡Acabo! ¡Acabo!- Empezó a gritar.
   Sus movimientos se aceleraron y todo se volvió mucho más intenso. Clavé mis dedos en los cachetes de su cola y estampé mi rostro contra sus tetas que se seguían moviendo hacia arriba y hacia abajo. Macarena volvió a gritar, pero esta vez fue de puro placer y pude sentir como mi cuerpo se mojaba todo. “¡Sí!” gimió ella y luego frenó de golpe para disfrutar del orgasmo que acababa de tener. Nos quedamos inmóviles por un segundo y sentí como sus fluidos bajaban de su cuerpo por el tronco de mi pija y humedecían mis piernas.
   - ¡Ay Dios! ¡Que ganas tenía de cogerte!- Me confesó y luego volvió a comerme la boca.
   Luego de besarme apasionadamente se levantó y sin decirme nada se arrodilló delante de mí. Tomó mi pija con su mano y se la volvió a meter en la boca para chupármela nuevamente. Sus labios eran increíbles y su lengua se movía por toda mi verga que seguía bien firme adentro suyo. Pero esta vez Maca me miraba a los ojos y su expresión de gata sedienta me voló la cabeza. Ella sabía que estaba a punto de hacerme acabar con su boquita petera y seguía chupándomela pues quería hacerme llegar al orgasmo.
   - ¿Dónde querés darme la lechita?- Me preguntó mientras me pajeaba bien rápido.
   - En las tetas.- Le dije yo sin dudarlo y ella sonrió.
   Volvió a meterse mi pija en la boca pero casi que no hizo falta, puesto que yo estaba a punto de estallar. Me paré y me agarré la verga mientras que ella se llevaba las manos a las tetas para apretarlas y levantaras. Apunté y acabé como nunca antes lo había hecho. Le llené las tetas de semen, dejándoselas pintadas de blanco y pudiendo cumplir así mi fantasía de no solo cogerme a Macarena, sino también de acabarle en esas tetas que me habían hipnotizado por años.
   Le levantó y me besó una vez más, pegándose a mi cuerpo y ensuciándome el pecho con mi propio semen. “¡Pará!” le dije yo riéndome y me alejé. Pero ya estaba sucio y no había vuelto atrás. Pero al parecer su plan había funcionado, porque después de eso me dijo que teníamos que ir a bañarnos y me volvió a lanzar esa sonrisa macabra que había hecho antes de que todo comenzara. Me sujetó de la mano y me llevó al baño para cerrar la puerta luego de que entrara y antes de que pudiera siquiera abrir la ducha, sus labios volvían a hacer contacto con los míos. No había tiempo que perder. Íbamos a seguir dándonos placer hasta que quedáramos agotados.



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